domingo, 23 de noviembre de 2014

Ángelus del Papa Francisco en la Solemnidad de Cristo Rey, domingo 23-11-2014: “El reino de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, es reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz», de «cercanía y ternura”.


 La Iglesia celebra hoy la Solemnidad de Jesucristo 
Rey del Universo, fiesta creada por Pío XI en 1925 y situada como frontera de tiempos y espacios –del Tiempo Ordinario al Adviento que marca un nuevo año litúrgico—que marca final y principio.
El reinado de Cristo es de paz, de justicia y de amor, y comienza en nuestro corazón, y a partir de ahí podemos llevarlo a los demás, a la sociedad y al mundo global.

Profesar la fe en el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo, es creer en un Dios que es AMOR: por Amor al Padre envía a su Hijo para nuestra salvación, el Hijo nos redime y el Espiritu nos sostiene a la espera de la vuelta de Cristo. Esta fe renueva la Iglesia y la envía a testimoniar la Palabra salvadora de Dios.

La institución de esta fiesta es relativamente moderna: la proclamó el Papa Pío XI, al finalizar el Año Santo de 1925, para expresar que Jesús está en el principio y en la plenitud de nuestra fe. Después del Concilio Vaticano II (1965) dicha fiesta se celebra el último domingo del tiempo ordinario.
La Liturgia de hoy contribuye a darnos un cuadro bastante completo del sentido de la realeza de Cristo, que no es puramente la afirmación de su soberanía y su dominio sobre los seres humanos y sobre las cosas, sino sobre todo una afirmación de su amor. Su reinado es un reinado participativo, al que invita a todos los creyentes.

Pero la realeza de Cristo sorprende. No es de poder, sino de mansedumbre. No es de mando, sino de servicio. No es de lujo, ni de ostentación, sino de pobreza y humildad. De ahí pues la singularidad de esta celebración que debemos asumir con entrega y emoción. Y ya queda dicho: iniciamos el domingo próximo, el día 30, el Adviento y el Ciclo B. Iniciaremos, pues, un tiempo de esperanza y alegría.

En este Domingo, el anuncio evangélico tiene dos perspectivas destacadas: la contemplación de Cristo Rey y el retorno del Señor con el juicio final, que prolonga los Domingos anteriores.
En el Anuncio Evangélico del Juicio final, se destacan: la Realeza de Cristo y el amor a los necesitados. La primera pide adoración, “silencio respetuoso [de todo el ser] ante el Dios ``siempre mayor''”. El segundo, renuncia al ansia de poseer que ha de redundar en la comunicación de bienes.

El reino de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, es reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz», de «cercanía y ternura», reiteró el Papa Francisco en esta solemnidad.
En su homilía, en la celebración de la Eucaristía con el rito de canonización de seis nuevos santos de la Iglesia universal, el Sucesor de Pedro hizo hincapié en que las Lecturas nos muestran cómo Jesús ha realizado su reino; cómo lo realiza en el devenir de la historia y qué cosa nos pide a nosotros hoy. Una vez más de miles de peregrinos de tantas partes del mundo, acudieron en esta mañana romana a la Plaza de San Pedro, engalanada con las imágenes de los nuevos santos.
Ante todo, Jesús ha realizado su reino con ternura y cercanía. Es un Pastor lleno de amor para su rebaño. Lo apacienta y cuida, busca a la oveja perdida, cura a la herida y enferma, recordó el Papa y señaló que cuantos en la Iglesia están llamados a ser pastores, no se pueden alejar de este modelo, si no se quieren volver mercenarios. «En este contexto, el Pueblo de Dios tiene un olfato infalible para reconocer a los buenos pastores y distinguirlos de los mercenarios».
«Jesús no es un rey a la manera de este mundo: para Él reinar no es mandar, sino obedecer al Padre, entregarse a Él para que se cumpla su diseño de amor y de salvación», destacó luego el Santo Padre, reflexionando sobre cómo después de su Resurrección, es decir de su victoria, Jesús lleva adelante su reino.
Reflexionando con el Evangelio sobre lo que Jesús nos pide hoy, el Obispo de Roma subrayó que la salvación comienza con la imitación de las obras de misericordia con la cuales Él ha realizado el Reino. Haciéndonos concretamente prójimo de los hermanos que piden pan, vestido, acogida, solidaridad. Y si verdaderamente amamos a ese hermano sentiremos el impulso de compartir con él lo más precioso que tenemos, «es decir al mismo Jesús y su Evangelio».
El Papa destacó que la Iglesia presenta a los nuevos santos que canonizó en esta solemnidad de Cristo Rey como modelos, que mediante las obras de una generosa entrega a Dios y a los hermanos, han sido servidores del reino de Dios y han llegado a ser sus herederos. Con su amor a Dios y al prójimo, sirvieron a los últimos, a los necesitados, a los enfermos, a los ancianos, a los peregrinos. Sigamos sus huellas – invitó el Santo Padre - invocando la guía de la Madre de Dios, Reina de todos los Santos
Los seis nuevos santos canonizados por el Papa Francisco son: Giovanni Antonio Farina, Obispo de Vicenza, Fundador de las Religiosas Maestras de Santa Dorotea Hijas de los Sagrados Corazones; Kuriakose Elías Chavara de la Sagrada Familia, sacerdote, Fundador de la Congregación de los Carmelitas de María Inmaculada; Ludovico de Casoria, sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores, Fundador de la Congregación de las Religiosas Franciscanas Elisabetianas; Nicola de Longobardi, oblato profeso de la Orden de los Mínimos; Eufrasia Eluvathingal del Sagrado Corazón, de la Congregación de las Religiosas de la Madre del Carmelo y Amato Ronconi, de la Tercera Orden de San Francisco, Fundador del Hospital de los Pobres Peregrinos en Saludecio, ahora “Casa para ancianos Obra Pía del Beato Amato Ronconi”.

