domingo, 22 de febrero de 2015

Ángelus del papa Francisco en el 1º Domingo de Cuaresma: "Volver con todo el corazón a Dios".


En este primer domingo de Cuaresma, ya se nos avisa de la necesidad de orar para no caer en tentación. La fortaleza nos la dará Cristo, somos tentados por mil demonios distintos en nuestros quehaceres diarios y la tentación nos acecha constantemente. 

La Cuaresma que iniciamos es el camino hacia la plena luz de Pascua, es decir, hacia la renovación de la alianza bautismal con Dios. Para alcanzar esa meta hemos de convertirnos y creer la Buena Noticia. Hoy las lecturas nos dan los grandes temas de Cuaresma para nuestra meditación: el bautismo y la conversión. Como en el día de Noé, Dios hizo con Noé una alianza y también con nosotros. Él siempre es fiel a su palabra. A pesar de que hemos sido bautizados e el Espíritu, tenemos que luchar contra el poder del mal.


En el Evangelio de hoy, el evangelista Marcos nos presenta una corta escena de las tentaciones de Cristo en el desierto, tentaciones de la carne, el poder, el orgullo. Cristo empezó su ministerio diciendo: "Conviértanse y acepten mi Palabra", "Conviértete y cree en el Evangelio", nos decía el ministro cuando nos impuso la ceniza el miércoles pasado. Tenemos que creer en Jesús para salvarnos.
El espíritu empujó a Jesús al desierto, se dejó tentar por Satanás, era necesario clarificar el camino que el Padre señalaba. Superada la crisis Jesús empezó a proclamar la buena noticia del reino de Dios. Hemos de prepararnos porque todo va a ser nuevo.




“Volver decididamente al camino de Jesús, el camino que conduce a la vida”, es según el Papa Francisco el significado de este primer domingo de Cuaresma. Así lo explicó durante la hora del Ángelus ante una plaza de San Pedro repleta de fieles a pesar del mal tiempo. Explicando el sentido de este tiempo litúrgico, el Obispo de Roma habló del periodo que pasó Jesús en el desierto, después de su bautismo en el río Jordán y la dura prueba que superó en soledad contra las tentaciones. El desierto, recuerda Francisco, es un lugar donde se puede escuchar la voz del Señor, pero también la voz del tentador, y por esto es importante, aseguró, conocer las escrituras, porque “de otra manera no sabemos responder a las trampas del maligno”.
Antes de rezar la oración mariana, el Pontífice encomendó a la Virgen la semana de ejercicios espirituales que comienza este domingo en la cual el Papa participará junto con sus colaboradores de la Curia Romana. 

El papa Francisco se alejará del Vaticano por unos días junto con sus asesores, según dijo, para "corregir los muchos defectos que todos tenemos".
Francisco dijo a decenas de miles de romanos, turistas y peregrinos en la Plaza de San Pedro que en las próximas horas él y sus principales asesores iniciarán un retiro espiritual. Hasta el viernes por la mañana se dedicarán a escuchar reflexiones, meditar y rezar en Ariccia, un suburbio romano.
No dijo cuáles eran los "defectos". Pero en sus casi dos años de pontificado, Francisco ha advertido a los prelados del Vaticano sobre el arribismo, la arrogancia, la hipocresía, la corrupción y el estar más dispuesto a juzgar que a mostrar compasión.


Finalmente, Francisco saludó detalladamente a algunas de las familias y grupos parroquiales llegados hasta la Plaza de San Pedro, y les anunció que se les entregaría un pequeño libro titulado “Custodia el corazón”, ya que “La Cuaresma es un camino de conversión que tiene como centro el corazón” y con él, explica el Obispo de Roma, tendrán la ayuda para la conversión y el crecimiento espiritual. “La humanidad tiene necesidad de justicia, de paz, y sólo las podrán tener volviendo con todo el corazón a Dios, que es la fuente”, añadió.  













