domingo, 28 de diciembre de 2014

Ángelus del Papa en la Fiesta de la Sagrada Familia, domingo 28 de diciembre de 2014: “Encomendamos a María, Reina de la familia a todas las familias del mundo”.


Durante este tiempo precioso de Navidad, la Iglesia nos invita a fijarnos en la familia, primera escuela del amor y unidad. La Liturgia nos describe como debe ser una familia cristiana. 
Dios es familia, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres “personas” distintas y un único Dios verdadero, un maravilloso misterio que contemplaremos extasiados durante toda la eternidad. Ese Dios, Trinidad en Comunión, nos creó a su imagen para que reproduzcamos en casa cuanto allí vemos de amor, mutua entrega, participa­ción y comunión, desviviéndonos también nosotros los unos por el bien y la felicidad de los otros… ¡Eso es familia! Y a eso estamos llamados por Dios.

Este Evangelio nos narra la Presentación de Jesús en el Templo, todo un Dios en manos de su Madre que se nos ofrece para vivir con El.
 José y María van a consagrar al Niño Jesús. Al llegar al templo, Simeón y Ana alaban agradecidos al Señor que cumple su promesa de salvación.




Hoy Lucas nos muestra a José y María llevando el Niño al templo para consagrarlo al Señor. Escuchamos también al anciano Simeón que agradece a Dios por poder morir contento ¡He visto al Salvador prometido!, aunque, este Niño será sal­vación para unos y condenación para otros. Oímos también a la ancianita Ana divulgando la noticia y vemos a José y María asombrados por todo lo que ven y escuchan.



Como cada domingo, el papa Francisco rezó la oración del Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les dijo:




"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este primer domingo después de Navidad, mientras estamos todavía inmersos en el clima gozoso de la fiesta, la Iglesia nos invita a contemplar la Santa Familia de Nazaret. El Evangelio hoy nos presenta a la Virgen y san José en el momento en el que, cuarenta días después del nacimiento de Jesús, se dirigen al templo de Jerusalén. Lo hacen en religiosa obediencia a la Ley de Moisés, que prescribe ofrecer al Señor al primogénito (cfr. Lc 2, 22-24).

 Podemos imaginar esta pequeña familia, en medio a tanta gente, en los grandes atrios del templo. No resalta a la vista, no se distingue… ¡Y sin embargo no pasa inadvertida! Dos ancianos, Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, se acercan y se ponen a alabar a Dios por ese Niño, en el cual reconocen al Mesías, luz de las gentes y salvación de Israel (cfr. Lc 2, 22-38). Es un momento simple pero rico de profecía: el encuentro entre dos jóvenes esposos llenos de alegría y de fe por las gracias del Señor; y dos ancianos también ellos llenos de alegría y de fe por la acción del Espíritu. ¿Quién los reúne? Jesús. Jesús los reúne: los jóvenes y los ancianos. Jesús es Aquel que acerca a las generaciones. Es la fuente de aquel amor que une a las familias y a las personas, venciendo toda desconfianza, todo aislamiento, todo alejamiento. Esto nos hace pensar también en los abuelos: ¡Cuán importante es su presencia, la presencia de los abuelos! ¡Cuán precioso es su rol en las familias y en la sociedad! La buena relación entre los jóvenes y los ancianos es decisiva para el camino de la comunidad civil y eclesial. Y mirando a estos dos ancianos, estos dos abuelos --Simeón y Ana-- saludamos desde aquí, con un aplauso, a todos los abuelos del mundo.
El mensaje que proviene de la Sagrada Familia es sobre todo un mensaje de fe. En la vida familiar de María y José, Dios es verdaderamente el centro, y lo es en la persona de Jesús. Por eso la Familia de Nazaret es santa. ¿Por qué? Porque está centrada en Jesús.
Cuando los padres y los hijos respiran juntos este clima de fe, poseen una energía que les permite afrontar pruebas también difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia, por ejemplo en el acontecimiento dramático de la huida en Egipto. Una dura prueba...
El Niño Jesús con su Madre María y con san José son un icono familiar sencillo pero muy luminoso. La luz que ella irradia es una luz de misericordia y de salvación para el mundo entero, luz de verdad para todo hombre, para la familia humana y para cada familia. Esta luz que viene de la Sagrada Familia nos anima a ofrecer calor humano en aquellas situaciones familiares en las que, por diversos motivos, falta la paz, falta la armonía, falta el perdón. Nuestra concreta solidaridad no disminuya especialmente en relación a la familia que están viviendo situaciones muy difíciles por las enfermedades, la falta de trabajo, las discriminaciones, la necesidad de emigrar…

Que nuestra solidaridad concreta no falle, en especial a las familias que están pasando por las situaciones más difíciles, por las enfermedades, la falta de empleo, la discriminación, la necesidad de emigrar... Y aquí nos detenemos un poco y en silencio rezamos por todas estas familias en dificultad, tengan dificultades por las enfermedades, la falta de empleo, la discriminación, la necesidad de emigrar, tengan dificultades de entendimiento e incluso de desunión. En silencio oramos por todas estas familias... (Ave María).