Homilía completa del Papa Francisco 

La Liturgia hoy nos invita a fijar la mirada en Jesús como Rey del Universo. La bella oración del Prefacio nos recuerda que su reino es «reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz». Las lecturas que hemos escuchado nos muestran como Jesús ha realizado su reino; como lo realiza en el devenir de la historia; y que nos pide a nosotros.
Sobre todo, como Jesús ha realizado el reino: lo ha hecho con la cercanía y ternura hacia nosotros. Él es el Pastor, del cual nos ha hablado el profeta Ezequiel en la primera lectura (cfr. 34,11-12.15-17). Todo este pasaje esta tejido por verbos que indican la atención y el amor del Pastor a su rebaño: buscar, vigilar, reunir, llevar al pasto, hacer reposar, buscar la oveja perdida, encontrar la que se había perdido, vendar las heridas, sanar a la enferma, cuidarlas, pastorear. Todas estas actitudes se han hecho realidad en Jesucristo: Él es verdaderamente el “gran Pastor de las ovejas y guardián de nuestras almas” (cfr. Eb 13,20; 1Pt 2,25).
Y cuantos en la Iglesia estamos llamados a ser pastores, no podemos  separarnos de este modelo, si no queremos convertirnos en mercenarios. Al respecto, el pueblo de Dios posee un olfato infalible en reconocer los buenos pastores y distinguirlos de los mercenarios.
Después de su victoria, es decir después de su Resurrección, ¿cómo Jesús lleva adelante su reino? El apóstol Pablo, en la primera Carta a los Corintios, dice: «Es necesario que Él reine hasta que no haya puesto a todos sus enemigos bajo sus pies» (15,25). Es el Padre que poco a poco ha puesto todo bajo el Hijo, y al mismo tiempo el Hijo pone todo bajo el Padre, y al final también Él mismo. Jesús no es un rey a la manera de este mundo: para Él reinar no es mandar, sino obedecer al Padre, entregarse a Él, para que se cumpla su diseño de amor y de salvación. De este modo existe plena reciprocidad entre el Padre y el Hijo. Por lo tanto el tiempo del reino de Cristo es el largo tiempo de la sumisión de todo al Hijo y de la entrega de todo al Padre. «El último enemigo en ser vencido será la muerte» (1 Cor 15,26). Y al final, cuando todo será puesto bajo la majestad de Jesús, y todo, también Jesús mismo, será puesto bajo el Padre, Dios será todo en todos (cfr. 1 Cor 15, 28).

El Evangelio nos dice que cosa nos pide el reino de Jesús a nosotros: nos recuerda que la cercanía y la ternura son la regla de vida también para nosotros, y sobre esto seremos juzgados. Este será el protocolo de nuestro juicio. Es la gran parábola del juicio final de Mateo 25. El Rey dice: «Vengan, benditos de mi Padre, tomen en posesión el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era forastero y me acogiste, estaba desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme» (25,34-36). Los justos le preguntaran: ¿cuándo hicimos todo esto? Y Él responderá: «En verdad les digo: que cuanto hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron» (Mt 25,40).

