Hoy Jesús de Nazaret nos va enseñar que el amor a los hermanos, la
piedad por los enfermos y por los que sufren, está por encima de cualquier ley
y de cualquier precepto. Jesús se saltará la ley judía, tocará con cariño al
leproso y le curará dedicándole una sonrisa. Pero, a su vez, el leproso tampoco
respetará el precepto sobre la lepra acercándose al grupo –lo que tenía
prohibido—y ruega a Jesús que le cure. Y, sin duda, esta escena del evangelio
de Marcos resume la gran enseñanza de este domingo VI del Tiempo Ordinario:
el amor es más importante que la ley.
El pueblo de Israel siempre consideró la lepra como una imagen y
consecuencia del pecado, por lo tanto los leprosos eran marginados y nadie
podía tomar contacto con ellos; Jesús, supera todo prejuicio y sana al enfermo.
Con esta acción nos invita a desarrollar una actitud semejante; acercarnos a
quienes nos producen rechazo o a aquellos que son despreciados o ignorados por
los demás.
Jesús
rompe la durísima ley que separaba a los leprosos del mundo. La curación es sin
duda la solución universal al problema. Pero a nosotros la enseñanza que
recibimos de este texto evangélico es que debemos reconocer nuestras
limitaciones, faltas y problemas y, como el leproso del Evangelio, ponernos
ante el Señor para decirle: “si quieres puedes limpiarme”. Encomendar a Él la
solución de nuestras angustias. Y, eso sí, cuando nos veamos limpios no dejemos
de dar gracias a Dios.
Jesús pasó haciendo bien y curando toda
enfermedad y dolencia. San Marcos nos narra hoy la curación de un leproso. La
actitud humilde de aquel hombre, su confianza en el Señor, hacen de él un
modelo de nuestro comportamiento cristiano.
Miles de peregrinos han estado presentes esta mañana en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus con el Papa Francisco en este tercer domingo de febrero y último del Tiempo Ordinario, antes de que comience la Cuaresma el próximo 18, Miércoles de Ceniza.
Durante su alocución, el Santo Padre se ha referido al Pasaje evangélico del leproso que se proclama en las Misas de hoy.
Texto en
español del Ángelus del Papa Francisco,
Dejémonos contagiar por el bien
y ¡contagiemos el bien!
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos dias!
en estos
domingos el evangelista Marcos nos está contando la acción de Jesús contra todo
tipo de mal, a favor de los sufrientes en el cuerpo y en el espíritu:
endemoniados, enfermos, pecadores… Él se presenta como aquel que combate
y vence el mal en cualquiera lo encuentre. En el Evangelio de hoy (cfr Mc
1,40-45) ésta su lucha enfrenta un caso emblemático, porque el enfermo es un
leproso. La lepra es una enfermedad contagiosa y despiadada, que desfigura a la
persona, y que era símbolo de impureza: el leproso tenía que estar fuera de los
centros habitados y advertir de su presencia a los pasantes. Estaba marginado
de las comunidades civil y religiosa. Era como un muerto ambulante.
El
episodio de la curación del leproso se desarrolla en tres breves pasajes:
*la
invocación del enfermo,
*la respuesta de Jesús,
*las consecuencias de la curación
prodigiosa.
* El leproso suplica a Jesús «de rodillas» y le dice: «si
quieres, puedes purificarme» (v. 40). Ante esta oración humilde y confiada,
Jesús reacciona con una actitud profunda de su alma: la compasión, que
significa “padecer-con-el otro”. El corazón de Cristo manifiesta la compasión
paterna de Dios por aquel hombre, acercándose a él y tocándolo. Este detalle
es muy importante. Jesús «extendió la mano y lo tocó … y en seguida la lepra
desapareció y quedó purificado» (v. 41).
*La
misericordia de Dios supera toda barrera y la mano de Jesús toca al leproso. Él
no se coloca a una distancia de seguridad y no actúa por poder, sino que se
expone directamente al contagio de nuestro mal; y así precisamente nuestro mal
se convierte en el punto del contacto: Él, Jesús, toma de nosotros nuestra
humanidad enferma y nosotros tomamos de Él su humanidad sana y sanadora. Esto
ocurre cada vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos “toca” y
nos dona su gracia. En este caso pensamos especialmente en el Sacramento de la
Reconciliación, que nos cura de la lepra del pecado.
Una vez
más el Evangelio nos muestra qué cosa hace Dios frente a nuestro mal: no viene
a “dar una lección” sobre el dolor; tampoco viene a eliminar del mundo el
sufrimiento y la muerte; viene más bien a cargar sobre sí el peso de nuestra
condición humana, a llevarlo hasta el fondo, para librarnos de manera radical y
definitiva. Así Cristo combate los males y los sufrimientos del mundo:
haciéndose cargo de ellos y venciéndolos con la fuerza de la misericordia de
Dios.
*Hoy, a
nosotros, el Evangelio de la curación del leproso nos dice que, si queremos ser
verdaderos discípulos de Jesús, estamos llamados a convertirnos, unidos a Él,
en instrumentos de su amor misericordioso, superando todo tipo de marginación.
Para ser “imitadores de Cristo” (cfr 1 Cor 11,1) frente a un pobre o a un
enfermo, no debemos tener miedo de mirarlo a los ojos y de acercarnos con
ternura y compasión. Si el mal es contagioso, también lo es el bien. Por lo
tanto, es necesario que abunde en nosotros, cada vez más, el bien. Dejémonos
contagiar por el bien y ¡contagiemos el bien!
