domingo, 2 de febrero de 2014

Ángelus del Papa Francisco, domingo 2 febrero 2014, día de la Vida Consagrada

La Fiesta de hoy es conocida y celebrada con diversos nombres:
 La Presentación del Señor, La Purificación de María, La Fiesta de las Candelas o Candelaria, es decir, Fiesta de la Luz.
María y José acuden con el Niño al templo de Jerusalén para cumplir la doble disposición de la ley mosaica: presentación del primogénito varón al Señor para su rescate y purificación de la madre a los cuarenta días del parto. 

Durante la Fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo, la Iglesia celebrará la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. El evento, que se conmemora desde hace más de 15 años, es una ocasión para elevar una acción de gracias a Dios por el don de la vida consagrada en la Iglesia y en la humanidad, así como promover su estima en el Pueblo de Dios.
La Jornada Mundial de Vida Consagrada se viene celebrando cada 2 de febrero desde 1997, siendo instaurada por el Beato Juan Pablo II. Desde entonces, la Iglesia en España se une a esta conmemoración por medio de varios actos religiosos, entre ellos la renovación de la consagración en el seguimiento de Cristo y en la misión de la Iglesia de los miembros de los Institutos de Vida Consagrada.


Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (2,22-40):

"Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba".
Palabra del Señor
GLORIA A TI SEÑOR JESUS.




Hoy 2 de febrero de 2014, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus en un domingo lluvioso en Roma, fiesta de la Presentación del Señor, hizo hincapié durante el Ángelus en la plaza de san Pedro, en la mucha necesidad que tiene hoy la Iglesia y el mundo de la presencia de los religiosos. Una presencia “que fortalece y renueva el compromiso de la difusión del Evangelio, la educación cristiana, la caridad hacia los más necesitados, la oración contemplativa”. “Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino” ha afirmado Francisco. Porque "totalmente consagrados a Dios, están totalmente entregados a los hermanos, para llevar la luz de Cristo, allí donde se encuentra la oscuridad y difundir su esperanza en los corazones desalentados”. 
 Por esto el Santo Padre dijo que "la Iglesia y el mundo necesitan este testimonio del amor y de la misericordia de Dios" y es necesario "valorar con gratitud las experiencias de vida consagrada" rezando para que muchos jóvenes respondan "sí" al Señor. Una ofrenda de sí mismos a Dios que concierne también a todos los cristianos, “porque todos estamos consagrados a Él por medio del bautismo”



Miles de peregrinos han estado esta mañana en la Basílica de San Pedro, en Roma para participar de la Santa Misa, presidida por el Papa Francisco en este 2 de febrero, Solemnidad de la presentación del Señor, Fiesta popularmente conocida como la Virgen de las Candelas, y en la que también se celebra la Jornada de la Vida Consagrada, dedicada a los religiosos y religiosas que se han consagrado al Señor, en el carisma que Él les ha señalado para santificar su existencia.

La Misa ha comenzado con el rito de la Bendición de las candelas y la entrada procesional al Templo como prescribe una de las fórmulas litúrgicas de este día. Durante su homilía, el Santo Padre se ha fijado en el Pasaje de la Presentación que relata San Lucas y que se lee en la Misa de este día. De esto ha señalado que la llegada del Niño al Templo es el encuentro festivo de Dios con el pueblo. Los jóvenes están representados en María y José, y los ancianos en Simeón y Ana.
De María y de José, observa cómo San Lucas recalca hasta cuatro veces la alegría que sienten al cumplir la Ley de Dios, cosa que no hacen por mero cumplimiento sino por el amor a Dios que tiene lo cual les llena de inmensa alegría. Por su parte los ancianos, están guiados por el Espíritu Santo y como el Espíritu da la vida, están llenos de la vida divina. Esto le lleva al Pontífice a volver a la idea del encuentro que subrayaba al principio, destacando que Dios está en el centro de María, José, Simeón y Ana, un encuentro que se da entre los consagrados en este día dedicado a ellos.
El Papa ha recordado que este encuentro conlleva el compromiso de que los ancianos aporten su vivencia como un patrimonio que ha de ser acogido de forma especial por las jóvenes generaciones en clave de aprendizaje para su vida diaria. Una Gracia que Dios nos da y que debe iluminar todos los momentos de nuestra jornada.
Tras la Santa Misa, el Papa rezó el Ángelus en el que volvió la mirada a esta Solemnidad de la Presentación del Señor y día de la Vida Consagrada. Esta celebración y el recuerdo de los consagrados, le han servido al Papa para invitarnos a todos a presentar nuestras vidas a Dios como un gesto de consagración. Ellos son levadura, una lección que debemos aprender también todos los creyentes. Francisco ha declarado que 2015 será un año dedicado especialmente a la vida consagrada, algo que ha encomendado a la Virgen y ha animado en esta Jornada por la vida en Italia, a cuantos grupos y asociaciones trabajan por difundir la cultura de la vida.

