miércoles, 5 de marzo de 2014

CATEQUESIS DEL PAPA: "La Cuaresma es un tiempo para reaccionar contra el mal y mirar a los necesitados".


Hoy la Iglesia inicia el Tiempo de Cuaresma, tiempo de gracia y compasión. La cuaresma es una invitación: a renovar nuestro compromiso Bautismal por medio de la oración, una oración que sea mas profunda, a una penitencia comprometida, individual y comunitaria, al amor en solidaridad con los mas necesitados.
 Por la Imposición de la ceniza, el mismo nos llama a convertirnos, creer en el Evangelio y caminar hacia la Pascua.



Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (6,1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»
PALABRA DEL SEÑOR
GLORIA A TI SEÑOR JESUS. 

Miles de personas se han desplazado hasta la Plaza de San Pedro para participar en la audiencia general que el Papa Francisco mantiene los miércoles. En este día que amaneció con un gran sol en la Ciudad Eterna, el Pontífice ha pronunciado su catequesis habitual, centrada en la Cuaresma que da inicio hoy con la imposición de la Ceniza. Posteriormente el Pontífice ha hecho un resumen de sus palabras en los principales idiomas y ha impartido la bendición Apostólica.
Durante su alocución el Pontífice ha recordado lo que supone este Tiempo de preparación para la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. es, por ello, un momento fuerte que nos mueve a la conversión y al cambio de vida. Así nos unimos más fuertemente a Cristo gracias al efecto que tiene en nosotros el Sacramento del Bautismo. Es la mejor manera de dar la debida respuesta al misterio de Dios que envía a su Hijo para que dé la vida por todos nosotros en clave de Salvación.
El Papa ha denunciado que esta sociedad está narcotizada y acostumbrada a aceptar el mal, no acogiendo a los necesitados como se debe en un ambiente en el que sentimos que Dios se ha quitado de en medio disminuyendo su presencia. Precisamente ha aprovechado para preguntar a los padres si enseñan a rezar a sus hijos y s si saben santiguarse.
Esto ha dado pie al Pontífice para recordar que en este momento más que nunca debemos sentir el rechazo al mal y tender la mano debidamente a los pobres y exiliados que buscan la libertad, recordando a Cristo que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, lo cual debe ser par anosotros un gesto de acción de gracias.
El Santo Padre ha invitado a vivir este itinerario en unión con María. Ella, primera y fiel discípula, ha estado al pie de la Cruz y ha sabido seguir totalmente al Señor en todos los momentos de la vida para llegar a la Luz Pascual. Francisco ha subrayado también que Ella es quien mejor nos puede ayudar a nosotros a conseguirlo desde su intercesión.

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, Miércoles de Ceniza, comienza el itinerario cuaresmal de cuarenta días que nos conducirá al Triduo pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, corazón, centro del misterio de nuestra salvación. Y la cuaresma nos prepara a este momento tan importante y por ello la Cuaresma es un tiempo “fuerte”, un punto de viraje que puede favorecer en cada uno de nosotros el cambio, la conversión, todos nosotros tenemos necesidad de mejorar, de cambiar en positivo, y la cuaresma nos ayuda. Y así salimos de los hábitos cansados y del perezoso acostumbrarse al mal que nos insidia. 