Después del rezo del Angelus
Después
de rezar el ángelus, el Papa Francisco dirigió ante todo su deseo de
serenidad y paz a todos los hombres y mujeres de Extremo Oriente y de
diversas partes del mundo que se preparan a celebrar el año nuevo lunar.
Como
explicó el mismo Pontífice, estas festividades les ofrecen la feliz ocasión de
redescubrir y de vivir de modo intenso la fraternidad, que es vínculo
precioso de la vida familiar y cimiento de la vida social. Y manifestó su deseo
de que este regreso anual a las raíces de la persona y de la familia ayude a
esos pueblos a construir una sociedad en la que se entrelazan relaciones
interpersonales orientadas al respeto, a la justicia y a la caridad.
Además,
el Papa Bergoglio saludó a los fieles romanos y peregrinos, especialmente a
quienes viajaron a Roma para asistir al Consistorio y para acompañar a los
nuevos Cardenales y agradeció la presencia de las delegaciones oficiales de
diversos países que han querido estar presentes en este evento.
De los
demás grupos presentes en la Plaza de San Pedro que también recibieron el
saludo del Santo Padre destacamos los peregrinos procedentes de San Sebastián,
Campo de Criptana, Orense, Pontevedra e Ferrol; los estudiantes de Campo
Valongo y Oporto, en Portugal, y los procedentes de París, así como los
miembros del Foro de las Instituciones Cristianas de Eslovaquia; los fieles
holandeses de Buren; los militares estadounidenses procedentes de Alemania y
las comunidades de venezolanos residentes en Italia.
Por
último, al saludar a los jóvenes de diversas localidades italianas, muchos de
ellos grupos escolares y de catequesis el Pontífice los animó a ser testigos
gozosos y valerosos de Jesús en la vida de cada día.
Queridos hermanos y hermanas,
Extiendo mejores deseos de serenidad y de paz a todos los hombres y mujeres en Extremo Oriente y en varias partes del mundo que se preparan para celebrar el Año Nuevo Lunar. Estas fiestas les ofrecen la feliz ocasión para redescubrir y vivir intensamente la fraternidad, que es vínculo precioso de la vida familiar y base de la vida social. Este retorno anual a las raíces de la persona y la familia pueda ayudar a estos pueblos a construir una sociedad en la cual se tejen relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad.
Saludo a todos, romanos y peregrinos; en particular, a cuantos vinieron en ocasión del Consistorio, para acompañar a los nuevos cardenales; y agradezco a los países que han querido estar en este evento con delegaciones oficiales.
Saludo a los peregrinos españoles de San Sebastián, Campo de Criptana, Orense, Pontevedra y Ferrol; estudiantes Campo Valongo y Oporto, en Portugal, y aquellos de París; el "Foro de Entidades cristianas" de Eslovaquia; los fieles de Buren (Países Bajos), los militares estadounidenses en Alemania y la comunidad de venezolanos que viven en Italia.
Saludo a los jóvenes de Busca, los fieles de Leno, Mussoi, Monteolimpino, Rivalta sul Mincio y Forette Vigasio. Hay muchos grupos de escuelas y de catequesis de muchas partes de Italia: queridos amigos, los animo a ser testigos valientes y gozosos de Jesús en la vida cotidiana.
Les deseo a todos un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós!
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO PRIMERO
CREO EN DIOS PADRE
ARTÍCULO 1
«CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA»
Párrafo 4
EL CREADOR
La providencia y el escándalo del mal
309 Si Dios Padre todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal.
310 Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder infinito, Dios podría siempre crear algo mejor (cf santo Tomás de Aquino, S. Th., 1, q. 25, a. 6). Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo "en estado de vía" hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección (cf Santo Tomás de Aquino, Summa contra gentiles, 3, 71).
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
547 Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos" (Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en Él. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (cf, Lc 7, 18-23).
548 Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado (cf. Jn 5, 36; 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf. Jn 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Mc 5, 25-34; 10, 52). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios (cf. Jn 10, 31-38). Pero también pueden ser "ocasión de escándalo" (Mt 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48); incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).
549 Al liberar a algunos
hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15), de la
injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt
11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir
todos los males aquí abajo (cf. Lc 12, 13. 14; Jn 18, 36), sino a
liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn
8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas
sus servidumbres humanas.
CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA
SEGUNDA SECCIÓN
LA ORACIÓN DEL SEÑOR:
«PADRE NUESTRO»
ARTÍCULO 3
LAS SIETE PETICIONES
VII. «Y Líbranos del mal»
2850 La última petición a nuestro Padre está también contenida en la
oración de Jesús: “No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes
del Maligno” (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno
individualmente, pero siempre quien ora es el “nosotros”, en comunión con toda
la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. La Oración del Señor
no cesa de abrirnos a las dimensiones de la Economía de la salvación. Nuestra
interdependencia en el drama del pecado y de la muerte se vuelve solidaridad en
el Cuerpo de Cristo, en “comunión con los santos” (cf RP
16).2851 En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El “diablo” (diá-bolos) es aquél que “se atraviesa” en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.
2852 “Homicida [...] desde el principio [...] mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44), “Satanás, el seductor del mundo entero” (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota toda la creación entera será “liberada del pecado y de la muerte” (Plegaria Eucarística IV, 123: Misal Romano). “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno” (1 Jn 5, 18-19):
«El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os guarda contra las astucias del Diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al demonio. “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rm 8, 31)» (San Ambrosio, De sacramentis, 5, 30).
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