martes, 16 de abril de 2013

Sábado de la tercera semana de Pascua y víspera del Domingo del Buen Pastor, se celebra la fiesta de la Divina Pastora, de la Madre del Buen Pastor








Fue instituida canónicamente por el Papa Pío VI el 1 de agosto de 1795. En la advocación “María, Madre del Buen Pastor” el pueblo cristiano ha querido expresar ciertamente su fe en la cooperación de María Madre a la obra de pastoreo de su Hijo, el Buen Pastor 


.
. La Iglesia siempre ha sido consciente  que la misión de pastorear a los hombres correspondía y corresponde exclusivamente a Jesucristo, el Buen Pastor; y esto en línea con la Palabra de Dios (cfr Jn 10) y con el Vaticano II (Lumen Gentium) que “asegura con toda precisión que el culto de María debe ser cristo-céntrico, porque las funciones y los mismos privilegios concedidos a Maria se refieren siempre y solo a Cristo. Todo viene de El y todo se dirige a El y de El al Padre”.

Y mientras el pueblo expresaba ésta su fe robusta en Jesús Buen Pastor, descubría
también a la luz de la Palabra de Dios que el propio Jesús había contado con María su madre en la función del pastoreo o preocupación espiritual por los hombres, en escenas tan señaladas como la de las Bodas de Caná (Jn 2, 1-12) o la de la Cruz (Jn 19, 25-27).
Efectivamente, en el relato de las bodas de Caná el evangelista San Juan quiere
poner de relieve la figura de Cristo que es el protagonista de toda la escena, aunque no
podemos olvidar que quien pone en movimiento todo el mecanismo del milagro es María, que aparece nombrada cuatro veces como la ‘madre’. Todo el episodio está bajo el signo de María madre en íntima relación con Jesús, su Hijo que, si bien es ella la que se preocupa de los otros, sabe que Jesús es el principal responsable y el que solo puede hacer el milagro. De acuerdo con esta su relación de fe y de absoluta confianza en su Hijo, María indica a Jesús la situación embarazosa de los jóvenes esposos, diciéndole: “No tienen vino” (v. 3); y a los criados, que los conduce a su Hijo: ”haced lo que El os diga” (v.4).



En este sentido el pueblo fiel y devoto ha visto una cooperación de Maria en la obra de
Jesús a favor de los hombres, representados por los nuevos esposos.
Igualmente la escena de María a los pies de la cruz (Jn 19, 25ss) está llena de referencias a esa cooperación de María con Jesús Buen Pastor que da la vida por las ovejas (Jn 10,11)). Allí está ella, de pie, entera en su sufrimiento, dándole ánimo, acompañándolo en el momento supremo, dando también su vida. Y allí está ella acogiendo como hijos en la persona de Juan a todos los hombres dispersos por el mundo, como ovejas sin pastor: “Junto a la cruz de Jesús , dice san Juan, estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María la Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo predilecto, dice a su madre: -- Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo: -- Ahí tienes a tu madre. Desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa” (Jn. 19, 25-27).
.
El Papa Pío XII confirmaba cuanto decimos con estas palabras significativas dirigidas
a un grupo de peregrinos genoveses el 21 de abril de 1940:” A Ella (María) que amó a Cristo más que Pedro, Jesús confiaba en la persona de Juan, bajo la cruz redentora del mundo, como hijos suyos a todos los hombres, ovejas y corderos de un rebaño reunido y disperso, constituyéndola así Divina Pastora, Madre común y universal de los creyentes y comparándola a Pedro, que es el Padre común y universal y el Pastor terrestre”.
Efectivamente, María representa el amor materno que coopera con el Buen Pastor en
su entrega total por los hombres, cumpliendo así el plan del Padre que María estuviera
asociada a su Hijo en la muerte redentora de Jesús, único Salvador de los hombres, como lo había estado en el momento de su venida al mundo.



Pero hay más. La advocación “María, Madre del Buen Pastor” ha representado para
el pueblo cristiano un vínculo extraordinario de comunión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. Los pueblos han experimentado y experimentan todavía la misma función histórica de María que ejerció en el Cenáculo (Hechos 1, 14): la función de reunir y de hacer comunión. Con la muerte del Pastor, los apóstoles y los discípulos se diseminaron, huyeron despavoridos, como ovejas asustadas. Fue necesaria la muerte redentora de Cristo y, cooperando con ella , la labor de María, la madre del Buen Pastor, para ir recogiéndolas y reuniéndolas de nuevo en el redil.
Más tarde la vemos allí mismo en el Cenáculo con los primeros discípulos en oración esperando la venida del Espíritu de su Hijo para llevar a cabo la obra más importante del
Buen Pastor la unificación del pueblo (Jn 18, 14), esto es, la reunión de todas las ovejas en un solo rebaño y bajo un solo pastor (Jn 10, 16), en una palabra, la Iglesia.


