11 de Febrero: Memoria
de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes.
Cuatro años después de la
proclamación de su Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen se apareció en
repetidas ocasiones a la humilde joven santa María Bernarda Soubirous en los
montes Pirineos, junto al río Gave, en la gruta de Massabielle, de la población
de Lourdes, y desde entonces aquel lugar es frecuentado por muchos cristianos,
que acuden devotamente a rezar.
Bernardita de Soubirous fue la elegida por Dios para ser testigo y mensajera de
tan extraordinaria iniciativa del Creador. La Madre de Jesús, nuestra Madre
también, supo como siempre enamorar a las multitudes y convocar a los pueblos
de las naciones alrededor de la majestuosa imagen que de Ella se difundió.Lourdes ha sido fuente de sanación física para mucha gente, y quizás ha sido este el milagro más visible que Dios ha realizado para confirmar y sostener la fe en la obra. Pero sin dudas que la sanación espiritual, la conversión de las almas, ha sido el fruto más extraordinario que las generaciones han manifestado como evidencia de la potencia de los actos de Dios en esta tierra.
Bernardita fue también instrumento de confirmación del Dogma de la Inmaculada Concepción, para alegría de los que amamos la pureza de María, reconocida de este modo en las propias palabras de la Reina del Cielo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Hoy, después de 150 años, las palabras de María resuenan en nuestros oídos con la misma fuerza, como un cristal puro que resuena y sacude con su timbre los tímpanos del mundo.
Gloria a Dios por Su Amor manifestado en regalo tan extraordinario. Nuestra Señora de Lourdes renueve nuestros corazones y nuestras mentes, para que emerja sonriente y esplendorosa nuestra propia conversión.
El Papa Francisco acude a rezar ante la Virgen de Lourdes en el Vaticano
Esta es la principal lectura que se obtiene del mensaje del Papa para la XXII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra este martes 11, coincidiendo con la festividad católica de la Virgen de Lourdes. Para ello, Francisco ha elegido como lema un versículo de san Juan sobre la fe y la caridad: También nosotros debemos dar la vida por los hermanos.
Con el tema «Fe y caridad:
‘También nosotros debemos dar la vida por los hermanos’ (1 Jn 3,16), el Papa Francisco en su mensaje para este día confía la XXII Jornada Mundial del Enfermo «a la intercesión de María, para que ayude a las personas enfermas a vivir su propio sufrimiento en comunión con Jesucristo, y sostenga a los que los cuidan».
Y tras hacer hincapié en que la Iglesia reconoce en los enfermos «una presencia especial de Cristo que sufre», el mensaje pontificio nos recuerda que «en virtud del Bautismo y de la Confirmación estamos llamados a configurarnos con Cristo, el Buen Samaritano de todos los que sufren».
«Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en medio de las contradicciones del mundo». Y «cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del Reino de Dios», escribe el Papa Bergoglio, que luego destaca que «para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada. Es la Madre de Jesús y Madre nuestra, atenta a la voz de Dios y a las necesidades y dificultades de sus hijos».
Ella sabe muy bien cómo se sigue este camino y por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren. Podemos recurrir confiados a ella con filial devoción, seguros de que nos asistirá, nos sostendrá y no nos abandonará. Es la Madre del crucificado resucitado: permanece al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena».
Y evocando sus palabras en la JMJ de Río, el Obispo de Roma reitera que «San Juan, el discípulo que estaba con María a los pies de la Cruz, hace que nos remontemos a las fuentes de la fe y de la caridad, al corazón de Dios que «es amor» (1 Jn 4,8.16), y nos recuerda que no podemos amar a Dios si no amamos a los hermanos. El que está bajo la cruz con María, aprende a amar como Jesús.
La Cruz es «la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos…
La Cruz de Cristo invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda» (Vía Crucis con los jóvenes, Río de Janeiro, 26 de julio de 2013).
Con profunda emoción recordamos que instituyendo esta Jornada, Juan Pablo II escribió: «he decidido instituir la Jornada mundial del enfermo, que se celebrará el 11 de febrero de cada año, memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes. En efecto, creo muy oportuno extender a toda la comunidad eclesial una iniciativa que se está realizando en algunos países y regiones, con grandes frutos pastorales».