La salvación no comienza en la confesión de la soberanía de Cristo, sino en la imitación de las obras de misericordia mediante las cuales Él ha realizado el Reino. Quien las cumple demuestra de haber acogido la realiza de Jesús, porque ha hecho espacio en su corazón a la caridad de Dios. Al atardecer de la vida seremos juzgados sobre el amor, sobre la projimidad y sobre la ternura hacia los hermanos. De esto dependerá nuestro ingreso o no en el reino de Dios, nuestra ubicación de una o de otra parte. Jesús, con su victoria, nos ha abierto su reino, pero está en cada uno de nosotros entrar o no, ya a partir de esta vida – el Reino inicia ahora – haciéndonos  concretamente prójimo al hermano que pide pan, vestido, acogida, solidaridad, catequesis. Y si verdaderamente amamos a este hermano o aquella hermana, seremos impulsados a compartir con él o con ella lo más precioso que tenemos, es decir ¡Jesús mismo y su Evangelio!
Hoy la Iglesia nos pone delante como modelos los nuevos Santos que, mediante las obras de generosa dedicación a Dios y a los hermanos, han servido, cada uno en su propio ámbito, el reino de Dios y se han convertido en herederos. Cada uno de ellos ha respondido con extraordinaria creatividad al mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Se han dedicado sin reparo al servicio de los últimos, asistiendo a los indigentes, a los enfermos, a los ancianos, a los peregrinos. Su predilección por los pequeños y por los pobres era el reflejo y la medida del amor incondicional a Dios. De hecho, han buscado y descubierto la caridad en la relación fuerte y personal con Dios, de la cual surge el verdadero amor por el prójimo. Por eso, en la hora del juicio, han escuchado esta dulce invitación: «Vengan, benditos de mi Padre, tomen en posesión el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo» (Mt 25,34).
Con el rito de canonización, una vez más hemos confesado el misterio del reino de Dios y honorado a Cristo Rey, Pastor lleno de amor por su grey. Que los nuevos Santos, con su ejemplo y su intercesión, hagan crecer en nosotros la alegría de caminar en la vía del Evangelio, la decisión de asumirlo como la brújula de nuestra vida. Sigamos sus huellas, imitemos su fe y su caridad, para que también nuestra esperanza se llene de inmortalidad. No nos dejemos distraer por otros intereses terrenos y pasajeros. Y nos guie en el camino hacia el reino de los Cielos la Madre, Reina de todos los Santos.









Este domingo, en una mañana romana lluviosa, miles de fieles y peregrinos de diferentes partes del mundo, acudieron a la Plaza de San Pedro, en el día que la Iglesia celebra la Solemnidad de Cristo Rey del universo, el Papa Francisco presidió la Misa de canonización de seis nuevos Santos. Antes de la Oración del Ángelus y al final de la eucaristía, el Obispo de Roma resaltó el ejemplo de vida de los nuevos Santos, animando al pueblo italiano a “reavivar el espíritu de colaboración y de concordia por el bien común y a mirar con esperanza al futuro, confiando en la cercanía de Dios – dijo el Papa – que jamás nos abandona, incluso en los momentos difíciles”. Asimismo, Francisco invitó a los cristianos de la India a pedir al Señor les “conceda un nuevo impulso misionero a la Iglesia que está en esa región, para que inspirándose en sus ejemplos de concordia y de reconciliación, los cristianos de la India prosigan en el camino de la solidaridad y de la convivencia fraterna”. Finalmente el Santo Padre saludó a todos aquellos que se dieron cita en el Santuario de Roma para rendir homenaje a los cristianos que fueron elevados a los altares. Luego, el Papa Francisco invitó a todos los presentes a dirigirnos “Con amor filial… a la Virgen María, Madre de la Iglesia, Reina de los santos y modelo de todos los cristianos”.

El santo padre Francisco, tras celebrar la santa misa en la explanada delante de la basílica de San Pedro y proclamar santos a cuatro beatos italianos y dos de la India, rezó el ángelus junto a los miles de peregrinos allí presentes y les dirigió las siguientes palabras:

Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus


Al final de esta celebración, deseo saludar a todos ustedes que han venido a rendir homenaje a los nuevos Santos, de modo especial a las Delegaciones Oficiales de Italia y de la India.
El ejemplo de cuatro Santos italianos, nacidos en las Provincias de Vicenza, Nápoles, Cosenza, y Rímini, ayudan al querido pueblo italiano a reavivar el espíritu de colaboración y de concordia por el bien común y a mirar con esperanza el futuro, en unidad, confiando en la cercanía de Dios que jamás nos abandona, incluso en los momentos difíciles.
Por intercesión de los dos Santos indianos, provenientes de Kerala, gran tierra de fe y de vocaciones sacerdotales y religiosas, el Señor conceda un nuevo impulso misionero a la Iglesia que está en India – ¡que es tan buena! – para que inspirándose en sus ejemplos de concordia y de reconciliación, los cristianos de la India prosigan en el camino de la solidaridad y de la convivencia fraterna.

