Jesús
nunca nos abandona. En medio de las dificultades viene a nuestro encuentro y
por la fe nos enseña a caminar sobre las aguas. Confiemos en Él.
La barca de Pedro es la Iglesia y en el Evangelio, Jesús calma los ánimos turbados de sus
discípulos,
En el XIX Domingo del Tiempo Ordinario , la plaza de San Pedro
volvió a acoger a miles de peregrinos y fieles provenientes de diversas partes
del mundo. Puntualmente el Santo Padre se asomó a la ventana de su estudio en
el palacio pontificio para rezar la oración mariana del Ángelus dominical, y,
antes de la oración, Francisco comentó el tema del Evangelio de hoy que nos presenta
el episodio de Jesús que camina sobre las aguas del lago, después de la
multiplicación de los panes y los pescados. Después de despedir a la multitud,
Jesús se retira a rezar, mientras en el lago se desata una gran tempestad, y en
medio de esta tormenta el Señor alcanza a los discípulos caminando sobre las
aguas del lago.
Texto completo de la reflexión del Papa antes del rezo a la Madre de
Dios
Queridos hermanos y hermanas,
¡Buenos días!
Llamamiento del Papa tras el Ángelus
¡Todo esto ofende gravemente a Dios y a la humanidad! No al odio y a la guerra en nombre de Dios, exclamó con consternación el Sucesor de Pedro, refiriéndose a los crímenes que se perpetran, en especial a la muerte de tantos niños y al sufrimiento de las víctimas indefensas de la cruel sinrazón de la violencia, que no se vence con más violencia. En el domingo en el que al unísono con el Obispo de Roma, como pidió él mismo, los corazones de los católicos del mundo junto con los de todas las personas de buena voluntad, elevan una oración especial, el Papa Bergoglio volvió a pronunciar un apremiante llamamiento. Abrazando a las poblaciones golpeadas, apelando a la comunidad internacional y recordando la misión de su Enviado Personal, Card. Filoni, que viaja este lunes, el Santo Padre recordó también a las víctimas del Ébola y pidió que se le acompañe con la oración en su Viaje a Corea:Queridos hermanos y hermanas
nos dejan pasmados y consternados las noticias que llegan de Irak: miles de personas, entre ellos tantos cristianos, expulsados de sus hogares de una manera brutal; niños que mueren de sed y de hambre durante la fuga; mujeres secuestradas; personas masacradas; violencias de todo tipo; destrucción por todas partes, de casas, de patrimonios religiosos, históricos y culturales. ¡Todo esto ofende gravemente a Dios y a la humanidad. ¡No se odia en nombre de Dios! ¡No se hace la guerra en nombre de Dios!
Todos nosotros pensando en esta situación, en esta gente, recemos en silencio...
Agradezco a los que, con valentía, están brindando socorro a estos hermanos y hermanas, y confío en que una solución política eficaz a nivel internacional y local pueda detener estos crímenes y restaurar el derecho. Para asegura mejor mi cercanía a esas queridas poblaciones he nombrado como mi Enviado Personal, que mañana viajará desde Roma a Irak al Cardenal Fernando Filoni.
También en Gaza, después de una tregua se ha reanudado la guerra que se cobra víctimas inocentes - niños - y no hace más que empeorar el conflicto entre israelíes y palestinos.
Oremos juntos al Dios de la paz, por intercesión de la Virgen María: Dona la paz, Señor, a nuestros días, y haz que seamos constructores de justicia y de paz.
¡Reina de la paz, ruega por nosotros!
Oremos también por las víctimas del virus "Ébola" y por aquellos que están luchando para detenerlo».
Con sus saludos a todos los peregrinos y fieles romanos, el Papa recordó que desde el próximo miércoles hasta el lunes, 18 va a realizar un Viaje Apostólico a Corea, y pidió ¡por favor, acompáñenme con la oración!
CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA
PRIMERA SECCIÓN
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
CAPÍTULO PRIMERO
LA REVELACIÓN DE LA ORACIÓN
Vocación universal a la oración
2566 El hombre busca a Dios. Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia. Coronado de gloria y esplendor (Sal 8, 6), el hombre es, después de los ángeles, capaz de reconocer ¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda la tierra! (Sal 8, 2). Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquel que le llama a la existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres (cf Hch 17, 27).
