Ya estamos en el V Domingo y la
Palabra de Dios que vamos a escuchar hoy viene a cuestionarnos si nuestra vida
está entroncada en Dios.
Y la cuestión no puede estar más clara: se trata de dar frutos y
permanecer en Él. Jesús añade que Él es la Vida, nosotros los sarmientos, y el
Padre el viñador. Y es que no podremos celebrar la alegría de la Pascua si no
nos sentimos unidos a Jesús y compañeros totales suyos en la tarea de la
Redención. Tengamos en cuenta, además, que muchos hermanos nuestros esperan, en
estos tiempos tan malos, nuestras obras, las ayudas que impulsan el amor y la
fe en Dios. Y eso es dar fruto…
Las
fuentes de la Palabra en este domingo nos hablan de comunión de vida con Cristo
y con los hermanos mediante la fe y el amor. Cristo es la Vid, es decir el
tronco, y nosotros las ramas.
Pone
un ejemplo muy especial. El de la Vid y los sarmientos. Un sarmiento –es un
pedazo de rama sin posibilidad de vivir—se junta al tronco de la Vid, se une a
ella de manera completa y comienza a recibir savia vivificadora. El injerto
convierte a todo en uno. Pero además Jesús de Nazaret lo explica muy bien. Dice
que Él es la Vid, nosotros los sarmientos y el Padre Dios el Viñador, quien
aplica las técnicas del injerto. Interesante mensaje que nos debe servir de
meditación para toda la semana. Y es que hemos de unirnos totalmente a Jesús,
por obra de Dios Padre, para que demos muchos frutos de amor, paz y alegría.
Los frutos de esta unión con Jesús son maravillosos.
La vida de Cristo se
vuelve también la nuestra:
podemos pensar como Él, actuar como Él,
ver el mundo
y las cosas con los ojos de Jesús.
El Papa
Francisco a la hora de la oración del Regina Coeli en este primer domingo de
mayo, recordó a los fieles que gracias a la Iglesia podemos continuar en
comunión vital con Cristo. El Santo Padre explicó como el Evangelio de hoy nos
presenta a Jesús durante la Última Cena, cuando sabe que su “hora” está cerca,
y que sus discípulos estarán unidos a Él de “una forma nueva”. Y así habló de
cómo Jesús usa la imagen de la vid y de los sarmientos: “Permanezcan en mí,
como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no
permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí” (Jn 15, 4-5).
Añadió el
Obispo de Roma que Jesús nos quiere hacer entender la importancia que tiene
para nosotros cristianos, el hecho de estar unidos a Él, que hemos recibido de
Él gratuitamente el don de la nueva vida, y gracias a la Iglesia podemos
continuar en comunión vital con Cristo. Y así, recordó que estamos llamados a
llevar esta permanencia común a Cristo y a la Iglesia.
El
Pontífice después de la oración mariana saludó a los cientos de miles de
peregrinos venidos también de diferentes partes del mundo, y especialmente en
la Jornada de los niños víctimas de la violencia, agradeció a la Asociación
Méter por su empeño ante la prevención de estos crímenes.
Palabras
del Papa antes del rezo de Regina Coeli
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la Última Cena, en el momento en
el que sabe que la muerte está ya cercana. Ha llegado su “hora”. Por última vez
Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en sus mentes una
verdad fundamental: también cuando Él no estará más físicamente en medio a
ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de una manera nueva, y así dar mucho
fruto. Todos podemos permanecer unidos a Jesús de manera nueva. Si por el
contrario uno perdiese la comunión con Él, se volvería estéril, es más, dañino
para la comunidad. Y para expresar esta realidad Jesús usa la imagen de la vid
y de los sarmientos: «Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece
en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los
sarmientos» (Jn 15, 4-5). Y con esta figura nos enseña a permanecer unidos a
Él.
Jesús es
la vid, y a través de Él – como la linfa en el árbol – pasa a los sarmientos el
amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Precisamente: nosotros somos los
sarmientos, y a través de esta parábola Jesús quiere hacernos entender la
importancia de permanecer unidos a Él. Los sarmientos no son autosuficientes,
sino dependen totalmente de la vid, en donde se encuentra la fuente de su vida.