 Encomendamos a María, Reina y Madre de la familia, todas las familias del mundo, para que puedan vivir en la fe, en la concordia, en la ayuda recíproca, y para eso invoco sobre ellas la materna protección de Aquella que fue madre e hija de su Hijo". 
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del Ángelus:




Al concluir la plegaria, el Pontífice recordó en la oración a los pasajeros del avión malasio desaparecido y a los pasajeros de los barcos accidentados en el mar Adriático:

"Queridos hermanos y hermanas,
Mi pensamiento se dirige, en este momento, a los pasajeros del avión malasio desaparecido durante el viaje entre Indonesia y Singapur, así como a los pasajeros de los barcos --en tránsito en las últimas horas en las aguas del mar Adriático-- involucrados en algunos accidentes. Mi cercanía --con el afecto y la oración-- a los familiares, a los que viven con aprensión y sufrimiento estas situaciones difíciles y a los que participan en las operaciones de rescate".
A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Santo Padre:
"¡Hoy el primer saludo lo dirijo a todas las familias presentes! La Sagrada Familia os bendiga y os guíe en vuestro camino.
Os saludo a todos, romanos y peregrinos; en particular, a los numerosos chicos de la diócesis de Bérgamo y Vicenza que han recibido o están a punto de recibir la Confirmación. Saludo a las familias del Oratorio de la Catedral de Sarzana, a los fieles de San Lorenzo in Banale (Trento), a los monaguillos de Sambruson (Venecia), a los scouts de Villamassargia y a los empleados de la Fraterna Domus".
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:
"Os deseo a todos un buen domingo. Os doy las gracias de nuevo por vuestras felicitaciones y por vuestras oraciones. Seguid rezando por mí. ¡Buena comida y hasta pronto!".
FUENTE: 



PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS

ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"

Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO


 Los misterios de la vida oculta de Jesús
531 Jesús compartió, durante la mayor parte de su vida, la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida religiosa judía sometida a la ley de Dios (cf. Ga 4, 4), vida en la comunidad. De todo este período se nos dice que Jesús estaba "sometido" a sus padres y que "progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres" (Lc 2, 51-52).
532 Con la sumisión a su madre, y a su padre legal, Jesús cumple con perfección el cuarto mandamiento. Es la imagen temporal de su obediencia filial a su Padre celestial. La sumisión cotidiana de Jesús a José y a María anunciaba y anticipaba la sumisión del Jueves Santo: "No se haga mi voluntad ..."(Lc 22, 42). La obediencia de Cristo en lo cotidiano de la vida oculta inauguraba ya la obra de restauración de lo que la desobediencia de Adán había destruido (cf. Rm 5, 19).

533 La vida oculta de Nazaret permite a todos entrar en comunión con Jesús a través de los caminos más ordinarios de la vida humana:
«Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. [...] Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros. [...] Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable. [...] Finalmente, aquí aprendemos también la  lección del trabajo. Nazaret, la casa del "hijo del Artesano": cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente. [...] Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles al gran modelo, al hermano divino (Pablo VI, Homilía en el templo de la Anunciación de la Virgen María en Nazaret (5 de enero de 1964).

 TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
SEGUNDA SECCIÓN
LOS DIEZ MANDAMIENTOS

CAPÍTULO SEGUNDO
«AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO»

ARTÍCULO 4
EL CUARTO MANDAMIENTO

 La familia cristiana

2204 “La familia cristiana constituye una revelación y una actuación específicas de la comunión eclesial; por eso [...] puede y debe decirse Iglesia doméstica” (FC 21, cf LG 11). Es una comunidad de fe, esperanza y caridad, posee en la Iglesia una importancia singular como aparece en el Nuevo Testamento (cf Ef 5, 21-6, 4; Col 3, 18-21; 1 P 3, 1-7).
2205 La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera.
2206 Las relaciones en el seno de la familia entrañan una afinidad de sentimientos, afectos e intereses que provienen sobre todo del mutuo respeto de las personas. La familia es una comunidad privilegiada llamada a realizar un propósito común de los esposos y una cooperación diligente de los padres en la educación de los hijos (cf. GS 52).
II. La familia y la sociedad
2207 La familia es la célula original de la vida social. Es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad.
IV. La familia y el reino de Dios
2232 Los vínculos familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos. A la par que el hijo crece hacia una madurez y autonomía humanas y espirituales, la vocación singular que viene de Dios se afirma con más claridad y fuerza. Los padres deben respetar esta llamada y favorecer la respuesta de sus hijos para seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es seguir a Jesús (cf Mt 16, 25): “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10, 37).
2233 Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: “El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12, 49).
Los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal.