domingo, 31 de marzo de 2013

Sábado Santo: Los mensajes del S.S.


Acepta sin miedo la novedad y la sorpresa de Jesús Resucitado en tu vida, alienta el Papa en Vigilia Pascual

No hay situaciones que Dios no pueda cambiar ni pecado que no pueda perdonar, explica el Pontífice




VATICANO, 30 Mar. 13 / 09:28 pm.- En la homilía de la Vigilia Pascual que celebró esta noche en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco hizo una clara exhortación a aceptar al Señor Jesús Resucitado, cuya novedad y sorpresa transforman la vida; y precisó que no existe situación que no pueda cambiar ni pecado que no pueda perdonar si uno de verdad se abre a Él.
El rito se inició con la bendición del fuego y la preparación del cirio pascual en el atrio de la Basílica, mientras se cantaba el Exsultet. Durante la Misa el Papa confirió el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión a cuatro personas de Italia, Albania, Rusia y Estados Unidos.
A continuación la homilía completa del Santo Padre.
Queridos hermanos y hermanas
En el Evangelio de esta noche luminosa de la Vigilia Pascual, encontramos primero a las mujeres que van al sepulcro de Jesús, con aromas para ungir su cuerpo (cf. Lc 24,1-3). Van para hacer un gesto de compasión, de afecto, de amor; un gesto tradicional hacia un ser querido difunto, como hacemos también nosotros.
Habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz. Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado.
Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro. Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor.
Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf. Lc 24,4). ¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo.
A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos como los apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes del pasado. Tenemos miedo de las sorpresas de Dios; tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre.Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.
Pero volvamos al Evangelio, a las mujeres, y demos un paso hacia adelante. Encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6).
Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor –el ir al sepulcro–, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en la historia de la humanidad.
Jesús no ha muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm 14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10). Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, es el «hoy» eterno de Dios.
Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano.
Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive.
Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.
Hay un último y simple elemento que quisiera subrayar del Evangelio de esta luminosa Vigilia Pascual. Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» –observa san Lucas–, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe.
Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8). La invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc 24,9).
Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.
En esta Noche de luz, invocando la intercesión de la Virgen María, que guardaba todos estas cosas en su corazón (cf. Lc 2,19.51), pidamos al Señor que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios; que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo; que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros; que nos enseñe cada día a no buscar entre los muertos a Aquel que vive. Amén.

Papa Francisco: Sábana Santa nos sumerge en silencio elocuente del amor




VATICANO, 30 Mar. 13 / 10:01 am.- En un videomensaje realizado con ocasión de la ostensión de la Sábana Santa este sábado, en la Catedral de Turín (Italia), el Papa Francisco afirmó que la Sábana Santa “habla a nuestro corazón y nos lleva a subir al monte del Calvario, a mirar el madero de la cruz, a sumergirnos en el silencio elocuente del amor”.

A continuación el texto completo del videomensaje del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:

También yo me pongo con ustedes ante la Sábana Santa, y doy gracias al Señor que nos da, con los instrumentos de hoy, esta posibilidad.

Pero aunque se haga de esta forma, no se trata simplemente de observar, sino de venerar; es una mirada de oración. Y diría aún más: es un dejarse mirar. Este rostro tiene los ojos cerrados, es el rostro de un difunto y, sin embargo, misteriosamente nos mira y, en el silencio, nos habla.

¿Cómo es posible esto? ¿Cómo es posible que el pueblo fiel, como ustedes, quiera detenerse ante este icono de un hombre flagelado y crucificado? Porque el hombre de la Sábana Santa nos invita a contemplar a Jesús de Nazaret.

Esta imagen – grabada en el lienzo – habla a nuestro corazón y nos lleva a subir al monte del Calvario, a mirar el madero de la cruz, a sumergirnos en el silencio elocuente del amor.

Así pues, dejémonos alcanzar por esta mirada, que no va en busca de nuestros ojos, sino de nuestro corazón. Escuchemos lo que nos quiere decir, en el silencio, sobrepasando la muerte misma.

A través de la Sábana Santa nos llega la Palabra única y última de Dios: el Amor hecho hombre, encarnado en nuestra historia; el Amor misericordioso de Dios, que ha tomado sobre sí todo el mal del mundo para liberarnos de su dominio.

Este rostro desfigurado se asemeja a tantos rostros de hombres y mujeres heridos por una 
vida que no respeta su dignidad, por guerras y violencias que afligen a los más vulnerables... Sin embargo, el rostro de la Sábana Santa transmite una gran paz; este cuerpo torturado expresa una majestad soberana.

