La mañana del 17 de mayo, VII domingo de Pascua, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco presidió la Santa Misa de canonización de cuatro nuevas Santas.
Un sol radiante y un día resplandeciente dieron el ambiente ideal para que el Pontífice canonizará a las Beatas: Juana Emilia De Villeneuve, María Cristina de la Inmaculada Concepción, María Alfonsina Danil Ghattas y María de Jesús Crucificado. Estas dos últimas santas originarias de la tierra de Jesús, la Tierra Santa, desde donde llegó una delegación con más de dos mil personas, guiada por el Patriarca Latino de Jerusalén, Fouad Twal. En la Plaza de San Pedro también estuvo presente el Presidente palestino, Mahmoud Abbas y una representación israelí.
En su homilía el Santo Padre invitó a “permanecer en Dios y en su amor, para anunciar con la palabra y con la vida la resurrección de Jesús, testimoniando la unidad entre nosotros y la caridad hacia los demás”. A este propósito el Obispo de Roma recordó que esto es lo que han hecho las cuatro Santas proclamadas hoy. “Su ejemplo luminoso también interpela nuestra vida cristiana: ¿Como soy testimonio de Cristo resucitado? ¿Cómo permanezco en el Él? ¿Cómo vivo en su amor? ¿Soy capaz de sembrar en familia, en el trabajo, en mi comunidad, la semilla de aquella unidad que Él nos ha donado haciéndonosla participe de la vida trinitaria?”.
Homilía completa del Papa Francisco
Los Hechos de los Apóstoles nos ha presentado a la Iglesia naciente en el momento en el cual, Dios llama a quien debe tomar el lugar de Judas en el colegio de los Apóstoles. No se trata de asumir un encargo, sino un servicio. De hecho es Matías, sobre quien recae la elección, recibe una misión que Pedro define así: «Es necesario que uno, junto a nosotros sea testigo de su resurrección» – de la resurrección de Cristo (Hech 1,21-22). Con estas palabras él resume que significa formar parte de los Doce: significa ser testimonio de la resurrección de Jesús. El hecho que diga “junto a nosotros” nos hace entender que la misión de anunciar a Cristo resucitado nos es una tarea individual: si no es para vivirlo de modo comunitario, con el colegio apostólico y con la comunidad.
Los Apóstoles han tenido la experiencia directa y maravillosa de la resurrección; son testigos visibles de este evento. Gracias a la credibilidad de su testimonio, muchos han creído; y de la fe en Cristo resucitado han nacido y nacen continuamente las comunidades cristianas. También hoy, nosotros, fundamos nuestra fe en el Señor resucitado bajo el testimonio de los Apóstoles llegado hasta nosotros a través de la misión de la Iglesia. Nuestra fe está ligada fuertemente a su testimonio como a una cadena ininterrumpida y prolongada en el curso de los siglos no sólo por los sucesores de los Apóstoles, sino por generaciones y generaciones de cristianos. A imitación de los Apóstoles, de hecho, todo discípulo de Cristo está llamado a convertirse en testigo de su resurrección, sobre todo en los ambientes humanos donde es más fuerte el olvido de Dios y la perdición del hombre.
Para que esto se realice, es necesario permanecer en Cristo resucitado y en su amor, como nos recuerda la Primera Carta de Juan: «Quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él» (1 Jn 4,16). Jesús lo había repetido con insistencia a sus discípulos: «Permanezcan en mí… Permanezcan en mi amor» había dicho (Jn 15,4.9). Este es el secreto de los santos: permanecer en Cristo, unidos a Él como los racimos a la vid, para dar muchos frutos (Cfr. Jn 15,1-8). Y este fruto nos otra cosa que el amor. Este amor resplandece en el testimonio de Sor Juana Emilia De Villeneuve, que consagró su vida a Dios y a los pobres, a los enfermos, a los encarcelados, a los explotados, haciéndose para ellos y para todos un signo concreto del amor misericordioso del Señor.
La relación con Jesús resucitado es – por así decir – la “atmósfera” en la cual vive el cristiano y en la cual encuentra la fuerza para permanecer fiel al Evangelio, también en medio de los obstáculos y la incomprensiones. “Permanecer en el amor”: esto también ha hecho Sor María Cristina Brando. Ella fue conquistada completamente por el ardiente amor por el Señor; y por la oración, del encuentro corazón a corazón con Jesús resucitado, presente en la Eucaristía, y de ahí recibía la fuerza para soportar los sufrimientos y donarse como pan compartido a tantas personas alejadas de Dios y hambrientas de un amor auténtico.