Hoy más que nunca, ante un mundo globalizado que corre el peligro real de ahondar más y más la división y la separación de hombres y pueblos, descubrimos la necesidad urgente de la reunificación de la familia humana, de la comunión entre todos los sectores de la humanidad, del dialogo intercultural promovido por valores humanos fundamentales y comunes.



Por este motivo nos alegra grandemente descubrir en la advocación de “María,
Madre del Buen Pastor” esta dimensión de comunión que constituye el punto central y esencial de nuestra vida y de nuestra misión en el mundo de hoy. Fieles, pues, a esta devoción de la Santísima Virgen Maria, trabajemos para que muestras comunidades sean verdaderas escuelas de comunión.



Otro valor de esta advocación de “María, Madre del Buen Pastor” lo descubrimos en la figura de María “pastora”, como icono significativo de un modo de ejercer su misión de madre marcado por la , por el servicio humilde y desinteresado, ausente de dominio y de poder; por la predilección de la oveja débil, descarriada o alejada; por la bondad misericordiosa, siempre cercana y silenciosa; por el acompañamiento familiar en el peregrinar de los hombres hacia el redil de la casa del Padre.
En la cultura rural no hay nada más propio de “menores” que el ejercicio del oficio de
pastor o de pastora: se trata de un trabajo sacrificado, sin relieve, humilde, sin pretensiones, en el que el pastor está en contacto permanente de sol a sol con el cielo, con la tierra y con los pastos a veces escasos y en lugares difíciles; siempre presente al frente o en medio del rebaño; preocupado por todas y cada una de las ovejas a quienes conoce por nombre; realizando su oficio con “medios pobres” como pueden ser un cayado, un perro y su habilidad personal; atento a los peligros que acechan a las ovejas. Así trascurre el pastor o la pastora los días en itinerancia continua, de un lado para otro, buscando siempre lo mejor no para él, sino para las ovejas.


 Hoy en una sociedad, como la nuestra, que parece estar montada sobre bases opuestas
a la humildad como son una mentalidad egoísta y una carrera desenfrenada por el poder, el dominio, los altos puestos, el prestigio, el tener, el bienestar, etc., y donde no hay lugar para el pobre, el desheredado, el “menor” o “los menores”, el valor de la “humildad evangélica” y, sobre todo, su puesta en marcha se hace más necesario y urgente que nunca.
Acudid, pues, queridos hermanos, de nuevo y con renovado fervor a la Virgen
María, Madre del Buen Pastor” para aprender de ella la lección de la humildad



 Te aclamamos por Madre y Señora
–eres causa de nuestra alegría–;
nuestra Reina, la corredentora
que ha querido mostrarse pastora.
¡Oh humildísima Virgen María!
Has trocado la augusta diadema
por sencillo sombrero con flores,
amapolas y espigas tu gema,
y es un báculo humilde tu emblema
de Pastora entre tantos pastores.
Cual ninguno conoces la fuente,
manantial de las aguas tranquilas.
A la sombra del Omnipotente
no hay oveja que no se apaciente
cuando tú, cual Pastora, vigilas.
iQué feliz es contigo el rebaño!,
lo recuestas en verdes praderas
lo conduces con gozo y sin daño,
lo defiendes del mal, del engaño,
en guardarle del lobo te esmeras.
Quien de ti se ha fiado no falla
al cruzar las cañadas oscuras,
lo proteges en toda batalla,
eres lumbre y escudo y muralla,
le hallas pasto en las peñas más duras.
¡Gloria a aquel que la quiso tan bella!
Gloria al Hijo, su dicha y su encanto
–Astro Rey que nació de una estrella–.
Por la obra que él hizo con ella,
gloria sea al Espíritu Santo. Amén. 

Por intercesión dela Virgen María, Madre del Buen Pastor, imploremos la misericordia de Dios diciendo:
Madre del Buen Pastor, intercede por nosotros.










No hay comentarios:

Publicar un comentario