domingo, 10 de mayo de 2015

El Papa Francisco en el Regina Coeli del 10 de Mayo: 'El amor de Dios se realiza en el amor al prójimo'.

Estamos en el último domingo de Pascua. El próximo, aunque dentro todavía del Tiempo Pascual es la Ascensión del Señor. Hemos recorrido un muy amplio camino desde aquella Vigilia Pascual que nos comunicó la buena noticia de la Resurrección del Crucificado. Ha sido tiempo de entrega y de conversión. El Espíritu –quien todo nos lo va enseñar—está cerca.
En este VI Domingo de Pascua, el Señor ha iniciado ya su cuenta atrás hacia la hora cero, se despide de los suyos y les hace varias consignas.
La más importante: “amaos unos a los otros”. Con el mandamiento nuevo de Jesús se inaugura un nuevo orden. La novedad, esta en que el amor es tambien participación del servicio y de fidelidad a Jesús hasta la muerte.
El amor, todo lo puede, rompe barreras infranqueables; sólo desde la entrega a los demas el ser humano puede llegar a la armonía y a la concordia, a la reconciliación y a la paz de corazón.
Permanecer en el amor a Jesús, amar a los hermanos y hacerlo con el sacrificio de la propia vida son las ideas claves del Evangelio de hoy.
Además, San Juan, el Apóstol y profeta del Amor, nos enseña una cosa aparentemente simple: no se trata de saber muchas cosas de Dios, sino de amarle. Porque amándole sabremos todo de Él, por la acción del Espíritu. “Que os améis los unos a los otros”. Es el mandato de Jesús que no podemos eludir. Ese mismo amor, de la misma naturaleza, es el que nos viene del Padre y nos revela Jesucristo. La esencia del cristianismo es el amor. Pero, ¿somos coherentes con ese mandato de amor? No, parece que no. O, por lo menos, no lo suficiente. El Amor venció a la muerte y ese Amor vive eternamente, así pues guiados por ese Amor ningún temor habremos de temer.
Este VI Domingo del Tiempo de Pascua, el papa Francisco rezó la oración del Regina Coeli desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.
Durante su alocución el Papa Francisco ha reflexionado sobre el Pasaje del Evangelio según San juan que se proclama en la Misa de este día y en el que Cristo deja como legado el amor a los demás como Él nos ama.
El Santo Padre recordó que el Evangelio del VI domingo de Pascua corresponde al capítulo 15 de San Juan, que nos conduce al Cenáculo, donde escuchamos el mandamiento nuevo de Jesús: 
“Ámense los unos a los otros, 
como yo los he amado”.
 Y, pensando en el sacrificio de la cruz ya inminente, añade: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.
Francisco afirmó que estas palabras, pronunciadas durante la última Cena resumen, no sólo el mensaje, sino todo lo que ha hecho el Señor: dar la vida por sus amigos, a pesar de que no lo habían comprendido, y de que llegaron a abandonarlo, traicionarlo y renegarlo.
Y añadió que de este modo, Jesús nos muestra el camino para seguirlo, el camino del amor, cuyo mandamiento no es un simple precepto, sino que es el mandamiento nuevo de Cristo, puesto que Él lo realizó en su carne en primer lugar, haciendo de este modo que la ley del amor se escribiera, de una vez para siempre, en el corazón de todos los hombres.
Es un camino que nos conduce a salir de nosotros mismos para ir hacia los demás. Jesús nos ha mostrado que el amor de Dios se realiza en el amor al prójimo. Las páginas del Evangelio están llenas de este amor: adultos y niños, cultos e ignorantes, ricos y pobres, justos y pecadores han tenido acogida en el corazón de Cristo.
Por tanto, el Obispo de Roma nos invitó a querernos unos a otros, incluso si no siempre nos entendemos, o no vamos de acuerdo, porque  en esto reside el amor cristiano, que se traduce en gestos de cercanía a un anciano, a un niño, a un enfermo, a una persona sola y con dificultades, sin casa, sin trabajo, inmigrada o refugiada.
Por último el Santo Padre invocó a nuestra Madre Santísima, para que en la vida cotidiana de cada uno de nosotros el amor de Dios y el amor del próximo estén siempre unidos.
Después del rezo a la Madre de Dios el Papa Francisco dirigió sus saludos a todos los peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro provenientes de diversas partes del mundo, a las varias asociaciones presentes, a los participantes en el congreso promovido por la Conferencia Episcopal Italiana para el sostén de una escuela de calidad y abierta a las familias, y a los grupos escolares. A los jóvenes los exhortó a ser cristianos valientes y testigos de esperanza, y un pensamiento especial fue a las mamás en su día, que se celebra en diferentes países este domingo: a ellas dirigió su pensamiento con gratitud y afecto, y las encomendó a la Madre de Jesús.


