miércoles, 6 de agosto de 2014

«Jesús con las Bienaventuranzas nos entrega el 'protocolo' con el que seremos juzgados», el Papa en la Catequesis



El Papa retoma sus Catequesis sobre la Iglesia.

Después del receso estival, el Papa Francisco retomó las catequesis de los miércoles, en las Audiencias Generales.
El Santo Padre venía hablando de la Iglesia Pueblo de Dios, y continuó hoy con el tópico. Es el Pueblo de Dios fundado sobre una "Alianza sellada con la sangre de Jesús".

El papa Francisco instó hoy a "rezar mucho" por la paz en Oriente Medio, durante la audiencia general que celebró en el Aula Pablo VI del Vaticano.

"Recemos mucho por la paz en Oriente Medio. ¡Rezad, por favor!", fue la petición del pontífice argentino, quien hoy reanudó la celebración de las audiencias generales de los miércoles tras la pausa durante el mes de julio.

Durante la audiencia, el papa también expresó su cercanía a los familiares de las víctimas y afectados por el terremoto del pasado domingo en Yunnan, suroeste de China, y que ha provocado la muerte de al menos 589 personas.

La audiencia general se realizó en un Aula Pablo VI repleta de peregrinos y otros siguieron la catequesis en las pantallas gigantes colocadas en la plaza San Pedro.

La catequesis del papa de hoy estuvo dedicada al pasaje de la Biblia en la que Jesús "entrega a sus discípulos una enseñanza nueva, que comienza con las Bienaventuranzas".

Para Francisco, las Bienaventuranzas "son como el retrato de Jesús, su forma de vida y el camino de la felicidad que anhela el corazón humano" y concluyó que el "día del juicio final no se presentarán títulos o créditos", y añadió: "Las preguntas que se nos harán serán sobre nuestra beatitud".
El papa dedicó más de 45 minutos a saludar a los fieles antes de las audiencia y además de estrechar manos, dar besos y hacerse fotos con los presentes, también firmó con su nombre la camiseta que llevaba un joven alemán que le pidió un autógrafo. 

 “Hoy contemplamos a la Iglesia como nuevo Pueblo de Dios, que se funda sobre la nueva Alianza sellada con la sangre de Jesús”, expresó el Obispo de Roma en la Catequesis del miércoles 6 de agosto, que se realizó en el Aula Pablo VI colmada de peregrinos italianos y del mundo. Otros siguieron la catequesis en las pantallas gigantes de la plaza del Santuario de San Pedro.
“En la montaña del Sinaí, Dios había establecido una alianza con Moisés entregándole los diez mandamientos. También Jesús, sobre una pequeña colina, entrega a sus discípulos una enseñanza nueva, que comienza con las Bienaventuranzas” –dijo el Papa. Y explicó que las Bienaventuranzas “son como el retrato de Jesús, su forma de vida y el camino de la felicidad que anhela el corazón humano”.
Francisco concluyó afirmando que “además de la nueva ley, el Señor nos invita a reconocerlo en los pobres, en los que sufren, en los que pasan necesidad. De esto se nos juzgará al final de nuestra vida. La nueva alianza consiste precisamente en reconocer que gracias a Cristo la misericordia y la compasión de Dios nos rodean”.


Texto completo de las Palabras del Papa en español


Queridos hermanos,
en la catequesis de hoy contemplamos a la Iglesia como nuevo Pueblo de Dios, que se funda sobre la nueva Alianza sellada con la sangre de Jesús. La figura de Juan el Bautista es muy significativa puesto que prepara al pueblo para recibir al Señor. De esta manera, hace de puente entre la promesa del Antiguo Testamento y la plenitud de su cumplimiento en el Nuevo. En la montaña del Sinaí, Dios había establecido una alianza con Moisés entregándole los diez mandamientos. También Jesús, sobre una pequeña colina, entrega a sus discípulos una enseñanza nueva, que comienza con las bienaventuranzas. Ellas son como el retrato de Jesús, su forma de vida y el camino de la felicidad que anhela el corazón humano. Además de la nueva ley, el Señor nos invita a reconocerlo en los pobres, en los que sufren, en los que pasan necesidad. De esto se nos juzgará al final de nuestra vida. La nueva alianza consiste precisamente en reconocer que gracias a Cristo la misericordia y la compasión de Dios nos rodea.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Hoy celebramos la fiesta de la Transfiguración del Señor. Pidamos a Jesús que su gracia nos transforme a imagen suya, para que viviendo según el espíritu de las bienaventuranzas seamos luz y consuelo para nuestros hermanos. Muchas gracias y que Dios los bendiga.

