Domingo XXII del Tiempo Ordinario. Es además el último domingo –y el último día—de agosto.
La liturgia de hoy está muy llena de contenidos. Sin rodeos, Jesús de Nazaret nos da las reglas de su seguimiento. Nos pide que nos neguemos a nosotros mismos para poderle seguir. Y es que a Jesús no se le puede compartir con nadie.
La Palabra nos muestra que continua el dialogo entre Jesús y sus discípulos, esta vez le habla de la pasión y muerte que tenía que padecer, y este anuncio se convierte un motivo de escándalo entre los discípulos que no entendían el destino trágico de Jesús que cumple plenamente la voluntad del Padre. Jesús nos invita a tomar una decisión radical para realizar la propia existencia a través del servicio, de la entrega y el sacrificio de sí mismo por su causa.
Jesús nos pide entrega incondicional, aunque su yugo sea suave y su carga ligera, pero hay que entregarse, aunque como a Pedro no nos guste el sacrificio que anuncia Jesús.
Pedro, el domingo pasado, era elevado por Cristo como su vicario. Había hablado el primer Papa influido por el Espíritu del Padre para proclamarle Mesías. Pero Pedro, hoy, según nos sigue contando el evangelio de san Mateo, llevado de criterios humanos –y lógicos—se niega a que su amigo y maestro tenga que sufrir. Pero eso es contrario a los designios de Dios que Jesús tiene que cumplir y, por tanto, los presuntos buenos sentimientos de Pedro, son en realidad una tentación para Jesús. Y así se lo hace saber el Señor con una dureza extraordinaria.
Miles de peregrinos han estado a las 12 del mediodía para rezar el Ángelus con el Papa Francisco en este último domingo de agosto. En su alocución Francisco ha dicho que es triste encontrarse con cristiano que no se sabe si creen o son mundanos.
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
siguiendo el itinerario dominical del Evangelio de Mateo, hoy llegamos al punto crucial en el cual Jesús, después de haber verificado que Pedro y los otros once habían creído en Él como Mesías e Hijo de Dios, “comenzó a explicarles que debía ir a Jerusalén y sufrir mucho, ser asesinado y resucitar al tercer día” (Mt 16,21). Es un momento crítico en el cual emerge el contraste entre el modo de pensar de Jesús y el de los discípulos. Incluso Pedro siente el deber de reprochar al Maestro, porque no puede atribuir al Mesías un final innoble. Entonces Jesús, a su vez, reprocha duramente a Pedro, lo pone “en su lugar”, porque no piensa “según Dios, sino según los hombres” (v. 23) y sin darse cuenta hace el papel de satanás, el tentador.
Sobre este punto insiste en la liturgia dominical también el apóstol Pablo, el cual, escribiendo a los cristianos de Roma, les dice a ellos: “No se conformen a este mundo, no sigan los esquemas de este mundo, sino déjense transformar, renovando su modo de pensar, para poder discernir la voluntad de Dios” (Rm 12,2)
De hecho, nosotros los cristianos vivimos en el mundo, insertados plenamente en la realidad social y cultural de nuestro tiempo, y es justo que sea así; pero esto trae consigo el riesgo de convertirnos en “mundanos”, el riego que “la sal pierda el sabor” como diría Jesús (cfr. Mt 5,13), es decir, que el cristiano se “diluya”, pierda la carga de novedad que viene del Señor e del Espíritu Santo. En cambio debería de ser al contrario: cuando en los cristianos permanece viva la fuerza del Evangelio, esa puede transformar “los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes de inspiración y los modelos de vida” (PAOLO VI, Esort. ap. Evangelii nuntiandi, 19).
Es triste encontrar cristianos “diluidos”, que parecen el “vino diluido” y no se sabe si son cristianos o mundanos, como el “vino diluido” no se sabe si es vino o agua, es triste esto. Es triste encontrar cristianos que no son más la sal de la tierra, sabemos que cuando la sal pierde su sabor no sirve para nada, su sal perdió el sabor porque se han entregado al espíritu del mundo, es decir, se han convertidos en mundanos.
Por eso es necesario renovarse continuamente nutriéndose de la linfa del Evangelio. ¿Y cómo se puede hacer esto en la práctica? Sobre todo leyendo y meditando el Evangelio todos los días, así la Palabra de Jesús estará siempre presente en nuestra vida; recuerden que les ayudara llevar siempre el Evangelio con ustedes, un pequeño evangelio, en el bolsillo, en la cartera y leer durante el día un pasaje, pero siempre con el Evangelio porque es llevar la Palabra de Jesús para poder leerla.
