jueves, 4 de abril de 2013

Domingo 2º de Pascua – Fiesta de la Divina Misericordia.



“ Hija Mía, di que esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero.”(1517) “ (...) y está confirmada en el abismo de Mis gracias. Toda alma que cree y tiene confianza en Mi misericordia, la obtendrá.”(420)

La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje:
Dios es Misericordioso y nos ama a todos ... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723).
De acuerdo con el deseo de Jesús, debe celebrarse el primer domingo después
de Pascua. Esto nos demuestra una vez más la estrecha relación que existe entre el misterio pascual de la salvación y esta Fiesta.


“ Deseo que haya una Fiesta de la
Misericordia. Quiero que esta imagen (...) sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia.” (49)



“La Fiesta de la Misericordia ha salido
de Mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la Fuente de Mi misericordia”(699)


Ese día no es solamente un día de adoración especial a Jesús, sino que es el día en que Dios colma de gracias a toda la humanidad y, en especial, a los pecadores.


“Deseo que la Fiesta de la
Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre
las almas que se acercan al manantial
de Mi misericordia.”(699)



Al recibir durante ese domingo, el Sacramento de la Reconciliación o Penitencia y la Comunión el Señor nos concede “el perdón de culpas y penas”. Significa que nos vuelve a conceder aquello mismo que nos dio el día de nuestro Bautismo, la Indulgencia Plenaria. Si un cristiano muere en este estado, su alma penetra directamente en la Gloria de la Vida Divina por toda la eternidad.



“El alma que se confiese y reciba la
Santa Comunión obtendrá el perdón
total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema
acercarse a Mí, aunque sus pecados
sean como escarlata.”(699)



La escencia de la devoción
La esencia de la devoción se sintetiza en cinco puntos fundamentales:
1. Debemos confiar en la Misericordia del Señor.
Jesús, por medio de Sor Faustina nos dice: "Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia. Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina".
2. La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias.
"Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo. El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella. Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad".
3. La misericordia define nuestra actitud ante cada persona.
"Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formar de ejercer misericordia: la primera es la acción; la segunda, la palabra; y la tercera, la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia".
4. La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias.
"Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio".
5. El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia
al día.
"Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo. Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas"

¿CONOCÉS LA HISTORIA DE JESÚS MISERICORDIOSO?

LA VIDA DE SANTA FAUSTINA
María Faustina Kowalska, nació el 25 de Agosto de 1905 en la aldea de Glogoviec, en Swinice Varckie, Polonia. Fue la tercera hija entre diez hermanos en la familia de Mariana Babel y Estanislao Kowalski. Fue bautizada dos días después con el nombre de Elena Kowalska, en la Iglesia de San Casimiro.
Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, la laboriosidad y una gran sensibilidad ante la pobreza humana. Su educación escolar duró apenas tres años. Al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para trabajar de empleada doméstica y así mantenerse a sí misma y ayudar a sus padres.
Ya desde los 7 años sentía en su alma la llamada a la vida religiosa. El 1 de Agosto de 1925 entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia donde, como sor María Faustina, vivió trece años. Trabajó en distintas casas de la Congregación. Pasó los períodos más largos en Cracovia, Płock y Vilna cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera.

Las compañeras de la congregación la describen como una mujer callada, pero a la vez natural, llena de amor benévolo y desinteresado al prójimo. Su vida, aparentemente ordinaria, se caracterizó por la extraordinaria profundidad de su unión con Dios.
Durante toda su vida, escribió en su diario sobre la fuerte unión que sentía con la divinidad, quedando así registrados muchos hechos de su vida de gran valor.
Los años en el convento abundaron en gracias extraordinarias: revelaciones, visiones, estigmas ocultos, el don de bilocación, los dones de leer en las almas humanas, de profecía y de varios acontecimientos místicos.
Sentía un contacto vivo con Dios en su interior, con ángeles y santos. Todo este mundo metafísico no era para ella menos real que el mundo que percibía a través de los sentidos físicos. Colmada de tantas gracias extraordinarias sabía, sin embargo, que no son éstas las que determinan la santidad. En su Diario escribió: “Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios”. (Diario 1107).
Según Sor María Faustina, su misión era la de escribir todo lo que experimentaba en su interior para el provecho de aquellos que leyendo esos escritos, pudieran encontrar en sus almas consuelo y valor. (Diario 1693).  El Diario ha sido traducido a muchos idiomas: Inglés, alemán, italiano, español, francés, portugués, árabe, ruso, húngaro, checo y eslovaco.
Sor María Faustina extenuada físicamente por la enfermedad murió en Cracovia el 5 de octubre de 1938, con apenas 33 años. Entre los años 1965-67 en Cracovia fue llevado a cabo el proceso informativo sobre su vida y sus virtudes y en 1968 se abrió en Roma el proceso de beatificación, concluido en diciembre de 1992. El 18 de abril de 1993, en la Plaza de San Pedro de Roma, el Padre Juan Pablo II beatificó a Sor María Faustina. Sus reliquias yacen en el santuario de la Divina Misericordia de Cracovia-Łagiewniki.



