En su catequesis de hoy miércoles 26 de marzo, el Papa Francisco habló sobre el sacramento del Orden. Ante una Plaza de San Pedro repleta de fieles y peregrinos, el Obispo de Roma recordó que aquellos que son ordenados son puestos a la cabeza de la comunidad como servidores, como lo hizo y lo enseñó Jesús. “Hemos tenido ya oportunidad de remarcar que los tres Sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen juntos el misterio de la ‘iniciación cristiana’, un único grande evento de gracia que nos regenera en Cristo y nos abre a su salvación.
Es esta
la vocación fundamental que acomuna a todos en la Iglesia, como discípulos del
Señor Jesús. Hay después dos Sacramentos que corresponden a dos vocaciones
específicas: se trata del Orden y del Matrimonio. Ellos constituyen dos grandes
caminos a través de los cuales el cristiano puede hacer de la propia vida un
don de amor, sobre el ejemplo y en el nombre de Cristo, y así cooperar a la
edificación de la Iglesia.”
Refiriéndose
al sacramento del Orden, el Santo Padre precisó que ayuda a los ministros
ordenados a amar apasionadamente a la Iglesia, dedicando todo su ser y su amor
a la comunidad, que no han de considerarla de su propiedad, sino del Señor.
Cuando no se alimenta el ministerio ordenado con la oración, la escucha de la
Palabra, la celebración cotidiana de la Eucaristía y la recepción frecuente del
sacramento de la Penitencia se termina perdiendo el sentido auténtico del
propio servicio y la alegría que deriva de una profunda comunión con el Señor.
Terminando su catequesis el Papa pidió a todos rezar por los ministros
ordenados de su Iglesia, “en particular por aquellos que se encuentran en
dificultad o que necesitan recuperar el valor y la frescura de su vocación.”
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ya hemos tenido ocasión de señalar que los tres sacramentos del Bautismo, de la
Confirmación y de la Eucaristía forman juntos el misterio de la “iniciación
cristiana”, un único gran evento de gracia que nos regenera en Cristo. Esta es
la vocación fundamental que nos aúna a todos en la Iglesia, como discípulos del
Señor Jesús.
Hay dos Sacramentos que corresponden a dos vocaciones específicas:
se trata el del Orden y el del Matrimonio. Constituyen dos grandes vías a
través de las cuales el cristiano puede hacer de su vida un don de amor,
siguiendo el ejemplo y en el nombre de Cristo, y así colaborar en la
edificación de la Iglesia.
El Orden,
marcado en tres grados de episcopado, presbiterado y diaconado, es el
Sacramento que permite el ejercicio del ministerio, confiado del Señor Jesús a
los Apóstoles, para apacentar su rebaño en el poder de su Espíritu, de acuerdo
a su corazón. Apacentar el rebaño de Jesús con la potencia no de la fuerza
humana o la propia potencia, sino del espíritu y según su corazón, el corazón
de Jesus, que es un corazón de amor. El sacerdote, el obispo y el díacono deben
apacentar el rebaño del Señor con amor. Si no lo hacen con amor, no sirve. Y,
en este sentido, los ministros que son elegidos y consagrados para este
servicio prolongan en el tiempo la presencia de Jesús si lohacen con el poder
del Espitiru Santo, en el nombre de Dios y con amor.
1. Un
primer aspecto. Los ordenados son colocados a la cabeza de la comunidad. ¡Ah¡
están “a la cabeza”. ¡Sí! Sin embargo, para Jesús significa poner la propia
autoridad al servicio, como Él mismo lo ha demostrado y enseñado a sus
discípulos con estas palabras: “Sabéis que los gobernantes de las naciones
dominan sobre ellas, y sus líderes los oprimen. No será así entre vosotros,
sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y
el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo. Como el Hijo
del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en
rescate por muchos “(Mt 20:25-28 / / Mc 10,42-45). Un obispo que no está al
servicio de la comunidad, no hace bien, un sacerdote, un cura, que no está al
servicio de la comunidad, no hace bien. Está equivocado.
2. Otra
característica que deriva siempre de esta unión sacramental con Cristo es el
amor apasionado por la Iglesia. Pensemos en el pasaje de la Carta a los
Efesios, en la que San Pablo dice que Cristo “amó a la Iglesia y se entregó por
ella para santificarla, purificándola con el lavado del agua mediante la
Palabra y para presentar a sí mismo, la Iglesia toda gloriosa, sin mancha ni
arruga. (5:25-27). En virtud del Orden, el ministro dedica todo su ser a su
comunidad y la ama con todo su corazón: es su familia. El obispo el sacerdote
aman a la Iglesia en su comunidad, y la aman fuertemente, ¿cómo? Como Cristo
ama a la Iglesia. Lo mismo dirá San Pablo del Matrimonio: el esposo ama a su
esposa como Cristo ama a la Iglesia. Es un misterio grande de amor este del
Ministerio y aquel del Matrimonio. Los dos Sacramentos, que son el camino por
el cual las personas habitualmente van como Sacramento al Señor.