Además participando en la Misa dominical, donde encontramos al Señor en la comunidad, escuchando su Palabra y recibiendo la Eucaristía que nos une a Él y entre nosotros; y luego son muy importantes para la renovación espiritual las jornadas de retiro y de ejercicios espirituales. Evangelio, Eucaristía y oración, no se olviden Evangelio, Eucaristía y oración: gracias a estos dones del Señor podemos conformarnos a Cristo y no al mundo, y seguirlo en su vida, el camino de “perder la propia vida” para encontrarla (v. 25). “Perderla” en el sentido de donarla, ofrecerla por amor en el amor – y esto comporta el sacrificio, la cruz – para recibirla nuevamente purificada, liberada del egoísmo y de la hipoteca de la muerte, llena de eternidad.
La Virgen María nos precede siempre en este camino; dejémonos guiar y acompañar por ella.
Al finalizar la oración a la Madre de Dios, el Santo Padre dirigió sus saludos a los fieles romanos y peregrinos procedentes de distintas partes del mundo. El Papa, siendo este domingo la jornada del cuidado de la creación organizada por la Conferencia Episcopal Italiana, hizo un llamamiento para conservar la naturaleza y el medio ambiente.
Estas fueron las palabras de Francisco después de la oración del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
Mañana, en Italia, se celebra la Jornada por el cuidado de la creación, promovida por la Conferencia Episcopal. El tema de este año es muy importante, "Educar para el cuidado de la creación, por la salud de nuestro país y nuestra ciudad". Espero que se fortalezca el compromiso de todos, instituciones, asociaciones y ciudadanos, a fin de salvaguardar la vida y la salud de las personas también respetando el medio ambiente y la naturaleza.
Saludo a los peregrinos procedentes de Italia y de otros países, especialmente a los fieles de Santiago de Chile, Pistoia, San Giovanni Bianco y Albano San Alejandro (Bérgamo); los jóvenes de Módena, Bassano de Grappa y Rávena; el gran grupo de motociclistas de la policía y la banda de la policía. ¡Sería bonito al final, escucharles!
Un saludo especial a los parlamentarios católicos, reunidos por su quinto encuentro internacional, y les animo a vivir el delicado papel de los representantes del pueblo, en conformidad con los valores del Evangelio.
Ayer he recibido una familia numerosa de Mirabella Imbaccari, que me han dado el saludo de todo el pueblo agradezco a todos ustedes de este pueblo por el afecto.
Saludo a los participantes del encuentro de Scholas, continúen con vuestro empeño con los jóvenes y niños, trabajando con la educación, el deporte y la cultura y les deseo y un buen partido mañana en el Estadio Olímpico.
Veo desde aquí a los jóvenes que pertenecen al sindicato de los plásticos, sean fieles a vuestro modo, es muy peligroso caminar solos, y en la vida, anden siempre juntos.
A todos ustedes les pido que recen por mí, y les deseo un buen domingo y una buena comida. ¡Adiós!
FUENTE
TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
PRIMERA SECCIÓN
LA VOCACIÓN DEL HOMBRE:
LA VIDA EN EL ESPÍRITU
CAPÍTULO TERCERO
LA SALVACIÓN DE DIOS:
LA LEY Y LA GRACIA
ARTÍCULO 1
LA LEY MORAL
1973 Más allá de sus preceptos,
la Ley nueva contiene los consejos evangélicos. La distinción
tradicional entre mandamientos de Dios y consejos evangélicos se establece por
relación a la caridad, perfección de la vida cristiana. Los preceptos están
destinados a apartar lo que es incompatible con la caridad. Los consejos tienen
por fin apartar lo que, incluso sin serle contrario, puede constituir un
impedimento al desarrollo de la caridad (cf Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae,
2-2, q. 184, a. 3).
1974 Los consejos evangélicos manifiestan la plenitud viva de una
caridad que nunca se ve contenta por no poder darse más. Atestiguan su fuerza y
estimulan nuestra prontitud espiritual. La perfección de la Ley nueva consiste
esencialmente en los preceptos del amor de Dios y del prójimo. Los consejos
indican vías más directas, medios más apropiados, y han de practicarse según la
vocación de cada uno:«Dios no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que, como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, da a todos y a todas rango, orden, tiempo y valor» (San Francisco de Sales, Traité de l'amour de Dieu, 8, 6).
IV. La santidad cristiana
2013 “Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (LG 40). Todos son llamados a la santidad: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48):
«Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo [...] para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos» (LG 40).
2014 El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama “mística”, porque participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos —“los santos misterios”— y, en Él, del misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con Él, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos.
2015 “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cf 2 Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas:
«El que asciende no termina nunca de subir; y va paso a paso; no se alcanza nunca el final de lo que es siempre susceptible de perfección. El deseo de quien asciende no se detiene nunca en lo que ya le es conocido» (San Gregorio de Nisa, In Canticum homilia 8).
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