LA IMAGEN DE JESÚS MISERICORDIOSO MANIFESTADA A FAUSTINA
El 22 de febrero de 1931. Santa Faustina describe la situación en su Diario:
“Me encontraba en mi habitación por la tarde y me di cuenta que Jesús estaba ante mí, vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán de bendecir, y la otra descansaba sobre su pecho. Del pecho, por la abertura de la túnica, salían dos grandes rayos de luz, uno rojo y el otro pálido. Contemplé a Jesús con fervor y en silencio; mi alma se llenó de temor, pero también de un gozo que no se puede describir”.
Después de un rato, Jesús me dijo: “Pinta una imagen según la imagen que ves y escribe debajo: “Jesús en Ti confío”. Deseo que esta imagen sea venerada, primero en vuestra capilla y después en el mundo entero”.
Esta imagen de Jesús fue pintada por Eugene Kazimirowski en Vilnius en 1934 bajo la dirección de Santa Faustina Kowalska.







La imagen fue venerada públicamente por primera vez el 26 de abril de 1935. En 1937, fue puesta en la iglesia de San Miguel hasta 1948. Después fue escondida por un tiempo hasta 1956 cuando fue llevada a la iglesia en Nova Ruda (Bielorrusia). La imagen estuvo ahí hasta el año de 1986 a pesar del hecho de que la iglesia se cerró en 1970 y el cuadro estuvo expuesto a malas condiciones que pudieron haber dañado la pintura. Nuevamente, en el año de 1986, la imagen fue secretamente sacada y llevada a la iglesia del Espíritu Santo en Vilnius, Lituania. En el año de 1991 la pintura fue retocada por un artista local por causa de unos daños recibidos, pero la cara perdió su apariencia original durante este proceso. Bajo la orientación del cardenal Backis la imagen fue restaurada profesionalmente en mayo de 2003, y aún sigue siendo venerada en la Iglesia del Espíritu Santo en Vilnius.
Durante el pontificado de Juan Pablo II, se proclamó la fiesta de la Divina Misericordia, a celebrarse todos los años el segundo domingo de Pascua, el 30 de Abril del 2000, al canonizar a santa Faustina.





EL MILAGRO EN LA TUMBA DE SOR FAUSTINA
Antes de la edad de 15, Maureen Digan gozó de una vida sana normal.  Poco después, fue diagnosticada con una enfermedad terminal lentamente progresiva llamada Lymphedima. Ésta es una enfermedad que no responde a ningún medicamento y no entra la remisión.  En los siguientes  diez años Maureen fue intervenida quirúrgicamente 59 veces y tenia largas estadías en los hospitales, hasta de un año a la vez.
Los amigos y familiares le sugirieron a ella que ella rogara y pusiera su confianza en Dios.  Pero Maureen no podría entender por qué Dios había permitido que ella contrajera esta enfermedad en el primer lugar, y había perdido su fe totalmente.
Su condición se deterioraba y fue necesario la eventual amputación de una pierna. Un día mientras Maureen estaba en el hospital, su esposo Bob fue a ver una película llamada “Divina Misericordia Sin Escape”, y allí él se convenció de las energías curativas de la intercesión por Sor Faustina.  Bob persuadió a Maureen y a los doctores que ella debía ir a la tumba de Sor Faustina en Polonia.
Llegaron a Polonia el 23 de marzo de 1981. En la tumba (ahora la Capilla de la Beata Faustina) Maureen recuerda haber dicho en su estilo único: “O.K. Faustina vengo de muy lejos, ahora haga algo”…… En su corazón ella oyó a Sor Faustina decirle: “Si usted pide mi ayuda, yo se la daré”.  De pronto, Maureen piensa que tiene un ataque de nervios.  Todo el dolor de su cuerpo se iba, y su pierna hinchada que debía ser amputada pronto, volvió a su tamaño normal.  Cuando ella volvió a los E.E.U.U., cinco doctores independientes la examinaron y concluyeron que estaba curada.  No tenían ninguna explicación médica para la repentina cura de esta incurable enfermedad.  La evidencia acumulada por este milagro fue designada por la congregación sagrada para las causas de santos, pasando esta prueba que fue examinada por un equipo de teólogos, y finalmente por un equipo de cardenales y de obispos. La curación fue aceptada por todos como milagro causado por la intercesión de Sor Faustina a la Misericordia Divina.  Sor Faustina fue beatificada el 18 de abril de 1993.

