domingo, 8 de febrero de 2015

Ángelus del Papa Francisco del domingo 8 febrero 2015, Infatigable llamamiento contra la trata de personas: "ENCIENDE UNA LUZ ".



En este Domingo V del Tiempo Ordinario, Jesús devuelve la salud, destruye el sufrimiento y no solo a unos pocos. Son muchedumbre. Esa capacidad de Jesús para curar le convierte en salvador de la enfermedad y, por ello, nadie voluntariamente debe desear la enfermedad. 
 Las curaciones, primeros signos del Reino de Dios.

Jesús de Nazaret, tras curar a la suegra de Pedro, se dedica en cuerpo y alma a salvar de la enfermedad a todos los que acuden a Él. Y así seguirá actuando en todos los lugares de Galilea. 
 Jesús puede curar al mundo, a este mundo tan enfermo, si con sinceridad buscase a Jesús. 
Él es el Camino, la Verdad y la Vida. 

San Marcos nos va a explicar en el Evangelio, con la sencillez y profundidad de un pintor impresionista, como es una jornada de sábado de los primeros tiempos de la vida pública de Jesús. Come en casa de Pedro, tras la oración en la sinagoga. Quita la fiebre a la suegra del Apóstol. Luego se dedica, como todos sus días en la Tierra, a hacer el bien y a curar a los enfermos. A la jornada siguiente, muy de mañana, irá a hablar con su Padre. Y luego marchará a otros lugares a seguir haciendo el bien.



Al rezar la oración del Ángelus en el V Domingo del Tiempo ordinario, día 8 de febrero de 2015, con los miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco se refirió al pasaje del Evangelio de Marcos que nos muestra a Jesús dedicado a curar a tantos enfermos.
Predicar y curar: ésta es la actividad principal de Jesús en su vida pública, afirmó el Pontífice, de este modo “Él anuncia el Reino de Dios y con las curaciones demuestra que nos está cerca, está en medio de nosotros”.
Francisco destacó que Jesús, que vino al mundo para anunciar y salvar a todos los hombres “muestra una particular predilección por aquellos que están heridos en el cuerpo y en el espíritu: los pobres, los pecadores, lo endemoniados, enfermos y marginados, revelándose medico de almas y cuerpo, buen samaritano del hombre”
“Tal realidad de la curación de los enfermos por parte de Cristo – dijo – nos invita a reflexionar sobre el sentido y el valor de la enfermedad. A esto nos llama la Jornada Mundial del Enfermo, que celebraremos el próximo miércoles 11 de febrero, memoria liturgia de la Beata Virgen María de Lourdes”. Y prosiguió: “Bendigo las iniciativas preparadas para esta Jornada, en particular la Vigilia que tendrá lugar en Roma en la tarde del 10 de febrero”.
El Obispo de Roma prosiguió explicando que esta obra salvífica de Cristo “continúa mediante la Iglesia, sacramento del amor y de la ternura de Dios por los hombres. Jesús, enviando en misión a sus discípulos – continuó – les confiere un doble mandato: anunciar el Evangelio de la salvación y curar a los enfermos (cfr Mt 10,7-8). Por ello, “la Iglesia siempre ha considerado la asistencia a los enfermos parte integrante de su misión” y “considera a las personas enfermas como una vía privilegiada para encontrar a Cristo, para acogerlo y servirlo”.
Cada uno de nosotros, dijo el Pontífice, está llamado a llevar la luz del Evangelio y la fuerza de la gracia a aquellos que sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos, enfermeros, para que su servicio al enfermo sea cumplido siempre con más humanidad, con dedicación generosa, con amor evangélico.
Francisco concluyó pidiendo a la Madre de Dios, “Salud de los enfermos”, para que toda persona en la enfermedad pueda experimentar, gracias a la atención de quien le está cerca, la potencia del amor de Dios y la consolación de su ternura paternal.


