miércoles, 12 de noviembre de 2014

El Papa en su Catequesis del 12 de Noviembre: “La actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa y comprensiva”.

A las 10,30,  el Santo Padre celebró  su tradicional audiencia general, en la Plaza de San Pedro, ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos países, deseosos de escuchar su catequesis y de recibir su bendición apostólica.  



Al saludar a los peregrinos de lengua española, el Pontífice aprovechó la oportunidad para expresar a los mexicanos su cercanía “en este momento doloroso, de la legal desaparición, pero sabemos, asesinato – dijo – de los estudiantes”.  Y añadió que “se hace visible la realidad, dramática, de toda la criminalidad que existe detrás del comercio y tráfico de drogas. Estoy cerca de ustedes y de sus familias”. 

También manifestó que le agradó ver a un grupo de militares chilenos. “En estos días – afirmó el Papa – en que estamos conmemorando el 30º aniversario de la firma del tratado de paz, de Argentina y Chile. Los límites ya están claros. No nos vamos a seguir peleando por los límites. Nos vamos a pelear por otras cosas, pero no por eso. Pero hay una cosa que quiero hacer notar: esto se dio gracias a la voluntad de diálogo. Solamente cuando hay voluntad de diálogo se solucionan las cosas, y quiero también elevar un pensamiento de gratitud a san Juan Pablo II y al cardenal Samoré, que tanto hicieron para lograr esta paz entre nosotros”.

 “Ojalá –  concluyó Francisco –  todos los pueblos que tengan conflictos, de cualquier índole, sean limítrofes, culturales, se animen a solucionarlos en la mesa del diálogo y no en la crueldad de una guerra”.

Refiriéndose a lo que se pide a los obispos, presbíteros y diáconos para que su servicio sea auténtico y fecundo en la Iglesia, el Papa Francisco recordó que San Pablo enumera en sus cartas algunas cualidades humanas, esenciales para estos ministerios: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad y la bondad de corazón. Cualidades, todas estas que hacen posible que su testimonio del Evangelio sea alegre y creíble.

También destacó que el Apóstol recomienda reavivar continuamente el don que han recibido por la imposición de manos. Y afirmó que la conciencia de que todo es don, todo es gracia, los ayuda a no caer en la tentación de ponerse en el centro y de confiar sólo en ellos mismos. Porque como dijo el Obispo de Roma, “uno no es obispo, presbítero o diácono porque sea más inteligente o tenga más talentos que los demás, sino en virtud del poder del Espíritu Santo y para el bien del santo Pueblo de Dios”.

De modo que la actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa, humilde y  comprensiva. De ahí la invitación del Pontífice a dar gracias a Dios por las personas que ejercen un ministerio de guía en la Iglesia y la hacen crecer en santidad. “Recemos – dijo Francisco – para que sean siempre imagen viva del amor de Dios”.


Texto completo de la catequesis del Papa
La Iglesia: Obispos, presbíteros, diáconos

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
 En la Catequesis anterior hemos evidenciado cómo el Señor continúa apacentando a su rebaño a través del ministerio de los obispos, ayudados por los presbíteros y por los diáconos. Es en ellos que Jesús se hace presente, en la potencia de su Espíritu y continúa sirviendo a la Iglesia, alimentando en ella la fe, la esperanza y el testimonio de la caridad. Estos ministerios constituyen, por lo tanto, un don grande del Señor para toda comunidad cristiana y para la Iglesia entera, porque son un signo vivo de su presencia y de su amor. Hoy queremos preguntarnos: ¿qué se pide a estos ministros de la Iglesia para que puedan vivir en modo auténtico y fecundo el propio servicio?
En las “Cartas pastorales” enviadas a sus discípulos Timoteo y Tito, el apóstol Pablo se detiene con atención sobre la figura de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, también sobre la figura de los fieles, de los ancianos, de los jóvenes. Se detiene en una descripción de cada cristiano de la Iglesia, delineando, para los obispos, presbíteros y diáconos  aquello a lo que ellos son llamados y las prerrogativas que deben ser reconocidas en los que son elegidos e investidos con estos ministerios.  Ahora, es emblemático como junto a las dotes inherentes a la fe y la vida espiritual, que no pueden ser descuidadas en la vida, sean enumeradas algunas cualidades exquisitamente humanas: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la fiabilidad, la bondad de corazón. Repito: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la fiabilidad, la bondad de corazón. ¡Éste es el alfabeto, la gramática de base de todo ministerio! ¡Debe ser la gramática de base de todo obispo, de todo sacerdote, de todo diácono! Sí, porque sin esta predisposición bella y genuina a encontrar, a conocer, a dialogar, a apreciar y a relacionarse con los hermanos en modo respetuoso y sincero, no es posible ofrecer un servicio y un testimonio de verdad alegría y creíble.