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco en italiano

 
La Iglesia
Nueva Alianza y Nuevo Pueblo

Queridos hermanos y hermanas,

En las catequesis precedentes hemos visto cómo la Iglesia constituye un pueblo, un pueblo preparado con paciencia y amor por Dios, y al cual todos estamos llamados a pertenecer. Hoy quisiera destacar la novedad que caracteriza a este pueblo, hay una novedad que la caracteriza: se trata realmente de un pueblo nuevo, que se funda en la nueva alianza establecida por el Señor Jesús con el don de su vida. Esta novedad no niega el camino anterior ni se contrapone a él, sino lo lleva hacia adelante, lo lleva a cumplimiento. 

 1. Hay una figura muy significativa, que hace de bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: la de Juan el Bautista. Para los Evangelios Sinópticos es el “precursor”, el que prepara la venida del Señor, predisponiendo al pueblo a la conversión del corazón y a la acogida de la consolación de Dios, ya cercano. Para el Evangelio de Juan es el “testigo”, ya que nos permite reconocer en Jesús Aquel que viene de lo alto, para perdonar nuestros pecados, y para hacer de su pueblo su Esposa, primicia de la nueva humanidad. Como “precursor” y “testigo”, Juan el Bautista juega un papel central al interno de toda la Escritura, en cuanto hace de puente entre la promesa del Antiguo Testamento y su cumplimiento, entre las profecías, y su realización en Jesucristo . Con su testimonio Juan nos indica a Jesús, nos invita a seguirlo, y nos dice en términos inequívocos que esto requiere humildad, arrepentimiento y conversión. Es una invitación que hace ¿no? A la humildad, al arrepentimiento y a la conversión. 

2. Como Moisés había pactado la alianza con Dios, en virtud de la ley que recibió en el Sinaí, así Jesús, desde una colina junto al lago de Galilea, entrega a sus discípulos y a la multitud una nueva enseñanza que comienza con las Bienaventuranzas. Moisés da la ley en el Sinaí, y Jesús, el “nuevo Moisés” da la ley en aquel monte, a orillas del lago de Galilea. Las Bienaventuranzas son el camino que Dios indica como respuesta al deseo de felicidad inherente al hombre, y perfeccionan los mandamientos de la Antigua Alianza. Estamos acostumbrados a aprender los Diez Mandamientos - seguramente todos ustedes los saben, en catequesis los hemos aprendido. Pero no estamos acostumbrados a repetir las bienaventuranzas.
 Probemos ahora a recordarlas y grabarlas en nuestros corazones. 

Hagamos una cosa: yo diré una después de la otra. Yo digo una y ustedes harán la repetición, ¿de acuerdo? 
Primera:
Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
(R: Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos).
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los pacificadores,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados ustedes cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Los ayudo: Bienaventurados ustedes cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
(R: Alégrense y regocíjense…)

¡Muy bien! Pero hagamos una cosa, les doy una tarea, una tarea para hacer en casa: tomen el Evangelio, el que llevan con ustedes – recuerden que deben llevar siempre un pequeño Evangelio con ustedes, en el bolsillo, en la bolsa, ¡siempre! –o aquél que tienen en casa. Llevar el Evangelio y en los primeros capítulos de Mateo, en el cinco, están las Bienaventuranzas. Y hoy, mañana, en casa, léanlas, ¿eh? ¿Lo harán? (responden sí) ¡Para no olvidarlas porque son la ley que nos da Jesús! ¿Lo harán? (responden sí) ¡Gracias!
En estas palabras está toda la novedad traída por Cristo: toda la novedad de Cristo está en estas palabras. En efecto, las Bienaventuranzas son el retrato de Jesús, su modo de vida; y son el camino hacia la verdadera felicidad, que también nosotros podemos recorrer con la gracia que Jesús nos dona. 