Con el lema, “Enciende una luz contra la trata”, el Vaticano, a petición de las Uniones Internacionales femeninas y masculinas de Superiores Generales de distintas órdenes y congregaciones religiosas, ha promovido una Jornada contra la Trata de Personas en el mundo, que se celebrará este domingo 8 de febrero.
La convocatoria se ha hecho coincidir con la celebración de Santa Giuseppina Bakhita (1869-1947), esclava sudanesa que tras ser liberada se convirtió en religiosa y que fue canonizada en el año 2000.
Además, esta Jornada contra la trata, invita a todas las diócesis a que se organicen actividades y, sobre todo, a que “se ore y se dé a conocer esta lamentable realidad que vuelve a actualizar la “vieja esclavitud”, explicaron los organizadores.
Igualmente, se destacó que desde el inicio de su Pontificado, el Papa Francisco ha denunciado “con fuerza” el tráfico de seres humanos y ha pedido combatirlo y también a que se cuide de las víctimas.
Los Superiores Generales explican en su comunicado que “en la realidad del actual mundo globalizado, la comercialización y la explotación de la vida con fines de lucro, ya cotidianos, nos ciega hasta tal punto que nos impide reconocer a la otra persona, no como fuente de lucro, sino como hermano y hermana”.
Ante esta realidad, ha surgido una invitación a diócesis, parroquias, congregaciones religiosas, grupos, movimientos, asociaciones, así como a escuelas y familias para que se reflexione y se rece, “para poner luz sobre la oscuridad de este crimen”.
Con esta Jornada contra la Trata de Personas, se desea también iniciar “un proceso de sensibilización” que ayude a mitigar las causas que ocasionan este tipo de esclavitud en las personas y a realizar recorridos educativos dirigidos a promover la prevención “a todos los niveles” contra esta “plaga que explota la vida humana y destruye la dignidad de la persona”.
Esta iniciativa que tendrá su máxima resonancia este domingo 8, fue presentada el pasado martes en la Sala de Prensa del Vaticano y está patrocinada por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; el Pontificio Consejo para la Pastoral de Migrantes y por el Pontificio Consejo de Justicia y Paz.
La Jornada incluirá la convocatoria de Vigilias de Oración en distintos países y culminará en Roma donde se participará este domingo 8 en el Ángelus con el Papa Francisco, día en que se celebra la fiesta de Santa Giuseppina Bakhita.
Llamamientos del Papa
En la reciente exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio), el Papa Francisco denuncia las distintas formas de trata de personas y señala en tono personal que “siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas”.
“Quisiera -continúa- que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn.4,9). ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para la mendicidad; en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado ese crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda”.
Por otro lado, el Papa Francisco señaló en la pasada Jornada de la Paz que se celebró el 1 de enero con el lema, “Ya nunca más esclavo, sino hermano” que “con frecuencia -decía el Papa-, se piensa que la esclavitud sea un hecho que pertenece al pasado. Sin embargo, esta plaga social está fuertemente presente también en el mundo de hoy”.
El Santo Padre ha calificado a la esclavitud como “una terrible laceración” abierta en el cuerpo de la sociedad contemporánea; es una “gravísima herida en la carne de Cristo… Sobre esta herida especulan vergonzosamente individuos y grupos aprovechando la situación causada por tantos conflictos en curso en el mundo, así como por el contexto de la crisis económica y de la corrupción”.
Para combatirla eficazmente, señala Francisco, “es necesario ante todo reconocer la inviolable dignidad de toda persona humana, además de mantener inamovible la referencia a la fraternidad, que requiere la superación de la desigualdad, a partir de la cual un ser humano puede hacer esclavo a otro”.





Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
 El Evangelio de hoy (Mc 1, 29-39)  nos presenta a Jesús, que después de haber predicado en la Sinagoga, cura a tantos enfermos. Predicar y curar: ésta es la actividad principal de Jesús en su vida pública. Con la predicación Él anuncia el Reino de Dios y con las curaciones demuestra que nos está cerca, que el Reino de Dios está en medio de nosotros.
Jesús, una vez entrado en la casa de Simón Pedro, ve que su suegra está en cama con la fiebre; inmediatamente le toma la mano, la cura y la hace levantar. Luego del ocaso, cuando terminado el sábado la gente puede salir y llevarle a los enfermos, sana a una multitud de personas afectadas por enfermedades de todo tipo: físicas, psíquicas y espirituales.
Jesús, venido al mundo para anunciar y salvar a cada hombre y a todos los hombres muestra una particular predilección por aquellos que están heridos en el cuerpo y en el espíritu: los pobres, los pecadores, lo endemoniados, enfermos y emarginados, revelándose medico de almas y cuerpo, buen Samaritano del hombre”. Es el verdadero Salvador: Jesús salva, Jesús cura, Jesús sana.
Tal realidad de la curación de los enfermos por parte de Cristo nos invita a reflexionar sobre el sentido y el valor de la enfermedad. A esto nos llama la Jornada Mundial del Enfermo, que celebraremos el próximo miércoles 11 de febrero, memoria liturgia de la Beata Virgen María de Lourdes. Bendigo las iniciativas preparadas para esta Jornada, en particular la Vigilia que tendrá lugar en Roma en la tarde del 10 de febrero. Y aquí me detengo para recordar al Presidente del Pontificio Consejo para los Enfermos, para la salud, Mons. Zygmunt Zimowski, que es muy amado en Polonia. Una oración para él, por su salud, porque ha sido él que ha preparado esta jornada y él nos acompaña desde su sufrimiento en este día. Una oración para Mons. Zimowski.
La obra salvífica de Cristo no se termina con su persona y en el arco de su vida terrena, esta continúa mediante la Iglesia, sacramento del amor y de la ternura de Dios por los hombres. Jesús, enviando en misión a sus discípulos, les confiere un doble mandato: anunciar el Evangelio de la salvación y curar a los enfermos (cfr. Mt 10,7-8). Fiel a esta enseñanza, la Iglesia siempre ha considerado la asistencia a los enfermos parte integrante de su misión.
“Los pobres y los enfermos estarán siempre con ustedes”, enseña Jesús,  (cfr. Mt 26,11) y la Iglesia continuamente los encuentra por su  camino, considerando a las personas enfermas como un camino privilegiado para encontrar a Cristo, para acogerlo y para servirlo. Curar a un enfermo, acogerlo, servirlo, es servir a Cristo: el enfermo es la carne de Cristo.
Esto sucede también en nuestros tiempos, cuando no obstante los múltiples progresos de la ciencia, el sufrimiento interior y físico de las personas suscita fuertes interrogantes acerca del sentido de la enfermedad y del dolor y sobre el porqué de la muerte. Se trata de preguntas esenciales, a las cuales la acción pastoral de la Iglesia debe responder a la luz de la fe, teniendo ante los ojos el Crucifijo, en el cual aparece todo el misterio salvífico de Dios Padre, que por amor de los hombres no ha ahorrado a su propio hijo (cfr. Rm 8, 32).
Por lo tanto, cada uno de nosotros está llamado a llevar la luz de la Palabra de Dios y la fuerza de la gracia a aquellos que sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos, enfermeros, para que el servicio al enfermo se cumpla cada vez con más humanidad, con dedicación generosa, con amor evangélico, con ternura. La Iglesia madre, a través de nuestras manos, acaricia nuestros sufrimientos y cura nuestras heridas, y lo hace con ternura de madre.
Recemos a María, “Salud de los enfermos”, para que toda persona en la enfermedad pueda experimentar, gracias a la atención de quien le está cerca, la potencia del amor de Dios y la consolación de su ternura materna.
Después del rezo del Ángelus, en el mediodía de este domingo 8 de febrero, el papa Francisco recordó a los miles de fieles, turistas y peregrinos congregados en la plaza de San Pedro que hoy se celebra la Jornada de oración y de reflexión contra la trata de personas.
El Pontífice invitó a rezar por esos hombres, mujeres y niños esclavizados, abusados como instrumento de trabajo o de placer y torturados y mutilados que hoy existen en el mundo.


