Hoy
la Iglesia inicia el Tiempo de Cuaresma, tiempo de gracia y compasión. La
cuaresma es una invitación: a renovar nuestro compromiso Bautismal por medio de
la oración, una oración que sea mas profunda, a una penitencia
comprometida, individual y comunitaria, al amor en solidaridad con los mas
necesitados.
Por la Imposición de la ceniza, el mismo nos llama a convertirnos,
creer en el Evangelio y caminar hacia la Pascua.
Lectura
del Santo Evangelio según San Mateo (6,1-6.16-18):
PALABRA DEL SEÑOR
GLORIA A TI SEÑOR JESUS.
Durante su alocución el Pontífice ha recordado lo que supone este Tiempo de preparación para la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. es, por ello, un momento fuerte que nos mueve a la conversión y al cambio de vida. Así nos unimos más fuertemente a Cristo gracias al efecto que tiene en nosotros el Sacramento del Bautismo. Es la mejor manera de dar la debida respuesta al misterio de Dios que envía a su Hijo para que dé la vida por todos nosotros en clave de Salvación.
El Papa ha denunciado que esta sociedad está narcotizada y acostumbrada a aceptar el mal, no acogiendo a los necesitados como se debe en un ambiente en el que sentimos que Dios se ha quitado de en medio disminuyendo su presencia. Precisamente ha aprovechado para preguntar a los padres si enseñan a rezar a sus hijos y s si saben santiguarse.
Esto ha dado pie al Pontífice para recordar que en este momento más que nunca debemos sentir el rechazo al mal y tender la mano debidamente a los pobres y exiliados que buscan la libertad, recordando a Cristo que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, lo cual debe ser par anosotros un gesto de acción de gracias.
El Santo Padre ha invitado a vivir este itinerario en unión con María. Ella, primera y fiel discípula, ha estado al pie de la Cruz y ha sabido seguir totalmente al Señor en todos los momentos de la vida para llegar a la Luz Pascual. Francisco ha subrayado también que Ella es quien mejor nos puede ayudar a nosotros a conseguirlo desde su intercesión.
TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, Miércoles de Ceniza, comienza el itinerario cuaresmal
de cuarenta días que nos conducirá al Triduo pascual, memoria de la pasión,
muerte y resurrección del Señor, corazón, centro del misterio de nuestra
salvación. Y la cuaresma nos prepara a este momento tan importante y por ello
la Cuaresma es un tiempo “fuerte”, un punto de viraje que puede favorecer en
cada uno de nosotros el cambio, la conversión, todos nosotros tenemos necesidad
de mejorar, de cambiar en positivo, y la cuaresma nos ayuda. Y así salimos de
los hábitos cansados y del perezoso acostumbrarse al mal que nos insidia.
En el Tiempo Cuaresmal la Iglesia nos dirige dos importantes invitaciones: tomar
conciencia más viva de la obra redentora de Cristo; vivir con mayor empeño el
propio Bautismo. La conciencia de las maravillas que el Señor ha obrado por
nuestra salvación dispone nuestra mente y nuestro corazón a una actitud de
gratitud hacia Dios, por todo lo que Él nos ha donado, por todo aquello que
cumple a favor de su Pueblo y de la humanidad entera. De aquí parte nuestra
conversión: ella es la respuesta reconocida al misterio estupendo del amor de
Dios. Cuando nosotros vemos este amor que Dios tiene para nosotros, sentimos
las ganas de acercarnos a él y esta es la conversión.
Vivir el Bautismo hasta
el fondo – esta es la segunda invitación – significa no acostumbrarse a las
situaciones de degrado y de miseria que encontramos caminando por las calles de
nuestras ciudades y de nuestros países. Está el riesgo de aceptar pasivamente
ciertos comportamientos y de no sorprendernos frente a las tristes realidades
que nos rodean. Nos acostumbramos a la violencia, como si fuese una noticia
cotidiana descontada; nos acostumbramos a hermanos y hermanas que duermen en la
calle, que no tienen un techo para protegerse. Nos acostumbramos a los prófugos
en busca de libertad y dignidad, que no son acogidos como se debe. Nos
acostumbramos a vivir en una sociedad que pretende menospreciar a Dios, en la
que los padres no enseñan más a los hijos a rezar ni a hacerse la señal de la
cruz.
Yo les pregunto: sus hijos, sus niños ¿saben hacerse el signo de la cruz?
Piensen.
¿Sus nietos saben hacerse el signo de la cruz? ¿Se lo han enseñado?
Piensen y respóndanse en su corazón.
¿Saben rezar el padrenuestro, saben rezar
a la Virgen con el Avemaría? Y respóndanse ustedes. Este acostumbrarse a
comportamientos no cristianos y de comodidad ¡nos narcotiza el corazón!
La
Cuaresma nos llega como un momento providencial para cambiar ruta, para recuperar la capacidad de reaccionar ante
la realidad del mal que siempre nos desafía. La Cuaresma se debe vivir como
tiempo de conversión, de renovación personal y comunitaria a través del
acercamiento a Dios y de la adhesión confiada al Evangelio. De esta manera
también nos permite mirar con nuevos ojos a los hermanos y sus necesidades.
Por
ello la Cuaresma es un tiempo propicio para convertirse al amor al prójimo; un
amor que sepa hacer propia la actitud de gratuidad y de misericordia del Señor,
que "se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza" (cf. 2 Cor 8,9) .
Meditando sobre los misterios centrales de la fe, la pasión, la cruz y la
resurrección de Cristo, nos damos cuenta de que el don sin medida de la
Redención se nos ha dado por la iniciativa gratuita de Dios. Acción de gracias a
Dios por el misterio de su amor crucificado; fe auténtica; conversión y
apertura del corazón a los hermanos: éstos son los elementos esenciales para
vivir el tiempo de la Cuaresma.
Antes de terminar ha impartido la Bendición Apostólica, recordando que la
semana que viene no tendrá lugar la Audiencia ya que está previsto como es
costumbre que tengan la tanda anual de ejercicios espirituales.
FUENTE: LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO CUARTO
OTRAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
ARTÍCULO 1
LOS SACRAMENTALES
1667 "La Santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida" (SC 60; CIC can 1166; CCEO can 867).
Características de los sacramentales
1668 Han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre. Según las decisiones pastorales de los obispos, pueden también responder a las necesidades, a la cultura, y a la historia propias del pueblo cristiano de una región o de una época. Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita (que recuerda el Bautismo).
1669 Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es llamado a ser una "bendición" (cf Gn 12,2) y a bendecir (cf Lc 6,28; Rm 12,14; 1 P 3,9). Por eso los laicos pueden presidir ciertas bendiciones (cf SC 79; CIC can 1168); la presidencia de una bendición se reserva al ministerio ordenado (obispos, presbíteros o diáconos, [cf. Bendicional, Prenotandos generales, 16 y 18]), en la medida en que dicha bendición afecte más a la vida eclesial y sacramental.
1670 Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con a ella. "La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los acontecimientos de la vida [...] sean santificados por la gracia divina que emana del misterio Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, de quien reciben su poder todos los sacramentos y sacramentales, y que todo uso honesto de las cosas materiales pueda estar ordenado a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios" (SC 61).
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