Es como si dejara trasparentar una energía condensada pero potente; es como si nos dijera: ten confianza, no pierdas la esperanza; la fuerza del amor de Dios, la fuerza del Resucitado, todo lo vence.

Por eso, contemplando al hombre de la Sábana Santa, hago mía la oración que san Francisco de Asís pronunció ante el Crucifijo:

Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento. Amén.





sábado, 30 de marzo de 2013

SABADO SANTO: VIGILIA PASCUAL





El Sábado Santo (antiguamente Sábado de Gloria) culmina para los cristianos la Semana Santa. Tras conmemorar el día anterior la muerte de Cristo en la Cruz, se espera el momento de la Resurrección.  
Son los días de la sepultura de Jesús y de su descenso al lugar de los muertos, es decir, de su extremo abajamiento para liberar a los que moraban en el reino de la muerte. 
Este es el día de espera litúrgica por excelencia, de espera silenciosa junto al sepulcro que se manifiesta no sólo en la ausencia de celebraciones o misas, sino en símbolos visibles en las iglesias: el altar está desnudo, las luces apagadas.  




Con María... esperamos la resurrección

“Sacó a los poderosos de sus tronos y puso en su lugar a los humildes” Lc 1,52
 María, en su canto del Magnificat, pone de manifiesto que los pobres tienen muchos motivos para alegrarse porque Dios glorifica a los pobres y abaja a los orgullosos. María, al hacerse sierva, expresó la confianza más absoluta en el Dios redentor. En ella vemos al pobre que viene exaltado. En su “he aquí la esclava del Señor”, María da un consentimiento total al proyecto de Dios y se hace disponible para la misión que Dios le encomienda. Por eso la llamarán bienaventurada, “por eso todos los hombres dirán que soy feliz” (Lc 1,48)
 En el Magnificat el Evangelista Lucas interpreta los hechos anteriores a la Pascua con la luz que brota de ella: la luz es la RESURRECCION de Jesús. Jesús, que asumiendo el papel de siervo, puso su total confianza en el Padre y asumió la misión de Salvador en la Cruz. Por eso fue exaltado, por eso fue resucitado por el Padre, porque “siendo de condición divina, no reivindicó, en los hechos, la igualdad con Dios, sino que se despojó, tomando la condición de servidor, y llegó a ser semejante a los hombres. Más aún: al verlo, se comprobó que era hombre. Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte y muerte en una cruz. Por eso Dios lo engrandeció” (Fil. 2,6-9).
 El “” de María es anterior al “” de Jesús, es decir, el cumplimiento de su misión de madre posibilita la misión del Hijo. Por eso ella es glorificada como el Hijo y, nosotros sus hijos, los que andamos dispersos, los marginados y víctimas de toda clase de opresión (la injusticia, el pecado la enfermedad) tenemos la posibilidad de subir, de ser glorificados como la Madre y el Hijo, si, como ellos, asumimos el papel de siervos, damos nuestro consentimiento al proyecto de fraternidad y de justicia que Dios nos propone y nos hacemos disponibles para esa misión de ser luz en medio de las tinieblas.
 Celebramos la Pascua: el paso de la muerte a la vida, el triunfo del SIERVO y de la SIERVA, la esperanza de los pobres, de los que son capaces de confiar completamente en la bondad de Dios y hacerse disponibles para la misión que de ser luz, testigos de la fraternidad y promotores de la justicia.



Una vez ha anochecido, tiene lugar la principal celebración cristiana del año: la Vigilia Pascual

VIGILIA PASCUAL. 
Celebrada en la madrugada del sábado al domingo, la Vigilia Pascual es la celebración litúrgica más importante de la Iglesia; llevándose a cabo, una liturgia muy especial

Jesús está sepultado. Es un día de reflexión y silencio.



 La Vigilia Pascual

El sábado santo es un día de oración junto a la tumba esperando la resurrección. Es día de reflexión y silencio. Es la preparación para la celebración de la Vigilia Pascual

Por la noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual. Dicha celebración tiene tres partes importantes que terminan con la Liturgia Eucarística:

1. Celebración del fuego nuevo.
2. Liturgia de la Palabra.
3. Liturgia Bautismal.

Era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia, bautizar por la noche del Sábado Santo, a los que querían ser cristianos. Ellos se preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día se presentaban para recibir el Bautismo.