“Queridos hermanos y hermanas,


 hoy memoria litúrgica de santa Giuseppina Bakhita, la monja de Sudán que desde que era niña tuvo la dramática experiencia de ser víctima de la trata, la Unión de los superiores y superioras de los institutos religiosos promovió la Jornada de oración y de reflexión contra la trata de las personas” dijo Francisco.
“Animo a proseguir, añadió, a todos los que están empeñados a ayudar a los hombres, mujeres y niños esclavizados, abusados como instrumento de trabajo o de placer, y frecuentemente torturados y mutilados”.
“Deseo que todos aquellos que tienen responsabilidad de gobierno -prosiguió el Santo Padre- a que se ocupen con decisión para eliminar las causas de esta vergonzosa herida. Es verdad, es una herida indigna de una sociedad civilizada”.
E invitó a “cada uno de nosotros a sentirse empeñado para ser voz de estos nuestros hermanos y hermanas, humillados en su dignidad”. 

Y concluyó indicando: “Recemos todos juntos a la Virgen, por ellos y por sus familiares”. 
FUENTE: 








PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS

ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"

Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO


Los signos del Reino de Dios
547 Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos" (Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en Él. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (cf, Lc 7, 18-23).
550 La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt 12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios (cf Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: Regnavit a ligno Deus ("Dios reinó desde el madero de la Cruz", [Venancio Fortunato, Hymnus "Vexilla Regis": MGH 1/4/1, 34: PL 88, 96]).

CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA
PRIMERA SECCIÓN
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA

CAPÍTULO PRIMERO
LA REVELACIÓN DE LA ORACIÓN

ARTÍCULO 2
EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS


Jesús ora
2599 El Hijo de Dios, hecho Hijo de la Virgen, también aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Él aprende de su madre las fórmulas de oración; de ella, que conservaba todas las “maravillas” del Todopoderoso y las meditaba en su corazón (cf Lc 1, 49; 2, 19; 2, 51). Lo aprende en las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo. Pero su oración brota de una fuente secreta distinta, como lo deja presentir a la edad de los doce años: “Yo debía estar en las cosas de mi Padre” (Lc 2, 49). Aquí comienza a revelarse la novedad de la oración en la plenitud de los tiempos: la oración filial, que el Padre esperaba de sus hijos va a ser vivida por fin por el propio Hijo único en su Humanidad, con los hombres y en favor de ellos.
2601 «Estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Maestro, enséñanos a orar”» (Lc 11, 1). ¿No es acaso, al contemplar a su Maestro en oración, cuando el discípulo de Cristo desea orar? Entonces, puede aprender del Maestro de oración. Contemplando y escuchando al Hijo, los hijos aprenden a orar al Padre.
Jesús enseña a orar
2607 Con su oración, Jesús nos enseña a orar. El camino teologal de nuestra oración es su propia oración al Padre. Pero el Evangelio nos entrega una enseñanza explícita de Jesús sobre la oración. Como un pedagogo, nos toma donde estamos y, progresivamente, nos conduce al Padre. Dirigiéndose a las multitudes que le siguen, Jesús comienza con lo que ellas ya saben de la oración por la Antigua Alianza y las prepara para la novedad del Reino que está viniendo. Después les revela en parábolas esta novedad. Por último, a sus discípulos que deberán ser los pedagogos de la oración en su Iglesia, les hablará abiertamente del Padre y del Espíritu Santo.
Jesús escucha la oración
2616 La oración a Jesús ya ha sido escuchada por Él durante su ministerio, a través de signos que anticipan el poder de su muerte y de su resurrección: Jesús escucha la oración de fe expresada en palabras (del leproso [cf Mc 1, 40-41], de Jairo [cf Mc 5, 36], de la cananea [cf Mc 7, 29], del buen ladrón [cf Lc 23, 39-43]), o en silencio (de los portadores del paralítico [cf Mc 2, 5], de la hemorroisa [cf Mc 5, 28] que toca el borde de su manto, de las lágrimas y el perfume de la pecadora [cf Lc 7, 37-38]). La petición apremiante de los ciegos: “¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!” (Mt 9, 27) o “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!” (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Sanando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria del que le suplica con fe: “Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!”.
San Agustín resume admirablemente las tres dimensiones de la oración de Jesús: Orat pro nobis ut sacerdos noster, orat in nobis ut caput nostrum, oratur a nobis ut Deus noster. Agnoscamus ergo et in illo voces nostras et voces eius in nobis (“Ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él se dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros”) (Enarratio in Psalmum 85, 1; cf Institución general de la Liturgia de las Horas, 7).

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