3. Además de la nueva ley, Jesús nos entrega también el “protocolo” con el que seremos juzgados – porque en el fin del mundo seremos juzgados - y, ¿cuáles serán las preguntas que nos harán allá? ¿cuáles serán éstas preguntas? ¿cuál es el protocolo con el cual el Juez, nos juzgará? Es aquel que encontramos en el vigésimo quinto capítulo del Evangelio de Mateo. Veinticinco. Hoy, la tarea es leer el quinto capítulo del Evangelio de Mateo en donde están las Bienaventuranzas y también leer el vigésimo quinto, en donde está el protocolo, las preguntas que nos harán el día del juicio.
No tendremos títulos, créditos o privilegios que excusar. El Señor nos reconocerá si a nuestra vez nosotros lo habremos reconocido en el pobre, en el hambriento, en los indigentes y marginados, en quien sufre y está solo... Este es uno de los criterios fundamentales para la verificación de nuestra vida cristiana, con el que Jesús nos invita a medirnos cada día.
Yo leo las Bienaventuranzas, pienso cómo debe ser mi vida cristiana…y luego hago el examen de consciencia con este capítulo veinticinco de Mateo. Cada día: hice esto, hice esto, hice aquello. Nos hará bien ¿eh? Son cosas simples, ¡pero concretas!
Queridos amigos, la nueva alianza consiste precisamente en esto: en el reconocerse, en Cristo, envueltos por la misericordia y la compasión de Dios. Esto es lo que llena nuestro corazón de alegría, y esto es lo que hace de nuestra vida un testimonio bello y creíble del amor de Dios por todos los hermanos que encontramos cada día.


 Recuérdense las tareas, ¿eh? 
Capítulo 5 de Mateo, y capítulo 25, de Mateo.
 ¡Gracias!

Fuente:













domingo, 3 de agosto de 2014

Ángelus del Papa Francisco del 3 de agosto de 2014: "Compasión, compartir, Eucaristía".

La Liturgia de hoy nos mostrará que donde hay fe, todo se multiplica y el milagro de la Eucaristía hace posible el milagro de la solidaridad fraterna.
El Señor hoy nos muestra la eficacia de su Palabra, preparación de la maravilla de la Eucaristía. Él, que nos ha dado la vida natural, por el Bautismo también nos ha dado la vida de la gracia y quiere darnos su principal alimento: su Palabra y el Pan que nos da la vida, el Pan vivo bajado del Cielo. 

El papa Francisco, en un tramo improvisado del Angelus de hoy, dijo que mirar para otra parte frente a un pobre es un modo educado de decirles "arréglense solos, y esto no es de cristianos".
El milagro de la multiplicación de los panes y los peces no es una "magia" sino "una señal" que hace entender cómo Dios no hace faltar el pan cotidiano "si nosotros sabemos compartirlo
como hermanos", afirmó Jorge Bergoglio.


El Papa habló durante el Angelus desde la ventana de su estudio sobre plaza San Pedro, frente a miles de fieles reunidos bajo un cielo cargado de lluvia.Francisco comentó un pasaje del Evangelio encontrando en él la indicación de tres elementos que los cristianos deben tener presentes: "Compasión, compartir, eucaristía", dijo.

Queridos hermanos y hermanas:

En este domingo, el Evangelio nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Jesús lo hizo en el lago de Galilea, en un lugar aislado donde se había retirado con sus discípulos después de enterarse de la muerte de Juan Bautista. Pero muchas personas le siguieron y le alcanzaron; y Jesús, viéndoles, sintió compasión y curó enfermos hasta la noche.
 Entonces, los discípulos preocupados porque era tarde, le dijeron que despidiera a la multitud para que pudieran ir a los pueblos y comprase comida. Pero Jesús, tranquilamente respondió: "Dadles vosotros  de comer"; y le dieron cinco panes y dos peces, los bendijo, y comenzó a partirlos y darlos a los discípulos, que los distribuyeron entre la gente. ¡Todos comieron hasta saciarse y aún así sobró!
En este acontecimiento podemos acoger tres mensajes. El primero es la compasión. Frente a la multitud que lo sigue y -por así decir- 'no lo deja en paz', Jesús no actúa con irritación, no dice 'esta gente me molesta'. Sino que siente compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad. Estemos atentos, compasión es lo que siente Jesús. No es simplemente sentir piedad, es más, significa misericordia, es decir, identificarse con el sufrimiento del otro, al punto de cargarlo en sí mismo. Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por nosotros.