El Papa Wojtyla en una carta - fechada el 13 de mayo, memoria de la Virgen de Fátima, de 1992 - dirigida al cardenal Fiorenzo Angelini, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, añadió: «al tiempo que confío en la plena colaboración de todos para el buen inicio y el desarrollo de esta Jornada, encomiendo su eficacia sobrenatural a la mediación materna de María, Salus infirmorum y a la intercesión de los santos Juan de Dios y Camilo de Lellis, patronos de los lugares de curación y de los agentes sanitarios. Que estos santos extiendan siempre los frutos de ese apostolado de la caridad, que el mundo actual tanto necesita».
FUENTE:
El mensaje, dirigido a las personas enfermas y a todos los que les prestan asistencia y cuidado, recuerda que las experiencias negativas pueden llegar a ser positivas si se afrontan con fe. El documento fue escrito por Bergoglio el pasado 6 de diciembre.
MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA XXII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2014
CON OCASIÓN DE LA XXII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2014
Fe
y caridad: «También nosotros
debemos dar la vida por los
hermanos» (1
Jn 3,16)
Queridos hermanos y hermanas:
1. Con ocasión de la XXII Jornada Mundial del Enfermo, que este año tiene como tema Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16), me dirijo particularmente a las personas enfermas y a todos los que les prestan asistencia y cuidado. Queridos enfermos, la Iglesia reconoce en vosotros una presencia especial de Cristo que sufre. En efecto, junto, o mejor aún, dentro de nuestro sufrimiento está el de Jesús, que lleva a nuestro lado el peso y revela su sentido. Cuando el Hijo de Dios fue crucificado, destruyó la soledad del sufrimiento e iluminó su oscuridad. De este modo, estamos frente al misterio del amor de Dios por nosotros, que nos infunde esperanza y valor: esperanza, porque en el plan de amor de Dios también la noche del dolor se abre a la luz pascual; y valor para hacer frente a toda adversidad en su compañía, unidos a él.
2. El Hijo de Dios hecho hombre no ha eliminado de la experiencia humana la enfermedad y el sufrimiento sino que, tomándolos sobre sí, los ha transformado y delimitado. Delimitado, porque ya no tienen la última palabra que, por el contrario, es la vida nueva en plenitud; transformado, porque en unión con Cristo, de experiencias negativas, pueden llegar a ser positivas. Jesús es el camino, y con su Espíritu podemos seguirle. Como el Padre ha entregado al Hijo por amor, y el Hijo se entregó por el mismo amor, también nosotros podemos amar a los demás como Dios nos ha amado, dando la vida por nuestros hermanos. La fe en el Dios bueno se convierte en bondad, la fe en Cristo Crucificado se convierte en fuerza para amar hasta el final y hasta a los enemigos. La prueba de la fe auténtica en Cristo es el don de sí, el difundirse del amor por el prójimo, especialmente por el que no lo merece, por el que sufre, por el que está marginado.
3. En virtud del Bautismo y de la Confirmación estamos llamados a configurarnos con Cristo, el Buen Samaritano de todos los que sufren. «En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en medio de las contradicciones del mundo. Cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del Reino de Dios.
4. Para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada. Es la Madre de Jesús y Madre nuestra, atenta a la voz de Dios y a las necesidades y dificultades de sus hijos. María, animada por la divina misericordia, que en ella se hace carne, se olvida de sí misma y se encamina rápidamente de Galilea a Judá para encontrar y ayudar a su prima Isabel; intercede ante su Hijo en las bodas de Caná cuando ve que falta el vino para la fiesta; a lo largo de su vida, lleva en su corazón las palabras del anciano Simeón anunciando que una espada atravesará su alma, y permanece con fortaleza a los pies de la cruz de Jesús. Ella sabe muy bien cómo se sigue este camino y por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren. Podemos recurrir confiados a ella con filial devoción, seguros decque nos asistirá, nos sostendrá y no nos abandonará. Es la Madre del crucificado resucitado: permanece al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena.
5. San Juan, el discípulo que estaba con María a los pies de la Cruz, hace que nos remontemos a las fuentes de la fe y de la caridad, al corazón de Dios que «es amor» (1 Jn 4,8.16), y nos recuerda que no podemos amar a Dios si no amamos a los hermanos. El que está bajo la cruz con María, aprende a amar como Jesús. La Cruz es «la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos… La Cruz de Cristo invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda» (Via Crucis con los jóvenes, Río de Janeiro, 26 de julio de 2013).