También, ese día los que hacían penitencia pública por sus faltas y pecados eran admitidos como miembros de la asamblea.
Actualmente, la Vigilia Pascual conserva ese sentido y nos permite renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un espíritu renovado. 



a) Celebración del fuego nuevo: la liturgia de la luz o “lucernario”


Al iniciar la celebración, el sacerdote apaga todas las luces de la Iglesia, enciende un fuego nuevo y con el que prende el cirio pascual, que representa a Jesús. Sobre el cirio, marca el año y las letras griegas "Alfa" y "Omega", que significan que Jesús es el principio y el fin del tiempo y que este año le pertenece.

El sacerdote llevará a cabo la bendición del fuego. Luego de la procesión, en la que se van encendiendo las velas y las luces de la Iglesia, el sacerdote canta el Pregón Pascual.
Pregón pascual o "exultet"

Este himno de alabanza, en primer lugar, anuncia a todos la alegría de la Pascua, alegría del cielo, de la tierra, de la Iglesia, de la asamblea de los cristianos. Esta alegría procede de la victoria de Cristo sobre las tinieblas. Proclama a Jesús como el fuego nuevo.

Luego, entona la gran Acción de Gracias. Su tema es la historia de la salvación resumida por el poema. Una tercera parte consiste en una oración por la paz, por la Iglesia en sus jefes y en sus fieles, por los que gobiernan los pueblos, para que todos lleguen a la patria del cielo.



b) Liturgia de la Palabra:

Después de la Celebración del fuego nuevo, se sigue con la lectura de la Palabra de Dios. Se acostumbra leer siete lecturas, empezando con la Creación hasta llegar a la Resurrección.
Esta noche la comunidad cristiana se detiene más de lo ordinario en la proclamación de la Palabra. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan de Cristo e iluminan la Historia de la Salvación y el sentido de los sacramentos pascuales. Hay un diálogo entre Dios que habla a su Pueblo (las lecturas) y el Pueblo que responde (Salmos y oraciones).
 
Las lecturas de la Vigilia tienen una coherencia y un ritmo entre ellas. La mejor clave es la que dio el mismo Cristo: "todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse, y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó (a los discípulos de Emaús) lo que se refería a él en toda la Escritura" (L,c 24,27).

Lecturas del Antiguo Testamento

Primera lectura: Gn 1,1-31 ó 2,1-2: Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.
 
Segunda lectura: Gn 22,1-18: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Tercera lectura Ex 14-15,30 - Los israelitas cruzaron el mar Rojo.
 
Cuarta lectura: Is 54,5-14 - Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.
 
Quinta lectura: Is 55, 1-11 - Vengan a mí, y vivirán; sellaré con ustedes una alianza perpetua.
 
Sexta lectura: Bar 3,9-15.32-4,4 - Camina a la claridad del resplandor del Señor
 
Séptima lectura: Ez 36.16-28 - Derramaré sobre ustedes un agua pura, y les daré un corazón nuevo.

El Antiguo Testamento prepara la realidad del Nuevo Testamento: lo que se anunciaba y prometía, ahora se ha cumplido de verdad.
La  lecturas más importantes es la del libro del Éxodo, en la que se relata el paso por el Mar Rojo, cómo Dios salvó a los israelitas de las tropas egipcias que los perseguían. Se recuerda que esta noche Dios nos salva por Jesús:

LECTURA Antiguo Testamento
Lectura del libro del Éxodo. Ex 14,15-30
El Señor dijo a Moisés: “Ordena a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros”. El Ángel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros. Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar. Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: “Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto”. El Señor dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros”. Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar. Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó. Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda. Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor. Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor.
Palabra de Dios



Es importante subrayar este paso al Nuevo Testamento: el Misal indica en este momento diversos signos, tales como el adorno del altar (luces, flores), el canto del Gloria y la aclamación del Aleluya antes del Evangelio. También se ilumina de manera más plena la iglesia ya que durante las lecturas del Antiguo Testamento estaba iluminada más discretamente.
  

SALMO
Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23
Aleluya, aleluya, aleluya.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.
La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.
La piedra que desecharon los construc- tores, es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.



EVANGELIO
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Lc 24, 1-12

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron:




“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día’”. Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.