3. Un
último aspecto. El apóstol Pablo le aconseja a su discípulo Timoteo que no
abandone, es más, que reavive el don que hay siempre en él, el don que le ha
sido conferido a través de la imposición de las manos. (cf. 1 Tim 4:14, 2 Tim 1
6 ). Cuando no se alimenta el ministerio, el ministerio del obispo, el
ministerio del sacerdote, con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios
y con la celebración diaria de la Eucaristía y también con un interés cuidadoso
y constante del Sacramento de la Penitencia, se pierde inevitablemente de vista
el verdadero significado del propio servicio y la alegría que nace de una
profunda comunión con el Señor Jesús. El obispo que no reza, el obispo que no
siente y escucha la palabra de Dios, que no celebra todos los días, que no va a
confesarse regularmente, y lo mismo el sacerdote que no hace estas cosas, a
final pierden esta unión con Jesús y ellos se hacen mediocres y esto no hace
bien a la Iglesia. Por esto debemos ayudar a los obispos, a los sacerdotes a
rezar, a escuchar la Palabra de Dios que es el alimento cotidiano, a celebrar cada
día la Eucaristía e ir a confesarse habitualmente. Y esto es tan importante
para la santificación de los obispos y de los sacerdotes.
Si alguno de ustedes ha escuchado esto en el corazón, es Jesús que lo ha puesto
allí, ¿eh? Cuiden esta invitación y recen para que esto crezca y dé frutos en
toda la Iglesia. Gracias.
Resumen
de su catequesis y saludo del Papa en nuestro idioma
Queridos
hermanos y hermanas:
La
catequesis de hoy está centrada en el Sacramento del Orden, que comprende tres
grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. El que recibe este
sacramento ejerce la misión confiada por Jesús a sus Apóstoles y prolonga en el
tiempo su presencia y su acción como único y verdadero Maestro y Pastor.
¿Qué
significa esto concretamente en las vidas de aquellos que son ordenados?
Quienes son ordenados son puestos a la cabeza de la comunidad como servidores,
como lo hizo y lo enseñó Jesús.
El Sacramento les ayuda también a amar
apasionadamente a la Iglesia, dedicando todo su ser y su amor a la comunidad,
que no han de considerarla de su propiedad, sino del Señor. Por último, han de
procurar reavivar el don recibido en el Sacramento, concedido por la Oración y
la imposición de manos.
Cuando no
se alimenta el ministerio ordenado con la oración, la escucha de la Palabra, la
celebración cotidiana de la Eucaristía y la recepción frecuente del sacramento
de la Penitencia se termina perdiendo el sentido auténtico del propio servicio
y la alegría que deriva de una profunda comunión con el Señor.
Saludo a
los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de
España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a
rezar al Señor por los ministros ordenados de su Iglesia, en particular por
aquellos que se encuentran en dificultad o que necesitan recuperar el valor y
la frescura de su vocación. Pidamos también para que no falten nunca en
nuestras comunidades pastores auténticos, según el Corazón de Cristo.
Muchas
gracias.
Fuente
SEGUNDA PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO TERCERO
LOS SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
ARTÍCULO 6
EL SACRAMENTO DEL ORDEN
1590 San Pablo dice a su discípulo Timoteo: "Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos" (2 Tm 1,6), y "si alguno aspira al cargo de obispo, desea una noble función" (1 Tm 3,1). A Tito decía: "El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené" (Tt 1,5).
1591 La Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por el Bautismo, todos los fieles participan del sacerdocio de Cristo. Esta participación se llama "sacerdocio común de los fieles". A partir de este sacerdocio y al servicio del mismo existe otra participación en la misión de Cristo: la del ministerio conferido por el sacramento del Orden, cuya tarea es servir en nombre y en la representación de Cristo-Cabeza en medio de la comunidad.
1592 El sacerdocio ministerial difiere esencialmente del sacerdocio común de los fieles porque confiere un poder sagrado para el servicio de los fieles. Los ministros ordenados ejercen su servicio en el pueblo de Dios mediante la enseñanza (munus docendi), el culto divino (munus liturgicum) y por el gobierno pastoral (munus regendi).
1593 Desde los orígenes, el ministerio ordenado fue conferido y ejercido en tres grados: el de los obispos, el de los presbíteros y el de los diáconos. Los ministerios conferidos por la ordenación son insustituibles para la estructura orgánica de la Iglesia: sin el obispo, los presbíteros y los diácono s no se puede hablar de Iglesia (cf. San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Trallianos 3,1).
1594 El obispo recibe la plenitud del sacramento del Orden que lo incorpora al Colegio episcopal y hace de él la cabeza visible de la Iglesia particular que le es confiada. Los obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles y miembros del Colegio, participan en la responsabilidad apostólica y en la misión de toda la Iglesia bajo la autoridad del Papa, sucesor de san Pedro.
1595 Los presbíteros están unidos a los obispos en la dignidad sacerdotal y al mismo tiempo dependen de ellos en el ejercicio de sus funciones pastorales; son llamados a ser cooperadores diligentes de los obispos; forman en torno a su obispo el presbiterio que asume con él la responsabilidad de la Iglesia particular. Reciben del obispo el cuidado de una comunidad parroquial o de una función eclesial determinada.
1596 Los diáconos son ministros ordenados para las tareas de servicio de la Iglesia; no reciben el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere funciones importantes en el ministerio de la palabra, del culto divino, del gobierno pastoral y del servicio de la caridad, tareas que deben cumplir bajo la autoridad pastoral de su obispo.
1597 El sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos seguida de una oración consecratoria solemne que pide a Dios para el ordenando las gracias del Espíritu Santo requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter sacramental indeleble.
1598 La Iglesia confiere el sacramento del Orden únicamente a varones (viri) bautizados, cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir la ordenación.
1599 En la Iglesia latina, el sacramento del Orden para el presbiterado sólo es conferido ordinariamente a candidatos que están dispuestos a abrazar libremente el celibato y que manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y el servicio de los hombres.
1600 Corresponde a los obispos conferir el sacramento del Orden en los tres grados.
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