martes, 26 de noviembre de 2013

1º Domingo de ADVIENTO: tiempo de esperanza...


“El Adviento es un tiempo de preparación para la navidad, donde se recuerda a los hombres la primera venida del Hijo de Dios… Es un tiempo en el que se dirigen las mentes, mediante este recuerdo y esta espera a la segunda venida de Cristo, que tendrá lugar al final de los tiempos” (Misal Romano, Nº 39)



“El Adviento tiene una triple dimensión: histórica, en recuerdo, celebración y actualización del nacimiento de Jesucristo; presente, en la medida en que Jesús sigue naciendo en medio de nuestro mundo y a través de la liturgia celebraremos, de nuevo, su nacimiento; y escatológica, en preparación y en espera de la segunda y definitiva venida del Señor”.
  Comenzamos el Adviento y el Año litúrgico. En este tiempo, cada acontecimiento de la vida de Cristo que celebramos cultualmente se actualiza por la fe en el marco de la comunidad cristiana. 
Es una actualización sacramental, pero real, y constituye un encuentro vivo, comunitario y personal con el Señor en cada paso de su vida y misterio. El culto litúrgico cuenta con tres elementos básicos: la asamblea, la Palabra y los signos de la fe que son los sacramentos, estando Cristo presente para hacer efectiva su obra salvadora aquí y ahora.

La primera etapa del Año Litúrgico es el Adviento 

con sus tres facetas

* la celebración de la Primera 

Venida histórica de Cristo 

en carne mortal, 





*su última Venida en poder y gloria, 







y las continuas venidas de Dios en los acontecimientos diarios de la historia personal y comunitaria.

El último día de la historia, el final de los tiempos, se ha descrito en muchas ocasiones como un día trágico y ha dado lugar a una literatura que llamamos "apocalíptica".
El cristiano debe vivir sin temor, preocupado por vivir fielmente el día a día, pero también siendo consciente de la responsabilidad de cada uno de sus actos. Por tanto, no hay que descuidarse y sí estar preparados, con alegría, para el encuentro definitivo con Dios.
Jesucristo anunció que vendría de nuevo a la tierra, y que esa venida sería definitiva. Pero, ¿cómo debe preparase un cristiano? Vamos a considerar dos tipos de "esperas".
La primera es parecida a la de un soldado, agazapado en su trinchera, esperando con verdadero miedo el ataque del enemigo. Su única ilusión es que ese momento nunca llegue, porque sabe que puede acabar mal. Es la actitud del que ve el final pensando que va a condenarse por sus pecados. Tiembla, pero tampoco pone remedio.
La segunda espera es la de la esposa que aguarda a su marido, ausente durante mucho tiempo del hogar. Por ejemplo, la esposa de un marinero, que sueña el día en que volverá a estrechar entre sus brazos al amor de su vida. Y cuando se acerca el día, se prepara, se viste, se perfuma y se dispone a recibirle con toda la ilusión del mundo.

PRIMERA LECTURA:

Lectura del libro de Isaías (2,1-5):
Esta Lectura está tomada del libro del profeta Isaías. El profeta ve que todos los pueblos vendrán a Sión, que simboliza la Iglesia actual, para que escuchen las enseñanzas del Señor y obedezcan su palabra. Si caminamos a la luz del Señor, nos realizaremos como fruto del Señor y habrá paz universal.


Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor.» Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.
Palabra de Dios
Te alabamos Señor


SALMO Sal 121

R/.
Vamos alegres a la casa del Señor

 SEGUNDA LECTURA:

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos (13,11-14):

Nosotros los cristianos vivimos una vida de tensiones; vivimos en la presente vida de pecado y oscuridad y también en la nueva época de gracia y luz. San Pablo, en su carta a los romanos, nos exhorta a despertar del sueño porque nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. 


Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.

Palabra de Dios 

Te alabamos Señor. 


Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (24,37-44):

El Evangelio está tomado del discurso escatológico de San Mateo.  El momento del juicio final es desconocido. El final vendrá súbitamente como vino el diluvio en tiempo de Noé. Cristo nos advierte que debemos estar preparados para su llegada en todo momento.


"En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor
GLORIA A TI SEÑOR JESUS. 


El tema central del texto evangélico es la invitación a la vigilancia: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. “Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. Es una llamada urgente, es un toque de atención a sacudir todo lo que pueda haber de rutina y costumbre: ¡otra vez el Adviento, lo de siempre! De aquí que hemos de preguntarnos que es lo que estamos descuidando en nuestra vida, qué es lo que hemos de cambiar, a qué hemos de dedicar más atención y más tiempo.