Está luego una actitud de fondo que Pablo recomienda a sus discípulos y, en consecuencia, a todos los que son envestidos del ministerio episcopal, ya sean obispos, sacerdotes, presbíteros o diáconos. El apóstol exhorta a reanimar continuamente el don recibido (cfr 1 Tm 4,14; 2 Tm 1,6). Esto significa que debe ser siempre viva la conciencia de que no se es obispos, sacerdotes o diáconos porque se es más inteligentes, más buenos y mejores que los otros, sino sólo en virtud de un don, un don de amor prodigado por Dios, en la potencia de su Espíritu, para el bien de su pueblo. Esta conciencia es verdaderamente importante y constituye una gracia que hay que pedir cada día. De hecho, un pastor que es consciente de que su propio ministerio proviene únicamente de la misericordia y del corazón de Dios, nunca podrá asumir una actitud autoritaria, como si todos estuvieran a sus pies y la comunidad fuera de su propiedad, su reino personal.

La conciencia de que todo es un don, todo es don, todo es gracia, ayuda a un pastor también a no caer en la tentación de ponerse en el centro de la atención y de confiar sólo en sí mismo: son las tentaciones de la vanidad, del orgullo, de la suficiencia, de la soberbia. Ay si un obispo, sacerdote o diácono pensase que lo sabe todo, que siempre tiene la respuesta justa para cada cosa y que no necesita de nadie. Por el contrario, la conciencia de ser él, primero, objeto de la misericordia y de la compasión de Dios debe llevar a un ministro de la Iglesia a ser siempre humilde y comprensivo para con los demás. Aún en la conciencia de ser llamado a custodiar con valentía el depósito de la fe (1 Tim 6:20), él se pondrá en escucha de la gente. Es consciente, de hecho, que siempre tiene algo que aprender, incluso de aquellos que pueden estar todavía alejados de la fe y de la Iglesia. Con sus propios hermanos, después, todo esto debe llevar a asumir una actitud nueva, encaminada al compartir, a la corresponsabilidad y a la comunión.

Queridos amigos, debemos ser siempre agradecidos al Señor, porque en la persona y el ministerio de los obispos, de los sacerdotes y diáconos, continúa guiando y formando a su iglesia, haciéndola crecer a lo largo del camino de la santidad. Al mismo tiempo, tenemos que seguir rezando para que los pastores de nuestras comunidades puedan ser imagen viva de la comunión y del amor de Dios. Gracias.


Texto completo del resumen de la Catequesis del Papa en nuestro idioma

Queridos hermanos y hermanas,
En la catequesis de hoy, nos preguntamos qué se pide a los obispos, presbíteros y diáconos para que su servicio sea auténtico y fecundo.

San Pablo, en sus cartas pastorales, además de una fe firme y una vida espiritual sincera, que son la base de la vida, enumera algunas cualidades humanas, esenciales para estos ministerios: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la bondad de corazón… cualidades, que hacen posible que su testimonio del Evangelio sea alegre y creíble.

El Apóstol recomienda, además, reavivar continuamente el don que han recibido por la imposición de manos. La conciencia de que todo es don, todo es gracia, los ayuda a no caer en la tentación de ponerse en el centro y de confiar sólo en ellos mismos. Uno no es obispo, presbítero o diácono porque sea más inteligente o tenga más talentos que los demás, sino en virtud del poder del Espíritu Santo y para el bien del santo Pueblo fiel de Dios.

La actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa, humilde y  comprensiva.

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, y quiero de alguna manera expresar a los mexicanos, a  los aquí presentes y a los que están en la patria, mi cercanía en este momento doloroso, de la legal desaparición, pero sabemos, asesinato, de los estudiantes.

Se hace visible la realidad, dramática, de toda la criminalidad que existe detrás del comercio y tráfico de drogas. Estoy cerca de ustedes y de sus familias. 