Saludo con afecto a los Cardenales, los Obispos, los Sacerdotes, como también a las familias, los grupos parroquiales, las Asociaciones y las escuelas presentes. Con amor filial nos dirigimos ahora a la Virgen María, Madre de la Iglesia, Reina de los santos y modelo de todos los cristianos.
Les deseo un buen domingo, en paz, con la alegría de estos nuevos Santos. Les pido, por favor, recen por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!
 FUENTE




PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS

ARTÍCULO 2
“Y EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR”


IV. Señor

 450 Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia (cf. Ap 11, 15) significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor" (cf. Mc 12, 17; Hch 5, 29). " La Iglesia cree que la clave, el centro y el fin de toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro" (GS 10, 2; cf. 45, 2).

ARTÍCULO 7
“DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS”

I. Volverá en gloria
Cristo reina ya mediante la Iglesia ...
668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está "por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf. Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 27-28) y de la historia. En Él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1, 10), su cumplimiento transcendente.
669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf. Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf. Ef 4, 11-13). "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio"(LG 3), "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).
II. «Para juzgar a vivos y muertos»
678 Siguiendo a los profetas (cf. Dn 7, 10; Jl 3, 4; Ml 3,19) y a Juan Bautista (cf. Mt 3, 7-12), Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno (cf. Mc 12, 38-40) y el secreto de los corazones (cf. Lc 12, 1-3; Jn 3, 20-21; Rm 2, 16; 1 Co 4, 5). Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (cf Mt 11, 20-24; 12, 41-42). La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (cf. Mt 5, 22; 7, 1-5). Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40).
679 Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio al Hijo" (Jn 5, 22; cf. Jn 5, 27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2 Tm 4, 1). Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3,17) y para dar la vida que hay en él (cf. Jn 5, 26). Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf. Jn 3, 18; 12, 48); es retribuido según sus obras (cf. 1 Co 3, 12- 15) y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (cf. Mt 12, 32; Hb 6, 4-6; 10, 26-31).

 TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
SEGUNDA SECCIÓN
LOS DIEZ MANDAMIENTOS

CAPÍTULO PRIMERO
«AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA Y CON TODAS TUS FUERZAS»

ARTÍCULO 1
EL PRIMER MANDAMIENTO


El deber social de la religión y el derecho a la libertad religiosa

2105 El deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado. Esa es “la doctrina tradicional católica sobre el deber moral de los hombres y de las sociedades respecto a la religión verdadera y a la única Iglesia de Cristo” (DH 1). Al evangelizar sin cesar a los hombres, la Iglesia trabaja para que puedan “informar con el espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno vive” (AA 13). Deber social de los cristianos es respetar y suscitar en cada hombre el amor de la verdad y del bien. Les exige dar a conocer el culto de la única verdadera religión, que subsiste en la Iglesia católica y apostólica (cf DH 1). Los cristianos son llamados a ser la luz del mundo (cf AA 13). La Iglesia manifiesta así la realeza de Cristo sobre toda la creación y, en particular, sobre las sociedades humanas (cf León XIII, Carta enc. Immortale Dei; Pío XI, Carta enc. Quas primas).

CAPÍTULO SEGUNDO
«AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO»

ARTÍCULO 8
EL OCTAVO MANDAMIENTO




I. Vivir en la verdad
2469 “Los hombres [...] no podrían vivir juntos si no tuvieran confianza recíproca, es decir, si no se manifestasen la verdad” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 109, a. 3 ad 1). La virtud de la veracidad da justamente al prójimo lo que le es debido; observa un justo medio entre lo que debe ser expresado y el secreto que debe ser guardado: implica la honradez y la discreción. En justicia, “un hombre debe honestamente a otro la manifestación de la verdad” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 109, a. 3).

 CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA
PRIMERA SECCIÓN
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA

CAPÍTULO PRIMERO
LA REVELACIÓN DE LA ORACIÓN

ARTÍCULO 3
EN EL TIEMPO DE LA IGLESIA

 I. La bendición y la adoración

2628 La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios “siempre [...] mayor” (San Agustín, Enarratio in Psalmum 62, 16). La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.





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