domingo, 17 de noviembre de 2013

Ángelus del Papa Francisco, domingo 17 noviembre 2013



VATICANO, 17 Nov. 13 / 08:22 am (ACI/EWTN Noticias).-  


Jesús nos ayuda a no tener miedo frente a guerras y desastres naturales.
 

Al presidir hoy el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco aseguró hoy que frente a las guerras y desastres naturales, Jesús nos ayuda y nos libera del fatalismo y de las falsas visiones apocalípticas.


El Evangelio de este domingo (Lc 21, 5-19) consiste en la primera parte de un razonamiento de Jesús: el de los últimos tiempos. Jesús lo pronuncia en Jerusalén, cerca del templo; y la idea se la da precisamente la gente que hablaba del templo y de su belleza. ¡Porque era bello aquel templo!


Entonces Jesús dijo: “Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida” (Lc 21, 6).
Naturalmente le preguntan: ¿cuándo sucederá esto?, ¿cuáles serán los signos? Pero Jesús dirige la atención de estos aspectos secundarios – ¿cuándo será?, ¿cómo será? – la dirige a las verdaderas cuestiones. Y son dos:
Primero: no dejarse engañar por falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. Y nosotros estamos en este tiempo de la espera, de la espera de la venida del Señor.
Esta alocución de Jesús es siempre actual, también para nosotros que vivimos en el Siglo XXI. Él nos repite: “Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre” (v. 8).
Es una invitación al discernimiento. Esta virtud cristiana de comprender dónde está el Espíritu del Señor y dónde está el mal espíritu. También hoy, en efecto, hay falsos “salvadores”, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, también brujos, personajes que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús nos pone en guardia: “¡No los sigan!”. “¡No los sigan!”.
Y el Señor también nos ayuda a no tener miedo: frente a las guerras, a las revoluciones, pero también a las calamidades naturales, a las epidemias, Jesús nos libera del fatalismo y de las falsas visiones apocalípticas.
El segundo aspecto nos interpela precisamente como cristianos y como Iglesia: Jesús preanuncia pruebas dolorosas y persecuciones que sus discípulos deberán padecer, por su causa. Sin embargo asegura: “Pero no perecerá ni un cabello de su cabeza” (v. 18). ¡Nos recuerda que estamos totalmente en las manos de Dios!
Las adversidades que encontramos por nuestra fe y nuestra adhesión al Evangelio son ocasiones de testimonio; no deben alejarnos del Señor, sino impulsarnos a abandonarnos aún más en Él, en la fuerza de su Espíritu y de su gracia.
En este momento pienso y pensamos todos, eh, hagámoslo juntos, pensemos en tantos hermanos cristianos que sufren persecuciones a causa de su fe. ¡Hay tantos! Quizá más que en los primeros siglos. Jesús está con ellos. También nosotros estamos unidos a ellos con nuestra oración y nuestro afecto. También sentimos admiración por su coraje y su testimonio. Son nuestros hermanos y hermanas que en tantas partes del mundo sufren a causa de ser fieles a Jesucristo. Los saludamos de corazón y con afecto.

 Al final, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria: “Con su perseverancia salvarán sus almas” (v. 19). ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia, a saber esperar los frutos seguros de la salvación, confiando en el sentido profundo de la vida y de la historia: las pruebas y las dificultades forman parte de un designio más grande; el Señor, dueño de la historia, lleva todo a su cumplimiento. ¡A pesar de los desórdenes y de los desastres que turban al mundo, el designio de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá!
Y esta es nuestra esperanza. Ir así, por este camino, en el designio de Dios que se cumplirá. Es nuestra esperanza.
Este mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente y nos da la fuerza para afrontarlo con coraje y esperanza, en compañía de la Virgen, que camina siempre con nosotros. 



El Papa repartió Rosarios y dijo que los tomaran como una “medicina para el corazón”



"Son 59 pastillas para el corazón", dijo Francisco en alusión a las cuentas del Rosario" y alentó: “No se olviden de tomarla porque hace bien, al corazón, al alma y a toda la vida".



Al concluir la oración del Ángelus, esta mañana en el Vaticano, Francisco expuso las bondades de una cajita de 59 pastillas "para el corazón", que fueron entregadas gratuitamente a los fieles presentes.
Frente a una multitud de peregrinos que llenaba de punta a punta la plaza San Pedro, el Papa mostró una cajita y anunció que se trataba de "una medicina especial para concretar el Año de la Fe".

"Son 59 pastillas para el corazón", dijo en alusión a las cuentas del Rosario. De eso se trataba, en realidad, un novedoso packaging para el tradicional Rosario con el cual rezan los católicos. 


"Tómenla, es una corona del Rosario con la cual se puede rezar, es ayuda espiritual para nuestra alma y para difundir en todas partes el amor, el perdón y la fraternidad", explicó para anunciar luego que varios voluntarios distribuirían las cajitas de Misericordina entre los fieles presentes.

"No se olviden de tomarla porque hace bien, al corazón, al alma y a toda la vida", agregó, antes de despedirse con su tradicional: "Arrivederci e buon pranzo (Hasta la próxima y buen almuerzo)".





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