La Ascensión es un momento más del único Misterio Pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y expresa sobre todo la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en el suplicio y la muerte.
Este es un día que nos enseña a comprender y vivir el misterio litúrgico, proclamando un momento de la existencia de Cristo y participando por la eucaristía en Él, "en quien nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de su misma gloria".
El 1 de
junio, Solemnidad de la Ascensión del Señor, celebramos la Jornada Mundial de
las Comunicaciones Sociales, que en su 48º edición está centrado en el tema «La
comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro». En su mensaje
el Papa Francisco alienta a los católicos a no tener miedo de “hacerse
ciudadanos del mundo digital” e invita a explorar el potencial de la
comunicación en un mundo siempre conectado y en red, con el fin de que las
personas estén cada vez más cercanas y se construya un mundo más justo.
Los
objetivos de esta jornada, señalados en el decreto Inter Mirifica del Concilio
Vaticano II (nº 18), son: La formación de las conciencias ante las
responsabilidades que incumben a cada individuo, grupo o sociedad en la
formación de la opinión pública y en el uso y desarrollo de los medios de
comunicación; la invitación a la oración para ofrecer el testimonio de que el
hombre depende en todo de su Creador y para dar a los «medios» el carácter
religioso que, como dones maravillosos de Dios, les es debido; y la
colaboración económica para «promover, sostener y fomentar las instituciones y
las iniciativas promovidas por la Iglesia en esta materia», entre las que
podemos destacar: los cursos de formación en la comunicación social para
sacerdotes, educadores, religiosos y religiosas, padres, seminaristas y agentes
de pastoral; la creación de publicaciones religiosas y el fomento de la
presencia de la Iglesia en emisoras de radio y televisión.
Abrir las
puertas de iglesias es abrirse también al mundo digital
En la
introducción del Mensaje con ocasión de la 48º Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales el Papa contextualiza la cercanía que facilita la
comunicación en el marco de las formas de exclusión. A continuación comenta el
ideal al que deberían tender los medios de comunicación: ayudar a conocernos
mejor, al encuentro y a la solidaridad.
Llega así
al primer punto que el Papa formula con una interrogante: “¿Qué es lo que nos
ayuda a crecer en humanidad y en comprensión recíproca en el mundo digital?”.
Francisco propone recuperar un cierto sentido de lentitud y calma, un genuino
deseo de escuchar al otro y apreciar los valores del cristianismo.
En un
segundo punto, el Santo Padre se pregunta: “¿Cómo se puede poner la
comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro?”. Para
responder a esta interrogante pone una cuestión fundamental: ¿quién es mi
prójimo? La respuesta la da apelando a la sabiduría del Evangelio,
concretamente a la parábola del buen samaritano, subrayando el poder de la
comunicación como ‘proximidad’. A continuación el Papa Francisco se detiene a
recordar que “No basta pasar por las ‘calles’ digitales, es decir simplemente
estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero
encuentro”. En esta dirección hace notar que las estrategias comunicativas no
garantizan la belleza, la bondad y la verdad de la comunicación. Finalmente, en
un tercer punto, el Papa formula una exhortación a abrir las puertas de la
Iglesia: tanto para que la gente entre como para que el Evangelio cruce más
allá del templo. Colocando esta invitación en el contexto digital, se subraya
que las redes sociales “son hoy uno de los lugares donde vivir esta vocación”.
Y para eso hay que tener en cuenta que “No se ofrece un testimonio cristiano
bombardeando mensajes religiosos, sino con la voluntad de donarse a los demás”.
Miles de peregrinos han asistido esta mañana a las 12.00 del mediodía al rezo del Regina Coeli con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro como cada domingo, en un día en el que, en muchos sitios -España y la misma Italia-, se celebra la Ascensión del Señor, trasladada en su día del jueves al domingo siguiente.
Tras el rezo de la oración mariana de Pascua por excelencia, se ha referido a los conflictos en Ucrania y en la República Centroafricana, pidiendo la paz. También ha recordado a la nueva Beata Madre Esperanza, nacida en España bajo el nombre de María Josefa Alhama Valera, fundadora en Italia de las Siervas e hijos del amor misericordioso, y que fue beatificada ayer en Collevalenza. Antes de terminar también ha recordado a todos los profesionales de la comunicación en esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, pidiendo para que ayuden a construir familia y humanidad nueva.
En su alocución el Santo Padre ha contemplado la Conclusión del Evangelio según San Mateo que relata el envío de Cristo a sus discípulos por el mundo, antes de subir al Cielo, un momento que se complementa con el Pasaje de los Hechos de los Apóstoles de la Primera Lectura en el que se leen las recomendaciones del Maestro a los Once y la subida para sentarse a la Derecha del Padre en el Cielo. De esta forma, ha recordado el Papa que Cristo el Regalo precioso que hace Cristo al Padre son sus llagas, porque han redimido a la humanidad.
