miércoles, 2 de octubre de 2013

CATEQUESIS DEL PAPA: Miércoles 2 de Octubre del Año de la Fe


Ciudad del Vaticano, 2 octubre 2013 (VIS).-La santidad de la Iglesia ha sido el tema elegido por Francisco para la catequesis de la audiencia general de los miércoles, que ha tenido lugar en la Plaza de San Pedro y ha contado con la presencia de más de 50.000 personas.

El Papa Francisco, en su catequesis de hoy con los miles de fieles y peregrinos que lo visitaron en la plaza de San Pedro, continuó profundizando en el misterio de “La Iglesia”, e indicó que no solo es “una” sino que además es “Santa”. Y lo es a pesar de los momentos de oscuridad que ha experimentado eventualmente a lo largo de la historia, y también a pesar de que la conformen hombres pecadores.
Es santa remarcó por gracia de la Santísima Trinidad. No por nuestros méritos. Sin embargo, el Papa Francisco recordó a todos que estamos llamados a ser santos y que no debemos tener miedo a serlo. No a través de cosas extraordinarias sino dejando que Dios obre en nuestras vidas con su Espíritu de caridad, de humildad y de alegría. Por el Señor, para su gloria, y por el bien del prójimo.

 El Papa Francisco reconoció en la audiencia general una aparente contradicción: ¿Cómo se puede decir que la Iglesia es santa si está formada por hombres, mujeres, sacerdotes y hasta “papas pecadores”? 
  

Queridos hermanos y hermanas:


En el Credo después de profesar que la Iglesia es “una” , ha dicho el Papa, “también decimos que es “santa”; afirmamos la santidad de la Iglesia, una característica que estuvo presente desde el principio en la conciencia de los primeros cristianos, que se llamaban sencillamente 'los santos' porque tenían la certeza que es la acción de Dios, el Espíritu Santo que santifica la Iglesia”.

Pero, se ha preguntado, “¿Cómo podemos decir que la Iglesia es santa, si vemos que la Iglesia histórica, en su camino durante los siglos, ha atravesado tantos ... momentos de oscuridad? ¿Cómo puede ser santa una Iglesia hecha de seres humanos, de pecadores, hombres pecadores, mujeres pecadoras, sacerdotes pecadores, monjas pecadoras, obispos pecadores, cardenales pecadores, papas pecadores?. Todos. ¿Cómo puede ser santa una Iglesia así? 
 La Iglesia es santa porque “procede de Dios que es santo, es fiel y no la abandona nunca al poder de la muerte y del mal; es santa porque Jesucristo, el Santo de Dios, se ha unido a ella indisolublemente; es santa porque la guía el Espíritu Santo que la purifica, la renueva y la renueva. No es santa por nuestros méritos, sino porque Dios la hace santa”.

“Podríais decirme: Pero la Iglesia está formada por pecadores; lo vemos todos los días. Es verdad: somos una Iglesia de pecadores; y nosotros, los pecadores, estamos llamados a dejarnos transformar...por Dios. En la historia de la Iglesia ha habido la tentación por parte de algunos de afirmar: la Iglesia es solo la Iglesia de los puros, de los que son totalmente coherentes, y a los otros hay que alejarlos. ¡No, es verdad!. Esto es una herejía....

 La Iglesia, que es santa, no rechaza a los pecadores: los acoge y está abierta también a los más lejanos, llama a todos a dejarse envolver por la misericordia, la ternura y el perdón del Padre que da a todos la posibilidad de encontrarlo, de caminar hacia la santidad....¿Alguno de los que está aquí ha venido sin sus pecados? No, todos llevamos nuestros pecados con nosotros”.

En la Iglesia, el Dios que encontramos “no es un juez despiadado, es como el Padre de la parábola evangélica... El Señor quiere que seamos parte de una Iglesia que sabe abrir los brazos para acoger a todos, que no es la casa de unos pocos, sino de todos, donde todos pueden ser renovados, transformados y santificados por su amor; los más fuertes y los más débiles, los pecadores, los indiferentes, los que se sienten abandonados y perdidos. La Iglesia brinda a todos la posibilidad de recorrer el camino de la santidad que es el camino del cristiano”.

“No tengáis miedo de la santidad -ha concluido Francisco- de dejaros amar y purificar por Dios...Dejemos que la santidad de Dios nos contagie. Cada cristiano está llamado a la santidad; y la santidad no consiste, ante todo, en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar que Dios actúe. Es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de su gracia”.





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