Texto completo de la alocución del Papa antes de la oración del Ángelus 

Queridos hermanos y hermanas ¡Buenos Días!
¡Ustedes están mojados allí en la Plaza, pero qué valientes!
Hoy celebramos la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo. En esta fecha también se celebra la Jornada de la Vida Consagrada, que recuerda la importancia para la Iglesia de todos los que han oído la llamada a seguir a Jesús de cerca en el camino de los consejos evangélicos. El Evangelio de hoy narra que, cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José llevaron al niño al templo para consagrarlo y ofrecerlo a Dios, como lo prescribe la ley judía. Este episodio evangélico es también un icono de la donación de la propia vida por parte de aquellos que, por un don de Dios, toman los rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y obediente. 

Esta ofrenda de sí mismos a Dios concierne a todos los cristianos, porque todos estamos consagrados a Él por medio del bautismo. Todos estamos llamados a ofrecernos al Padre con Jesús y como Jesús, haciendo de nuestra vida un don generoso, en la familia, en el trabajo, en el servicio a la Iglesia, en las obras de misericordia. Sin embargo, esta consagración la viven de una manera particular los religiosos, los monjes, los laicos consagrados que, con la profesión de los votos, pertenecen a Dios de manera plena y exclusiva. Esta pertenencia al Señor permite a los que la viven de una manera auténtica ofrecer un testimonio especial al Evangelio del Reino de Dios. Totalmente consagrados a Dios, están totalmente entregados a los hermanos, para llevar la luz de Cristo, allí donde se encuentra la oscuridad más densa, y difundir su esperanza en los corazones desalentados.
Las personas consagradas son un signo de Dios en los diferentes ambientes de la vida, son levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, son profecía del compartir con los pequeños y los pobres. Así entendida y vivida, la vida consagrada se nos presenta como es realmente: ¡es un don de Dios! ¡Un don de Dios a la Iglesia. Un don de Dios a su pueblo! Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino. Hay mucha necesidad de estas presencias, que fortalecen y renuevan el compromiso de la difusión del Evangelio, de la educación cristiana, de la caridad hacia los más necesitados, de la oración contemplativa; el compromiso de la formación humana, de la formación espiritual de los jóvenes, de las familias; el compromiso por la justicia y la paz en la familia humana. Pero pensemos ¿qué pasaría si no estuvieran las religiosas, las religiosas en los hospitales, las religiosas en las misiones, las religiosas en las escuelas? Pero imagínense una Iglesia sin las religiosas.... ¡No, no se puede pensar! Son este don, esta levadura que lleva precisamente adelante al pueblo de Dios. ¡Son grandes estas mujeres, que consagran su propia vida y llevan adelante el mensaje de Jesús!
La Iglesia y el mundo necesitan este testimonio del amor y de la misericordia de Dios. ¡Los consagrados, los religiosos, las religiosas también son este testimonio de que Dios es bueno, que Dios es misericordioso! Por esto es necesario valorar con gratitud las experiencias de vida consagrada y profundizar en el conocimiento de los diferentes carismas y espiritualidad. Debemos orar para que muchos jóvenes respondan "sí" al Señor que los llama a consagrarse totalmente a Él para un servicio desinteresado a los hermanos. Consagrar la vida para servir a Dios y a los hermanos. 
 Por todos estos motivos, como ha sido ya anunciado, el año próximo estará dedicado de manera especial a la Vida Consagrada. Encomendemos desde ahora esta iniciativa a la intercesión de la Virgen María y de San José, que, como padres de Jesús, fueron los primeros en ser consagrado a Él, y a consagrar sus vidas a Él. 

Después de la oración mariana del Ángelus, el Papa saludó a las familias, a las parroquias, a las asociaciones y a todos los peregrinos llegados a Roma, desde Italia y de muchas partes del mundo. Un saludo particular lo dedicó a los estudiantes españoles de Villafranca de los Barros y Zafra; a los devotos del beato Stefano Bellesini de Verona, a los fieles de Taranto y a los coros de Turriaco, Módena y de la provincia de Taranto.
Hoy se celebra en Italia la Jornada por la Vida, cuyo tema es "Generar el futuro". Extiendo mi saludo y mi aliento a las asociaciones, movimientos y a los centros culturales que participan en la defensa y promoción de la vida. Me uno a los Obispos italianos en reiterar que "todo hijo es el rostro del Señor, amante de la vida, don para la familia y para la sociedad" (Mensaje para la XXXVI Jornada Nacional por la Vida). Que cada uno, en su propio papel y en su propio campo, se siente llamado a amar y a servir a la vida, a aceptarla, respetarla y promoverla, especialmente cuando es frágil y necesita atención y cuidados, desde el seno materno hasta su fin en esta tierra. 
El Papa saludó al Cardenal Vicario y a todos los que trabajan en la diócesis de Roma para la promoción de la Jornada por la Vida. Al tiempo que expresó su agradecimiento a los docentes universitarios que, en esta ocasión, organizaron conferencias sobre las actuales problemáticas relacionadas con la natalidad.
El Papa recordó con un pensamiento especial a las queridas poblaciones de Roma y de la región de Toscana, flageladas por las intensas lluvias de estos días, que han provocado inundaciones y desbordamientos. Y ha pedido que no les falte “a estos hermanos nuestros, que están sufriendo, nuestra solidaridad concreta y nuestra oración: ¡queridos hermanos y hermanas les estoy cercano!”
"Les deseo a todos un buen domingo y un buen almuerzo. ¡Hasta la próxima!"
Fuente:





Texto completo de la homilía del Papa Francisco:
«La fiesta de la Presentación de Jesús al Templo es llamada también la fiesta del encuentro: el encuentro entre Jesús y su pueblo; cuando María y José llevaron a su niño al Templo de Jerusalén, ocurrió el primer encuentro entre Jesús y su pueblo, representado por dos ancianos Simeón y Ana.
Aquel fue también un encuentro al interior de la historia del pueblo, un encuentro entre los jóvenes y los ancianos: los jóvenes eran María y José, con su recién nacido; y los ancianos eran Simeón y Ana, dos personajes que frecuentaban el Templo. 
Observamos qué cosa dice de ellos el evangelista Lucas, cómo los describe. De la Virgen y de san José repite por cuatro veces que querían hacer aquello que estaba prescrito por la Ley del Señor (cfr Lc 2,22.23.24.27). Se intuye, casi se percibe que los padres de Jesús se alegran de observar los preceptos de Dios, sí, ¡la alegría de caminar en la Ley del Señor! Son dos recién casados, han tenido apenas su niño, y están animados por el deseo de cumplir aquello que está prescrito. No es un hecho exterior, no es por cumplir la regla, ¡no! Es un deseo fuerte, profundo, lleno da alegría. Es aquello que dice el Salmo: «Tendré en cuenta tus caminos. Mi alegría está en tus preceptos … Tu ley es toda mi alegría» (119,14.77).
¿Y qué cosa dice san Lucas de los ancianos? Subraya que estaban guiados por el Espíritu Santo. De Simeón afirma que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel y que «el Espíritu Santo estaba en él» (2,25); dice que «el Espíritu Santo le había prometido» que no moriría antes de ver al Mesías del Señor (v. 26); y finalmente que se dirigió al Templo «conducido por el Espíritu» (v. 27). Luego de Ana dice que era una «profetisa» (v. 36), o sea inspirada por Dios; y que no se apartaba del Templo, «sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones» (v. 37). En resumen, estos dos ancianos ¡están llenos de vida! Están llenos de vida porque son animados por el Espíritu Santo, dóciles a su acción, sensibles a sus llamados… 
 Y he aquí el encuentro entre la santa Familia y estos dos representantes del pueblo santo de Dios. En el centro está Jesús. Es Él quien mueve todo, que atrae a unos y otros al Templo, que es la casa de su Padre.
Es un encuentro entre los jóvenes llenos de alegría en el observar la Ley del Señor y los ancianos llenos de alegría por la acción del Espíritu Santo. ¡Es un encuentro singular entre observancia y profecía, donde los jóvenes son los observantes y los ancianos son los proféticos! En realidad, si reflexionamos bien, la observancia de la Ley está animada por el mismo Espíritu, y la profecía se mueve en el camino trazado por la Ley. ¿Quién más que María está llena de Espíritu Santo? ¿Quién más que ella es dócil a su acción?
A la luz de esta escena evangélica miremos a la vida consagrada como a un encuentro con Cristo: es Él que viene a nosotros, traído por María y José, y somos nosotros los que vamos hacia Él, guiados por el Espíritu Santo. Pero al centro está Él. Él mueve todo, Él nos atrae al Templo, a la Iglesia, en donde podemos encontrarlo, reconocerlo, acogerlo, abrazarlo.
Jesús nos sale al encuentro en la Iglesia a través del carisma fundacional de un Instituto: ¡es bello pensar así en nuestra vocación! Nuestro encuentro con Cristo ha tomado su forma en la Iglesia mediante el carisma de un testigo suyo, de una testigo suya. Esto nos sorprende siempre y nos hace dar gracias. 