Palabra del Señor





Reflexión:

Ayer dejábamos a Jesús muerto en la cruz, enterrado por los más cercanos, ridiculizado y olvidado por la mayoría. Era un fracaso humano: ni siquiera supo escoger a sus amigos que le abandonaron llenos de miedo ante la posibilidad de correr su misma suerte.
Hoy volvemos a la cruz y al sepulcro pero lo encontramos distintos. Ya no está en la cruz, pero tampoco está en la tumba. Ha comenzado la resurrección.
La celebración de la Vigilia pascual es la celebración más importante de los cristianos. La palabra "Vigilia" significa "vigilar", de ahí viene nuestra palabra "vigilante". Vigilante es quien hace vigilia.
Hoy nosotros vigilamos la realidad de nuestra fe, ponemos nuestros corazones ante Dios para ver si la resurrección impactó en nuestra vida. Volvamos al texto evangélico y tratemos de desmenuzar su contenido para darle una vivencia espiritual en nuestro seguimiento de Cristo.
El primer día de la semana las mujeres volvieron al sepulcro muy temprano (24,1). Iban a cumplir con una costumbre rutinaria sobre el cuidado de los cadáveres de aquella época. Muchas veces también hay personas que acuden en esa actitud de rutina a los actos religiosos. Llevamos perfumes que son nuestra fe y nuestro amor, pero los llevamos resignados, sin esperar encontrar nada nuevo, sin alegría. Como aquellas mujeres, muchas personas no se acercan a la Iglesia buscando a Cristo resucitado, sino para hacer algo por tradición o por rutina. Querían atender a la tradición con el Cristo muerto.
La enseñanza que sacamos de esas mujeres es bien clara: podemos ir a donde está Jesús, o donde creemos que está, motivados no por una búsqueda creyente, sincera, sino llevados por la costumbre o la tradición sin vida. Iban muertas en la fe a buscar un muerto pero Dios les cambió su rumbo. Iban a perfumar la muerte pero descubrieron por la acción de Dios el perfume de la vida eterna.
El perfume en el mundo antiguo simboliza la inmortalidad. Ellos bañaban a los muertos con perfumes para despistar el hedor de corrupción, pero a la larga podía más la corrupción que el buen olor.
Puede ser que creamos que vamos a hacer un favor a Dios yendo a su tumba de mil maneras, pero tenemos que ir una y otra vez, aunque no sintamos nada, aunque no estemos del todo convencidos. Si tú buscas a Cristo y no has experimentado su resurrección, acércate aunque sea a su tumba. Busca a Cristo, intenta llevarle el perfume de tu vida, una vida sincera que le busca.
El problema de muchas personas de hoy es que no saben ni tan siquiera dónde está la tumba de Jesús. No me refiero a la tumba física sino al lecho que debe existir en cada persona, en su corazón para experimentar a Dios.
Para muchas personas la muerte es el olvido. Al Jesús morir, le olvidaron.
Cuando llegaron (v.2) la piedra que tapaba el sepulcro no se hallaba en su lugar y entraron, pero no encontraron el cuerpo de Jesús. Los cristianos tenemos que remover la piedra del sepulcro para que muchas personas más débiles en la fe puedan entrar en la tumba vacía. Nosotros creemos porque alguien: nuestros padres, algún sacerdote, alguien que fue a la tumba nos removió la piedra. La Iglesia es el lugar donde están los que continuamente están removiendo la piedra de la entrada de la tumba de Jesús para que otros puedan entrar. Los cristianos somos porteros de la tumba del Maestro.
Mover una piedra cuesta, por eso la fe es siempre complicada, siempre es mover; mover las piedras para que se muevan los corazones.
Pero no fue suficiente abrir la puerta de la tumba; allí dentro no estaba el cuerpo de Jesús. No es suficiente ir a la tumba, ni siquiera entrar en ella. La tumba es el lugar de la muerte y Jesús ya no tiene sitio en ella. Dios no es un Dios que se tumba viendo el discurrir de los días de los seres humanos como si fuese un turista. Dios dejó la muerte para estar en medio de nuestra vida.
La reacción de las mujeres fue la esperada (v. 4-5). Se llenaron de miedo y quedaron asustadas, sin saber qué hacer, se inclinaron hasta el suelo, y dos hombres con ropas brillantes les pregunta y les cuestiona. Es lo mismo que nos pasa cuando nosotros hacemos algún plan para con Dios. Esperamos impresionar a Dios, pero es el Señor quien nos impresiona. Aquellas mujeres iban a dar algo al cadáver de Jesús y se encontraron con sus miedos.
El miedo que nos describe es el producido por la ausencia de Dios. Se asustaron no porque le vieron sino porque no le vieron. Normalmente los sustos los encontramos por la presencia de algo o de alguien; rara vez por la ausencia de lo que nos puede llenar de temor. Ellas no se asustarían por ver el cuerpo muerto del Maestro. No se asustarían porque era lo que esperaban encontrar. Se asustaron de su ausencia.
La pregunta de aquellos mensajeros (v. 5-7) resuena por todos los siglos. Se oye en el corazón de cada ser humano cuando lleno de temor intenta buscar a Dios y no lo encuentra: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