Guatemala, Chile.  Me agradó ver a este grupo de militares chilenos. En estos días en que estamos conmemorando el 30º aniversario de la firma del tratado de paz, de Argentina y Chile.

Los límites ya están claros. No nos vamos a seguir peleando por los límites. Nos vamos a pelear por otras cosas, pero no por eso. Pero hay una cosa que quiero hacer notar: esto se dio gracias a la voluntad de diálogo. Solamente cuando hay voluntad de diálogo se solucionan las cosas, y quiero también elevar un pensamiento de gratitud a san Juan Pablo II y al cardenal Samoré, que tanto hicieron para lograr esta paz entre nosotros.

Ojalá todos los pueblos que tengan conflictos, de cualquier índole, sean limítrofes, culturales, se animen a solucionarlos en la mesa del diálogo y no en la crueldad de una guerra.

Saludo a todos los ciudadanos de los demás países latinoamericanos presentes.

Invito a todos a dar gracias a Dios por las personas que ejercen un ministerio de guía en la Iglesia y la hacen crecer en santidad. Recemos para que sean siempre imagen viva del amor de Dios. Muchas gracias.


El Papa Francisco culminó su Audiencia general con un nuevo apremiante llamamiento también a los responsables en ámbito nacional e internacional, con su profunda preocupación y dolor ante la trágica persecución y asesinatos de cristianos, en varias partes del mundo. E invitó a todos a rezar con él por todos los cristianos perseguidos porque son cristianos:

"Con gran preocupación sigo los dramáticos sufrimientos de los cristianos que en varias partes del mundo son perseguidos y asesinados por su credo religioso. 

 Siento la necesidad de expresar mi profunda cercanía espiritual a las comunidades cristianas duramente golpeadas por una violencia absurda, que no parece detenerse, mientras aliento a los Pastores y a todos  los fieles a permanecer arraigados y firmes en la esperanza. Una vez más dirijo un apremiante llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a nivel local e internacional, así como a todas las personas de buena voluntad, para que se ponga en marcha una vasta movilización de conciencias en favor de los cristianos perseguidos. Ellos tienen el derecho de encontrar en sus propios países seguridad y serenidad, profesando libremente su propia fe. Y ahora, por todos los cristianos perseguidos porque son cristianos, invito a rezar un Padrenuestro".
  
El Papa reiteró asimismo que los pequeños, los enfermos y los pobres son  imagen viva de Cristo. Y recordó a San Juan Pablo II.

La Audiencia general de este miércoles, empezó en el Aula Pablo VI, donde el Papa Francisco saludó a los grupos de enfermos, entre ellos numerosos niños, antes de ir a la Plaza de San Pedro, debido al día lluvioso en Roma. Con su bienvenida el Santo Padre, los bendijo y rezó con todos ellos:
"Les doy la bienvenida y gracias por su visita. Acomódense, acomódense. Hoy el tiempo está algo loco, no se sabe si llueve o no llueve y aquí estarán mejor. Miren la audiencia en la pantalla gigante y estarán mejor aquí. Ahora les doy la bendición a todos ustedes antes de saludarlos, a cada uno personalmente. Recémosle a la Virgen. Ave María".

Y en sus saludos a los peregrinos polacos, el Papa Bergoglio recordó a su venerado Predecesor, Karol Wojtyla, al coincidir esta audiencia con la canonización -  el 12 de noviembre de 1989 – de Fray Alberto. Conocido como «el pobrecito de Cracovia», escribió Juan Pablo II en su libro «Don y Misterio», destacando que una de las alegrías más grandes que había tenido como Papa era la de elevar al honor de los altares a este fraile, que ocupa un lugar especial en la historia de la espiritualidad polaca. El mismo Papa Santo escribió que la figura de Fray Alberto fue determinante para él en su «elección radical de la vocación al sacerdocio». El Papa Francisco invitó a seguir el ejemplo de misericordia y el carisma franciscano de este santo polaco canonizado al día siguiente de la independencia de la República de Polonia, momento histórico también para toda Europa:


"Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Hoy es el 25 aniversario de la canonización de Fray Alberto – Adam Chmielowski. El Papa San Juan Pablo II lo había llamado ‘Patrono del difícil cambio en la patria polaca y en Europa’. Aprendamos de él a poner en práctica el amor misericordioso hacia los más necesitados, que son la imagen viva de Cristo – ‘Ecce Homo’. Que el lema de Fray Alberto: ‘Ser buenos como el pan’ fructifique en nosotros con nuestra solicitud hacia los hermanos".