Texto completo de las palabras del Papa a la hora del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El miércoles pasado, con el rito de las Cenizas, ha comenzado la Cuaresma y hoy es el primer domingo de este tiempo litúrgico que se refiere a los cuarenta días transcurridos por Jesús en el desierto, después del bautismo en el río Jordán. San Marcos escribe en el Evangelio de hoy: “En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían” (1, 12-13). Con estas pocas palabras el evangelista describe la prueba afrontada voluntariamente por Jesús, antes de iniciar su misión mesiánica. Es una prueba de la cual el Señor sale victorioso y que lo prepara a anunciar el Evangelio del Reino de Dios. Él, en aquellos cuarenta días de soledad, enfrentó a Satanás “cuerpo a cuerpo”, desenmascaró sus tentaciones y lo venció. Y en Él hemos vencido todos, pero nos toca a nosotros proteger en nuestro cotidiano esta victoria.
La Iglesia nos hace recordar tal misterio al comienzo de la Cuaresma, porque ello nos da la perspectiva y el sentido de este tiempo, que es tiempo de lucha – en la Cuaresma se debe luchar – un tiempo de lucha espiritual contra el espíritu del mal (cfr Oración colecta del Miércoles de Cenizas). Y mientras atravesamos el ‘desierto’ cuaresmal, tenemos la mirada dirigida hacia la Pascua, que es la victoria definitiva de Jesús contra el Maligno, contra el pecado y contra la muerte. He aquí entonces el significado de este primer domingo de Cuaresma: volver decididamente al camino de Jesús, el camino que conduce a la vida. Mirar a Jesús, qué ha hecho Jesús e ir con Él.

Y este camino de Jesús pasa a través del desierto. El desierto es el lugar en el cual se puede escuchar la palabra de Dios y la voz del tentador. En el rumor, en la confusión, esto no se puede hacer; se escuchan sólo las voces superficiales. En cambio, en el desierto, podemos bajar en profundidad, donde se juega verdaderamente nuestro destino, la vida o la muerte. ¿Y cómo escuchamos la voz de Dios? La escuchamos en su Palabra. Por esto es importante conocer las Escrituras, porque de otra manera no sabemos responder a las insidias del Maligno. Y aquí quisiera volver a mi consejo de leer cada día el Evangelio: cada día leer el Evangelio, meditarlo un poquito, diez minutos; y llevarlo también siempre con nosotros: en el bolsillo, en la cartera… Tener siempre el Evangelio a mano. El desierto cuaresmal nos ayuda a decir no a la mundanidad, a los ‘ídolos’, nos ayuda a hacer elecciones valientes conformes al Evangelio y a reforzar la solidaridad con los hermanos.
Entonces, entremos en el desierto sin miedo, porque no estamos solos: estamos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu Santo. Es más, como fue para Jesús, es precisamente el Espíritu Santo que nos guía en el camino cuaresmal, aquel mismo Espíritu descendido sobre Jesús y que nos ha sido donado en el Bautismo. La Cuaresma, por lo tanto, es un tiempo propicio que debe conducirnos a tomar siempre más conciencia de cuánto el Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, ha obrado y puede obrar en nosotros. Y al final del itinerario cuaresmal, en la Vigilia Pascual, podremos renovar con mayor conciencia la alianza bautismal y los compromisos que de ella derivan.
Que la Virgen Santa, modelo de docilidad al Espíritu, nos ayude a dejarnos conducir por Él, que quiere hacer de cada uno de nosotros una “nueva creatura”.
A Ella confío en particular, esta semana de Ejercicios Espirituales que iniciará esta tarde y en la cual tomaré parte junto con mis colaboradores de la Curia Romana.  Recen para que en este ‘desierto’ que son los Ejercicios podamos escuchar la voz de Jesús y también corregir tantos defectos que todos nosotros tenemos, y hacer frente a las tentaciones que cada día nos atacan. Les pido, por lo tanto, que nos acompañen con su oración.




Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,
Dirijo un cordial saludo a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones y a todos los peregrinos de Roma, de Italia y de diversos países.
Saludo a los fieles de Nápoles, Cosenza y Verona, y a los chicos de Seregno venidos por la profesión de fe.
 La Cuaresma es un camino de conversión que tiene como centro el corazón. Nuestro corazón se debe convertir al Señor. Por eso, en este primer domingo, he pensado en regalarles a ustedes que están aquí en plaza, un pequeño libro de bolsillo titulado Custodia el corazón. Es esto. Este libro recopila algunas enseñanzas de Jesús y los contenidos esenciales de nuestra fe, como por ejemplo los siete Sacramentos, los dones del Espíritu Santo, los diez Mandamientos, la virtud, los trabajos de misericordia, etc. Ahora lo distribuirán los voluntarios, entre los cuales hay muchas personas sin techo, que han venido en peregrinación. Y como siempre también hoy aquí en plaza, aquellos que son la necesidad, son los mismos que traen una gran riqueza: La riqueza de nuestra doctrina, para custodiar el corazón. Tomen un libro cada uno y llévenlo con ustedes, como ayuda para la conversión y el crecimiento espiritual, que parte siempre del corazón: allí donde se juega la partida de las elecciones cotidianas entre bien y mal, entre mundanidad y Evangelio, entre indiferencia y compartir. La humanidad necesita justicia, paz, amor y sólo los podrán tener volviendo con todo el corazón a Dios, que es la fuente de todo esto. Tomad el libro, y leedlo todos.
Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, especialmente en esta semana de los Ejercicios, no olviden rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!

Un libro de bolsillo el regalo para los fieles

 reunidos en la plaza de San Pedro para 

Custodiar el corazón


«Tenemos que convertirnos en cristianos valientes». 
Es ese el programa trazado por el Papa Francisco en la primera página del libro en formato de bolsillo que regaló a los fieles reunidos en la plaza de san Pedro para el Angelus Domini del I domingo de Cuaresma.

Sí, ¿pero cómo se llega a ser valientes? Partiendo del corazón. En efecto, la etimología enseña que valentía/coraje viene del latín cor, precisamente el corazón. Por lo tanto, la valentía es una acción del corazón. No por casualidad las treinta páginas del libro de bolsillo llevan el título «Custodia el corazón».

Con esta cálida y directa exhortación, el Papa Francisco quiere invitar a cada uno de nosotros, tratándonos de tú, a que nos convirtamos en cristianos valientes practicando lo que creemos. Su consejo es que nos dediquemos a la formación del corazón, para que sea semejante al de Jesús, el Buen Pastor, a quien se hace referencia en la portada con la ilustración de un fresco de las Catacumbas de San Calixto que lo representa con una oveja sobre los hombros y otras dos que orientan su cabeza hacia Él.

La Cuaresma, por lo demás, hace resonar cada año el llamamiento a convertir la vida partiendo del corazón, allí donde se juega el partido de las opciones concretas, cotidianas, entre el bien y el mal, entre mundanidad y Evangelio, entre indiferencia y capacidad de compartir, entre cerrazón egoísta y generosa apertura a Dios y al prójimo. Lo recordaba el Papa en el Mensaje de este año: «deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia».

En este sentido, el libro de bolsillo presenta ante todo algunos matices de la enseñanza de Jesús a los discípulos, tomada de los capítulos 5-7 del Evangelio de san Mateo (las bienaventuranzas, sed perfectos, perdonad, acumulad tesoros en el cielo, no juzguéis, la regla de oro, cumplid la voluntad del Padre), resumido en el mandamiento nuevo: «como yo os he amado, amaos también los unos a los otros. En esto sabrán todos que sois mis discípulos» (Jn 13, 34-35).

Así, se hace referencia a las fórmulas esenciales de la fe profesada, celebrada y practicada: el Credo (Símbolo de los Apóstoles) y los misterios principales de la fe; las tres virtudes teologales (fe, esperanza, caridad); los siete sacramentos; los siete dones y los doce frutos del Espíritu Santo; los diez mandamientos y los cinco preceptos; las obras de misericordia corporales y espirituales; las cuatro virtudes cardinales y los siete vicios capitales. La fuente a la que se recurre para breves explicaciones es el Catecismo de la Iglesia católica.