Confío esta XXII Jornada Mundial del Enfermo a la intercesión de María, para que ayude a las personas enfermas a vivir su propio sufrimiento en comunión con Jesucristo, y sostenga a los que los cuidan. A todos, enfermos, agentes sanitarios y voluntarios, imparto de corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 6 de diciembre de 2013
FRANCISCO
El Papa Francisco pide rezar por Benedicto XVI, «un hombre valiente y humilde»
El Pontífice tiene un recuerdo para su antecesor en el día que se cumple un
año de su renuncia: El Papa Francisco ha querido tener un
recuerdo especial para Benedicto XVI en el día en que se cumple un año de su
renuncia. «Recemos hoy juntos por Su Santidad Benedicto XVI, un hombre valiente
y humilde», ha escrito en la red social Twitter.
El 11 de febrero de 2013 Benedicto
XVI sorprendía al mundo con un anuncio histórico: «Después de haber
examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de
que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecúan por más tiempo al
ejercicio de mi Ministerio. Con total libertad declaro que renuncio al
ministerio de Obispo de Roma y Sucesor de Pedro».
El Papa pronunciaba estas palabras en el consistorio para la
canonización de los mártires de Otranto, pero lo hizo en latín. De la
prensa que se encontraba en el lugar, solo una periodista de la agencia Ansa
entendió el mensaje de Benedicto XVI difundiendo la noticia que daría la vuelta
al mundo.
Dos papas juntos
La inusitada renuncia de Benedicto XVI suscitó algunos temores ante
posibles conflictos entre dos papas, que se han disipado un año después. Prueba
de ello es el último tuit del Papa Francisco o los diversos encuentros que han
tenido lugar entre ambos pontífices en los que «uno ha ido a casa del otro y
viceversa» y se les ha visto abrazándose y rezando juntos. «Cuando tenemos
algunas de esas raras imágenes de los dos Papas juntos es un signo muy bonito y
estimulante», afirmaba ayer Federico Lombardi, portavoz del Vaticano. Ambos
papas mantienen contacto a través del teléfono o mediante mensajes en una
relación «normal y de solidaridad», añadía.
La decisión de Benedicto XVI fue, en opinión de Lombardi, «un gran
acto de gobierno, realizado con gran profundidad espiritual, gran preparación y
gran valentía». También Georg Gaenswein, secretario personal del Papa emérito
ha destacado su «gran valentía». «Fue un acto incluso revolucionario,
que abrió posibilidades que ninguno podía prever en aquel momento».
«No teníamos libro de jugadas, escrituras, notas o material sobre
qué pasaría porque poco se sabía de la última decisión de renuncia voluntaria,
la del monje benedictino Pietro de Morrone, que más tarde sería el Papa
Celestino V y que abrumado por las exigencias renunció después de cinco meses
de pontificado en 1294», señalaba recientemente en un artículo el sacerdote
estadounidense Thomas Rosica, una de las personas que se ocuparon de informar
en Sala de Prensa de la Santa Sede durante todo el periodo de la llamada Sede
Vacante.
A juicio de Rosica, Benedicto XVI dejó el mensaje de que «no se
puede estar encadenado a la historia».
«Un hombre que ha sido considerado el paladín de la tradición y que
ha llevado la etiqueta de 'conservador', nos dejó con uno de los gestos más
progresistas hechos por cualquier Papa», añadía Rosica.
El aniversario de esta histórica fecha, que coincide con la Virgen
de Lourdes y el aniversario de la firma de los Pactos Lateranenses, será
silencioso y tranquilo en el Vaticano, según señala el corresponsal de ABC Juan
Vicente Boo. Benedicto XVI está satisfecho y
en paz un año después de su renuncia.
Vive retirado en la residencia Mater Ecclesiae, en los jardines de
la Ciudad del Vaticano. El Papa emérito, de 86 años, lleva «una vida de
oración, de reflexión, de lectura, de escritura, en el sentido que responde
las cartas que le envían, pero también recibe personas que le son cercanas y
con las que considera útil dialogar y que además le piden consejo o cercanía
espiritual», según explicó ayer Lombardi
«Da la impresión de una gran serenidad espiritual» y conserva
«esa sonrisa que todos conocíamos», añadió.
“Sentí como un fuerte viento que
me obligó a levantar la cabeza.
Volví a mirar y vi que las ramas
de espinas que rodeaban la gruta de la roca de Masabielle se estaban moviendo.
En ese momento apareció en la
gruta una bellísima Señora, tan hermosa,
que cuando se le ha visto una vez,
uno querría morirse con tal de
lograr volverla a ver".
Santa Bernardette Soubirous.
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