lunes, 2 de septiembre de 2013

Evangelio del Domingo XXIII del Tiempo Ordinario*Ciclo C



Jesús nos pide este domingo un seguimiento radical a su persona y a su doctrina. “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. Y hoy todo ello está en actualidad y no solo para los consagrados. El mundo de hoy nos pide –nos exige—que olvidemos a Jesús o que, al menos, no mencionemos su nombre o mostremos su cruz. No podemos hacerlo. Jesús nos pide un seguimiento radical.
 Hoy, debemos estar hoy especialmente atentos. Jesús nos va a pedir un compromiso radical de seguimiento, que no tiene paliativos, ni admite excusas. Hemos de seguirle, por encima de todo. Incluso por encima de lo que nos parece digno y bueno. La llamada de Jesús no nos debe producir tristeza. Jesús brinda ayuda y sabiduría para saber exactamente lo que tenemos que hacer. Pero hemos de seguirle, sin rodeos, sin mirar atrás. Con alegría, humildad y esperanza.
 Y, en fin, en este segundo domingo de septiembre la crisis, las dificultades económicas siguen marcando gravemente nuestra vida cotidiana. Y eso también nos debe abrir a la solidaridad, a la fraternidad.

 El texto del Libro de la Sabiduría es nuestra primera lectura de hoy. Nos dice que sólo es posible comprender los caminos de Dios cuando el Espíritu Santo ilumina con la fe. Y esas resonancias del Espíritu, que tienen un claro matiz cristiano, ya se expresaban en tiempos de los judíos, lo que nos demuestra la unidad –en el tiempo y en el espacio-- de toda la Palabra de Dios.


Sab 9, 13-19: “¿Qué hombre conoce los proyectos de Dios?”
¿Qué hombre conoce los proyectos de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere?
Los pensamientos de los mortales son frágiles, e inseguras nuestras reflexiones; porque el cuerpo mortal es un peso para el alma, y esta morada terrena oprime a la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a nuestro alcance, pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu santo espíritu desde el cielo?
Sólo así se enderezaron los caminos de quienes habitan la tierra, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó.
PALABRA DE DIOS
TE ALABAMOS SEÑOR.


El salmo 89 es el primero del Libro Cuarto del Salterio. Y nos muestra la oración de Moisés. Pero es, además, el inicio del reconocimiento del género humano de la existencia de un camino de contrastes entre Dios y el hombre. Se muestra la inconmensurable grandeza de Dios que supera enormemente la débil condición humana, la cual Dios remedia si invocamos su misericordia.

Sal 89, 3-6.12-14 y 17: “Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación”
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornen, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde se marchita y se seca.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
 El texto de Pablo a la carta a Filemón –la más breve de todas las del Apóstol-- habla de abolir la esclavitud por uso del amor fraterno. ¿No es esta una buena reflexión para nosotros en estos tiempos donde la emigración y el trabajo precario –dos formas de esclavitud— forman parte de nuestra vida?


Fil 9-10.12-17: “Por el Evangelio sufro la prisión”
Querido hermano:
Yo, Pablo, ya anciano y ahora también prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión; te lo envío como si te enviara mi propio corazón.
Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad.
Quizá él te abandonó por breve tiempo, precisamente para que ahora lo recuperes para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano muy querido.
Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como si me recibieras a mí.
PALABRA DE DIOS.
TE ALABAMOS SEÑOR. 
 Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 14, 25-33
GLORIA A TI SEÑOR. 
 “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; Él se volvió y les dijo:
— «Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, no pueda acabarla y se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de terminar”.
¿O qué rey, si va a dar batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, envía delegados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo ustedes: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
PALABRA DE DIOS
GLORIA A TI SEÑOR JESUS. 
 


