lunes, 25 de febrero de 2013

LA ORACION




En Cuaresma somos invitados a la oración, el ayuno y la limosna para amar más y mejor. Claro que aprendemos mirando al Maestro que nos amó primero; en su escuela de amor aprendemos a rezar, a ayunar y a dar limosna.



Si aprendemos mirándolo a Él nos daremos cuenta que no podemos rezar de cualquier modo, ni ayunar sin un sentido profundo, verdadero, y tampoco dar limosna o hacer sacrificios sin un amor generoso hacia los demás.
La oración que nos enseña el Maestro, nos traspasa las fibras del corazón, nos hace entregados al servicio, deseosos de amar más y mejor porque nos sentimos profundamente amados por Dios y ya no queremos pasarnos el resto de la vida calculando cuándo le daremos nuestro tiempo, nuestro corazón; también dejamos de calcular si lo serviremos en los más humildes o no. La invitación a la oración en Cuaresma es invitación a estar más unidos al Maestro, a querer parecernos más a Él, en su estilo de vida y en sus elecciones.







El domingo pasado contemplábamos a Jesús tentado en el desierto, hoy lo contemplamos transfigurado. Son dos escenas que apuntan hacia la pascua, que nos anticipan el misterio pascual.

La lucha de Jesús con el diablo en el desierto anticipa la gran lucha final de la Pasión, explicitada en el relato de Getsemaní.

La transfiguración anticipa la gloria de Jesús resucitado.

El domingo pasado contemplábamos a Jesús plenamente hombre, como nosotros, hasta el punto de ser tentado. Este domingo contemplamos a Jesús transfigurado, divinizado, Hijo de Dios.

Dice el Papa Benedicto XVI: “Podríamos decir que estos dos domingos son como dos pilares sobre los que se apoya todo el edificio de la Cuaresma hasta la Pascua, más aún, (sobre estos dos domingo se apoya) toda la estructura de la vida cristiana, que consiste esencialmente en el dinamismo pascual: de la muerte a la vida.”
Estos dos domingos nos dan una lección impagable de cómo se desarrolla el verdadero seguimiento del Cristo:

Un seguimiento donde seremos tentados, y con su ayuda las venceremos todas. Las prácticas cuaresmales (oración, ayuno, limosna) son un remedio potentísimo para superar las tentaciones. Especialmente rezar con la palabra de Dios, Jesús supera las tentaciones citando la Palabra de Dios. Es bueno que en el domingo II de Cuaresma nos preguntemos: ¿Cómo van nuestros compromisos cuaresmales?

Un seguimiento basado en la oración: hoy contemplamos un acontecimiento de oración. “Jesús llamó  a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba...”. Lo que hoy hace Jesús sólo se puede hacer en el ámbito de la oración: la voluntad humana de Jesús se adhiere a la voluntad divina de su Padre. En la oración, las voluntades del Padre y el Hijo se unen formando una sola cosa. Jesús una vez más dice “Amén”, dice “sí”, “aquí estoy”, “hágase en mí vuestra voluntad de amor”. Y aparecen los signos de la complacencia del Padre hacia el Hijo: la luz transfigura a Cristo y la voz lo proclama “Éste es mi Hijo, el escogido.”

También nuestra plegaria ha de ser un adherirse a la voluntad de nuestro Padre. Sólo hay plegaria auténtica si nos desinstalamos de nuestras visiones y vamos a la búsqueda de la voluntad de nuestro Padre. Esto es la conversión: ponernos cara a cara con Dios (con su Palabra) y dejarnos conmover, interpelar, desinstalar. 


Por eso decía que estos dos domingos nos dan una lección impagable de cómo es el verdadero seguimiento del Cristo. Un seguimiento donde seremos tentados, un seguimiento basado en la oración, un seguimiento donde habrá cruces.





La Santa Misa es la  Oración perfecta porque en ella cumplimos las cuatro condiciones para que una oración sea completa: adorar, dar gracias, suplicar perdón y pedir favores.



Siempre debemos recordar que tenemos una Madre que es maestra de oración, María. Hace unos años pasé un tiempo en un pequeño convento de capuchinos en Suiza. Había una niña en el lugar de cinco años, era hija de una mujer que ayudaba en la casa, que venía a menudo a ponerse de rodillas junto a alguno de los frailes que veía orando en el coro, unía sus manitas y mirándole a los ojos decía con toda seriedad: “Venga, hazme rezar”. Nosotros podemos imitar a aquella niña pequeña, ponernos en espíritu junto a María y decirle:
                                              «Por favor, hazme rezar».
Pidamos a María que sea para nosotros la Madre fuerte y amable que nos prepara al Bautismo del Espíritu (como lo hizo con los apóstoles) y a un nuevo Pentecostés, porque todos necesitamos de un nuevo Pentecostés. Si leemos los Hechos de los Apóstoles, veremos muchos Pentecostés. Ojalá, por su intercesión, pueda ser realidad también para nosotros aquella promesa de Jesús: «Vosotros seréis bautizados dentro de pocos días».Amén

P. Raniero CANTALAMESSA, OFMCap -Predicador Pontificio-




¿Como debe ser la oración del cristiano en Cuaresma? 

 

La oración debe ser como el respirar en el hombre, sin oración no hay vida interior.
En el tiempo de la Cuaresma el cristiano esta llamado a intensificar y a ejemplo de Jesús , retomar o profundizar la comunicación  con Dios Padre.

Dice e Papa Juan Pablo II: “A través de la oración, todo el mundo debe encontrar su referencia justa: esto es, la referencia a Dios: mi mundo interior y también el mundo objetivo, en el que vivimos y tal como lo conocemos. Si nos convertimos a Dios, todo en nosotros se dirige a Él. La oración es la expresión precisamente de este dirigirse a Dios; y esto es, al mismo tiempo, nuestra conversión continua: nuestro camino.”
En Jesús, se encuentra el balance perfecto entre oración y acción, en todo lo que cristo hacia, encontraba el tiempo para esa  comunicación con el Padre.
«y pasó la noche orando» (Lc. 6,12), «subió a un monte apartado para orar y, llegada la noche, estaba allí sólo» (Mt. 14,23). Ante su inminente pasión, en el Huerto “Lleno de angustia, oraba más intensamente “( Lc 22,39- 46). Para ensenar a sus apóstoles «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1), les dio el Padrenuestro.
En nuestro diario vivir es muy fácil perder esa referencia justa de la cual el Santo Padre nos habla, pero para eso Jesús mismo nos enseña a orar, Jesús es maestro de oración (Mt. 6:5-8)

Nos llama a la humildad
“Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 

Nos llama a la sobriedad
“Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. “
Nos llama a escuchar mas que  pedir repetitivamnete
“Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis.
La oración  debe ser un tiempo de escuchar, de hacer silencio interior para escudriñar que es lo que Dios quiere para mi…

Tres recomendaciones 

1. Tiempos y lugares determinados para la oración: hacer una cita con Jesús, en la  mañana al medio dia y en la noche, si podemos hacer una visita al Santísimo también hagámoslo.

2. Hacer silencio interior: quitar los excesos externos o distracciones para hacer espacio para Dios.

3. Meditar en la dimensión dolorosa de la oración de Jesús, y la aceptación de su misión y la Voluntad del Padre ,como esto se aplica en nuestra vida, y como en los momentos difíciles Dios nos consuela.

 

 











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