sábado, 14 de septiembre de 2013

EL CURA BROCHERO



José Gabriel del Rosario Brochero nació el 16 de marzo de 1840 en Santa Rosa de Río Primero, Córdoba.
Entró al Seminario Mayor de Córdoba “Nuestra Señora de Loreto”, el 5 de marzo de 1856, cuando tenía 16 años. Un amigo suyo escribió: “Muchas veces le he oído contar [a Brochero] que la constante preocupación de su juventud fue el sacerdocio… No sabía qué vocación seguir: la laical o la sacerdotal… Su espíritu fluctuaba y su corazón sufría con esta indecisión. Un día, dominado por esta preocupación, asistió a un sermón en que se bosquejaron las exigencias y sacrificios de una y otra… y apenas concluyó de escucharlo, la duda ya no atormentaba su alma, y ser sacerdote era para él una resolución inquebrantable” (CÁRCANO, RAMÓN J., José Gabriel Brochero, en: Periódico Los Principios, Córdoba, 30 de enero de 1916.)
Es ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866 por el Obispo Vicente Ramírez de Arellano. El 10 de diciembre del mismo año celebra su primera misa en la capilla del Colegio Seminario “Nuestra Señora de Loreto”, cuando ésta se encontraba en la casa detrás de la Catedral, donde hoy se encuentra la Plazoleta del Fundador.
En diciembre de 1869 asume el Curato de San Alberto, siendo San Pedro la villa que hacía de cabecera en aquel departamento. Por aquel tiempo el extenso Curato de San Alberto (de 4.336 kilómetros cuadrados) contaba con poco más de 10.000 habitantes que vivían en lugares distantes sin caminos y sin escuelas, desperdigados por las Sierras Grandes de más de 2.000 metros de altura. Era triste el estado moral y la indigencia material de la gente. El corazón apostólico de Brochero no se desanima, sino que desde ese momento dedicará su vida toda no sólo a llevar el Evangelio sino a educar y promocionar a sus habitantes.
Al año siguiente de llegar, comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba, para hacer los Ejercicios Espirituales recorriendo unos 200 kilómetros cruzando las sierras. Dicha travesía requería tres días a lomo de mula y las caravanas muchas veces superaban las quinientas personas. Más de una vez fueron sorprendidos por fuertes tormentas de nieve. Al regresar, luego de nueve días de silencio, oración y penitencia sus feligreses iban cambiando de vida, siguiendo el Evangelio y buscando el desarrollo económico de la zona.
En 1875, con la ayuda de sus feligreses, comenzó la construcción de la Casa de Ejercicios de la entonces Villa del Transito (localidad que hoy lleva su nombre). Fue inaugurada en 1877 con tandas que superaron las 700 personas, pasando por la misma, durante el ministerio parroquial del Siervo de Dios, más 40.000 personas. También construyó la casa para las religiosas, el Colegio de niñas y la residencia para los sacerdotes.
Con sus feligreses construyó más de 200 kilómetros de caminos y varias iglesias, fundó pueblos y se preocupó por la educación de todos. Solicitó ante las autoridades y obtuvo mensajerías, oficinas de correo y estafetas telegráficas. Proyectó el ramal ferroviario que atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto para sacar a sus queridos serranos de la pobreza en que se encuentran, “abandonados de todos pero no por Dios”, como solía repetir.
 “Un sacerdote que vivió una verdadera pasión por el evangelio que testimonió y transmitió en medio de una considerable transformación cultural en nuestro país después de los acontecimientos de la organización nacional. Sin ingenuidad, pero también sin ceder a lamentos o enfrentamientos estériles se dedicó con empeño y con espíritu constructivo a la maravillosa tarea de la evangelización. De su pasión por el evangelio brotaba también su pasión por sus hermanos y el deseo de brindarles las condiciones de una vida digna. Por eso trabajó incansablemente por levantar templos o capillas, la casa de ejercicios espirituales en la Villa del Tránsito, escuelas y otras obras que aseguraran a todos una existencia que mereciera el título de humana y cristiana.” (Mons. Carlos Ñáñez, homilía Misa Crismal 1º de abril de 2010). 
 Pocos días después de su muerte, el diario católico de Córdoba escribe: “Es sabido que el Cura Brochero contrajo la enfermedad que lo ha llevado a la tumba, porque visitaba largo y hasta abrazaba a un leproso abandonado por ahí”. Debido a su enfermedad, renunció al Curato, viviendo unos años con sus hermanas en su pueblo natal. Pero respondiendo a la solicitud de sus antiguos feligreses, regresó a su casa de Villa del Transito, muriendo leproso y ciego el 26 de enero de 1914.




