domingo, 30 de marzo de 2014

ÁNGELUS DEL 4º DOMINGO DE CUARESMA: El Señor nos espera siempre para darnos su luz y para perdonarnos, dice el Papa

Ya hemos pasado la mitad de la cuaresma. ¿Qué frutos hemos sacado de ella? ¡Tenemos tiempo todavía! Como bautizados, podemos ver la luz que viene de Dios, pasando la ceguera que nos nubla, y nos hace ir de tropiezo en tropiezo.
 Busquemos la luz que da sentido a nuestras vidas y no sigamos caminando como ciegos de nacimiento. La conversión, sólo se logra, si uno reconoce que no ve o que la visión está equivocada. 

Para meditar profundamente este Evangelio, debemos observar las reacciones de la gente frente al milagro de sanar a un ciego de nacimiento. ¡Qué prontos somos para juzgar y condenar!: “¿Quién pecó?”. Jesús se manifiesta y se proclama como Hijo de Dios al devolverle la vista a este ciego de nacimiento, y todo, “para la gloria de Dios”.



Hoy 30 de marzo de 2014, el Papa Francisco durante el Ángelus recordó que mientras el ciego se acerca gradualmente a la luz, los fariseos al contrario se hunden cada vez más en la ceguera interior. Encerrados en su presunción, creen tener ya la luz; por esto no se abren a la verdad de Jesús.
“Nuestra vida a veces es parecida a aquella del ciego que se ha abierto a la luz, a Dios y a su gracia. A veces lamentablemente es un poco como aquella de los fariseos: desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los demás, y ¡hasta al Señor!” Hoy, estamos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto a nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son cristianos, subrayó Francisco, para caminar decididamente sobre el camino de la santidad. Ella tiene su inicio en el Bautismo. De hecho también nosotros hemos sido “iluminados” por Cristo en el Bautismo, para que, como nos recuerda san Pablo, podamos comportarnos como “hijos de la luz” con humildad, paciencia, misericordia.

Texto completo de las palabras del Papa antes de la oración del Ángelus 

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! 

El Evangelio de hoy nos presenta el episodio del hombre ciego de nacimiento, a quien Jesús dona la vista. El largo relato inicia con un ciego que comienza a ver y si concluye con los presuntos videntes que continúan permaneciendo ciegos en el alma. El milagro es narrado por Juan en apenas dos versículos, porque el evangelista quiere atraer la atención no sobre el milagro en sí, sino sobre aquello que ocurre después, sobre las discusiones que origina. El ciego curado es en primer lugar interrogado por la multitud sorprendida, luego por los fariseos; y los fariseos interrogan también a sus padres. Al final el ciego curado llega a la fe, y ésta es la gracia más grande que le viene dada por Jesús: no sólo poder ver, sino conocer a Él, que es «la luz del mundo» (Jn 9,5). 
 Mientras el ciego se acerca gradualmente a la luz, los fariseos al contrario se hunden cada vez más en la ceguera interior. Encerrados en su presunción, creen tener ya la luz; por esto no se abren a la verdad de Jesús. Ellos todo lo posible para negar la evidencia. Ponen en duda la identidad del hombre curado; después niegan la acción de Dios en la curación, tomando como pretexto que Dios no obra el sábado; llegan incluso a dudar que aquel hombre hubiese nacido ciego. Su cerrazón a la luz se vuelve agresiva y desemboca en la expulsión del templo del hombre curado. El camino del ciego en cambio es un camino por etapas, que parte del conocimiento del nombre de Jesús. No conoce a otro que a Él; de hecho dice: « Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos» (v. 11). Como consecuencia de las insistentes preguntas de los fariseos, primero lo considera un profeta (v. 17) y después un hombre cercano a Dios (v. 31). Luego que ha sido alejado del templo, Jesús lo vuelve a encontrar y le “abre los ojos” por segunda vez, revelándole la propia identidad. A este punto aquel que había sido ciego exclama: «¡Creo, Señor!» (v. 38), y se inclina ante Jesús . 

