domingo, 15 de diciembre de 2013

Ángelus del 15 de diciembre en el tercer domingo de Adviento



Jesús es el motivo de nuestra alegría.
 El Tercer Domingo de Adviento se llama domingo «de la alegría» y marca el paso de la primera parte, prevalecientemente austera y penitencial, del Adviento a la segunda parte dominada por la espera de la salvación cercana.
 El título le viene de las palabras «Estad siempre alegres» (gaudete) que se escuchan al inicio de la Misa: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca» (Filipenses, 4,4-5). 


La lluvia que caía en Roma no ha deslucido la presencia y afluencia de miles de peregrinos en la Plaza de San Pedro, para asistir al rezo del Ángelus y escuchar la alocución en este Tercer Domingo de diciembre y también tercero del Tiempo de Adviento, que prepara a la Navidad. Después de la oración mariana, Francisco ha saludado a todos los peregrinos y ha bendecido las imágenes del Niño Jesús que serán entronizadas en el Belén de cada hogar.




Durante su alocución, el Santo Padre ha reflexionado sobre el significado de este Domingo también denominado Gaudete, término latino qeu significa "alegrarse", ya que como recalca San Pablo "El Señor está muy cerca". Sobre esto, el Pontífice ha recordado que el Mensaje cristiano se llama Evangelio y que es sinónimo de alegría, porque la Iglesia no e suna casa de tristeza, ni un refugio para la gente triste. Esto, desde la visión de Isaías, simboliza también la plenitud de la Fe.
El Papa ha dicho que Dios es el que viene a salvarnos y a fortalecer nuestra debilidad y vacilación para que estemos fimes en la Fe y seguros en Él. Gracias a esto podemos empezar de nuevo y ser fuertes. Esto ers cierto incluso en los momentos de sufrimiento, porque Dios viene a sanarnos y a aliviarnos, compartiendo ese dolor. Por eso podemos confiar siempre en Dios y ver que merece la pena seguirle hasta el final, porque el Señor va lo más profundo de nuestra vida.
El Santo Padre ha invitado a poner nuestra esperanza en Cristo que es el Fundamento de nuestra alegría, de tal forma que cuando un creyente se ha vuelto triste es que ha dado la espalda a Jesús. Antes de rezar el Ángelus ha terminado contemplando el Pasaje de la Anunciación en el que el Ángel saluda a la Virgen con un "Alégrate".




Queridos hermanos y hermanas:      
                
Hoy es el Tercer Domingo de Adviento, denominado también ‘Domingo Gaudete’, domingo de la alegría. En la liturgia resuena en repetidas ocasiones la invitación a la alegría, a alegrarse, porque el Señor está cerca. ¡La Navidad está cerca! El mensaje cristiano se llama “Evangelio”, es decir “Buena Noticia”, un anuncio de alegría para todo el pueblo; ¡la Iglesia no es un refugio para personas tristes, la Iglesia es la casa de la alegría! Y aquellos que están tristes, encuentran en ella la alegría. Encuentran en ella la verdadera alegría.

 Pero la del Evangelio no es una alegría cualquiera. Encuentra su razón en el saberse acogidos y amados por Dios. Como nos recuerda hoy, el profeta Isaías (cf. 35,1-6ª. 8a.10), Dios es el que viene a salvarnos y presta socorro especialmente a los descorazonados. Su venida entre nosotros nos fortalece, nos da firmeza, nos dona coraje, hace exultar y florecer el desierto y la estepa, es decir, nuestra vida cuando se vuelve árida. 
  ¿Y cuándo se hace árida nuestra vida? Cuando está sin el agua de la Palabra de Dios y de su Espíritu de amor. Por grandes que puedan ser nuestros límites y nuestra confusión y desaliento, no se nos permite ser débiles y vacilantes ante las dificultades y ante nuestras propias debilidades.
Por el contrario, se nos invita a fortalecer nuestras manos, a hacer firmes nuestras rodillas, a tener coraje y a no temer, porque nuestro Dios muestra siempre la grandeza de su misericordia. Él nos da la fuerza para ir adelante. Él está siempre con nosotros para ayudarnos a ir adelante. ¡Es un Dios que nos quiere tanto, nos ama, y por eso está con nosotros, para ayudarnos, para fortalecernos, e ir adelante! ¡Coraje, siempre adelante!
 Gracias a su ayuda, siempre podemos empezar de nuevo. ¿Cómo comenzar de nuevo? Alguno me puede decir: “No padre, soy un gran pecador, soy una gran pecadora, yo no puedo recomenzar de nuevo”. ¡Te equivocas! ¡Tú puedes recomenzar de nuevo! ¿Por qué? ¡Porque Él te espera! ¡Él está cerca de ti! ¡Él te ama! ¡Él es misericordioso! ¡Él te perdona! ¡Él te da la fuerza de recomenzar de nuevo! ¡A todos! Podemos volver a abrir los ojos, superar la tristeza y el llanto, y cantar un canto nuevo.
Y esta alegría verdadera permanece siempre también en la prueba, incluso en el sufrimiento, porque no es superficial, sino que llega a lo más profundo de la persona que se encomienda a Dios y confía en Él.

La alegría cristiana, como la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, en la certeza de que Él mantiene siempre sus promesas. El profeta Isaías exhorta a aquellos que han perdido el camino y se encuentran en la desesperación, a confiar en la fidelidad del Señor porque su salvación no tardará en irrumpir en sus vidas. Cuantos han encontrado a Jesús, a lo largo del camino, experimentan en el corazón una serenidad y una alegría, de la que nada ni nadie puede privarlos.

 ¡Nuestra alegría es Cristo, su amor fiel e inagotable! Por lo tanto, cuando un cristiano se vuelve triste, quiere decir que se ha alejado de Jesús. ¡Pero entonces no hay que dejarlo solo! Tenemos que rezar por él y hacerle sentir la calidez de la comunidad.

 Que la Virgen María nos ayude a acelerar nuestros pasos hacia Belén para encontrar al Niño que ha nacido para nosotros, para la salvación y la alegría de todos los hombres. A Ella el Ángel le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28 ). Ella nos obtenga vivir la alegría del Evangelio en las familias, en el trabajo, en las parroquias y en todos los ambientes. ¡Una alegría íntima, hecha de estupor y ternura. La misma que siente una mamá cuando mira a su niño recién nacido y siente que es un don de Dios, un milagro que sólo puede agradecer!





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