domingo, 1 de febrero de 2015

El Papa a la hora del Ángelus del 1º de Febrero: “El Evangelio cambia el corazón”.



En este IV domingo del Tiempo ordinario, la Liturgia nos va a mostrar la realidad completa del Reino de Dios. Y es que Jesús nos enseñará como el mal y la enfermedad pueden ser doblegados. Jesús de Nazaret va a producir un profundo asombro entre los asistentes al culto de la sinagoga de Cafarnaún.
Su autoridad está incluso por encima de su poder para expulsar demonios. Su autoridad se palpa por ser Rey de todo lo creado. Pero dicha autoridad no tiende al abuso, como la que ejercían, y ejercen ahora mismo, muchos. Su autoridad cura y devuelve la felicidad a los enfermos y oprimidos. Y hoy, entre nosotros, es Jesús nuestro apoyo y camino para conseguir la paz y la felicidad.
 
La autoridad en la enseñanza de Jesús contrasta con la palabrería habitual de escribas y doctores acostumbrados a hablar mucho y a decir poco. En el Evangelio de Marcos que se proclama hoy se advierte la especial percepción de la gente sencilla que ve en Jesús de Nazaret una capacidad de enseñanza directa, fuerte y asequible. Por otro lado, el ejemplo puesto por el reconocimiento de esa misma autoridad por parte de los demonios pone en primer plano la existencia del demonio frente a la hay muy polémica tendencia que la niega.
 El Evangelio nos enseña a creer en la suprema autoridad de Jesús, nuestro maestro.





Miles de peregrinos han asistido esta mañana al rezo del Ángelus con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro, en este primer domingo de febrero, IV del Tiempo Ordinario, y en el que Italia celebra la Jornada por la Vida. El Santo Padre se ha referido a la Vida Consagrada cuya Jornada es mañana, coincidiendo con la Presentación del Señor. Durante su alocución ha hablado de que el Evangelio e s liberación y después de rezar el Ángelus, ha anunciado que el 6 de junio viajará a Sarajevo.

Primacía de la Palabra de Dios
 Al rezar la oración mariana del Ángelus del primer domingo de febrero y IV del tiempo ordinario, con los miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó el episodio del evangelista Marcos que relata que Jesús, un día sábado, fue a la sinagoga y se puso a enseñar dando la primacía de la Palabra de Dios, al llegar a Cafarnaúm, la ciudad más grande de Galilea en la que vivía Pedro.
Palabra que hay que escuchar, acoger y anunciar
Tras destacar lo que supone esta Palabra de Dios, que hay que escuchar, acoger y anunciar, el Obispo de Roma destacó que la gente de la época de Jesús permanece asombrada de sus enseñanzas en la sinagoga porque lo hacía como quien tiene autoridad. De ahí la pregunta de ¿qué significa “con autoridad”?

Quiere decir, explicó Francisco, que en las palabras humanas de Jesús se sentía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se sentía la misma autoridad de Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. De las características de la Palabra de Dios el Pontífice destacó que realiza lo que dice, tal como lo refiere el Evangelio en que Jesús demuestra su autoridad liberando a un hombre que estaba poseído por el demonio.
El Evangelio no oprime, sino que libera a los esclavos de los espíritus malvados de este mundo.
El Papa Bergoglio recordó asimismo que el Evangelio es palabra de vida que no oprime a las personas, sino que libera a cuantos son esclavos de tantos espíritus malvados de este mundo, como la vanidad, el apego al dinero, el orgullo y la sensualidad.

Porque el Evangelio cambia el corazón, cambia la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien, por eso los cristianos deben difundir su fuerza redentora, llegando a ser misioneros y heraldos de la Palabra de Dios.

Antes de rezar a la Madre de Dios Francisco invitó a invocar su materna intercesión para que Ella nos enseñe a ser escuchas asiduos y anunciadores acreditados del Evangelio de Jesús.



Texto completo del Papa Francisco antes de rezar del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

El pasaje evangélico de este domingo (cfr. Mc 1, 21-28) presenta a Jesús que, con su pequeña comunidad de discípulos, entra en Cafarnaúm, la ciudad en la que vivía Pedro y que en aquellos tiempos era la más grande de Galilea. Y Él entra en aquella ciudad.

