El Señor satisface el hambre del corazón con el pan de vida
y nos envía a compartirlo con los hermanos.
Hoy nos habla sobre la multiplicación de los panes. Este tema sirve de base para la enseñanza de Cristo sobre la Eucaristía. Jesús tomó pan, dio gracias y lo repartió personalmente a la multitud. La gente entusiasmada, lo proclamó Mesías, pero no comprendieron bien el signo.
Hoy nos habla sobre la multiplicación de los panes. Este tema sirve de base para la enseñanza de Cristo sobre la Eucaristía. Jesús tomó pan, dio gracias y lo repartió personalmente a la multitud. La gente entusiasmada, lo proclamó Mesías, pero no comprendieron bien el signo.
En el Evangelio
de hoy, a través del signo del pan, Jesús se manifiesta como pan para la vida
del mundo.
Multiplicar el pan es multiplicar la solidaridad y la hermandad.
La abundancia con la que Dios nos bendice tiene que ser compartida. La abundancia de su amor tiene que llegar a todos sus hijos.
La abundancia con la que Dios nos bendice tiene que ser compartida. La abundancia de su amor tiene que llegar a todos sus hijos.
Empezando hoy y siguiendo en los próximos
cuatro domingos vamos a escuchar el capítulo seis del Evangelio según San Juan,
sobre el discurso del Pan de Vida. El pasaje de hoy se refiere a la
multiplicación de los panes y de los peces por Cristo. Es signo de Eucaristía. El
pan, fruto del trabajo del hombre, puesto en manos del Señor, produce la Vida
nueva que nunca termina.
En el
ardiente verano romano, a las 12 del mediodía del 26 de julio de 2015, el
Obispo de Roma reflexionó sobre el Evangelio de la multiplicación de los panes,
ante miles de peregrinos que, a pesar del calor intenso, acudieron a la plaza
del santuario de San Pedro, para escucharlo y recibir su bendición.
“En Jesús
actúa el poder misericordioso de Dios, que cura todo mal del cuerpo y del
espíritu. Pero Jesús no es sólo sanador, es también maestro… Jesús, que sabe
bien lo que está por hacer, pone a la prueba a sus discípulos. ¿Qué hacer para
dar de comer a toda aquella gente? Felipe, uno de los Doce, hace un rápido
cálculo: organizando una colecta, se podrán recoger, al máximo, doscientos
denarios para comprar el pan que, sin embargo, no alcanzaría para dar de comer
a cinco mil personas”.
El Papa
explicó que “los discípulos razonan en términos de “mercado”, pero Jesús, a la
lógica del comprar, sustituye la del dar. Y he aquí que Andrés, otro de los
Apóstoles, hermano de Simón Pedro, presenta a un niño que pone a disposición
todo lo que tiene: cinco panes y dos pescados; pero ciertamente – dice Andrés –
no son nada para aquella gente”.
Pero
Jesús, que esperaba precisamente esto -dijo el Sucesor de Pedro-. “ordena a los
discípulos que hagan sentar a la gente, después tomó aquellos panes y aquellos
pescados, dio gracias al Padre y los distribuyó. Estos gestos anticipan
aquellos de la Última Cena, que dan al pan de Jesús su significado más profundo
y más verdadero”.
El
Vicario de Cristo afirmó que “el pan de Dios es Jesús mismo. Tomando la
Comunión con Él, recibimos su vida en nosotros y llegamos a ser hijos del
Padre celestial y hermanos entre nosotros. Participar en la Eucaristía
significa entrar en la lógica de Jesús, la lógica de la gratuidad, de la
participación. Y por más pobres que seamos, todos podemos dar algo. “Tomar la
Comunión” también significa tomar de Cristo la gracia que nos hace capaces de
compartir con los demás lo que somos y lo que tenemos”.
Francisco
concluyó que la multitud está sorprendida por el prodigio de la multiplicación
de los panes; pero que “el don que Jesús ofrece es plenitud de vita para el
hombre hambriento. Jesús sacia no sólo el hambre material, sino aquella más
profunda, el hambre de sentido de la vida, el hambre de Dios”."Que nuestra
oración sostenga el empeño común para que jamás falte a nadie el Pan del cielo
que da la vida eterna y lo necesario para una vida diga, y para que se afirme
la lógica del compartir y del amor".
Texto de
las palabras del Papa Francisco antes de rezar el Ángelus dominical:
Queridos
hermanos y hermanas,
¡buenos días!
El
Evangelio de este domingo (Jn 6, 1-15) presenta el gran signo de la
multiplicación de los panes, en la narración del evangelista Juan. Jesús se
encuentra en la orilla del lago de Galilea, y está rodeado por “una gran
multitud”, atraída por los “signos que hacía curando a los enfermos” (v. 2).
En Él
actúa el poder misericordioso de Dios, que cura todo mal del cuerpo y del
espíritu. Pero Jesús no es un sanador, es también maestro: en efecto sube al
monte y se si sienta, en la típica actitud del maestro cuando enseña: sube
sobre aquella “cátedra” natural creada por su Padre celestial. Llegado a este
punto Jesús, que sabe bien lo que está por hacer, pone a la prueba a sus
discípulos.
¿Qué
hacer para dar de comer a toda aquella gente? Felipe, uno de los Doce, hace un
rápido cálculo: organizando una colecta, se podrán recoger, al máximo,
doscientos denarios para comprar el pan que, sin embargo, no alcanzaría para
dar de comer a cinco mil personas.
Los
discípulos razonan en términos de “mercado”, pero Jesús, a la lógica del
comprar, sustituye aquella otra lógica, la lógica del dar. Las dos lógicas,
¿no? La del comprar y la del dar. Y he aquí que Andrés, otro de los Apóstoles,
hermano de Simón Pedro, presenta a un muchacho que pone a disposición todo lo
que tiene: cinco panes y dos pescados; pero ciertamente – dice Andrés – son
nada para aquella gente (Cfr. v. 9).
Pero
Jesús esperaba precisamente esto. Ordena a los discípulos que hagan sentar a la
gente, después tomó aquellos panes y aquellos pescados, dio gracias al Padre y
los distribuyó (Cfr. v. 11). Estos gestos anticipan aquellos de la Última Cena,
que dan al pan de Jesús su significado más verdadero.
El pan de
Dios es Jesús mismo. Tomando la Comunión con Él, recibimos su vida en nosotros
y llegamos a ser hijos del Padre celestial y hermanos entre nosotros. Tomando
la Comunión nos encontramos con Jesús, realmente vivo y resucitado. Participar
en la Eucaristía significa entrar en la lógica de Jesús, la lógica de la
gratuidad, de la participación. Y por más pobres que seamos, todos podemos dar
algo. “Tomar la Comunión” también significa tomar de Cristo la gracia que nos
hace capaces de compartir con los demás lo que somos y lo que tenemos.
La
multitud está sorprendida por el prodigio de la multiplicación de los panes;
pero el don que Jesús ofrece es plenitud de vida para el hombre hambriento.
Jesús sacia no sólo el hambre material, sino aquella más profunda, el hambre de
sentido de la vida, el hambre de Dios.
Frente al
sufrimiento, a la soledad, a la pobreza y a las dificultades de tanta gente,
¿qué podemos hacer nosotros? Lamentarse no resuelve nada, pero podemos ofrecer
lo poco que tenemos. Como aquel muchacho. Ciertamente tenemos alguna hora de
tiempo, algún talento, alguna competencia... ¿Quién de nosotros no tiene sus
“cinco panes y dos pescados”? Todos tenemos.
Si
estamos dispuestos a ponerlos en las manos del Señor, bastarán para que en el
mundo haya un poco más de amor, de paz, de justicia y, sobre todo, de alegría.
¡Cuán necesaria es la alegría en el mundo! Dios es capaz de multiplicar
nuestros pequeños gestos. Gestos de solidaridad y hacernos partícipes de su
don.
Que
nuestra oración sostenga el empeño común para que jamás falte a nadie el Pan
del cielo que da la vida eterna y lo necesario para una vida diga, y para que
se afirme la lógica del compartir y del amor. Que la Virgen María nos acompañe
con su intercesión maternal.
Hoy se abren las inscripciones para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, que se desarrollará el próximo año en Polonia. Quise abrir yo mismo las inscripciones y por esto hice venir junto a mí a un muchacho y una muchacha, para que estén conmigo en el momento de abrir las inscripciones, aquí, delante de ustedes. He aquí, me inscribí en la Jornada como peregrino mediante este dispositivo electrónico. Celebrada durante el Año de la Misericordia, esta Jornada será, en cierto sentido, un jubileo de la juventud, llamada a reflexionar sobre el tema: “Beatos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia” (Mt 5,7). Invito a los jóvenes de todo el mundo a vivir esta peregrinación ya sea dirigiéndose a Cracovia que participando en este momento de gracia en las propias comunidades.
Dentro de algunos días se celebra el segundo aniversario desde cuando, en Siria, fue secuestrado el padre Paolo Dall’Oglio. Dirijo un sentido y apremiante llamado por la liberación de este estimado religioso. No puedo olvidar también a los Obispos Ortodoxos secuestrados en Siria y a todas las otras personas que, en las zonas de conflicto, han sido secuestradas. Espero en el renovado empeño de las competentes Autoridades locales e internacionales, para que a estos hermanos nuestros les sea restituida la libertad. Con afecto y participación a sus sufrimientos, queremos recordarlos en la oración y recemos todos juntos a la Virgen: Ave María…
Los saludo a todos ustedes, peregrinos provenientes de Italia y de otros países, saludo a la peregrinación internacional de las Hermanas de San Félix, a los fieles de Salamanca, a los jóvenes de Brescia que están desarrollando un servicio en el comedor de los pobres de la Caritas de Roma, y a los jóvenes de Ponte San Giovanni (Perugia).
Hoy 26 de julio la Iglesia recuerda a los Santos Joaquín y Ana, padres de la Beata Virgen María y abuelos de Jesús. En esta ocasión, quisiera saludar a todas las abuelas y a todos los abuelos, agradeciéndoles por su preciosa presencia en las familias y por las nuevas generaciones. Para todos los abuelos vivos, pero también por aquellos que nos miran desde el cielo, ¡demos un saludo y un hermoso aplauso!
¡A todos les deseo un feliz domingo! Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Feliz almuerzo y hasta pronto!
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