Jesús no está en la tumba, ha resucitado; este es el mensaje más importante en la Historia de la humanidad. Nada de lo que se ha dicho en la tierra tiene tanta profundidad ni tanta carga emocional.
Resucitar es estar con Dios, dejar que Dios tome el timón de tu vida y de tu existencia de manera definitiva. Mientras estamos vivos estamos resucitados sin duda, pero es una resurrección parcial, donde muchas veces caemos una y otra vez en la tumba y en la muerte del pecado. La resurrección que nos trae hoy Jesús es la definitiva, la que no acaba, la que no termina ni con la muerte.
Salvación es ser resucitado. Todos tenemos que dejarnos resucitar desde nuestras tumbas. Muchas veces es el propio Dios a través de los demás quien viene a nuestra tumba particular, tumba construida por el pecado, para sacarnos de ella, pero nosotros, en lugar de retirar la piedra de la entrada lo que hacemos es cerrarla más. Estamos pudriéndonos pero hay personas que prefieren la oscuridad del pecado que a la luz de la vida.
Cuando llevamos mucho tiempo enterrados en nuestras miserias, nos cuesta salir a la luz porque nos deslumbra la fuerza de la vida. Hay gente que prefiere la oscuridad del pecado porque tienen miedo a salir de sus tumbas. ¿Cuáles son tus tumbas? ¿Cuáles tus oscuridades?
Recordaron las palabras de Jesús (v. 6-8). En los alrededores de la tumba donde reinaba la muerte recordaron las Palabras de vida que dijo Jesús. Muchas veces creemos que Dios en su muerte se quedó mudo, pero no es así, su palabra resuena a lo largo de los siglos. La Palabra de Dios tiene que estar cerca de nuestro corazón porque en ella encontramos las instrucciones para nuestra vida y para nuestra alma. Dios no es mudo, nos dice su Palabra para que nosotros demos una respuesta. Tenemos que tener oídos para las Palabras que vienen de Dios.
Con el paso de los años nos vamos olvidando del timbre de voz de los que ya han muerto, pero la Palabra de Jesús se oye, no con los oídos sino con el corazón, de ahí su actualidad. La Palabra está dicha para todos los tiempos, de ahí su frescura y su actualidad. Cada persona tiene que tener oídos para un Dios que no cesa de hablar incluso después de la tumba.
Las mujeres fueron a los apóstoles con la noticia (v.9-11) pero a ellos les parecía una locura lo que ellas contaban, y no las creían. Los apóstoles tienen una actitud muy humana. No habían entrado en la dimensión del misterio. No creían porque era increíble lo que aquellas mujeres les decían.
Seguramente creyeron que era sugestión, delirios de un querer que no pudo ser y no les creyeron, las tomaron por locas. Lo mismo nos pasa a los cristianos de hoy cuando hablamos a la gente de la resurrección de Cristo. Nos toman por locos, no creen en la experiencia de la vida que vuelve porque ellos una y otra vez han estado en lo profundo de la tumba, sin horizontes, sin destellos de luz, sin puertas abiertas. A nosotros nos toca descubrir rendijas, perforar la piedra de la incredulidad, ablandar los corazones de piedra y hacerles ver a los demás que más allá de su forma de vida triste y oscura, llena de dolor y de cruz, está la vida nueva que nos trae Jesús.
A pesar de toda la incredulidad Pedro fue corriendo al sepulcro (v 12). La Escritura nos dice que fue "corriendo" al sepulcro. Pudo más las ganas de ver que el miedo al qué dirán o la aparente locura de sus informadoras. Pedro no es curioso, lo que ocurre es que probablemente recordó algunas de las palabras del Maestro y quiso verlo por sí mismo. Recordar, correr hacia donde está Jesús resucitado, ese es nuestro camino en la vida. La vida humana tiene muchos caminos y Jesús hoy está por este sendero, pero mañana puede estar en el otro lado del camino, ¿No es la vida cristiana el seguir a Cristo resucitado? Cada cristiano debe seguir al resucitado, pero tiene que buscar los caminos por los que hoy anda el Señor. Unos a otros podemos anunciar a Jesús con nuestra vida. Podemos decir a los demás que Dios está por el camino del amor y de la entrega desinteresada. Mostraremos a los que nos rodean senderos interiores que sólo ellos pueden recorrer. Seremos compañeros de caminos y guías de los que no encuentran los recorridos mejores. Tenemos que ir quitando las piedras que estorban nuestro seguimiento y el de los otros. Nos cansaremos, descansaremos y volveremos una y otra vez a la tumba, ahora no con miedo sino con esperanza.
Termina el Evangelio diciéndonos que Pedro miró dentro, pero no vio más que las sábanas que envolvían el cuerpo del Señor. Ten en cuenta el detalle: no vio a Jesús resucitado, pero se volvió a casa, admirado de lo que había sucedido. El tiempo de la Pascua nos irá descubriendo la resurrección en sus apariciones. Jesús se hace visible a los que quiere. Cada uno tiene que ser capaz de descubrirlo.
Quiera Dios que esta resurrección nos saque de nuestras miserias y de nuestras tumbas y que ayudemos a otros que se tienen por cuerdos, a encontrar sentido a la locura de la cruz.