El evangelista Marcos relata que Jesús, siendo aquel día un sábado, fue inmediatamente a la sinagoga y se puso a enseñar (cfr. v. 21). Esto hace pensar en la primacía de la Palabra de Dios, Palabra que hay que escuchar, Palabra que hay que acoger, Palabra que hay que anunciar. 
Al llegar a Cafarnaúm, Jesús no posterga el anuncio del Evangelio, no piensa primero en la disposición logística, ciertamente necesaria, de su pequeña comunidad, no se detiene en la organización. Su preocupación principal es la de comunicar la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Y la gente en la sinagoga permanece asombrada, porque Jesús “porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (v. 22).

¿Qué significa “con autoridad”? Quiere decir que en las palabras humanas de Jesús se sentía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se sentía la misma autoridad de Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. Y una de las características de la Palabra de Dios es que realiza lo que dice. Porque la Palabra de Dios corresponde a su voluntad. En cambio, nosotros con frecuencia pronunciamos palabras vacías, sin raíz, o palabras superfluas, palabras que no corresponden a la verdad. En cambio la Palabra de Dios corresponde a la verdad, es unidad a su voluntad y hace lo que dice. En efecto, Jesús, después de haber predicado, demuestra inmediatamente su autoridad liberando a un hombre, presente en la sinagoga, que estaba poseído por el demonio (cfr. Mc 1 ,23-26).

Precisamente la autoridad divina de Cristo había suscitado la reacción de satanás, escondido en aquel hombre; Jesús, a su vez, reconoció inmediatamente la voz del maligno y “ordenó severamente: ¡Cállate y sal de este hombre!” (v. 25). Sólo con la fuerza de su palabra, Jesús libera a la persona del maligno. Y una vez más los presentes permanecen asombrados: “¡Da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!” (v. 27). “Pero este hombre, ¿de dónde viene? Da órdenes a los espíritus impuros, ¡y estos le obedecen!” (v. 27). La Palabra de Dios provoca asombro en nosotros. Tiene esa fuerza: nos asombra, bien.
El Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al contrario, libera a cuantos son esclavos de tantos espíritus malvados de este mundo: tanto el espíritu de la vanidad, el apego al dinero, el orgullo, la sensualidad… El Evangelio cambia el corazón, El Evangelio, el corazón, cambia la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien. ¡El Evangelio es capaz de cambiar a las personas! Por tanto, es deber de los cristianos difundir por doquier su fuerza redentora, llegando a ser misioneros y heraldos de la Palabra de Dios.
Nos lo sugiere también el mismo pasaje de hoy que se cierra con una apertura misionera e dice así: “Su fama – la fama de Jesús – se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea” (v. 28). La nueva doctrina que Jesús enseña con autoridad es la que la Iglesia lleva al mundo, junto con los signos eficaces de su presencia: la enseñanza acreditada y la acción liberadora del Hijo de Dios se transforman en las palabras de salvación y los gestos de amor de la Iglesia misionera.

 ¡Acuérdense siempre que el Evangelio tiene la fuerza de cambiar la vida! No se olviden de esto. Él es la Buena Nueva, que nos transforma sólo cuando nos dejamos transformar por ella. He aquí porqué les pido siempre que tengan un contacto cotidiano con el Evangelio, que lean cada día un pasaje, un pasaje, que lo mediten y también que lo lleven con ustedes por doquier: en el bolsillo, en la cartera… Es decir que se alimenten cada día de esta fuente inagotable de salvación. ¡No se olviden! Lean un pasaje del Evangelio cada día. Es la fuerza que nos cambia, que nos trasforma: cambia la vita, cambia el corazón.
Invoquemos la materna intercesión de la Virgen María, Aquella que ha acogido la Palabra y la ha generado para el mundo, para todos los hombres. Que Ella nos enseñe a ser escuchas asiduos y anunciadores acreditados del Evangelio de Jesús.

 Después de recordar la importancia de la autoridad de Jesús, el primado de la Palabra de Dios e invocar la protección materna de la Madre de Jesús en el Ángelus, el Papa Francisco anunció que el próximo sábado 6 de junio visitará la ciudad de “Sarajevo, capital de Bosnia y Herzegovina, para animar a los católicos de esa región, fortalecer la fraternidad y la paz, incentivar el diálogo interreligioso y la amistad”.

