domingo, 19 de enero de 2014

ÁNGELUS DEL PAPA del 19 de Enero: "¿Qué cosa significa para la Iglesia, para nosotros, hoy, ser discípulos de Jesús Cordero de Dios?"

Estamos en Tiempo Ordinario, a lo largo de estas semanas estaremos recordando las enseñanzas y acciones de Jesús en su vida terrenal.
Desde distintos ángulos, las tres lecturas bíblicas de este segundo domingo del Tiempo Ordinario se centran en el testimonio sobre Jesucristo. 
A la garantía de Dios a favor de su Siervo como luz de las naciones y portador de su salvación universal, y a la confesión de Pablo que se proclama apóstol de Jesucristo, se suma el espléndido testimonio de Juan el Bautista sobre Cristo Jesús como "cordero de Dios que quita el pecado del mundo".

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO
según San Juan ( Cap. 1, 29-34)
 

"En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
-Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo". Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.

Y Juan dio testimonio diciendo: -He contemplado el espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.

Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios."
PALABRA DE DIOS
GLORIA A TI SEÑOR JESUS. 


"Jesús ha venido al mundo con una misión precisa: liberarlo del pecado, cargándose las culpas de la humanidad"


Ciudad del Vaticano, 19 ene (EFE).- El papa Francisco pidió hoy acabar con "los mercaderes de carne humana que quieren esclavizar a los inmigrantes y refugiados" durante el discurso que precede al tradicional Ángelus que celebra cada domingo, en alusión al Día Internacional del Inmigrante, celebrado ayer.

En este sentido, agradeció a "todos aquellos que trabajan con los inmigrantes para defenderlos de los que el Beato Scalabrini denominó 'mercaderes de carne humana'".
"En estos momentos pensamos en tantos refugiados, en su sufrimiento, su vida, sin trabajo y sin documentos", recordó el pontífice para, después, pedir a la gente que abarrotó como cada domingo la plaza de San Pedro, dirigir una oración hacia estas personas que "viven situaciones graves y difíciles".
A ellos, a las personas que padecen esta situación, el papa instó a dar constancia de "los valores de sus culturas de origen" y "a vivir en paz en los países que les acogen".
Además, el Papa saludó desde la ventana a varias comunidades étnicas romanas que acudieron a escuchar sus palabras.
El Papa tiene prevista para la tarde de hoy (15.00 GMT) una visita a la parroquia romana del Sagrado Corazón de Jesús, donde mantendrá un encuentro con algunos inmigrantes y refugiados en la capital italiana.
Después de estas palabras, el pontífice argentino procedió a explicar el evangelio de hoy, que recuerda el encuentro entre Jesús y Juan Bautista en el río Jordán, y que da inicio al tiempo litúrgico "ordinario", posterior a la Navidad.
Sobre el Evangelio, Francisco, aludiendo al término bíblico "Cordero de Cristo", preguntó a los asistentes acerca de que creían que suponía para la Iglesia ser discípulos del "Cordero de Dios".
"En el Nuevo Testamento, el término "cordero" se utiliza siempre para referirse a Jesús. Esta imagen del cordero podría sorprender ya que no se trata de un animal fuerte y robusto que carga sobre sus espaldas con un enorme peso", indicó el Papa.
Entonces explicó desde la ventana del Apartamento Pontificio que el cordero es una criatura débil y frágil, símbolo de la obediencia, la docilidad y el amor que lleva a su propio sacrifico.
Así pues, Francisco invitó a las personas que le escuchaban a continuar con el ejemplo del "Cordero de Dios", "cambiar la maldad por la inocencia, la fuerza por el amor, la soberbia por la humildad o el prestigio por el servicio".
"Ser discípulos del Cordero significa no vivir como una ciudad asediada, sino como una ciudad sobre el monte, acogedora, abierta y solidaria", subrayó.
Por último, el papa, en el turno de saludos que pronuncia cada domingo, saludó a los peregrinos españoles procedentes de Pontevedra, La Coruña y Murcia, así como a un grupo de estudiantes de Badajoz.



¿Qué significa para la Iglesia, para nosotros, hoy, ser discípulos de Jesús Cordero de Dios? Significa poner en el lugar de la malicia, la inocencia; en el lugar de la fuerza, el amor; en el lugar de la soberbia, la humildad; en el lugar del prestigio, el servicio.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Con la fiesta del Bautismo del Señor, celebrada el pasado domingo, hemos entrado en el tiempo litúrgico llamado “Ordinario”. En este segundo domingo, el Evangelio nos presenta la escena del encuentro entre Jesús y Juan el Bautista, cerca del rio Jordán. Quien la describe es el testigo ocular, Juan Evangelista, que antes de ser discípulo de Jesús era discípulo del Bautista, junto con el hermano Santiago, con Simón y Andrés, todos de Galilea, todos pescadores. El Bautista ve a Jesús que avanza entre la multitud e, inspirado del alto, reconoce en Èl al enviado de Dios, por esto lo indica con estas palabras: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! » (Jn 1,29).