 Y también en la vida consagrada se vive el encuentro entre los jóvenes y los ancianos, entre observancia y profecía. ¡No las veamos como dos realidades que se contraponen! Dejemos más bien que el Espíritu Santo anime a ambas, y la señal de esto es la alegría: la alegría de observar, de caminar en una regla de vida; y la alegría de estar guiados por el Espíritu, jamás rígidos, jamás cerrados, siempre abiertos a la voz de Dios que habla, que abre, que conduce, que nos invita a ir hacia el horizonte.
Hace bien a los ancianos comunicar la sabiduría a los jóvenes y hace bien a los jóvenes recoger este patrimonio de experiencia y de sabiduría, y llevarlo adelante – no para guardarlo en un museo, sino para llevarlo adelante. Por el bien de las respectivas familias religiosas y de toda la Iglesia.
Que la gracia de este misterio, el misterio del encuentro, nos ilumine y nos consuele en nuestro camino. Amén». 

Fuente:


PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS

ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"

Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO


Los rasgos comunes en los Misterios de Jesús
516 Toda la vida de Cristo es Revelación del Padre: sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su manera de ser y de hablar. Jesús puede decir: "Quien me ve a mí, ve al Padre" (Jn 14, 9), y el Padre: "Este es mi Hijo amado; escuchadle" (Lc 9, 35). Nuestro Señor, al haberse hecho hombre para cumplir la voluntad del Padre (cf. Hb 10,5-7), nos "manifestó el amor que nos tiene" (1 Jn 4,9) con los rasgos más sencillos de sus misterios.
517 Toda la vida de Cristo es misterio de Redención. La Redención nos viene ante todo por la sangre de la cruz (cf. Ef 1, 7; Col 1, 13-14; 1 P 1, 18-19), pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo: ya en su Encarnación porque haciéndose pobre nos enriquece con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9); en su vida oculta donde repara nuestra insumisión mediante su sometimiento (cf. Lc 2, 51); en su palabra que purifica a sus oyentes (cf. Jn 15,3); en sus curaciones y en sus exorcismos, por las cuales "él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17; cf. Is 53, 4); en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica (cf. Rm 4, 25).

CAPÍTULO TERCERO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

ARTÍCULO 9
“CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA”

748 "Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia (LG 1), anunciando el Evangelio a todas las criaturas". Con estas palabras comienza la "Constitución dogmática sobre la Iglesia" del Concilio Vaticano II. Así, el Concilio muestra que el artículo de la fe sobre la Iglesia depende enteramente de los artículos que se refieren a Cristo Jesús. La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol.
 Párrafo 4
LOS FIELES DE CRISTO: JERARQUÍA, LAICOS, VIDA CONSAGRADA

871 "Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios y, hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo" (CIC, can. 204, 1; cf. LG 31).

872 "Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo" (CIC can. 208; cf. LG 32).

873 Las mismas diferencias que el Señor quiso poner entre los miembros de su Cuerpo sirven a su unidad y a su misión. Porque "hay en la Iglesia diversidad de ministerios, pero unidad de misión. A los apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo la función de enseñar, santificar y gobernar en su propio nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios" (AA 2). En fin, "en esos dos grupos [jerarquía y laicos] hay fieles que por la profesión de los consejos evangélicos [...] se consagran a Dios y contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia según la manera peculiar que les es propia" (CIC can. 207, 2).
III. La vida consagrada

914 "El estado de vida que consiste en la profesión de los consejos evangélicos, aunque no pertenezca a la estructura de la Iglesia, pertenece, sin embargo, sin discusión a su vida y a su santidad" (LG 44).

Consejos evangélicos, vida consagrada

915 Los consejos evangélicos están propuestos en su multiplicidad a todos los discípulos de Cristo. La perfección de la caridad a la cual son llamados todos los fieles implica, para quienes asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada, la obligación de practicar la castidad en el celibato por el Reino, la pobreza y la obediencia. La profesión de estos consejos en un estado de vida estable reconocido por la Iglesia es lo que caracteriza la "vida consagrada" a Dios (cf. LG 42-43; PC 1).

916 El estado de vida consagrada aparece por consiguiente como una de las maneras de vivir una consagración "más íntima" que tiene su raíz en el Bautismo y se dedica totalmente a Dios (cf. PC 5). En la vida consagrada, los fieles de Cristo se proponen, bajo la moción del Espíritu Santo, seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios amado por encima de todo y, persiguiendo la perfección de la caridad en el servicio del Reino, significar y anunciar en la Iglesia la gloria del mundo futuro (cf. CIC, can. 573).

TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO


PRIMERA SECCIÓN
LA VOCACIÓN DEL HOMBRE:
LA VIDA EN EL ESPÍRITU

CAPÍTULO PRIMERO
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

ARTÍCULO 3
LA LIBERTAD DEL HOMBRE



II. La libertad humana en la Economía de la salvación

1740 Amenazas para la libertad. El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier cosa. Es falso concebir al hombre “sujeto de esa libertad como un individuo autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 13). Por otra parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con demasiada frecuencia, desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra la caridad. Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus semejantes y se rebela contra la verdad divina.


                                        


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