2567 Dios es quien primero llama al hombre. Olvide el hombre a su Creador o se esconda lejos de su faz, corra detrás de sus ídolos o acuse a la divinidad de haberlo abandonado, el Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración. Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la actitud del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. A través de palabras y de actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Este se revela a través de toda la historia de la salvación.
CAPÍTULO TERCERO LA VIDA DE ORACIÓN
ARTÍCULO 2
EL COMBATE DE LA ORACIÓN
2725 La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con Él nos enseñan que la oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. El “combate espiritual” de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración.
«Conviene que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo: igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo a otras labores, que levante su alma a Dios: conviene también que el siervo alborotador o que anda yendo de un lado para otro, o el que se encuentra sirviendo en la cocina [...], intenten elevar la súplica desde lo más hondo de su corazón» (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 6).
Los miedos de Pedro son las tribulaciones
lógicas de esa Iglesia de Cristo. Pero, tras la tempestad llega la calma y tras
el momento duro en que Pedro parece que se hunde en las aguas llega la calma de
la mano del Señor Jesús. Lo mismo hará con
nosotros si creyendo en Él, confiamos y nos abandonamos en sus manos.
Ellos se asustan pero Él los tranquiliza diciéndoles: Soy Yo, ¡No tengan miedo!
A lo que Pedro responde "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro
sobre el agua". Jesús lo llama y Pedro, bajando de la barca, comienza a
caminar sobre el agua en dirección a él. Pero al ver la violencia del viento,
tiene miedo, y como empezaba a hundirse, grita: ¡Señor sálvame! Jesús entonces,
le tiende su mano y lo sostiene, mientras le dice: "Hombre de poca fe,
¿por qué dudaste?"
El Papa, reflexionando sobre la actitud de fe del apóstol Pedro, que lo lleva a cumplir cosas extraordinarias, señala que comienza a hundirse en el momento en que quita su mirada de Jesús: en ese momento el apóstol se deja arrollar por las adversidades que lo circundan. Por ello, dijo el Pontífice, en el personaje de Pedro se describe nuestra fe: frágil y pobre, inquieta y victoriosa, que camina al encuentro de Jesús resucitado en medio de la tempestad y de los peligros del mundo.
Francisco evidencia también la escena final, cuando suben a la barca y el viento cesa: los discípulos, que se sentían aterrorizados y pequeños, se vuelven grandes en el momento en que se arrodillan ante Jesús y lo reconocen como Hijo de Dios . Esta es una imagen eficaz de la Iglesia, dice el Sucesor de Pedro: La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre a nuestro lado, y nos permite caminar también en la oscuridad y a través de los momentos de dificultad.
El Papa, reflexionando sobre la actitud de fe del apóstol Pedro, que lo lleva a cumplir cosas extraordinarias, señala que comienza a hundirse en el momento en que quita su mirada de Jesús: en ese momento el apóstol se deja arrollar por las adversidades que lo circundan. Por ello, dijo el Pontífice, en el personaje de Pedro se describe nuestra fe: frágil y pobre, inquieta y victoriosa, que camina al encuentro de Jesús resucitado en medio de la tempestad y de los peligros del mundo.
Francisco evidencia también la escena final, cuando suben a la barca y el viento cesa: los discípulos, que se sentían aterrorizados y pequeños, se vuelven grandes en el momento en que se arrodillan ante Jesús y lo reconocen como Hijo de Dios . Esta es una imagen eficaz de la Iglesia, dice el Sucesor de Pedro: La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre a nuestro lado, y nos permite caminar también en la oscuridad y a través de los momentos de dificultad.
Queridos hermanos y hermanas,
¡Buenos días!
El Evangelio de hoy nos presenta el episodio de Jesús que
camina sobre las aguas del lago. Después de la multiplicación de los panes y de
los peces. Él invita a los discípulos a subirse en una barca y a esperarlo en
la otra orilla, mientras Él despide a la gente, y luego se retira a rezar en la
montaña hasta la noche.