El verbo que viene traducido con “quitar”, significa literalmente “levantar”, “tomar sobre sí”. Jesús ha venido al mundo con una misión precisa: liberarlo de la esclavitud del pecado, cargándose las culpas de la humanidad. ¿De qué manera? Amando. No hay otro modo de vencer el mal y el pecado que con el amor que empuja al don de la propia vida por los demás. En el testimonio de Juan el Bautista, Jesús tiene las características del Siervo del Señor, que «soportó nuestros sufrimientos, y aguantó nuestros dolores» (Is 53,4), hasta morir sobre la cruz. Él es el verdadero cordero pascual, que se sumerge en el río de nuestro pecado, para purificarnos.

El Bautista ve ante sí a un hombre que se pone en fila con los pecadores para hacerse bautizar, si bien no teniendo necesidad. Un hombre que Dios ha enviado al mundo como cordero inmolado. En el Nuevo Testamento la palabra “Cordero” se repite varias veces y siempre en referencia a Jesús. 

Esta imagen del Cordero podría sorprender; de hecho, es un animal que no se caracteriza ciertamente por su fuerza y robustez y se carga un peso tan oprimente. La enorme masa del mal viene quitada y llevada por una creatura débil y frágil, símbolo de obediencia, docilidad y de amor indefenso, que llega hasta el sacrificio de sí misma. El Cordero no es dominador, sino dócil; no es agresivo, sino pacifico; no muestra las garras o los dientes frente a cualquier ataque, sino soporta y es remisivo.



¿Qué cosa significa para la Iglesia, para nosotros, hoy, ser discípulos de Jesús Cordero de Dios? Significa poner en el lugar de la malicia la inocencia, en el lugar de la fuerza el amor, en el lugar de la soberbia la humildad, en el lugar del prestigio el servicio. Ser discípulos del Cordero significa no vivir como una “ciudadela asediada”, sino como una ciudad colocada sobre el monte, abierta, acogedora y solidaria. Quiere decir no asumir actitudes de cerrazón, sino proponer el Evangelio a todos, testimoniando con nuestra vida que seguir a Jesús nos hace más libres y más alegres.

(Traducción del italiano: Raúl Cabrera -Radio Vaticano) 









PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO TERCERO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

ARTÍCULO 9
“CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA”

Párrafo 2
LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS, CUERPO DE CRISTO,
TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO




II. La Iglesia, Cuerpo de Cristo
La Iglesia es comunión con Jesús
787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (cf. Mc. 1,16-20; 3, 13-19); les reveló el Misterio del Reino (cf. Mt 13, 10-17); les dio parte en su misión, en su alegría (cf. Lc 10, 17-20) y en sus sufrimientos (cf. Lc 22, 28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: "Permaneced en mí, como yo en vosotros [...] Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 56).
788 Cuando fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó huérfanos (cf. Jn 14, 18). Les prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28, 20), les envió su Espíritu (cf. Jn 20, 22; Hch 2, 33). Por eso, la comunión con Jesús se hizo en cierto modo más intensa: "Por la comunicación de su Espíritu a sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo" (LG 7).
789 La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a Él: siempre está unificada en Él, en su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia "cuerpo de Cristo" se han de resaltar más específicamente: la unidad de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo Cabeza del cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo.

Cristo, Cabeza de este Cuerpo
792 Cristo "es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 18). Es el Principio de la creación y de la redención. Elevado a la gloria del Padre, "él es el primero en todo" (Col 1, 18), principalmente en la Iglesia por cuyo medio extiende su reino sobre todas las cosas.
793 Él nos une a su Pascua: Todos los miembros tienen que esforzarse en asemejarse a él "hasta que Cristo esté formado en ellos" (Ga 4, 19). "Por eso somos integrados en los misterios de su vida [...], nos unimos a sus sufrimientos como el cuerpo a su cabeza. Sufrimos con él para ser glorificados con él" (LG 7).



Hoy te bendecimos, Padre, porque Cristo Jesús, tu Hijo,
es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo;
por Él hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es el cordero pascual de la liberación, que nos restaura
a nuestra imagen original, reflejo tuyo y vocación de santidad.

Gracias, Señor, por esto y por la misión que nos confías:
ser con Cristo signo y sacramento de tu amor al hombre.
Ayúdanos a mostrar en nuestra conducta de convertidos
que Jesús resucitado ha vencido el pecado e nuestra vida,
que hemos adoptado como nuestros sus criterios y actitudes.
y que todo nuestro empeño es que venga a nosotros tu reino.

Amén.






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