En el susurro de la brisa es donde se manifiesta Dios a Elías como leemos en 1Re 19,11. La venida de Dios no es espectacular ni ruidosa. Será en la sencillez y pobreza de Belén, en lo cotidiano de la vida, y al final en poder y gloria, no como sinónimos de grandeza, sino de completar la obra de salvación desde el amor. Por eso la insistencia de Jesús: “estad en vela”, “estad preparados”. La brisa se nos puede escapar.
Por otra parte el Adviento es una nueva oportunidad para actualizar, en nuestra vida cristiana, la realidad de que la salvación, ya iniciada por Dios, todavía no la poseemos en plenitud. El Adviento es tiempo de esperanza, que es un estilo de vida cristiana en proceso permanente de liberación siempre en marcha hacia Dios, hacia los hermanos y hacia el mundo como lugar teológico de la presencia y acción salvadora de Dios.
Es también, el Adviento, iniciativa constante de Dios que viene a nosotros y nos encomienda la tarea de la construcción del mundo y del hombre nuevos. Es realidad presente y esperanza futura, es razón para vivir, amar y esperar a pesar del desencanto y cansancio de la vida. San Pablo, en la segunda lectura, no exhorta: “Daos cuenta del momento en que vivís: ya es hora de espabilarse, porque vuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer… Dejémonos de las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz” (Rom 13, 11-12).
Nada de temor, nada de sentirse sorprendidos, sí saber que todos tenemos unos momentos transcendentales de encuentro con el Señor que se acerca en su Hijo no para condenar, sino para salvar (cfr. Jn 3, 17-28), porque estamos llamados a vivir en el amor de Dios, es decir, a vivir en la Luz, apartándonos de los obras de las tinieblas.


“¡Velad!”, “¡Estad despiertos!” (Mt 24,42), es la nota aguda del anuncio de Jesús en el evangelio de hoy.
Pero hay otra “vigilancia” que es sustancialmente diferente, que no es a la defensiva porque no parte del “terror”, del “miedo” o de la “amenaza”, sino de la dulce expectativa de quien espera la llegada imprevista del ser amado, aquél que llega para colmar nuestros deseos más profundos, aquél de quien nuestra vida necesita.

Esta es la “vigilancia” que nos enseña el evangelio y que durante este tiempo del ADVIENTO –que hoy comenzamos- vamos a ejercitar continuamente guiados por la santa Palabra.

¿De dónde viene la palabra “vigilar”?

Las “vigilias” eran –en el mundo romano- las tres partes en las cuales se dividía la noche. Así se le llamaba a los turnos de los centinelas y de los militares.  De por sí significa pasar parte de la noche –o quizás la noche entera- levantados y en actitud de alerta frente a un eventual peligro o simplemente para atender al que llega.

La vigilancia era una actitud de oficio. Hoy no nos es difícil entenderla cuando vemos -por ejemplo- los turnos de trabajo nocturno de una enfermera, del personal asociado a la vigilancia de nuestros barrios o edificios. También hay otros casos que son por puro amor, como la vigilia de una madre angustiada por la llegada nocturna de su hijo que ha salido a una fiesta.

En la vigilancia se expresa el corazón. Se renuncia a sí mismo, se sale de sí mismo y es otro quien concentra nuestra atención. En la expectativa de la llegada se ejercita el amor.



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PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS

ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"

Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
II. Los misterios de la infancia y de la vida oculta de Jesús

Los preparativos

522 La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la "Primera Alianza"(Hb 9,15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida.

523 San Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13, 24) inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino (cf. Mt 3, 3). "Profeta del Altísimo" (Lc 1, 76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7, 26), de los que es el último (cf. Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (cf. Hch 1, 22; Lc 16,16); desde el seno de su madre ( cf. Lc 1,41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3, 29) a quien señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). Precediendo a Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio (cf. Mc 6, 17-29).

524 Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida (cf. Ap 22, 17). Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: "Es preciso que él crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30).

SEGUNDA PARTE 
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO

PRIMERA SECCIÓN:
LA ECONOMÍA SACRAMENTAL

CAPÍTULO PRIMERO:
EL MISTERIO PASCUAL EN EL TIEMPO DE LA IGLESIA
 

ARTÍCULO 1:
LA LITURGIA, OBRA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
 1095 Por eso la Iglesia, especialmente durante los tiempos de Adviento, Cuaresma y sobre todo en la noche de Pascua, relee y revive todos estos acontecimientos de la historia de la salvación en el "hoy" de su Liturgia. Pero esto exige también que la catequesis ayude a los fieles a abrirse a esta inteligencia "espiritual" de la economía de la salvación, tal como la liturgia de la Iglesia la manifiesta y nos la hace vivir.


Luz del Adviento, despiértanos del sueño.

Encamínanos por la senda de la sencillez, el compromiso.

Buscaré también despertar suavemente a quienes hayan estado dormidos como yo, para que todos nos beneficiemos preparando la llegada del Señor.
 



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