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


El Evangelio de hoy --Juan, capítulo 15-- nos conduce al Cenáculo, donde escuchamos el mandamiento nuevo de Jesús, dice así: “Este es mi mandamiento, que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Y, pensando en el sacrificio de la cruz ya inminente, añade: “Nadie tiene un amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando”. Estas palabras, pronunciadas durante la Última Cena, resumen todo el mensaje de Jesús; es más, resumen todo lo que Él ha hecho: Jesús dio la vida por sus amigos. Amigos que no le habían entendido, que en el momento crucial le abandonaron, traicionaron y renegaron. Esto nos dice que Él nos ama, a pesar de no merecer su amor. Así nos ama Jesús.
De esta manera, Jesús nos muestra el camino para seguirle, el camino del amor. Su mandamiento no es un simple precepto, que siempre es algo abstracto o ajeno a la vida. El mandamiento de Cristo es nuevo porque Él fue el primero en realizarlo, le dio carne, y así la ley del amor se escribe una vez y para siempre en el corazón del hombre. Y ¿cómo está escrita? Está escrita con el fuego del Espíritu Santo. Y con este mismo Espíritu, que Jesús nos da, también podemos caminar nosotros por este camino.
Es un camino concreto, un camino que nos lleva a ir más allá de nosotros mismos para llegar a los demás. Jesús nos enseñó que el amor de Dios se realiza en el amor al prójimo. Los dos van juntos. Las páginas del Evangelio están llenos de este amor: adultos y niños, cultos e ignorantes, ricos y pobres, justos y pecadores, todos han tenido acogida en el corazón de Cristo.
Por lo tanto, esta Palabra de Dios nos llama a amarnos los unos a los otros, aunque no siempre nos entendamos, no siempre estemos de acuerdo... pero es precisamente ahí donde se ve el amor cristiano. Una amor que se manifiesta aunque haya diferencias de opinión o de carácter, pero el amor es más grande que estas diferencias. Y este es el amor que nos enseñó Jesús. Es un amor nuevo, porque está renovado por Jesús y su Espíritu. Es un amor redimido, liberado del egoísmo. Un amor que da alegría a nuestro corazón, como Jesús mismo dice: “Os he dicho estas cosas para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo”.
Es precisamente el amor de Cristo, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones, el que cumple cada día prodigios en la Iglesia y en el mundo. Son muchos pequeños y grandes gestos que obedecen el mandamiento del Señor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Gestos pequeños, de cada día, gestos de cercanía a un anciano, a un niño, a un enfermo, a una persona sola y en dificultad, sin hogar, sin trabajo, inmigrante, refugiada... Gracias a la fuerza de esta Palabra de Cristo, cada uno de nosotros puede ser cercano al hermano y a la hermana que se encuentra. Gestos de cercanía, de proximidad. En estos gestos se manifiesta el amor que Cristo nos enseñó.
Que nuestra Madre Santísima nos ayude, para que en la vida cotidiana de cada uno de nosotros el amor a Dios y el amor al prójimo siempre estén unidos.


Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del Regina Coeli.