c) Liturgia Bautismal:

Suelen haber bautizos este día, pero aunque no los haya, se bendice la Pila bautismal o un recipiente que la represente y se recita la Letanía de los Santos. Esta letanía nos recuerda la comunión de intercesión que existe entre toda la familia de Dios. Las letanías nos permiten unirnos a la oración de toda la Iglesia en la tierra y la Iglesia triunfante, de los ángeles y santos del Cielo.

El agua bendita es el símbolo que nos recuerda nuestro Bautismo. Es un símbolo que nos recuerda que con el agua del bautismo pasamos a formar parte de la familia de Dios.

A todos los que ya estamos bautizados, esta liturgia nos invita a renovar nuestras promesas y compromisos bautismales: renunciar a Satanás, a sus seducciones y a sus obras. También, de confirmar nuestra entrega a Jesucristo



Sugerencias para vivir la fiesta

Hay quienes acostumbran este día encender sus velas del bautismo y llevar un cirio pascual a la iglesia o agua bendita, para tener en sus hogares.

* "HOY" ES PASCUA
Hemos completado el Triduo: "hoy" es Pascua. Hemos entrado en el tiempo pascual. Todo debe manifestar, en nuestras celebraciones y en nuestra vida, que Pascua es el corazón de nuestra fe. El Señor resucitado nos envía al mundo, transformados por su fuerza de vida: Allí lo veréis, como os dijo. Contagiemos, pues, a todos el gozo pascual.














La Cruz es la respuesta de Dios al mal, dice el Papa en Viernes Santo




El papa Francisco presidió este Viernes Santo en el Coliseo de Roma el primer Vía Crucis de su pontificado, en el que dijo que la Cruz de Jesús es la "palabra" con la que Dios ha respondido al mal del mundo y que los cristianos tienen que responder al mal con el bien.
Ante varias decenas de miles de personas que acudieron al Coliseo romano para el sugestivo rito, el pontífice manifestó que no quería añadir muchas palabras, "ya que en esta noche debe permanecer sólo una palabra, que es la Cruz misma".
"La Cruz de Jesús es la palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad ha hablado, ha respondido y su respuesta es la Cruz de Cristo", afirmó el papa Bergoglio.
El pontífice subrayó que la Cruz es amor, misericordia, perdón y también juicio.
"Dios nos juzga amándonos, si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva. No olvidéis esto", aseguró.
El papa argentino manifestó también que la Cruz es asimismo la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor y que los seguidores de Jesús deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz, como Jesús".
El pontífice destacó que las meditaciones de las 14 estaciones del Vía Crucis han sido escritas por jóvenes libaneses y les agradeció "el testimonio" que dan.
"Lo hemos visto cuando el papa Benedicto fue al Líbano (el año pasado), hemos visto la belleza y la fuerza de la unidad de los cristianos de aquella Tierra y de la amistad de tantos hermanos musulmanes y muchos otros. Es un signo de esperanza para Oriente Medio y para el mundo entero".
El Obispo de Roma exhortó a los fieles a continuar el Vía Crucis en la vida de cada día, a caminar juntos "llevando en el corazón esta palabra de amor y de perdón que es la Cruz".
El Vía Crucis discurrió por el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristianos-, continuó por delante del Arco de Trajano y concluyó en la colina del Palatino, desde donde lo presidió el papa.
La cruz fue portada por el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, por una familia italiana y otra india, por un enfermo y varios voluntarios y por dos seminaristas chinos.
También lo portaron dos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, un religioso nigeriano y otro libanés y dos jóvenes de Brasil, donde se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en julio próximo.
Las meditaciones de las 14 estaciones del rito las escribieron varios jóvenes libaneses bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca de la Iglesia Maronita, y fueron solicitadas por Benedicto XVI tras el viaje a Líbano.
En las mismas, los jóvenes denunciaron las injusticias de los poderosos, exigieron libertad religiosa y pidieron a los cristianos que sigan en Tierra Santa, "a pesar, incluso, de la persecuciones que sufren".
En la estación "Jesús es condenado a muerte", los muchachos afirmaron que en el mundo actual muchos son los "pilatos" que tienen en las manos los resortes del poder y los usan "al servicio de los más fuertes" y que son muchos los que, "débiles y viles ante esas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida".
También denunciaron que el hombre pretende expulsar a Dios de la vida del mundo y pusieron como ejemplo el laicismo "ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre" y el integrismo violento "que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos".
Los muchachos pidieron por los pueblos "humillados y que sufren", especialmente los de Oriente Medio, y exigieron libertad religiosa en una región donde los cristianos son una exigua minoría, frente al Islam mayoritario.
Abogaron por un Oriente Medio más fraterno, pacífico y justo, que recupere el esplendor de su vocación de ser "cuna de la civilización y de los valores espirituales y humanos".
Todos los años el papa encarga las meditaciones del Vía Crucis a personalidades católicas o de otras religiones, entre ellos el patriarca ecuménico de Constantinopla, el ortodoxo Bartolomé I.
El Vía Crucis del Coliseo fue instaurado en 1741 por Benedicto XIV. Tras decenas de años de olvido volvió a celebrarse en 1925.
En 1964 Pablo VI acudió para presidir allí el rito y desde entonces todos los años acude el sucesor de San Pedro en la noche del Viernes Santo.