Un aspecto esencial del testimonio que tenemos que dar del Señor resucitado es la unidad entre nosotros, sus discípulos, y a imagen de aquella que subsiste entre Él y el Padre. Y resuena también hoy en el Evangelio la oración de Jesús en la vigilia de la pasión: «Sean una sola cosa, como nosotros» (Jn 17,11). De este amor eterno entre el Padre y el Hijo, que se infunde en nosotros por medio del Espíritu Santo (Cfr. Rom 5,5), toma fuerza nuestra misión y nuestra comunión fraterna; de ella emerge siempre nuevamente la alegría para seguir al Señor en el camino de la pobreza, de la virginidad y de la obediencia; y este mismo amor nos invita a cultivar la oración contemplativa. Lo ha experimentado en modo eminente Sor María Baouardy, humilde e iletrada, supo dar consejos y explicaciones teológicas con extrema claridad, fruto del diálogo continuo con el Espíritu Santo. La docilidad al Espíritu Santo también la ha hecho un instrumento para el encuentro y la comunión con el mundo musulmán. Así como también Sor María Alfonsina Danil ha entendido que cosa significa irradiar el amor de Dios en el apostolado, convirtiéndose en testimonio de mansedumbre y unidad. Ella nos ofrece un claro ejemplo de cuanto sea importante hacernos responsables los unos de los otros, de vivir uno al servicio del otro.
Permanecer en Dios y en su amor, para anunciar con la palabra y con la vida la resurrección de Jesús, testimoniando la unidad entre nosotros y la caridad hacia los demás. Esto es lo que han hecho las cuatro Santas proclamadas hoy. Su ejemplo luminoso también interpela nuestra vida cristiana: ¿Como soy testimonio de Cristo resucitado? Es una pregunta que debemos hacernos ¿Cómo permanezco en el Él, cómo vivo en su amor? ¿Soy capaz de sembrar en familia, en el trabajo, en mi comunidad, la semilla de aquella unidad que Él nos ha donado haciéndonosla participe de la vida trinitaria?
Regresando hoy a casa, llevemos con nosotros la alegría de este encuentro con el Señor resucitado, cultivemos en el corazón el compromiso de vivir en el amor de Dios, permaneciendo unidos a Él y entre nosotros, y siguiendo las huellas de estas cuatro mujeres, modelos de santidad, que la Iglesia nos invita imitar.
“El Señor
conceda por su intercesión un nuevo impulso misionero a los respectivos países
de orígen”, fue el deseo del Papa Francisco el domingo al mediodía antes del
rezo del Regina Coeli al saludar especialmente a los presentes de Palestina,
Francia, Italia, Israel y Jordania, asistentes a la ceremonia de canonización
de las cuatro nuevas Santas.
“Inspirándose en su ejemplo de misericordia, de caridad y de reconciliación, los cristianos de estas tierras miren al futuro con esperanza, continuando por el camino de la solidaridad y de la convivencia fraterna”, auspició el Obispo de Roma quien también se refirió a Burundi invitando a todos a rezar ante la dramática situación por la que atraviesa esa nación africana: “El Señor ayude a todos a evitar la violencia y a actuar responsablemente por el bien del País”, pidió Francisco.
“Inspirándose en su ejemplo de misericordia, de caridad y de reconciliación, los cristianos de estas tierras miren al futuro con esperanza, continuando por el camino de la solidaridad y de la convivencia fraterna”, auspició el Obispo de Roma quien también se refirió a Burundi invitando a todos a rezar ante la dramática situación por la que atraviesa esa nación africana: “El Señor ayude a todos a evitar la violencia y a actuar responsablemente por el bien del País”, pidió Francisco.
Palabras
del Santo Padre antes del rezo del Regina Coeli
Al final
de esta celebración, deseo saludar a todos ustedes que han venido a
rendir homenaje a las nuevas Santas, de manera particular a las Delegaciones
oficiales de Palestina, Francia, Italia, Israel y Jordania. Saludo con afecto a
los Cardenales, a los Obispos, a los sacerdotes, así como también a las hijas
espirituales de las cuatro Santas. El Señor conceda por su intercesión un nuevo
impulso misionero a los respectivos países de orígen. Inspirándose en su
ejemplo de misericordia, de caridad y de reconciliación, los cristianos de
estas tierras miren al futuro con esperanza, continuando por el camino de la
solidaridad y de la convivencia fraterna.
Hago
extensivo mi saludo a las familias, a los grupos parroquiales, a las
asociaciones y a las escuelas presentes, en particular a los confirmados de la
Arquidiócesis de Génova. Dirijo un pensamiento especial a los fieles de la República
Checa, reunidos en el santuario de Svaty Kopećek, en Olomouc, que hoy
conmemoran los veinte años de la visita de san Juan Pablo II.
Ayer, en
Venecia ha sido proclamado beato el sacerdote Luigi Caburlotto, párroco,
educador y fundador de las Hijas de San José. Damos gracias a Dios por este
Pastor ejemplar, que condujo una intensa vida espiritual y apostólica, dedicada
toda al bien de las almas.
Quisiera
también invitar a rezar por el querido pueblo de Burundi, que está viviendo un
momento delicado: el Señor ayude a todos a evitar la violencia y a actuar
responsablemente por el bien del País.
Nos
dirigimos ahora con amor filial a la Virgen Maria, Madre de la Iglesia, Reina
de los Santos y modelo de todos los cristianos.
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