Mina Clavero (Córdoba) (AICA): 
Sandra Violino y Osvaldo Flores son los papás de Nicolás, el niño sobre quien Brochero produjo un milagro que le permite estar hoy con vida, tras haber sufrido un terrible accidente automovilístico con apenas once meses de vida. Sostuvieron que Brochero obró un milagro “que hubo que perseverar”. “Me entregaron un hijo en estado de vida vegetativo al cual hubo que trabajar”, recordó la madre del niño por el cual el Cura Gaucho será proclamado beato.
Sandra Violino y Osvaldo Flores son los papás de Nicolás, el niño sobre quien el Cura Brochero obró un milagro que lo llevará al honor de los altares este sábado 14 de septiembre. Recién llegados a esta villa serrana, revivieron la historia de sus vidas para AICA, entre mates, idas y venidas de monjas por la pequeña casa de Mina Clavero y otros tantos detalles de la ceremonia de beatificación, que se desarrollará en el predio del Cristo Blanco.
En pocos días, se cumplirán 13 años del accidente automovilístico que los involucró para siempre con la glorificación de Brochero: una camioneta Ford Apache sin luces chocó de frente al Volkswagen Polo en el que viajaba con los padres de Sandra. Nora, la abuela, sobrevivió, pero no así su esposo; Sandra, en tanto, quedó con las piernas fracturadas, y Nicolás, con 11 meses, quedó tendido en la cinta asfáltica con la cabeza muy lastimada y apenas con vida. Su papá, Osvaldo, lo socorrió, y en la desesperación, pidió la intercesión del venerable José Gabriel del Rosario Brochero.
Luego de semanas difíciles para la familia, en las que se conjugaba la pérdida del abuelo y la extendida cadena de oración por Nicolás, el doctor Vicente Montenegro, que atendió al niño de menos de un año, les informó que cumplieran las promesas que habían hecho, porque lo sucedido con la evolución del niño superaba toda intervención científica. Sus padres contaron a AICA que siempre supieron que en Nicolás había algo diferente, pero fue un milagro “que hubo que perseverar”, como recuerda su madre: “Me entregaron un hijo en estado de vida vegetativo al cual hubo que trabajar”.

Hoy Nicolás tiene casi 14 años, y solo presenta una disminución de la movilidad en la parte derecha de su cuerpo, pero sin llegar a la parálisis. El diagnóstico que le habían dado era de completa discapacidad. Pero no fue así, porque el Cura Brochero intercedió.
¿Cómo fue evocar en estos días la historia que les tocó vivir?
Sandra Violino:
En realidad, es una resignificación del dolor y de la cruz. A pesar de que ha sido un camino difícil, con alegrías pero con mucho dolor y trabajo, hemos reencontrado el sentido de la cruz con alegría y con gozo, lo que nos permite estar muy emocionados. Sentirnos que hemos sido parte de este proceso, con un granito de arena, nos da una alegría inmensa.
Osvaldo Flores: Gente que nos ve nos pregunta de dónde sacamos fuerza. Creemos que viene de Dios, del Espíritu Santo, y también de Brochero, porque sin ellos creo que no se hubiera conjugado esta historia de la manera que se dio. Es Dios el principal artífice y es la fuerza que emana de Él lo que nos lleva adelante. Brochero trabaja y hace trabajar… Brochero ha trabajado mucho, y creo que aún lo sigue haciendo a través de Nicolás y muchas otras personas. Así que si es para gloria de Dios, hay que trabajar y salir adelante.

La historia de la familia está trazada por los camino brocherianos. Sandra cuenta que sus bisabuelos trabajaron junto a Brochero, y que su abuela fue catequista de la capilla de Pampa del Pocho. Los varones, cada año, asistían a los ejercicios espirituales que se predicaban en la Casa de Ejercicios. Su mamá, Nora, el “pilar” de la fe en la familia, fue a la escuela primaria del colegio de las Esclavas y, según su hija, “ha sido como el poncho casero de Brochero en la fe”. Por estos días, con su grupo de oración, la abuela del “niño del milagro” borda, cocina y plancha; presta camas y catres para los peregrinos y se hace tiempo para rezar y recibir en su casa a las religiosas de la Sociedad de María y otras congregaciones, que llegan a ella como si fuera una madre superiora.
¿Cómo fue crecer en una familia que respira a Brochero?
SV:
. Nos identificamos en el trabajo de Brochero de la entrega, de no bajar los brazos hasta no conseguir el objetivo. Quizás somos muy insistentes. Sin duda, el camino de la comprobación del milagro ha sido un camino de Brochero, en el sentido del esfuerzo y de la perseverancia. A mí me llama la atención la perseverancia que tiene Nicolás por la recuperación. Uno como papá lo alienta y lo empuja para que siga creciendo, pero se nota que tiene un empuje y una fuerza de perseverancia que es muy particular. Y creo que esto es un reflejo de lo que da Brochero.
 Al igual que ocurrió con María Sara Pane, la mujer por quien la beata Crescencia Pérez obró un milagro de curación, la familia Flores-Violino vivió días atrás una situación de prueba y de resignación, de depositarse en las manos de Dios. Nicolás debía someterse, tarde o temprano, a una cirujía. Pero hace un mes, el médico les indicó que debían someterlo a una operación quirúrgica correctiva del pie, mucho más compleja de lo que esperaban, y que implicará probablemente quebrarle la cadera y el fémur.
¿Cómo sobrellevaron la situación?
OF:
Vinimos varios kilómetros desde Buenos Aires mudos. Pero a los poco días se nos pasó la conmoción, rezamos, pedimos y ahora estamos con la fuerza que nos da Dios… no es fácil. Pero lo estamos sobrellevando.
SV: Como mamá me afectó durante todo el viaje y media jornada del día siguiente. Pero le dije a Brochero que se ocupe, le rezamos en familia y se lo dijimos a Nicolás para que tenga presente este momento en el que se esperan y se reciben tantas gracias. Lo hablamos con monseñor Santiago Olivera, que es para nosotros un pastor y guía espiritual en la familia. En estos momentos te quebrás, pero luego salís adelante. Yo digo que el “coludo” no nos va a vencer y menos en este momento.
¿Y cómo vive esta jornada “el niño del milagro”?
SV: En realidad, vos hablás con él y lo toma muy naturalmente. Él sabe que el centro es Brochero. Si le preguntás qué es lo más importante o qué estamos celebrando, él sabe que se trata de la beatificación y está feliz que así sea. Es un niño muy simple, no es rebuscado en su expresión y lo vive como es. Sabe de todo lo que ocurrió y es consciente, y él se sienta con nosotros en cada nota. Revive la historia, nos corrige y realmente lo vive con la naturalidad propia de un niño.

