domingo, 22 de junio de 2014

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO de CORPUS CHRISTI: Volvernos 'pan partido', donándonos a nuestro prójimo.

Hoy celebramos la solemnidad de Corpus Christi: el “Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo”, que realiza la Nueva Alianza que Dios hace con los hombres, sellada por la Sangre de Jesús. Proclamamos su presencia verdadera, real y sustancial bajo la forma de Pan y Vino.
Hay tres jueves en el año que brillan más que el sol: Jueves Santo,  el del día de la Ascensión. Y Corpus Christi.
Corpus Christi es el jueves posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad, que a su vez tiene lugar el domingo siguiente a Pentecostés.

La solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo es una fiesta que reaviva nuestra fe y nuestro compromiso para con el Señor. 

Ante una plaza de San Pedro repleta de peregrinos, el Papa Francisco antes de la oración del Ángelus, dedicó unas palabras a los fieles hablando del significado de la celebración del Corpus Christi.
“La comunidad eclesial se reúne alrededor de la Eucaristía para adorar el tesoro más precioso que Jesús ha dejado”. El Santo Padre recordó que “Jesús no vino a este mundo para dar algo, sino para darse a sí mismo, su vida como alimento para los que tienen fe en Él.
Esta comunión con el Señor nos compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra existencia pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es su carne”. El Pontífice explicó a los fieles, que le siguieron a pesar del calor típico del verano romano, que viviendo como explica el Evangelio “se descubre la verdadera alegría”. Resaltó que esto es un regalo que los católicos hemos recibido sin nuestro mérito.
Exhortó a rezar pidiendo a la Virgen para que nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía. 
El santo padre Francisco rezó este domingo 22, la oración del ángelus desde la ventana de su estudio que asoma a la plaza de San Pedro, en donde una multitud le esperaba. Y les dirigió las siguientes palabras:
"Queridos hermanos y hermanas,
 En Italia y en muchos otros países del mundo se celebra este domingo la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, y se usa frecuentemente el nombre en latín: Corpus Domini, o Corpus Christi. La comunidad eclesial se recoge entorno a la eucaristía para adorar el tesoro más precioso que Jesús nos ha dejado.
El Evangelio de Juan nos presente el discurso sobre el 'pan de vida', que Jesús realizó en la sinagoga de Cafarnaún, en el cual afirmó: 'Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come este pan vivirá eternamente y el pan que yo daré y mi carne para la vida del mundo”.
Jesús subraya que no vino a este mundo para traer alguna cosa, pero para darse, su vida, para nutrir a quienes tiene fe en Él. Esta comunión con el señor nos empeña a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra existencia, con nuestra actitud un pan partido para los otros, como el Maestro ha partido el pan que es su realmente su carne.
Para nosotros en cambio son las actitudes generosas hacia el prójimo las que demuestran nuestra actitud hacia los otros.
Cada vez que participamos a la Santa Misa y nos nutrimos del Cuerpo de Cristo, la presencia de Jesús y del Espíritu Santo actúa en nosotros, llena nuestro corazón, nos comunica actitudes interiores que se traducen en comportamientos según el Evangelio.
 Sobre todo la Palabra de Dios, después la fraternidad entre nosotros, el coraje del testimonio cristiano, la fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza a los desanimados, de acoger a los excluidos.
De esta manera la eucaristía hace madurar un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo acogida con el corazón abierto nos cambia, nos transforma, nos vuelve capaces de amar, no según una medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios, o sea sin medida.
¿Y cuál es la medida de Dios?, sin medida. La medida de Dios no tiene medida, todo, todo, todo. No se puede medir el amor de Dios, porque no tiene medida. Y entonces nos volvemos capaces de amar también a quien no nos ama. Y no es fácil amar a quien no nos ama, no es fácil, porque si sabemos que una persona no nos quiere, también nosotros tenemos ganas de no quererlo. Y no, tenemos que amar también a quien no nos ama de oponernos al mal con el bien, de perdonar, de compartir, de acoger.
 Gracias a Jesús y al Espíritu, también nuestra vida se vuelve “pan partido” para nuestros hermanos. Y viviendo así descubrimos la verdadera alegría, la alegría de volverse don, para devolver el gran don que nosotros recibimos primero sin tener mérito.
Es bello esto, nuestra vida se hace don, esto es imitar a Jesús.
Querría recordar dos cosas. Primero: la medida de amar a Dios es amar sin medida. ¿Está claro esto? Nuestra vida con el amor de Jesús recibiendo la eucaristía, se hace un don, como fue la vida de Jesús. No nos olvidemos de estas dos cosas: La medida del amor de Dios es amar sin medida. Siguiendo a Jesús con la eucaristía, hacemos de nuestra vida un don.
Jesús, pan de vida eterna, descendió del cielo y se hizo carne gracias a la fe de María Santísima. Después de haberlo llevado en sí con inefable amor, Ella lo ha seguido fielmente hasta la cruz y la resurrección. Pidamos a la Virgen que nos ayude a descubrir la belleza de la eucaristía, a hacerla el centro de nuestra vida, especialmente en la misa dominical y en la adoración".
El Santo Padre reza el ángelus y a continuación recuerda que "el 26 de junio próximo es la Jornada de las Naciones Unidas por las víctimas de la tortura. En esta circunstancia reitero la firme condena de todo tipo de tortura e invito a los cristianos a empeñarse para colaborar a la abolición y apoyar a las víctimas y a sus familiares. Torturar a las personas es un pecado mortal, un pecado mortal muy grave".
Y concluyó sus palabras saludando “a todos los romanos y peregrinos aquí presentes”, a los estudiantes de diversas escuelas y a algunas iniciativas varias. Y se despidió de los presentes con su “buona domenica e un buon pranzo. Arrivederci”.
Después de Angelus