Y el signo de esta compasión son las numerosas curaciones que hace. Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras. Nuestras exigencias, aún legítimas, no serán nunca tan urgentes como las de los pobres, que no tienen lo necesario para vivir. Nosotros hablamos a menudo de los pobres, pero cuando hablamos de los pobres ¿sentimos a ese hombre, esa mujer, ese niño que no tienen lo necesario para vivir? No tienen para comer, no tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas, también los niños que no pueden ir al colegio. Es por esto que nuestras exigencias, aún legitimas, no serán nunca tan urgentes como la de los pobres que no tienen lo necesario para vivir.
El segundo mensaje es el compartir. Primero la compasión, lo que sentía Jesús y después el compartir. Es útil comparar la reacción de los discípulos, frente a la gente cansada y hambrienta, con la de Jesús. Son distintas. Los discípulos piensan que lo mejor es despedirse, para que puedan ir a buscar para comer. Jesús sin embargo dice: dadles vosotros de comer. Dos reacciones diferentes, que reflejan dos lógicas opuestas: los discípulos razonan según el mundo, por lo que cada uno debe pensar en sí mismo. Reaccionan como si dijeran 'arreglároslas solos'. Jesús razona según la lógica de Dios, la del compartir. ¿Cuántas veces nosotros nos giramos hacia otro lado, para no ver a los hermanos necesitados? Y este mirar a otra parte, es una forma  educada de decir en muchas cosas 'arreglároslas solos'. Y esto no es de Jesús. Es egoísta. Si hubiera despedido a la gente, muchas personas se habrían quedado sin comer. 
Sin embargo esos pocos panes y peces, compartidos y bendecidos por Dios, bastaron para todos. Atención: ¡no es magia, es un 'signo'! Un signo que invita a tener fe en Dios, Padre providente, que no permite que nos falte nuestro "pan de cada día", ¡si nosotros sabemos compartirlo como hermanos! Compasión, compartir. 
El tercer mensaje: el prodigio de los panes preanuncia la Eucaristía. Se ve en el gesto de Jesús que "recitó la bendición" antes de partir los panes y darlos a la multitud. Es el mismo gesto que Jesús hará en la Última Cena, cuando instituyó el memorial perpetuo de su Sacrificio redentor. En la Eucaristía Jesús no da un pan, sino el pan de la vida eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor a nosotros. 
Pero nosotros, debemos ir a la Eucaristía con esos sentimientos de Jesús, la compasión. Y con ese deseo de Jesús, compartir. Quien va a la Eucaristía sin tener compasión de los necesitados y sin compartir, no se encuentra bien con Jesús.
Compasión, compartir, Eucaristía.
 Este es el camino que Jesús nos indica en este Evangelio. Un camino que nos lleva a afrontar con fraternidad las necesidades de este mundo, pero que nos conduce más allá de este mundo, porque sale de Dios y vuelve a Él. La Virgen María, Madre de la divina Providencia, nos acompañe en este camino.




Fuente:

SEGUNDA PARTE 
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO

SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

ARTÍCULO 3
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

1385 Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" ( 1 Co 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
1386 Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8,8): "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". En la Liturgia de san Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu:
«A tomar parte en tu cena sacramental invítame hoy, Hijo de Dios: no revelaré a tus enemigos el misterio, no te  te daré el beso de Judas; antes como el ladrón te reconozco y te suplico: ¡Acuérdate de mí, Señor, en tu reino!» (Liturgia Bizantina. Anaphora Iohannis Chrysostomi, Oración antes de la Comunión)  
1397 La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf Mt 25,40):
«Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. [...] Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno [...] de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te has hecho más misericordioso (S. Juan Crisóstomo, hom. in 1 Co 27,4).