Mientras tanto en el lago se desata una fuerte
tormenta, y es ahí, en medio de la tormenta Jesús llega a la barca de los
discípulos, caminando sobre las aguas del lago. Cuando lo ven, los discípulos
se asustan, piensan que es un fantasma, pero Él los tranquiliza: "¡Animo,
soy yo, no tengan miedo!" Pedro, con su típico impulso, le pide casi una
prueba: "Señor, si eres tú, ordéname de ir hacia ti caminado sobre las
aguas"; y Jesús le dice: "¡Ven!". Pedro baja de la barca y se
pone a caminar sobre las aguas; pero el fuerte viento lo embiste y comienza a
hundirse. Entonces grita: "¡Señor, sálvame!", y Jesús le tiende la
mano y lo alza.
Esta narración es una bella imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de Jesús que le dice: "¡Ven!", él reconoce el eco del primer encuentro sobre la orilla de ese mismo lago, y luego, una vez más, deja la barca y va hacia el maestro. ¡Y camina sobre las aguas!. La respuesta confiada y rápida a la llamada del Señor hace realizar siempre cosas extraordinarias. Pero Jesús mismo nos decía que nosotros somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, fe en Él, fe en su palabra, fe en su voz.
Esta narración es una bella imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de Jesús que le dice: "¡Ven!", él reconoce el eco del primer encuentro sobre la orilla de ese mismo lago, y luego, una vez más, deja la barca y va hacia el maestro. ¡Y camina sobre las aguas!. La respuesta confiada y rápida a la llamada del Señor hace realizar siempre cosas extraordinarias. Pero Jesús mismo nos decía que nosotros somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, fe en Él, fe en su palabra, fe en su voz.
En cambio, Pedro comienza a hundirse en el momento que desvía la mirada hacia
Jesús y se deja arrastrar por las adversidades que lo rodean. Pero el Señor
esta siempre ahí, y cuando Pedro lo llama, Jesús lo salva del peligro. En el
personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, es descrita nuestra fe:
siempre frágil y pobre, inquieta y todavía victoriosa, la fe del cristiano
camina al encuentro del Señor resucitado, en medio a las tormentas y a los
peligros del mundo.
También es muy importante la escena final. "apenas subieron en la barca, el viento cesó. Aquellos que estaban en la barca se prostraron delante de Él, diciendo: "¡de verdad tu eres el Hijo de Dios!". En la barca están todos los discípulos, acomunados por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, "de la poca fe". Pero cuando sobre aquella barca sube Jesús, el clima cambia en seguida: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos los pequeños y atemorizados, se hacen grandes en el momento en el cual se arrojan de rodillas y reconocen en su maestro que es el Hijo de Dios. Cuantas veces también a nosotros sucede lo mismo, sin Jesús, lejos de Jesús nos sentimos temerosos, inadecuados a tal punto de pensar que no podemos salir adelante, ¡falta la fe!. Pero Jesús está siempre con nosotros, tal vez escondido, pero siempre presente y listo para socorrernos.
También es muy importante la escena final. "apenas subieron en la barca, el viento cesó. Aquellos que estaban en la barca se prostraron delante de Él, diciendo: "¡de verdad tu eres el Hijo de Dios!". En la barca están todos los discípulos, acomunados por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, "de la poca fe". Pero cuando sobre aquella barca sube Jesús, el clima cambia en seguida: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos los pequeños y atemorizados, se hacen grandes en el momento en el cual se arrojan de rodillas y reconocen en su maestro que es el Hijo de Dios. Cuantas veces también a nosotros sucede lo mismo, sin Jesús, lejos de Jesús nos sentimos temerosos, inadecuados a tal punto de pensar que no podemos salir adelante, ¡falta la fe!. Pero Jesús está siempre con nosotros, tal vez escondido, pero siempre presente y listo para socorrernos.
Esta es una imagen clara de la Iglesia: una barca que debe enfrentar la
tormenta y a veces parece que va a ser embestida. Lo que la salva no es la
calidad o el valor de sus hombres, sino la fe, que le permite caminan incluso
en la oscuridad, en medio de las dificultades. La fe nos da la seguridad de la
presencia de Jesús siempre al lado, que nos tiene de la mano para alejarnos del
peligro. Todos nosotros estamos sobre esta barca, y aquí nos sentimos seguros
no obstante nuestros límites y nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo
cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, ¡adorar a Jesús!, el
único Señor de nuestra vida. A esto nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen.
A Ella nos dirigimos con confianza.