Queridos hermanos, nuestra vida a veces es parecida a aquella del ciego que se ha abierto a la luz, a Dios y a su gracia. A veces lamentablemente es un poco como aquella de los fariseos: desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los demás, y ¡hasta al Señor! Hoy, estamos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto a nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son cristianos, para caminar decididamente sobre el camino de la santidad. Ella tiene su inicio en el Bautismo. De hecho también nosotros hemos sido “iluminados” por Cristo en el Bautismo, para que, como nos recuerda san Pablo, podamos comportarnos como «hijos de la luz» (Ef 5,8), con humildad, paciencia, misericordia.
En estos días que nos preparan a la Pascua reavivemos en nosotros el don recibido en el Bautismo, alimentemos aquella llama con la oración y la caridad hacia el prójimo. 

Confiamos a la Virgen María el camino cuaresmal, para que también nosotros, como el ciego curado, podamos con la gracia de Cristo “venir a la luz”, renacer a la vida nueva.



Fuente:






“Quedaremos iluminados, queridos hermanos, si tenemos el colirio de la fe.  Porque fue necesaria la saliva de Cristo mezclada con tierra para ungir al ciego de nacimiento. También nosotros hemos nacido ciegos por causa de Adán, y necesitamos que el Señor nos ilumine... Piensa que también iluminó a los ciegos” (San Agustin, Ev. S. Juan, 34).

 Los que preguntan al ciego no están buscando respuestas; están descartando a Jesús como luz. Y así no puede ser reconocido. Sólo el que se deja orientar por su luz, llega a Él.



PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS

ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"

Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

Los rasgos comunes en los Misterios de Jesús
516 Toda la vida de Cristo es Revelación del Padre: sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su manera de ser y de hablar. Jesús puede decir: "Quien me ve a mí, ve al Padre" (Jn 14, 9), y el Padre: "Este es mi Hijo amado; escuchadle" (Lc 9, 35). Nuestro Señor, al haberse hecho hombre para cumplir la voluntad del Padre (cf. Hb 10,5-7), nos "manifestó el amor que nos tiene" (1 Jn 4,9) con los rasgos más sencillos de sus misterios.
517 Toda la vida de Cristo es misterio de Redención. La Redención nos viene ante todo por la sangre de la cruz (cf. Ef 1, 7; Col 1, 13-14; 1 P 1, 18-19), pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo: ya en su Encarnación porque haciéndose pobre nos enriquece con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9); en su vida oculta donde repara nuestra insumisión mediante su sometimiento (cf. Lc 2, 51); en su palabra que purifica a sus oyentes (cf. Jn 15,3); en sus curaciones y en sus exorcismos, por las cuales "él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17; cf. Is 53, 4); en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica (cf. Rm 4, 25).

PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO TERCERO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

ARTÍCULO 9
“CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA”


748 "Cristo es la luz de los pueblos". 
 Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia (LG 1), anunciando el Evangelio a todas las criaturas". Con estas palabras comienza la "Constitución dogmática sobre la Iglesia" del Concilio Vaticano II. Así, el Concilio muestra que el artículo de la fe sobre la Iglesia depende enteramente de los artículos que se refieren a Cristo Jesús. La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol.

SEGUNDA PARTE 
 
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

ARTÍCULO 1
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO


1216 "Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado" (San Justino, Apología 1,61). Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), el bautizado, "tras haber sido iluminado" (Hb 10,32), se convierte en "hijo de la luz" (1 Ts 5,5), y en "luz" él mismo (Ef 5,8):
 El Bautismo «es el más bello y magnífico de los dones de Dios [...] lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40,3-4).


TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
PRIMERA SECCIÓN
LA VOCACIÓN DEL HOMBRE:
LA VIDA EN EL ESPÍRITU

CAPÍTULO PRIMERO
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

ARTÍCULO 3
LA LIBERTAD DEL HOMBRE


1740 Amenazas para la libertad. El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier cosa. Es falso concebir al hombre “sujeto de esa libertad como un individuo autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 13). Por otra parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con demasiada frecuencia, desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra la caridad. Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus semejantes y se rebela contra la verdad divina.