Se proponen luego dos prácticas espirituales, heredadas de la tradición y de invariada actualidad: son la lectio divina, o sea un modo para escuchar y asimilar lo que sale de la boca de Dios, y el examen de conciencia de la noche. Estas dos prácticas concretas las describe de modo sencillo y claro el Papa mismo, la primera con textos tomados de la Evangelii gaudium (nn. 152-153) y la segunda de una meditación en Santa Marta donde invita a ejercitarse en “custodiar el corazón”, para que no se convierta en una plaza donde todos van y vienen, excepto el Señor. Es muy útil volver a dejar espacio a estas dos prácticas espirituales en el tiempo de la Cuaresma, para aprender a cultivarlas todos los días del año.

La escucha de la Palabra de Dios como la celebración de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía dominical, encuentran su realización en nuestra existencia. Pero lamentablemente debemos ajustar cuentas con nuestras cerrazones, enfermedades y pecados. Darse cuenta de la distancia que hay entre el Evangelio y mi vida -lo que pienso, digo, hago- es el primer movimiento que enciende en mí el deseo de un corazón nuevo. Puesto que aquí encuentra espacio el sacramento de la confesión para el perdón de los pecados, las últimas páginas del libro de bolsillo son una ayuda en ese sentido. Tras detenerse brevemente en por qué confesarse, cómo confesarse, qué confesar, a través de treinta y cuatro interrogantes sobre el mal cometido y el bien omitido en relación a Dios, al prójimo y a sí mismo, se ofrece un examen de conciencia, que culmina con el acto de contrición.
 ¡Custodia bien tu corazón! «Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro» 

(Mensaje del Papa para la Cuaresma de 2015)





PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS

ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"

Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

III. Los misterios de la vida pública de Jesús
Las tentaciones de Jesús
538 Los evangelios hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto inmediatamente después de su bautismo por Juan: "Impulsado por el Espíritu" al desierto, Jesús permanece allí sin comer durante cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le servían (cf. Mc 1, 12-13). Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de él "hasta el tiempo determinado" (Lc 4, 13).
539 Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto (cf. Sal 95, 10), Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha "atado al hombre fuerte" para despojarle de lo que se había apropiado (Mc 3, 27). La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre.
540 La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16, 21-23) le quieren atribuir. Por eso Cristo ha vencido al Tentador en beneficio nuestro: "Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto.
"El Reino de Dios está cerca"
541 "Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 15). "Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los cielos" (LG 3). Pues bien, la voluntad del Padre es "elevar a los hombres a la participación de la vida divina" (LG 2). Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra "el germen y el comienzo de este Reino" (LG 5).


CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA

SEGUNDA SECCIÓN
LA ORACIÓN DEL SEÑOR:
«PADRE NUESTRO»

ARTÍCULO 3
LAS SIETE PETICIONES

VI. «No nos dejes caer en la tentación»
2846 Esta petición llega a la raíz de la anterior, porque nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos “deje caer” en ella. Traducir en una sola palabra el texto griego es difícil: significa “no permitas entrar en” (cf Mt 26, 41), “no nos dejes sucumbir a la tentación”. “Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie” (St 1, 13), al contrario, quiere librarnos del mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate “entre la carne y el Espíritu”. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza. 
2847 El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf Lc 8, 13-15; Hch 14, 22; 2 Tm 3, 12) en orden a una “virtud probada” (Rm 5, 3-5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf St 1, 14-15). También debemos distinguir entre “ser tentado” y “consentir” en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es “bueno, seductor a la vista, deseable” (Gn 3, 6), mientras que, en realidad, su fruto es la muerte.
«Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres [...] En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado» (Orígenes, De oratione, 29, 15 y 17).
2848 “No entrar en la tentación” implica una decisión del corazón: “Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón [...] Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6, 21-24). “Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para este “dejarnos conducir” por el Espíritu Santo. “No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito” (1 Co 10, 13).




 

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