  Y al concluir la plegaria mariana, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Papa:
Queridos hermanos y hermanas,
Saludo a todos ustedes, familias, grupos religiosos, asociaciones y peregrinos provenientes de Italia y de muchas partes del mundo, en particular de Madrid, de Puerto Rico y de Croacia. Saludo a los fieles de Guidonia y Portici; a los grupos escolares de Carrara, Bitonto y Lecco. Un pensamiento especial para los jóvenes de la diócesis de Orvieto-Todi, acompañados por su pastor, monseñor Tuzia: ¡sean cristianos valientes y testigos de esperanza!

Saludo al Cuerpo Forestal del Estado, que organiza la fiesta nacional de las Reservas Naturales para el redescubrimiento y el respeto de las bellezas de la creación; a los participantes en el congreso promovido por la Conferencia Episcopal Italiana en apoyo de una escuela de calidad y abierta a las familias; a la delegación de mujeres de la “Komen Italia”, una asociación para la lucha contra los tumores del pecho; y a cuantos han participado en la iniciativa a favor de la vida que tuvo lugar esta mañana en Roma: es importante colaborar juntos para defender y promover la vida.

Francisco también quiso dedicar unas palabras de gratitud y afecto a todas las madres:

Y, hablando de vida, hoy en muchos países se celebra el día de la madre. Recordamos con gratitud y afecto a todas las madres. Ahora me dirijo a las madres que están aquí en la Plaza. ¿Hay? ¿Sí? ¿Hay madres? ¡Un aplauso para ellas, para las madres que están en la Plaza! Y que este aplauso abrace a todas las madres, a todas nuestras queridas madres: aquellas que viven con nosotros físicamente, y también aquellas que viven con nosotros espiritualmente. Que el Señor las bendiga a todas, y que la Virgen, a quien está dedicado este mes, las custodie. 

Como de costumbre, el Pontífice concluyó su intervención diciendo:
Les deseo a todos un buen domingo, un poco caluroso... Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

FUENTE: 




Conocer por Cristo los secretos del Padre, 
es signo de su amistad;
que otros conozcan a Cristo por medio de la Iglesia, 
es signo de fidelidad”.

PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO TERCERO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

ARTÍCULO 9
“CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA”

Párrafo 1
LA IGLESIA EN EL DESIGNIO DE DIOS

La Iglesia, instituida por Cristo Jesús
764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo" (LG 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger "el Reino" (ibíd.). El germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (cf. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 1-21). Constituyen la verdadera familia de Jesús (cf. Mt 12, 49). A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva "manera de obrar", sino también una oración propia (cf. Mt 5-6).
Párrafo 2
LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS, CUERPO DE CRISTO,
TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO

I. La Iglesia, Pueblo de Dios
781 "En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica la justicia. Sin embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa. Eligió, pues, a Israel para pueblo suyo, hizo una alianza con él y lo fue educando poco a poco. Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su historia y lo fue santificando. Todo esto, sin embargo, sucedió como preparación y figura de su alianza nueva y perfecta que iba a realizar en Cristo [...], es decir, el Nuevo Testamento en su sangre, convocando a las gentes de entre los judíos y los gentiles para que se unieran, no según la carne, sino en el Espíritu" (LG 9).
Párrafo 3
LA IGLESIA ES UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA

IV La Iglesia es apostólica
La misión de los Apóstoles
858 Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, "llamó a los que Él quiso [...] y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 13-14). Desde entonces, serán sus "enviados" [es lo que significa la palabra griega apóstoloi]. En ellos continúa su propia misión: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21; cf. Jn 13, 20; 17, 18). Por tanto su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe", dice a los Doce (Mt 10, 40; cf, Lc 10, 16).

 TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO

PRIMERA SECCIÓN
LA VOCACIÓN DEL HOMBRE:
LA VIDA EN EL ESPÍRITU

CAPÍTULO PRIMERO
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

ARTÍCULO 7
LAS VIRTUDES

 II. Las virtudes teologales
La caridad
1822 La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
1823 Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34). Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).





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