Es más fácil ser santo que hacer un santo, dijo alguna vez una postuladora. Para preocupación de muchos y suspiro de otros tantos, la causa de beatificación del Cura Brochero estaba parada en 2008. Años antes, un 26 de enero, Sandra escribió una carta a mano alzada al arzobispado de Córdoba contando la evolución que había tenido Nicolás, y recibió una contestación. Más tarde, hicieron lo mismo con la diócesis de Cruz del Eje, pero no obtuvieron respuesta. Para ese entonces, Nora, la abuela de Nicolás, viajó a Tierra Santa con el entonces obispo de Cruz del Eje, monseñor Omar Félix Colomé, y le contó la situación del niño, y de la necesidad que tenía de comulgar: con apenas 8 años, cuando llegaba el momento de la Eucaristía se ponía a llorar, se aferraba a sus padres y les pedía que lo lleven hacia el sacerdote o el ministro.
Luego de esta charla, monseñor Colomé pasó de regreso por Roma y comenzó a movilizar la causa, que hasta el momento estaba parada. Cuando llegó monseñor Olivera a la diócesis, el 7 de septiembre de 2008, “la causa empezó a tomar su cauce con otra impronta”, aseguran los Flores-Violino. Para Sandra, fue un verdadero milagro: “Realmente abrazó la causa”. Con una nueva postuladora, la doctora Silvia Correale, especialista en derecho canónico y residente en Roma, comenzaron a recuperar los testimonios, las pruebas médicas y otras documentaciones.

Hubo que someterlo a Nicolás a muchos estudios, hubo que buscar fotos, hablar con los médicos y contactar a gente que había estado presente en la noche del accidente.
“Uno tiene que comprender que los tiempos de Dios no son los nuestros. Y uno tiene que aceptar que Dios sabe el cuándo y el porqué. Ahora, todos estuvieron en la misma sintonía para que Brochero sea beato”, cuenta Sandra..
La postuladora de la causa, Silvia Correale, se quedará unos días más en la Argentina para escuchar la comunicación de otras gracias que podrían llevar a la canonización de Brochero…
SV:
Son tantas las gracias que se reciben, y a veces no se comunican, o no se saben, o se cree que no tienen la entidad suficiente. Cuando me piden una opinión, les dijo que recen al Cura Brochero, que tienen un amigo en quien confiar y que puede pechar allá en el Cielo, y después les digo que la comuniquen porque eso es lo que nos está faltando. Parece mentira que haya pasado tanto tiempo. Si uno no lo pide, no lo manifiesta, no se da. Creo que esto va a impulsar a que otros cuenten y me parece fantástico que así sea porque, a mi entender, Brochero tendría que estar en los altares desde hace tiempo. Estoy convencida de que va a salir muy rápido el segundo milagro para que Francisco lo pueda proclamar santo… ¡esa sí sería ponerle la frutilla al postre!
El episcopado y el clero argentino siempre han insistido en Brochero por ser un ejemplo de sacerdote discípulo y misionero. ¿Qué puede rescatar de él un laico?
SV: Creo que el modelo de Brochero es un ejemplo para todo el mundo. Para los políticos, para los líderes, para todos los cristianos, porque ha cubierto todas las áreas, primero con la promoción humana desde la evangelización, y también por esa entrega al necesitado, compartir hasta el último centavo… creo que, en definitiva, no hay ningún aspecto que no sirva de ejemplo. Sobre todo, saber que era un hombre común, un hombre santo, y que es ejemplo para el obispo, para el dirigente, para el contador, para cualquiera… En todo sentido, es un ser a imitar.







 


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