Rezando tendido en el suelo

 

Antes del Via Crucis, Francisco presidió en la Basílica de San Pedro la Pasión de Cristo, la primera de su pontificado, que ha comenzado orando durante varios minutos tendido en el suelo.
El predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa, advirtió sobre los impedimentos de la Evangelización al recordar "los muros divisorios, como aquellos que separan a las distintas iglesias cristianas entre sí, la excesiva burocracia, los residuos de los ceremoniales, leyes y controversias del pasado", durante la ceremonia de la Pasión del Señor de este Viernes Santo, presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro.
Así, el Papa Francisco entró a las 17,00 horas en oración silenciosa a la Basílica de San Pedro y al llegar frente el altar de la Cátedra se postró en el suelio. Después se ha llevado a cabo la lectura de la Pasión del Evangelio de Juan cantada por tres diáconos en el momento de la muerte de Jesús de la narración los fieles y el Pontífice se ha arrodillado.
Posteriormente, como es tradición, la homilía ha sido pronunciada por el predicador de la Casa Pontificia que ha destacado que "este Viernes Santo, celebrado en el Año de la Fe y en presencia del nuevo sucesor de Pedro, podría ser, si se quiere, el principio de una nueva existencia".
Por otro lado, Cantalamessa ha destacado que "el progreso de la humanidad avanza hoy a un ritmo vertiginoso, y la humanidad ve desarrollarse ante sí nuevos e inesperados horizontes fruto de sus descubrimientos".
Aun así, ha precisado que "puede decirse que ya ha llegado el final de los tiempos, porque en Cristo, subido a la diestra del Padre, la humanidad ha llegado a su meta final. "A pesar de todas las miserias, las injusticias y la monstruosidad existentes sobre la tierra, en él se ha abierto ya el orden definitivo del mundo", ha señalado.

Retorno de la fe cristiana

Asimismo, el predicador de la Casa Pontificia ha remarcado que "la fe cristiana podría retornar al continente y al mundo secularizado por la misma razón por la que hizo su entrada: como la única que tiene una respuesta segura que dar a los grandes interrogantes de la vida y de la muerte".
Además, el padre Cantalamessa ha indicado que "la cruz separa a los creyentes de los no creyentes, porque para unos es un escándalo y una locura, y para otros es el poder de Dios y la sabiduría de Dios", pero ha añadido que "en un sentido más profundo, esta une a todos las hombres, creyentes y no creyentes" porque "los nuevos cielos y la tierra nueva pertenecen de derecho a todos y son para todos: porque Cristo murió por todos".
En esta línea, ha remarcado que la urgencia que deriva de todo esto es evangelizar para anunciar "al mundo la buena nueva de que ya no hay condena para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús" y ha destacado que "todavía hay muchos hombres que están de pie junto a la ventana y sueñan, sin saberlo, con un mensaje como el suyo".
Así, ha explicado que "la evangelización cristiana no es conquista, no es propaganda; es el don de Dios para el mundo en su Hijo Jesús, es dar al Jefe la alegría de sentir la vida fluir desde su corazón hacia su cuerpo, hasta vivificar a sus miembros más alejados".
El predicador de la Casa Pontificia ha citado las palabras del Papa Francisco que indican que Jesús "no llama para entrar, toca desde dentro para salir", salir a las "periferias existenciales del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia y indiferencia religiosa, y de todas las formas de miseria".
En esta línea, ha agregado que se requiere "coraje para derribar" los muros y volver a la simplicidad y la sencillez de sus orígenes.

