“Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (cfr. 2 Cor 8, 9). Y hoy, en la Catequesis nos habla del Tesoro más grande que nos ha dejado Jesús... la Eucaristía.
En su Catequesis de hoy miércoles 5 de febrero, el Papa Francisco, durante una húmeda
y lluviosa mañana de inicios de febrero no desanimó a miles de fieles y
peregrinos que desde muy temprano llegaron a la Plaza de San Pedro para
participar en la audiencia general.
Este miércoles - luego de atravesar en papamóvil los diversos sectores de la explanada para saludar y bendecir a los presentes, Francisco empezó su catequesis, dedicada a la Eucaristía, “memorial de la Pascua del Señor, en el que Cristo se hace misteriosamente presente y nosotros podemos participar en su pasión, muerte y resurrección”. “Así, precisó el Santo Padre, la Eucaristía nos configura de modo único y profundo con Jesús, renovando nuestro corazón, nuestra existencia y nuestra relación con Él y con los hermanos, y nos hace preguntar la comunión con el Padre en el banquete del Reino de los cielos”.
Este miércoles - luego de atravesar en papamóvil los diversos sectores de la explanada para saludar y bendecir a los presentes, Francisco empezó su catequesis, dedicada a la Eucaristía, “memorial de la Pascua del Señor, en el que Cristo se hace misteriosamente presente y nosotros podemos participar en su pasión, muerte y resurrección”. “Así, precisó el Santo Padre, la Eucaristía nos configura de modo único y profundo con Jesús, renovando nuestro corazón, nuestra existencia y nuestra relación con Él y con los hermanos, y nos hace preguntar la comunión con el Padre en el banquete del Reino de los cielos”.
Texto
completo del Papa durante la Audiencia General
Queridos hermanos
y hermanas,
¡Buenos
días! ¡Buenos días aunque no buen día! ¡Qué día más feo! Hoy os hablaré de la
Eucaristía.
La
Eucaristía se coloca en el corazón de la “iniciación cristiana”, junto al
Bautismo y a la Confirmación y constituye la fuente de la vida misma de la
Iglesia. De este Sacramento del amor, de hecho, surge todo camino auténtico de
fe, de comunión y de testimonio.
Lo que
vemos cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía, nos hace intuir lo que
vamos a vivir.
En el centro del espacio destinado a la celebración se encuentra
el altar, que es una mesa, cubierto por un mantel y nos recuerda a un banquete.
Sobre la mesa hay una cruz, que indica que sobre este altar se ofrece el
sacrificio de Cristo: es Él la comida espiritual que allí se recibe, bajo el
signo del pan y del vino.
Al lado de la mesa está el ambón, es decir el lugar
desde el que se proclama la Palabra de Dios: esto indica que allí nos reunimos
para escuchar al Señor que nos habla mediante las Sagradas Escrituras y por
tanto el alimento que se recibe es también su Palabra.
Palabra y
Pan en la Misa se convierten en una única cosa, como en la Última Cena, cuando
todas las palabras de Jesús, todos los signos que había hecho, se condensaron
en el gesto de partir el pan y de ofrecer el cáliz, anticipo del sacrificio de
la cruz, y en aquellas palabras:
“Tomad y comed, este es mi cuerpo…
Tomad y bebed,
esta es mi sangre”.
El gesto
de Jesús, cumplido en la Última Cena es el extremo agradecimiento al Padre por
su amor, por su misericordia. “Agradecimiento” en griego se dice “eucaristía”.
Es el supremo agradecimiento al Padre, que nos ha amado tanto que nos ha dado a
su Hijo por amor. He aquí la razón de que el término “eucaristía”, resume todo
el gesto, que es el gesto de Dios y del hombre unidos, gesto de Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero hombre.
Por
tanto, la Celebración Eucarística es más que un simple banquete: es el memorial
de la Pascua de Jesús, el misterio central de la salvación. “Memorial” no
significa solo el recuerdo, un simple recuerdo, sino que quiere decir que cada
vez que celebramos este Sacramento participamos en el misterio de la Pasión,
Muerte y Resurrección de Cristo.
La Eucaristía constituye la cima de la acción salvífica de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido por nosotros, vierte sobre nosotros toda su misericordia y su amor, para renovar nuestro corazón, nuestra existencia, y el modo de relacionarnos con Él y con los hermanos.
La Eucaristía constituye la cima de la acción salvífica de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido por nosotros, vierte sobre nosotros toda su misericordia y su amor, para renovar nuestro corazón, nuestra existencia, y el modo de relacionarnos con Él y con los hermanos.