FRASES DE SANTA FAUSTINA
“El amor puro es capaz de grandes logros, una cosa es necesaria: hacer las cosas más pequeñas con gran amor, amor y siempre amor.” (Santa Faustina)
“El amor puro no se equivoca, tiene singularmente mucha luz” (Santa Faustina)
“Si hay en la tierra un alma verdaderamente feliz, ésta es solamente un alma verdaderamente humilde.” (Santa Faustina)
“De repente vi a Jesús que me dijo: “Yo estoy siempre en tu corazón”. Un gozo inconcebible inundó mi alma y llenó de gran amor mi corazón. Veo que Dios nunca permite sufrimientos por encima de lo que podemos soportar” (Santa Faustina)
“¿Por qué tienes miedo y tiemblas cuando estás unida a Mí? No Me agrada el alma que se deja llevar por inútiles temores. ¿Quién se atreve a tocarte cuando estás Conmigo? El alma más querida para mí es la que cree fuertemente en Mi bondad y la que Me tiene confianza plenamente; le ofrezco Mi confianza y le doy todo lo que pide.” (Jesús a Santa Faustina)
“Cuando contemplas en el fondo de tu corazón lo que te digo, sacas un provecho mucho mayor que si leyeras muchos libros. Oh, si las almas quisieran escuchar Mi voz cuando les hablo en el fondo de sus corazones, en poco tiempo llegarían a la cumbre de la santidad.” (Jesús a Santa Faustina)
“El alma silenciosa es fuerte; ninguna contrariedad le hará daño si persevera en el silencio. El alma silenciosa es capaz de la más profunda unión con Dios; vive casi siempre bajo la inspiración del Espíritu Santo. En el alma silenciosa Dios obra sin obstáculos.” (Santa Faustina)
“Según mi opinión y mi experiencia, la regla del silencio debería estar en el primer lugar. Dios no se da a un alma parlanchina, que como un zángano en la colmena zumba mucho, pero no produce miel. El alma hablantina está vacía en su interior. No hay en ella ni virtudes fundamentales, ni intimidad con Dios. Ni hablar de una vida más profunda, ni de una paz dulce, ni del silencio en el que mora Dios. El alma sin gustar la dulzura del silencio interior, es un espíritu inquieto y perturba este silencio en los demás.” (Santa Faustina)
“La lengua es un órgano pequeño, pero hace cosas grandes. Hay que tener la serenidad en el alma y observar el silencio, no un silencio triste, sino un silencio en el alma, es decir, el recogimiento en Dios. Se pueden decir muchas cosas sin interrumpir el silencio y, al contrario, se puede hablar poco y romper continuamente el silencio. Oh, qué daños irreparables causa no guardar el silencio. Se hace mucho daño al prójimo, pero sobre todo a su propia alma.” (Santa Fausti