El frio y lluvia de este domingo de invierno romano, no impidieron que El Santo Padre saludara a los miles de peregrinos llegados de diversas partes del mundo al santuario de San Pedro para el rezo del Ángelus. A ellos los animó a seguir meditando la palabra de Dios y defender la vida humana.
Palabras del Papa Francisco después del Ángelus
Anuncio de la visita a Sarajevo
Queridos hermanos y hermanas,
Quiero anunciar que el sábado 6 de junio si Dios quiere, voy a ir a Sarajevo, capital de Bosnia y Herzegovina. Les pido desde este momento de orar para que mi visita a esas queridas personas sea estímulo para los fieles católicos, despierte fermentos de bien y contribuya a la consolidación de la fraternidad y la paz.
Saludo a las familias, parroquias, asociaciones y todos los que han venido de Italia y de muchas partes del mundo. En particular, los peregrinos del Líbano y Egipto, los estudiantes de Zafra y Badajoz (España); los fieles de Sassari, Salerno, Verona, Módena, Scano Montiferro y Taranto.
Hoy se celebra en Italia la Jornada de la Vida, cuyo tema es "Solidaridad para la vida." Extiendo mi agradecimiento a las asociaciones, movimientos y todos los que defienden la vida humana. Me uno a los obispos italianos para pedir "un renovado reconocimiento de la persona humana y una atención más adecuada de la vida, desde la concepción hasta su fin natural" (Mensaje para la 37ª Jornada Nacional por la Vida). Cuando nos abrimos a la vida y se sirve a la vida, se experimenta el poder revolucionario del amor y la ternura, inaugurando un nuevo humanismo (cf. Gaudium N. Evangelii, 288.): El humanismo de la solidaridad.

Saludo al Cardenal Vicario, a los profesores universitarios de Roma y aquellos que están comprometidos con la promoción de la cultura de la vida.
Les deseo a todos un buen almuerzo y buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. Adiós!

FUENTE






La autoridad como poder se impone;
 la autoridad como servicio atrae.

Y Jesús vino no a ser servido sino a servir.

PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

PRIMERA SECCIÓN
«CREO»-«CREEMOS»

CAPÍTULO SEGUNDO
DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE


III Cristo Jesús, «mediador y plenitud de toda la Revelación» (DV 2)
Dios ha dicho todo en su Verbo
65 "Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo" (Hb 1,1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. San Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Hb 1,1-2:
«Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra [...]; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en Él, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad (San Juan de la Cruz, Subida del monte Carmelo 2,22,3-5: Biblioteca Mística Carmelitana, v. 11 (Burgos 1929), p. 184.).
PRIMERA SECCIÓN
«CREO»-«CREEMOS»

CAPÍTULO SEGUNDO
DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

ARTÍCULO 3
LA SAGRADA ESCRITURA

I Cristo, palabra única de la Sagrada Escritura
101 En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas: «La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres» (DV 13).
PRIMERA SECCIÓN
«CREO»-«CREEMOS»

CAPÍTULO TERCERO
LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS

142 Por su revelación, «Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía» (DV 2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe.
143 Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf. DV 5). La sagrada Escritura llama «obediencia de la fe» a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1,5; 16,26).

ARTÍCULO 1
CREO

 II "Yo sé en quién tengo puesta mi fe"(2 Tm 1,12)
Creer solo en Dios
150 La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. En cuanto adhesión personal a Dios y asentimiento a la verdad que Él ha revelado, la fe cristiana difiere de la fe en una persona humana. Es justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que Él dice. Sería vano y errado poner una fe semejante en una criatura (cf. Jr 17,5-6; Sal 40,5; 146,3-4).
Creer en Jesucristo, el Hijo de Dios
151 Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en Aquel que él ha enviado, «su Hijo amado», en quien ha puesto toda su complacencia (Mc 1,11). Dios nos ha dicho que les escuchemos (cf. Mc 9,7). El Señor mismo dice a sus discípulos: «Creed en Dios, creed también en mí» (Jn 14,1). Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (Jn 1,18). Porque «ha visto al Padre» (Jn 6,46), él es único en conocerlo y en poderlo revelar (cf. Mt 11,27).
Creer en el Espíritu Santo
152 No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque «nadie puede decir: "Jesús es Señor" sino bajo la acción del Espíritu Santo» (1 Co 12,3). «El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios [...] Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1 Co 2,10-11). Sólo Dios conoce a Dios enteramente. Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios.
La Iglesia no cesa de confesar su fe en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.





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