En el Tiempo Cuaresmal la Iglesia nos dirige dos importantes invitaciones: tomar conciencia más viva de la obra redentora de Cristo; vivir con mayor empeño el propio Bautismo. La conciencia de las maravillas que el Señor ha obrado por nuestra salvación dispone nuestra mente y nuestro corazón a una actitud de gratitud hacia Dios, por todo lo que Él nos ha donado, por todo aquello que cumple a favor de su Pueblo y de la humanidad entera. De aquí parte nuestra conversión: ella es la respuesta reconocida al misterio estupendo del amor de Dios. Cuando nosotros vemos este amor que Dios tiene para nosotros, sentimos las ganas de acercarnos a él y esta es la conversión.
 Vivir el Bautismo hasta el fondo – esta es la segunda invitación – significa no acostumbrarse a las situaciones de degrado y de miseria que encontramos caminando por las calles de nuestras ciudades y de nuestros países. Está el riesgo de aceptar pasivamente ciertos comportamientos y de no sorprendernos frente a las tristes realidades que nos rodean. Nos acostumbramos a la violencia, como si fuese una noticia cotidiana descontada; nos acostumbramos a hermanos y hermanas que duermen en la calle, que no tienen un techo para protegerse. Nos acostumbramos a los prófugos en busca de libertad y dignidad, que no son acogidos como se debe. Nos acostumbramos a vivir en una sociedad que pretende menospreciar a Dios, en la que los padres no enseñan más a los hijos a rezar ni a hacerse la señal de la cruz. 
 Yo les pregunto: sus hijos, sus niños ¿saben hacerse el signo de la cruz? Piensen. 
¿Sus nietos saben hacerse el signo de la cruz? ¿Se lo han enseñado? Piensen y respóndanse en su corazón.
¿Saben rezar el padrenuestro, saben rezar a la Virgen con el Avemaría? Y respóndanse ustedes. Este acostumbrarse a comportamientos no cristianos y de comodidad ¡nos narcotiza el corazón!

 La Cuaresma nos llega como un momento providencial para cambiar ruta,  para recuperar la capacidad de reaccionar ante la realidad del mal que siempre nos desafía. La Cuaresma se debe vivir como tiempo de conversión, de renovación personal y comunitaria a través del acercamiento a Dios y de la adhesión confiada al Evangelio. De esta manera también nos permite mirar con nuevos ojos a los hermanos y sus necesidades.
Por ello la Cuaresma es un tiempo propicio para convertirse al amor al prójimo; un amor que sepa hacer propia la actitud de gratuidad y de misericordia del Señor, que "se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza" (cf. 2 Cor 8,9) . Meditando sobre los misterios centrales de la fe, la pasión, la cruz y la resurrección de Cristo, nos damos cuenta de que el don sin medida de la Redención se nos ha dado por la iniciativa gratuita de Dios. Acción de gracias a Dios por el misterio de su amor crucificado; fe auténtica; conversión y apertura del corazón a los hermanos: éstos son los elementos esenciales para vivir el tiempo de la Cuaresma.

En este camino, queremos invocar con especial confianza la protección y la ayuda de la Virgen María: Que sea Ella, la primera creyente en Cristo, la que nos acompañe en los días de intensa oración y de penitencia, para llegar a celebrar, purificados y renovados en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo. Gracias.
Antes de terminar ha impartido la Bendición Apostólica, recordando que la semana que viene no tendrá lugar la Audiencia ya que está previsto como es costumbre que tengan la tanda anual de ejercicios espirituales.
FUENTE:




SEGUNDA PARTE 
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO

 SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO CUARTO
OTRAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS

ARTÍCULO 1
LOS SACRAMENTALES

1667 "La Santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida" (SC 60; CIC can 1166; CCEO can 867).
Características de los sacramentales
1668 Han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre. Según las decisiones pastorales de los obispos, pueden también responder a las necesidades, a la cultura, y a la historia propias del pueblo cristiano de una región o de una época. Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita (que recuerda el Bautismo).
1669 Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es llamado a ser una "bendición" (cf Gn 12,2) y a bendecir (cf Lc 6,28; Rm 12,14; 1 P 3,9). Por eso los laicos pueden presidir ciertas bendiciones (cf SC 79; CIC can 1168); la presidencia de una bendición se reserva al ministerio ordenado (obispos, presbíteros o diáconos, [cf. Bendicional, Prenotandos generales, 16 y 18]), en la medida en que dicha bendición afecte más a la vida eclesial y sacramental.
1670 Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con a ella. "La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los acontecimientos de la vida [...] sean santificados por la gracia divina que emana del misterio Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, de quien reciben su poder todos los sacramentos y sacramentales, y que todo uso honesto de las cosas materiales pueda estar ordenado a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios" (SC 61).



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