 Evocando luego a San Martín, Obispo de Tours, que se celebra el 11 de noviembre, el Santo Padre se dirigió a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Deseando que su gran caridad sea ejemplo para los queridos jóvenes, para vivir la vida como una donación. Que su entrega a Cristo Salvador sostenga a los queridos enfermos, en los momentos oscuros del sufrimiento. Y que su vigor espiritual recuerde a los queridos recién casados la centralidad de la fe en el camino conyugal. 
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domingo, 9 de noviembre de 2014

ÁNGELUS del 9 de Noviembre: el Papa Francisco pidió "derribar todos los muros que dividen el mundo".


En el primer día soleado, después de una semana lluviosa, la gente acampó desde temprano en la plaza de san Pedro, en Roma, sentados al sol en familia, esperando la oración del Ángelus, con la reflexión y la bendición del Papa, en la solemnidad de la Basílica mayor San Juan de Letrán, Catedral del Obispo de Roma, primer templo en el que los cristianos, bajo el imperio de Constantino, pudieron rezar públicamente, fuera de las catacumbas.

El Papa Francisco expresó este domingo su deseo de que sean derribados «todos los muros que aún dividen el mundo», el mismo día en el que Berlín conmemora el XXV aniversario de la caída del muro que dividió la ciudad durante 28 años, consecuencia de la Guerra Fría.

«El 9 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín, que por tanto tiempo partió en dos la ciudad y que fue el símbolo de la división ideológica de Europa y del mundo», recordó el papa tras el rezo del Ángelus dominical.

Bergoglio abogó por una «cultura del encuentro» capaz a su juicio de «hacer caer todos los muros que aún dividen el mundo» y que impida que «personas inocentes sean perseguidas e incluso asesinadas a causa de su fe». «Donde hay muros, hay corazones cerrados: hacen falta puentes, no muros», sentenció desde la ventana del apartamento pontificio.

Asimismo recordó el «papel protagonista» que tuvo el pontífice y santo Juan Pablo II en los acontecimientos que derivaron en dicho hecho histórico.

«La caída se produjo de improviso, pero fue posible gracias al largo y extenuante compromiso de tantas personas que lucharon, rezaron y sufrieron para que ocurriera (...) Entre ellos, un papel importante tuvo el santo padre Juan Pablo II», recordó.
 Karol Wojtyla, de nacionalidad polaca, es considerado como uno de las personalidades de la época que propiciaron la caída del muro de Berlín, símbolo de las tensiones geopolíticas que dividieron Europa durante décadas.



Antes de la Oración del Ángelus Francisco explicó que la Catedral de Roma san Juan de Letrán hace de madre de todas las iglesias de la ciudad y del mundo. “Con el termino madre nos referimos no tanto al edificio sagrado de la Basílica material –dijo-, cuanto a la obra del Espíritu Santo, que en este edificio se manifiesta, fructificando mediante el ministerio del Obispo de Roma, en todas las comunidades que permanecen en unidad con la Iglesia que él preside”.
Con la fiesta de hoy afirmó el Papa “profesamos en la unidad de la fe, el vínculo de comunión que todas las Iglesia locales, esparcidas sobre la tierra, tienen con la Iglesia de Roma y con su Obispo, sucesor de Pedro”.
El templo material hecho de ladrillos –reflexionó, es signo del templo espiritual del cual Cristo es la piedra viva y donde cada cristiano, por el bautismo, forma parte del edificio de Dios.
Después de la oración del Ángelus y la bendición, Francisco recordó que 25 años atrás caía el muro de Berlín, que por tanto tiempo partió en dos la ciudad y fue símbolo de la división ideológica de Europa y el mundo entero. La caída fue posible gracias al fatigoso empeño de tantas personas, entre ellos Juan Pablo II. Y pido rezar para que con la ayuda del Señor y la colaboración de todos los hombres de buena voluntad, se difunda siempre más la cultura del encuentro, capaz de hacer caer todos los muros que todavía dividen al mundo y no suceda mas que personas inocentes sean perseguidas y asesinadas a causa de fe y de su religión.