 La Coronilla de la Divina Misericordia





 Novena de la Divina Misericordia



María, Madre de Dios y Madre de Misericordia





Encomendamos a María, Madre de Dios y Madre de Misericordia, nuestras personas, los sufrimientos y las alegrías de nuestra existencia, la vida moral de los creyentes y de los hombres de buena voluntad, las investigaciones de los estudiosos de moral.
María es Madre de Misericordia porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación de la Misericordia de Dios (cf. Jn 3, 16-18). El ha venido no para condenar sino para perdonar, para derramar misericordia (cf. Mt 9, 13). Y la misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros y en la llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto con Pedro, como «el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Ningún pecado del hombre puede cancelar la Misericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor del Padre que, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo: Su misericordia para nosotros es redención. Esta misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo, que genera y exige la vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104 [103], 30), posibilita el milagro del cumplimiento perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto sentido el colofón del don de la misericordia, que libera de la esclavitud del mal y da la fuerza para no pecar más. Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu.
 Esta es la consoladora certeza de la fe cristiana, a la cual ella debe su profunda humanidad y su extraordinaria sencillez. A veces, en las discusiones sobre los nuevos y complejos problemas morales, puede parecer como si la moral cristiana fuese en sí misma demasiado difícil: ardua para ser comprendida y casi imposible de practicarse. Esto es falso, porque -en términos de sencillez evangélica- ella consiste fundamentalmenteen el seguimiento de Jesucristo, en el abandonarse a El, en el dejarse transformar por su gracia y ser renovados por su Misericordia, que se alcanzan en la vida de comunión de su Iglesia.«Quien quiera vivir -nos recuerda san Agustín-, tiene en donde vivir, tiene de donde vivir. Que se acerque, que crea, que se deje incorporar para ser vivificado. No rehuya la compañía de los miembros». Con la luz del Espíritu, cualquier persona puede entenderlo, incluso la menos erudita, sobre todo quien sabe conservar un «corazón entero»(Sal 86 [85], 11). Por otra parte, esta sencillez evangélica no exime de afrontar la complejidad de la realidad, pero puede conducir a su comprensión más verdadera porque el seguimiento de Cristo clarificará progresivamente las características de la auténtica moralidad cristiana y dará, al mismo tiempo, la fuerza vital para su realización. Vigilar para que el dinamismo del seguimiento de Cristo se desarrolle de modo orgánico, sin que sean falsificadas o soslayadas sus exigencias morales -con todas las consecuencias que ello comporta- es tarea del Magisterio de la Iglesia. Quien ama a Cristo observa sus mandamientos (cf. Jn 14, 15).
 También María es Madre de Misericordia porque Jesús le confía su Iglesia y toda la humanidad. A los pies de la Cruz, cuando acepta a Juan como hijo; cuando, junto con Cristo, pide al Padre el perdón para aquellos que no saben lo que hacen (cf. Lc 23, 34), María, en perfecta docilidad al Espíritu, experimenta la riqueza y universalidad del amor de Dios, que le dilata el corazón y le capacita para abrazar a todo el género humano. De este modo, se nos entrega como Madre de todos y de cada uno de nosotros. Se convierte en la Madre que nos alcanza la Misericordia Divina.
María es signo luminoso y ejemplo preclaro de vida moral: «la vida de ella sola es enseñanza para todos», escribe san Ambrosio. Vive y realiza la propia libertad donándose a Dios y acogiendo en sí el don de Dios. Hasta el momento del nacimiento, custodia en su seno virginal al Hijo de Dios hecho hombre, lo nutre, lo hace crecer y lo acompaña en aquel gesto supremo de libertad que es el sacrificio total de la propia vida. Con el don de sí misma, María entra plenamente en el designio de Dios, que se entrega al mundo. Acogiendo y meditando en su corazón acontecimientos que no siempre puede comprender (cf. Lc 2, 19), se convierte en el modelo de todos aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (cf. Lc 11, 28) y merece el título de «Sede de la Sabiduría». Esta Sabiduría es Jesucristo mismo, el Verbo eterno de Dios, que revela y cumple perfectamente la voluntad del Padre (cf. Heb 10, 5-10).
María invita a todo ser humano a acoger esta Sabiduría. También nos dirige la orden dada a los sirvientes en Caná de Galilea durante el banquete de bodas: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5).
María convive nuestra condición humana pero con total transparencia a la gracia de Dios. No habiendo conocido el pecado, está en condiciones de compadecerse de toda debilidad. Comprende al hombre pecador y lo ama con amor de Madre. Precisamente por esto se pone de parte de la verdad y convive el peso de la Iglesia en el recordar constantemente a todos las exigencias morales. Por el mismo motivo, no acepta que el hombre pecador sea engañado por quien pretende amarlo justificando su pecado, pues sabe que, de este modo, se vaciaría de contenido el sacrificio de Cristo, su Hijo. Ninguna absolución, incluso la ofrecida por complacientes doctrinas filosóficas o teológicas, puede hacer verdaderamente feliz al hombre: sólo la Cruz y la gloria de Cristo resucitado pueden dar paz a su conciencia y salvación a su vida.


María
Madre de misericordia,
cuida de todos para que no se haga inútil
la cruz de Cristo,
para que el hombre
no pierda el camino del bien,
no pierda la conciencia del pecado y crezca
en la esperanza en Dios,
«rico en misericordia»  (Ef 2, 4),
para que haga libremente las buenas obras
que El le asignó (cf. Ef 2, 10) y,
de esta manera, toda su vida sea
«un himno a su gloria» (Ef 1, 12).

JUAN PABLO II -CONCLUSIÓN DE LA CARTA ENCÍCLICA "VERITATIS SPLENDOR" -  SOBRE ALGUNAS CUESTIONES FUNDAMENTALES DE LA ENSEÑANZA MORAL DE LA IGLESIA - 6 de Agosto de 1993














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