Un tiempo nuevo para la Iglesia

 

Al finalizar, el padre Cantalamessa ha solicitado al Espíritu Santo que "en este momento en que se abre para la Iglesia un tiempo nuevo, lleno de promesa y de esperanza, reavive en los hombres que están en la ventana la espera del mensaje, y en los mensajeros, la voluntad de hacérselo llegar, incluso a costa de la vida".
Después de la homilía se ha llevado a cabo la oración universal por la Iglesia, el Papa, por los órdenes sagrados y los fieles, por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los hebreos, por los no cristianos, por los que no creen en Dios, por los gobernantes y por los que sufren tribulación.
Posteriormente la adoración de la Cruz, en la que el Papa ha ido a adorar la Cruz presentada por el diácono y se ha quitado la casulla roja quedándose con la camisa y la estola. 

 Al finalizar la adoración de la Cruz, el Papa Francisco ha elevado la Cruz y la ha presentado en oración silenciosa a la asamblea y al finalizar, se ha repartido la Comunión.
Por su parte, los cardenales, patriarcas, arzobispos y obispos presentes en la celebración de la Cruz han participado sin llevar el anillo episcopal y se han reunido desde las 16,30 horas en la capilla del Santísimo Sacramento de la Basílica de San Pedro para un tiempo de Adoración.
Los cardenales diáconos que han acompañado el Papa Francisco han sido el cardenal Giovanni Lajolo y el cardenal Kurt Koch. 


VATICANO, 30 Mar. 13 / 01:34 am (ACI).- Al concluir el Via Crucis alrededor del Coliseo de Roma en el que participaron miles de personas, el Papa Francisco pronunció un breve discurso en el que señaló que la Cruz es la palabra, la respuesta que Dios –que es todo amor y perdón– ante el mal en el mundo.
A continuación el texto completo del Santo Padre: 
 
Queridos hermanos y hermanas.
 
Les agradezco por su numerosa participación en este momento de oración intensa. Agradezco también a quienes se han unido a nosotros a través de los medios de comunicación, en particular a los enfermos y los ancianos.
 
No quiero agregar muchas palabras, porque en esta noche tiene que permanecer una sola palabra, que es la misma Cruz. La Cruz de Jesús es la palabra con la que Dios ha respondido al mal en el mundo.
 
A veces nos parece que Dios no responde al mal y se queda en silencio. En realidad, Dios ha hablado y respondido; y su respuesta es la Cruz de Cristo. Una a palabra que es amor, misericordia, perdón.
 
Y es también Juicio. Dios nos juzga amándonos, Dios nos juzga amándonos: si recibo su amor me salvo, si lo rechazo me condeno. No por Él sino por mí mismo, porque Dios no condena sino que ama y salva.
 
La palabra de la Cruz es la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y alrededor nuestro. Los cristianos tienen que responder al mal con el bien tomando sobre sí mismos la Cruz como Jesús.
 
Esta noche hemos escuchado el testimonio de nuestros hermanos del Líbano, quienes han escrito estas hermosas meditaciones. Les agradecemos por este servicio y sobre todo por este testimonio que nos han dado. Vimos cuando el Papa Benedicto fue al Líbano, hemos visto la belleza y la fuerza de la comunión de los cristianos de esas tierras y la amistad de tantos hermanos musulmanes y de tantos otros.
 
Fue un signo para Medio Oriente y para el mundo entero. Un signo de esperanza. Entonces, continuemos este Vía Crucis en la vida cotidiana de todos los días, caminemos juntos en la vía de la Cruz, caminemos llevando en el corazón esta palabra de amor y de perdón.
 Caminemos esperando la resurrección de Jesús que nos ama tanto, que es todo amor.