Palabras del Papa antes del rezo a la Madre de Dios

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!,
Hoy la liturgia recuerda la Dedicación de la Basílica de Letrán, que es la catedral de Roma y que la tradición define “madre de todas las iglesias de la ciudad y del mundo”. Con el término “madre” nos referimos no tanto al edificio sagrado de la Basílica, cuanto a la obra del Espíritu Santo que en este edificio se manifiesta, fructificando mediante el ministerio del Obispo de Roma, en todas las comunidades que permanecen en la unidad con la Iglesia que él preside.
Cada vez que celebramos la dedicación de una iglesia, se nos recuerda una verdad esencial: el templo material hecho de ladrillos es un signo de la Iglesia viva y operante en la historia, esto es, de aquel “templo espiritual”, como dice el apóstol Pedro, del cual Cristo mismo es “piedra viva, rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa delante de Dios” (1 Pedro 2,4-8). Jesús, en el Evangelio de la liturgia de hoy, hablando del templo ha revelado una verdad asombrosa, esto es: que el templo de Dios no es solamente el edificio hecho con ladrillos, sino que es su Cuerpo, hecho de piedras vivas.
En virtud del Bautismo, cada cristiano, forma parte del “edificio de Dios”(1 Cor 3,9), es más, se convierte en la Iglesia de Dios. El edificio espiritual, la Iglesia comunidad de los hombres santificados por la sangre de Cristo y por el Espíritu del Señor resucitado, pide a cada uno de nosotros ser coherentes con el don de la fe y cumplir un camino de testimonio cristiano. Y no es fácil -  lo sabemos todos - la coherencia en la vida, entre la fe y el testimonio; pero nosotros debemos ir hacia adelante y tener en nuestra vida esta coherencia cotidiana. “¡Esto es un cristiano!”, no tanto por aquello que dice, sino por aquello que hace; por el modo en que se comporta. Esta coherencia que nos da vida es una gracia del Espíritu Santo que debemos pedir. La Iglesia, en el origen de su vida y de su misión en el mundo, no ha sido más que una comunidad constituida para confesar la fe en Jesucristo Hijo de Dios y Redentor del hombre, una fe que obra por medio de la caridad  - ¡van juntas! También hoy la Iglesia está llamada a ser en el mundo la comunidad que, radicada en Cristo por medio del bautismo, profesa con humildad y valentía la fe en Él, dando testimonio de ella en la caridad. Con esta finalidad esencial deben ordenarse también los elementos institucionales, las estructuras y los organismos pastorales. Para esta finalidad esencial: testimoniar la fe en la caridad. La caridad es precisamente la expresión de la fe, y la fe, es la explicación y el fundamento de la caridad.
La Fiesta de hoy, nos invita a meditar sobre la comunión de todas las Iglesias, es decir, de esta comunidad cristiana. Por analogía nos estimula a comprometernos para que la humanidad pueda superar las fronteras de la enemistad y la indiferencia, para construir puentes de comprensión y diálogo, para hacer del mundo entero una familia de pueblos reconciliados entre sí, fraternos, y solidarios. De esta nueva humanidad la Iglesia misma es signo y anticipación, cuando vive y difunde con su testimonio el Evangelio, mensaje de esperanza y de reconciliación para todos los hombres.
Invocamos la intercesión de María Santísima, para que nos ayude a convertirnos como ella, en “casa de Dios”, templo vivo de su amor.