Es así para nosotros cristianos. Injertados en Cristo con el Bautismo, hemos
recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y gracias a la Iglesia
podemos permanecer en comunión vital con Cristo. Es necesario mantenerse fieles
al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor mediante la oración, la
escucha y la docilidad a su Palabra, leer el Evangelio, la participación a los
Sacramentos, especialmente a la Eucaristía y a la Reconciliación.
Si uno
está íntimamente unido a Jesús, goza de los dones del Espíritu Santo, que –
como nos dice san Pablo – son «amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad,
bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22); y en consecuencia
hace tanto bien al prójimo y a la sociedad, como un verdadero cristiano. De
estas actitudes, de hecho, se reconoce que uno es un verdadero cristiano, así
como por los frutos se reconoce al árbol. Los frutos de esta unión profunda con
Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es trasformada por la gracia del
Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque
somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de
Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como
Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Entonces, con su corazón,
como Él lo ha hecho, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más
pobres y sufrientes, y así dar al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.
Cada uno
de nosotros es un sarmiento de la única vid; y todos juntos estamos llamados a
llevar los frutos de esta pertenencia común a Cristo y a la Iglesia.
Confiémonos a la intercesión de la Virgen María, para que podamos ser
sarmientos vivos en la Iglesia y testimoniar de manera coherente nuestra fe,
coherencia de vida y de pensamiento. De vida y de fe. Conscientes que todos,
según nuestras vocaciones particulares, participamos de la única misión
salvífica de Jesucristo.
Palabras
del Papa después del rezo mariano:
Queridos
hermanos y hermanas,
Provenientes
de Italia y de tantas partes del mundo, ¡a todos y cada uno de ustedes les
dirijo un cordial saludo!
Ayer en
Turín fue proclamado Beato Luigi Bordino, laico consagrado de la Congregación
de los Hermanos de San José Benito Cottolengo. Él dedicó su vida a las personas
enfermas y a los que sufren, y se prodigó sin descanso a favor de los más
pobres, medicando y lavando sus llagas. Agradezcamos al Señor por este humilde
y generoso discípulo.
Un saludo
especial va hoy a la Asociación Méter, en la Jornada de los niños víctimas de
la violencia. Les agradezco su compromiso con el que buscan prevenir estos
crímenes. Todos debemos empeñarnos para que cada persona humana -y
especialmente los niños- esté siempre defendida y protegida.
Saludo
con efecto a todos los peregrinos hoy presentes, ¡de verdad son muchos como
para nombrar cada grupo! Pero al menos espero que el coro San Bagio, cante un
poco, ¡eh! Saludo a aquellos provenientes de Ámsterdam, Zagreb, Litija (en
Eslovenia), Madrid, y Lugo también en España. Acojo con alegría a tantísimos
italianos: las parroquias, las asociaciones y las escuelas. Un pensamiento
particular para los chichos y las chicas que han recibido la Confirmación.
A todos
les deseo un buen domingo. Por favor, no olviden rezar por mí. ¡Buen almuerzo y
hasta la vista!
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO TERCERO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
ARTÍCULO 8
“CREO EN EL ESPÍRITU SANTO”
V El Espíritu y la Iglesia
en los últimos tiempos
El Espíritu Santo, el don de
Dios
736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden
dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el
fruto del Espíritu, que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza"(Ga 5, 22-23). "El
Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf. Mt
16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5,
25):«Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 15, 36: PG 32, 132).
ARTÍCULO 9
“CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA”
Párrafo 1
LA IGLESIA EN EL DESIGNIO DE DIOS
I. Los nombres y las imágenes de la Iglesia
Los símbolos de la Iglesia
755 "La Iglesia es labranza o campo de Dios (1 Co 3, 9). En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles (Rm 11, 13-26). El labrador del cielo la plantó como viña selecta (Mt 21, 33-43 par.; cf. Is 5, 1-7). La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada (Jn 15, 1-5)". (LG 6)
TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
SEGUNDA SECCIÓN
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
“Maestro, ¿qué he de hacer...?”
La obligación del Decálogo
“Sin mí no podéis hacer nada”
2074 Jesús dice: “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí como yo en él, ése da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). El fruto evocado en estas palabras es la santidad de una vida hecha fecunda por la unión con Cristo. Cuando creemos en Jesucristo, participamos en sus misterios y guardamos sus mandamientos, el Salvador mismo ama en nosotros a su Padre y a sus hermanos, nuestro Padre y nuestros hermanos. Su persona viene a ser, por obra del Espíritu, la norma viva e interior de nuestro obrar. “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).
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