Queridos hermanos y hermanas, 

 el 26 de junio será el día de Naciones Unidas por las víctimas de la tortura. En esta ocasión me lleva a reiterar la firme condena de toda forma de tortura y hago un llamamiento a los cristianos a comprometerse a cooperar para sus abolición y a apoyar las víctimas y sus familias. Torturar a las personas es un pecado mortal, un pecado muy grave.
Entrego mi saludo a todos, romanos y peregrinos. En particular, saludo a los alumnos de la escuela de oratoria de Londres, los fieles de la diócesis de Como y a los de Ormea (CN), el "coro de la alegría" de Matera, la Asociación "el arca" de Borgomanero e hijos de Massafra. También saludo a los chicos del Liceo "Canova" de Treviso, el grupo de ciclismo de San Pietro en Gu (Padua) y la iniciativa "Vivere  da Campione", que inspirado por san Juan Pablo II trajo alrededor de Italia un mensaje de solidaridad. Deseo que todos un buen el domingo y un buen almuerzo. ¡Adiós!




En la visita del papa Francisco a Calabria, en el trayecto realizado desde Cassano all'Jonio hacia Marina de Sibari, el auto se detuvo en la iglesia parroquial San Giuseppe, donde el fue asesinado el 3 de marzo pasado por un inmigrante, el sacerdote diocesano Lazzaro Longobardi.
 Llegado a la planicie del ex área industrial, en la Piana di Sibari, a las 16 horas, el papa Francisco presidió la santa misa, concelebrada con los obispos de Calabria y cientos de sacerdotes. El evangelio fue proclamado en griego, porque en esta región existen comunidades de origen albanés pertenecientes a los ritos católicos orientales.
El Papa dirigió a los fieles la siguiente homilía, en la que improvisó algunas frases muy duras contra la criminalidad, la mafia local llamada N'drangheta.
Palabras del Santo Padre
“En la fiesta del Corpus Domini celebramos a Jesús 'pan vivo bajado del cielo', alimento para nuestra hambre de vida eterna, fuerza para nuestro camino. Agradezco al Señor que hoy me permite celebrar el Corpus Christi con ustedes, hermanos y hermanas de esta Iglesia que está en Cassano all Jonio.
La de hoy es la fiesta en la cual la Iglesia alaba al Señor por el don de la Eucaristía. Mientras que el jueves santo recordamos su institución en la Última Cena, hoy predomina la acción de gracias y la adoración. De hecho es tradicional en este día la procesión con el Santísimo Sacramento. Adorar a Jesús Eucaristía y caminar con Él. Estos son dos aspectos inseparables de la fiesta de hoy, dos aspectos que dan fisonomía a toda la vida del pueblo cristiano: un pueblo que adora a Dios y camina con Él, que no se queda quieto, camina.
Primero de todo nosotros somos un pueblo que adora a Dios. Nosotros adoramos a Dios que es amor, que en Jesucristo se ha dado a sí mismo por nosotros, se ha ofrecido en la cruz para expiar nuestros pecados y por la potencia de este amor ha resucitado de la muerte y vive en su Iglesia. Nosotros no tenemos otro Dios fuera de esto.
Cuando a la adoración del Señor se sustituye la adoración del dinero, se abre el camino al pecado, al interés personal y al abuso.. Cuando no se adora a Dios, el Señor, uno se vuelve adoradore del mal, como los que viven de criminalidad y violencia.
Vuestra tierra tan hermosa conoce las heridas de este pecado, la N'drangheta es esto: la adoración del mal y el desprecio del bien común. (aplausos) Este mal se combate, se aleja, es necesario decirle No. La Iglesia que está tan empeñada en educar a las conciencias tiene siempre que emplearse para que el bien pueda prevalecer. Nos lo piden nuestros jóvenes, lo solicitan nuestros jóvenes necesitados de esperanza. Para responder a estas exigencias la fe nos puede ayudar. Los que han tomado este mal camino en su vida, como los mafiosos, no están en comunión con Dios, están excomulgados.