Como entonces, también hoy los que “van con Cristo” por el camino son una muchedumbre. ¡Los católicos somos más de mil millones en el mundo entero! ¿Pero cuántos de entre esos millones de católicos bautizados son verdaderamente discípulos de Cristo?
En su Evangelio Lucas marca una diferencia fundamental entre “seguir” al Señor e “ir con Él de camino”. El que “va de camino” con Cristo lo ve como un gran hombre, un maestro sabio, alguien que acaso tiene que resolver inmediatamente sus problemas cuando sufre, pero que no se compromete con Él a fondo. ¡Cuántos lo siguen sólo mientras todo va bien, pero dejan de acompañarlo cuando sienten cansancio y fatiga, o cuando tienen otros asuntos “más importantes” que atender (ver Mt 22,3-5), o cuando el lenguaje del Señor se torna “demasiado duro” (ver Jn 6, 60.66), cuando las exigencias y renuncias que propone son demasiado costosas (ver Mc 10,21-22)! Sí, son muchedumbre los que acompañan al Señor un trecho, mientras no les pida sino aquello que están dispuestos a darle, mientras no les pida cargar sino la cruz que ellos quieren elegir y están dispuestos a cargar. En realidad, lo buscan y lo acompañan mientras algo puedan obtener de Él: una milagrosa curación (ver Mc 1,32-37), un bien material (ver Lc 12,13), la pronta solución de un problema, etc.
El seguimiento del Señor implica, en cambio, estar con Él siempre, implica seguirlo adonde Él vaya, permanecer junto a Él en las buenas y en las malas, no sólo cuando todo resulta fácil sino también cuando la cuesta se hace empinada. Y yo, ¿abandono al Señor cuando me pide “demasiado”? ¿Lo abandono por aferrarme a mis bienes materiales? ¿Antepongo el amor humano al amor al Señor? ¿Prefiero “sentirme querida”, consintiendo una situación de pecado, en vez de vivir como Él me enseña?
El Señor Jesús amó a María tanto como ningún hijo podrá jamás amar a su madre. Sin embargo, su amor al Padre lo llevó a cumplir fielmente su misión, aunque ello significase separarse de su Madre totalmente y verla sufrir tanto al pie de la Cruz. Su inmenso amor a María no fue un obstáculo para dar la vida, para sacrificarse Él mismo en favor de la humanidad entera. Al contrario, el amor a su Madre y a cada uno de nosotros lo impulsó a entregarse totalmente al cumplimiento de su misión reconciliadora.

Seguir verdaderamente al Señor Jesús implica necesariamente hacerse su discípulo, es decir, tomarlo como Maestro, ponerse a la escucha de sus enseñanzas, aprender de su estilo de vida, asumir sus criterios de juicio, su visión de la realidad, su aproximación a las cosas y a las personas. Ser discípulo de Cristo implica por sobre todo entrar en un proceso de transformación interior, sólo posible por la acción del Espíritu Santo en nosotros, proceso por el que nos vamos asemejando cada vez más a Él (ver Ef 4,13; Gál 2,20).
A quien quiera ser cristiano no sólo de nombre sino también de hecho, el Señor le pide amarlo a Él por sobre todas las cosas y personas, por más sagrados e intensos que sean los vínculos que nos unen a ellas. Al amarlo a Él sobre todo y sobre todos, el Señor Jesús nos enseña que el amor a nuestros padres, parientes, amigos y a todos los seres humanos se purifica, se eleva, adquiere finalmente una dimensión divina. Ese amor durará por toda la eternidad.


PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO


Llamados a ser discípulos de Cristo
520: Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo (ver Rom 15,5; Flp 2,5): Él es el «hombre perfecto» que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar; con su oración atrae a la oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones (ver Mt 5,11-12).
562: Los discípulos de Cristo deben asemejarse a Él hasta que Él crezca y se forme en ellos (ver Gál 4,19).
 SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 4
“JESUCRISTO PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO,
FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO”
Párrafo 2
JESÚS MURIÓ CRUCIFICADO
 Nuestra participación en el sacrificio de Cristo
618: Él llama a sus discípulos a «tomar su cruz y a seguirle» (Mt 16,24) porque Él «sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» (1Pe 2,21). Él quiere, en efecto, asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios. Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor:
Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo (Sta. Rosa de Lima).
 TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO

PRIMERA SECCIÓN
LA VOCACIÓN DEL HOMBRE:
LA VIDA EN EL ESPÍRITU
CAPÍTULO PRIMERO
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA
ARTÍCULO 7
LAS VIRTUDES
1816: El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella, sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: «Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia» (LG 42).
 TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO

SEGUNDA SECCIÓN
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
CAPÍTULO SEGUNDO
«AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO»
ARTÍCULO 10
EL DÉCIMO MANDAMIENTO
2544: Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a Él respecto a todo y a todos y les propone «renunciar a todos sus bienes» (Lc 14,33) por Él y por el Evangelio. Poco antes de su Pasión les mostró como ejemplo la pobre viuda de Jerusalén que, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir. El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los Cielos.





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