Y por
esto comúnmente, cuando nos acercamos a este Sacramento, se dice que “recibimos
la Comunión”, “hacemos la Comunión”: esto significa que en la potencia del
Espíritu Santo, la participación en la mesa eucarística nos conforma de un modo
único y profundo a Cristo, haciéndonos pregustar ya la plena comunión con el
Padre que caracterizará el banquete celeste, donde con todos los Santos,
tendremos la alegría inimaginable de contemplar a Dios cara a cara.
Queridos
amigos, ¡no agradeceremos nunca suficientemente al Señor por el don que nos ha
hecho con la Eucaristía! ¡Es un don tan grande! Y por esto es muy importante ir
a Misa los domingos. Ir a Misa no solo para rezar sino para recibir la
comunión, este Pan que es el Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona,
nos une al Padre ¡Es bello hacer esto! Y todos los domingos vamos a Misa porque
es el día de la Resurrección del Señor, por esto el domingo es tan importante
para nosotros. Y con la Eucaristía sentimos la pertenencia a la Iglesia, al
Pueblo de Dios, al Cuerpo de Dios, a Jesucristo.
Y nunca
terminaremos de acoger todo su valor y riqueza. Pidámosle que este Sacramento
pueda continuar manteniendo viva en la Iglesia su presencia y plasmar nuestras
comunidades en la caridad y en la comunión, según el corazón del Padre. Y esto
se hace durante toda la Vida pero se empieza el día de la Primera Comunión. Es
importante que los niños se preparen bien para la Primera Comunión y que ningún
niño se quede sin hacerla. Porque es el primer paso de esta pertenencia a
Jesucristo fuerte, fuerte después del Bautismo y la Confirmación.
Resumen
de las palabras del Papa en español durante la Audiencia General
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nuestra
catequesis de hoy está centrada en la Eucaristía, corazón de la iniciación
cristiana y fuente de la vida de la Iglesia. Lo que vemos cuando nos reunimos
para celebrar la Misa, nos ayuda a introducirnos en el Misterio.
En el centro
encontramos el altar, una mesa preparada, que nos hace pensar en un banquete.
Sobre la mesa, hay una cruz, para indicarnos que en ese altar se ofrece el sacrificio
de Cristo:
Él es el alimento que recibimos bajo las especies del pan y del
vino.
Y junto a la mesa, está el ambón, desde donde se proclama la Palabra de
Dios, mediante la que el Señor nos habla.
Cuando la
Iglesia celebra la Eucaristía, realiza el memorial de la Pascua del Señor, en
el que Cristo se hace misteriosamente presente y nosotros podemos participar,
“comulgar”, en su pasión, muerte y resurrección.
Así, la Eucaristía nos
configura de modo único y profundo con Jesús, renovando nuestro corazón,
nuestra existencia y nuestra relación con Él y con los hermanos, y nos hace
pregustar la comunión con el Padre en el banquete del Reino de los cielos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los
grupos provenientes de España, Argentina y otros países latinoamericanos.
Pidamos que la celebración de la Eucaristía mantenga siempre viva a la Iglesia,
y haga que nuestras comunidades se distingan por la caridad y la comunión.
Muchas
gracias.
Fuente:
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
ARTÍCULO 3
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA
1322 La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor.
1323 "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (SC 47).
1346 La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se ha conservado a través de los siglos hasta nosotros. Comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica:
— la reunión, la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía y la oración universal;
— la liturgia eucarística, con la presentación del pan y del vino, la acción de gracias consecratoria y la comunión.
Liturgia de la Palabra y Liturgia eucarística constituyen juntas "un solo acto de culto" (SC 56); en efecto, la mesa preparada para nosotros en la Eucaristía es a la vez la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo del Señor (cf. DV 21).
1347 ¿No se advierte aquí el mismo dinamismo del banquete pascual de Jesús resucitado con sus discípulos? En el camino les explicaba las Escrituras, luego, sentándose a la mesa con ellos, "tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio" (cf Lc 24, 30; cf. Lc 24, 13- 35)
1396 La unidad del Cuerpo místico: La Eucaristía hace la Iglesia. Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (cf 1 Co 12,13). La Eucaristía realiza esta llamada: "El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan" (1 Co 10,16-17):
«Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis "Amén" [es decir, "sí", "es verdad"] a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir "el Cuerpo de Cristo", y respondes "amén". Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu "amén" sea también verdadero» (San Agustín, Sermo 272).
1419 Cristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la Eucaristía la prenda de la gloria que tendremos junto a Él: la participación en el Santo Sacrificio nos identifica con su Corazón, sostiene nuestras fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santa Virgen María y a todos los santos.
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