Hoy lo confesamos con la mirada dirigida a Corpus Crhisti, al sacramento del altar. Y por esta fe nosotros renunciamos a Satanás y a todas sus seducciones, a los ídolos, al dinero, a la vanidad del poder. Nosotros cristianos no queremos adorar nada ni nadie en este mundo que no sea Jesucristo y que está presente en la sagrada eucaristía.
Quizás no siempre nos damos cuenta hasta el fondo de lo que significa esto, de las consecuencias que tiene o debería tener esta nuestra profesión de fe.
Esta fe en la presencia real de Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre en el pan y vino consagrado, es auténtica si nos empeñamos a caminar detrás de Él y con Él. Adorar y caminar. Un pueblo que adora y un pueblo que camina.
Caminar con Él y detrás de Él, intentando poner en práctica su mandamiento, el que ha dado a los discípulos justamente en la Última Cena. 'Como yo les he amado, así ustedes ámense los unos a los otros'. El pueblo que adora a Dios en la eucaristía es el pueblo que camina en la caridad. Adorar a Dios en la eucaristía, caminar con Dios en la caridad fraterna.
Hoy como obispo de Roma estoy aquí para confirmarlos no solamente en la fe pero también para acompañarles y animarles en el camino con Jesús Caridad.
Quiero expresar mi apoyo al obispo, a los presbíteros y diáconos de esta Iglesia, y también a la Eparchia de Lungro, de rica tradición griego-bizantina. Y lo hago extensivo a todos, los pastores y fieles de la Iglesia en Calabria, empeñada con coraje en la evangelización y en favorecer estilos de vida e iniciativas que pongan al centro las necesidades de los pobres y de los últimos. Y lo extiendo también a las autoridades civiles que intentan vivir el empeño político y administrativo para dar un servicio al bien común.
Les animo a todos a dar testimonio de solidaridad concreta con los hermanos, especialmente con los más necesitados de justicia, de esperanza, de ternura. La ternura de Jesús, la ternura eucarística, este amor tan delicado, tan fraternal y tan puro.
Gracias a Dios hay tantas señales de esperanza en vuestras familias, en las parroquias, en las asociaciones, en los movimientos eclesiales. El Señor Jesús no deja de suscitar gestos de caridad en su pueblo en camino.
Un signo concreto de esperanza es el Proyecto Policoro, para jóvenes que quieren ponerse en juego y crear posibilidades de trabajar para si y para los otros. Ustedes queridos jóvenes, no se dejen robar la esperanza. Lo he dicho tantas veces y lo repito: no se dejen robar la esperanza.
Adorando a Jesús en vuestros corazones y quedando unidos a Él sabrán oponerse al mal, a las injusticias, a la violencia con la fuerza del bien, de la verdad y de la belleza.
Queridos hermanos y hermanas, la eucaristía nos ha reunido aquí. El Cuerpo del Señor hace de nosotros una sola cosa, una sola familia. El Pueblo de Dios reunido en torno a Jesús, pan de vida.
Lo que he dicho a los jóvenes lo digo también a todos: si adorarán a Cristo y caminarán atrás de Él, y con Él, vuestra Iglesia diocesana y estas parroquias crecerán en la fe y en la caridad, en la alegría de evangelizar. Serán una Iglesia en la cual padres, madres, sacerdotes, religiosos, catequistas, niños, ancianos, jóvenes caminan uno al lado del otro, se apoyan, se ayudan, se aman como hermanos, especialmente en los momentos de dificultad.
María nuestra Madre, mujer eucarística, que se venera en tantos santuarios, especialmente en el de Castrovillari, les precede en esta peregrinación de la fe. Ella les ayude siempre a quedarse unidos para que, también a través de vuestro testimonio, el Señor pueda continuar a dar la vida al mundo. Que así sea”.