¡Todo esto ofende gravemente a Dios y a la humanidad! No al odio y a la guerra en nombre de Dios, exclamó con consternación el Sucesor de Pedro, refiriéndose a los crímenes que se perpetran, en especial a la muerte de tantos niños y al sufrimiento de las víctimas indefensas de la cruel sinrazón de la violencia, que no se vence con más violencia. En el domingo en el que al unísono con el Obispo de Roma, como pidió él mismo, los corazones de los católicos del mundo junto con los de todas las personas de buena voluntad, elevan una oración especial, el Papa Bergoglio volvió a pronunciar un apremiante llamamiento. Abrazando a las poblaciones golpeadas, apelando a la comunidad internacional y recordando la misión de su Enviado Personal, Card. Filoni, que viaja este lunes, el Santo Padre recordó también a las víctimas del Ébola y pidió que se le acompañe con la oración en su Viaje a Corea:Queridos hermanos y hermanas
nos dejan pasmados y consternados las noticias que llegan de Irak: miles de personas, entre ellos tantos cristianos, expulsados de sus hogares de una manera brutal; niños que mueren de sed y de hambre durante la fuga; mujeres secuestradas; personas masacradas; violencias de todo tipo; destrucción por todas partes, de casas, de patrimonios religiosos, históricos y culturales. ¡Todo esto ofende gravemente a Dios y a la humanidad. ¡No se odia en nombre de Dios! ¡No se hace la guerra en nombre de Dios!
Todos nosotros pensando en esta situación, en esta gente, recemos en silencio...
Agradezco a los que, con valentía, están brindando socorro a estos hermanos y hermanas, y confío en que una solución política eficaz a nivel internacional y local pueda detener estos crímenes y restaurar el derecho. Para asegura mejor mi cercanía a esas queridas poblaciones he nombrado como mi Enviado Personal, que mañana viajará desde Roma a Irak al Cardenal Fernando Filoni.
También en Gaza, después de una tregua se ha reanudado la guerra que se cobra víctimas inocentes - niños - y no hace más que empeorar el conflicto entre israelíes y palestinos.
Oremos juntos al Dios de la paz, por intercesión de la Virgen María: Dona la paz, Señor, a nuestros días, y haz que seamos constructores de justicia y de paz.
¡Reina de la paz, ruega por nosotros!
Oremos también por las víctimas del virus "Ébola" y por aquellos que están luchando para detenerlo».
Con sus saludos a todos los peregrinos y fieles romanos, el Papa recordó que desde el próximo miércoles hasta el lunes, 18 va a realizar un Viaje Apostólico a Corea, y pidió ¡por favor, acompáñenme con la oración!
Fuente
CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA
PRIMERA SECCIÓN
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
CAPÍTULO PRIMERO
LA REVELACIÓN DE LA ORACIÓN
Vocación universal a la oración
2566 El hombre busca a Dios. Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia. Coronado de gloria y esplendor (Sal 8, 6), el hombre es, después de los ángeles, capaz de reconocer ¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda la tierra! (Sal 8, 2). Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquel que le llama a la existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres (cf Hch 17, 27).
2567 Dios es quien primero llama al hombre. Olvide el hombre a su Creador o se esconda lejos de su faz, corra detrás de sus ídolos o acuse a la divinidad de haberlo abandonado, el Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración. Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la actitud del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. A través de palabras y de actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Este se revela a través de toda la historia de la salvación.
CAPÍTULO TERCERO LA VIDA DE ORACIÓN
ARTÍCULO 2
EL COMBATE DE LA ORACIÓN
2725 La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con Él nos enseñan que la oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. El “combate espiritual” de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración.
IV. Perseverar en el amor
2743 Orar es siempre posible: El tiempo del cristiano es el de
Cristo resucitado que está con nosotros “todos los días” (Mt 28, 20),
cualesquiera que sean las tempestades (cf Lc 8, 24). Nuestro tiempo está
en las manos de Dios:«Conviene que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo: igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo a otras labores, que levante su alma a Dios: conviene también que el siervo alborotador o que anda yendo de un lado para otro, o el que se encuentra sirviendo en la cocina [...], intenten elevar la súplica desde lo más hondo de su corazón» (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 6).
No hay comentarios:
Publicar un comentario