Después de la oración del Ángelus el Papa dedicó estas palabras 

Queridos hermanos y hermanas, 
hace 25 años, el 9 de noviembre de 1989, caía el muro de Berlín, que por tanto tiempo ha dividido la ciudad en dos y ha sido un símbolo de la división ideológica de Europa y del mundo entero. La caída ocurrió de repente, pero fue posible por el largo y fatigoso esfuerzo de tantas personas que han luchado, rezado y sufrido, algunos hasta el sacrificio de la vida. Entre ellos, un roll de protagonista lo tuvo el Santo Papa Juan Pablo II. Recemos para que con la ayuda del Señor y la colaboración de todos los hombres de buena voluntad, se difunda siempre más una cultura del encuentro, capaz de hacer caer todos los muros que todavía dividen el mundo, y que no vuelva a suceder que personas inocentes sean perseguidas e incluso asesinados a causa de su credo y de su religión. Donde hay un muro hay cerrazón del corazón. ¡Sirven puentes no muros! 
Hoy en Italia, se celebra el Día del Agradecimiento, que este año tiene por tema “Nutrir el planeta. Energía para la vida”, en relación a la ya próxima Expo Milano 2015. Me uno a los Obispos en el deseo de un compromiso renovado, para que a nadie le falte alimento diario, Dios dona a todos. Estoy cercano al mundo de la agricultura, y animo a cultivar la tierra de manera sostenible y solidaria.
En este contexto, se lleva a cabo en Roma la Jornada Diocesano para la custodia de la creación, un evento que tiene como objetivo promover estilos de vida basados en el respeto del medio ambiente, reafirmando la alianza entre el hombre custodio de la creación.
Saludo a todos los peregrinos, venidos de diversos países, las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones, en este día tan bonito que el Señor hoy nos da. 
En particular, saludo a los representantes de la comunidad venezolana en Italia, veo la bandera ahí, a los chicos de Thiene (Vicenza), que han recibido la Confirmación, las universidades de Urbino, los fieles de Pontecagnano, San Ángel en Formis, Borgonuovo y Pontecchio.
En este día tan bonito, a todos les deseo un buen domingo. Por favor, no olviden rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!
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Basílica significa: "Casa del Rey".
En la Iglesia Católica se le da el nombre de Basílica a ciertos templos más famosos que los demás. Solamente se puede llamar Basílica a aquellos templos a los cuales el Sumo Pontífice les concede ese honor especial. En cada país hay algunos.
El origen
La fiesta que hoy celebramos tiene una especial importancia, pues la Basílica de Letrán fue la primera Iglesia bajo la advocación del Salvador, levantada en Roma por el emperador Constantino. Sigue siendo en la actualidad la catedral del Romano Pontífice.

La fiesta se celebra en toda la Iglesia como muestra de unidad con el Papa.
Era un palacio que pertenecía a una familia que llevaba ese nombre, Letrán. El emperador Constantino, que fue el primer gobernante romano que concedió a los cristianos el permiso para construir templos, le regaló al Sumo Pontífice el Palacio Basílica de Letrán, que el Papa San Silvestro convirtió en templo y consagró el 9 de noviembre del año 324.
Esta basílica es la Catedral del Papa y la más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica. En su frontis tiene esta leyenda: "Madre y Cabeza de toda las iglesias de la ciudad y del mundo".
Otros nombres con los que se le conoce
Se le llama Basílica del Divino Salvador, porque cuando fue nuevamente consagrada, en el año 787, una imagen del Divino Salvador, al ser golpeada por un judío, derramó sangre. En recuerdo de ese hecho se le puso ese nuevo nombre.
Se llama también Basílica de San Juan (de Letrán) porque tienen dos capillas dedicadas la una a San Juan Bautista y la otra a San Juan Evangelista, y era atendida por los sacerdotes de la parroquia de San Juan.
Durante mil años, desde el año 324 hasta el 1400 (época en que los Papas se fueron a vivir a Avignon, en Francia), la casa contigua a la Basílica y que se llamó "Palacio de Letrán", fue la residencia de los Pontífices, y allí se celebraron cinco Concilios (o reuniones de los obispos de todo el mundo). En este palacio se celebró en 1929 el tratado de paz entre el Vaticano y el gobierno de Italia (Tratado de Letrán). Cuando los Papas volvieron de Avignon, se trasladaron a vivir al Vaticano. Ahora en el Palacio de Letrán vive el Vicario de Roma, o sea el Cardenal al cual el Sumo Pontífice encarga de gobernar la Iglesia de esa ciudad.

La Basílica de Letrán ha sido sumamente venerada durante muchos siglos. Y aunque ha sido destruida por varios incendios, ha sido reconstruida de nuevo, y la construcción actual es muy hermosa.
San Agustín recomienda: Cuando recordemos la Consagración de un templo, pensemos en aquello que dijo San Pablo: "Cada uno de nosotros somos un templo del Espíritu Santo." Ojalá conservemos nuestra alma bella y limpia, como le agrada a Dios que sean sus templos santos. Así vivirá contento el Espíritu Santo en nuestra alma.