SEGUNDA PARTE 
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO

SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

ARTÍCULO 3
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

I. La Eucaristía, fuente y culmen de la vida eclesial
1324 La Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11). "Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (PO 5).
1325 "La comunión de vida divina y la unidad del Pueblo de Dios, sobre los que la propia Iglesia subsiste, se significan adecuadamente y se realizan de manera admirable en la Eucaristía. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre" (Instr. Eucharisticum mysterium, 6).
1326 Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (cf 1 Co 15,28).
1327 En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: "Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses 4, 18, 5).
III. La Eucaristía en la economía de la salvación
Los signos del pan y del vino
1333 En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de Él, hasta su retorno glorioso, lo que Él hizo la víspera de su pasión: "Tomó pan...", "tomó el cáliz lleno de vino...". Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación. Así, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf Sal 104,13-15), fruto "del trabajo del hombre", pero antes, "fruto de la tierra" y "de la vid", dones del Creador. La Iglesia ve en en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que "ofreció pan y vino" (Gn 14,18), una prefiguración de su propia ofrenda (cf Plegaria Eucaristía I o Canon Romano, 95; Misal Romano).
1334 En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una nueva significación en el contexto del Éxodo: los panes ácimos que Israel come cada año en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Egipto. El recuerdo del maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la Palabra de Dios (Dt 8,3). Finalmente, el pan de cada día es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la fidelidad de Dios a sus promesas. El "cáliz de bendición" (1 Co 10,16), al final del banquete pascual de los judíos, añade a la alegría festiva del vino una dimensión escatológica, la de la espera mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó su Eucaristía dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz.
1335 Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía (cf. Mt 14,13-21; 15, 32-29). El signo del agua convertida en vino en Caná (cf Jn 2,11) anuncia ya la Hora de la glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las bodas en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo (cf Mc 14,25) convertido en Sangre de Cristo.
1336 El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la pasión los escandalizó: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6,60). La Eucaristía y la cruz son piedras de escándalo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de división. "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6,67): esta pregunta del Señor resuena a través de las edades, como invitación de su amor a descubrir que sólo Él tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6,68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a Él mismo.




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