“Aunque no lo vemos con los ojos él está”, dijo el Papa. Permanece presente y operante con el poder y los dones del Espíritu Santo, junto a cada uno de nosotros”. Jesús resucitado está cerca de los cristianos perseguidos y discriminados y de cada hombre y mujer que sufre. El Vicario de Cristo concluyo aseverando que con Jesús también nos acompaña María, después de haber dicho que “sin la presencia del Señor y la fuerza de su Espíritu, nuestro trabajo, aunque esté bien organizado, resulta ineficaz”. En el vídeo puede visualizarse completa la alocución del Santo Padre.
Texto completo de la meditación del Papa
Hoy en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que se produjo cuarenta días después de la Pascua. Los Hechos de los Apóstoles relatan este episodio, la separación final del Señor Jesús de sus discípulos y de este mundo (Cfr. Hch 1, 2.9). En cambio, el Evangelio de Mateo, refiere el mandato de Jesús a los discípulos: la invitación a ir, a partir para anunciar a todos los pueblos su mensaje de salvación (Cfr. Mt 28, 16-20). “Ir”, o mejor, “partir” se concierte en la palabra clave de la fiesta de hoy: Jesús parte hacia el Padre y manda a los discípulos que partan hacia el mundo.
Jesús parte, asciende al cielo, es decir, regresa al Padre de quien había sido enviado al mundo. Pero no se trata de una separación, porque Él permanece para siempre con nosotros, en una forma nueva. Con su Ascensión, el Señor resucitado atrae la mirada de los Apóstoles – y también nuestra mirada – a las alturas del Cielo para mostrarnos que la meta de nuestro camino es el Padre.
Sin embargo, Jesús permanece presente y operante en las vicisitudes de la historia humana con la potencia y los dones de su Espíritu; está junto a cada uno de nosotros: incluso si no lo vemos con los ojos, ¡Él está! Nos acompaña, nos guía, nos toma de la mano y nos levanta cuando caemos. Jesús resucitado está cerca de los cristianos perseguidos y discriminados; está cerca de cada hombre y mujer que sufre.¿Vosotros creéis esto? Digámoslo juntos: el Señor está con nosotros. Todos juntos. Otra vez: ¡el Señor está con nosotros!.
Jesús, cuando va al cielo, le lleva al Padre un regalo. ¿Habéis pensado esto? ¿Cuál es el regalo que Jesús le lleva al Padre? Sus llagas. Su cuerpo es bellísimo, sin marcas, sin las heridas de la flagelación, pero ha conservado las llagas y cuando va al Padre le dice: mira, este es el precio del perdón que tú das. Y cuando el Padre mira las llagas de Jesús, nos perdona siempre. No porque nosotros seamos buenos, sino porque Jesús ha pagado por nosotros. Éste es el trabajo que hace Jesús hoy en el cielo. No tengáis miedo de pedir perdón, el Padre siempre mira las llagas de Jesús, mira nuestros pecados, y los perdona.
Pero Jesús también está presente mediante la Iglesia, a la que Él ha enviado a prolongar su misión. La última palabra de Jesús a los discípulos es la orden de partir: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes” (Mt 28, 19). Es un mandato preciso, ¡no es facultativo! La comunidad cristiana es una comunidad “en salida”, “en partida”. Y ustedes me dirán: ¿pero y las comunidades de clausura? Sí, también ellas, porque están siempre “en salida” con la oración, con el corazón abierto al mundo, a los horizontes de Dios. ¿Y los ancianos, los enfermos? También ellos, con la oración y la unión a las llagas de Jesús.
Y junto a Jesús nos acompaña María, nuestra Madre. Ella ya está en la casa del Padre, es Reina del cielo y así la invocamos en este tiempo; pero como Jesús está con nosotros, camina con nosotros, es la Madre de nuestra esperanza.
Después de rezar el Regina Coeli el Papa a dicho Con el corazón entristecido, rezo por las víctimas de las tensiones que aún continúan en algunas regiones de Ucrania, así como en la República Centroafricana. Renuevo mi llamamiento sincero a todas las partes involucradas, para que puedan ser superados los malentendidos y se continúe con el diálogo paciente y la pacificación.
María, reina de la paz, nos ayude con su intercesión maternal.
Hoy se celebra el Día mundial de las comunicaciones sociales, sobre el tema de la comunicación al servicio de la cultura. Los medios sociales pueden fomentar el sentido de la unidad de la familia humana, la solidaridad y el compromiso de una vida digna para todos.
Oramos para que la comunicación, en todas sus formas, sean en realidad el servicio del encuentro entre personas, comunidades y naciones: Una reunión basada en el respeto mutuo y en la escucha.
Ayer, en Collevalenza, fue proclamada beata madre esperanza, nacida en España bajo el nombre de María Josefa Alhama Valera, fundador en Italia de las siervas e hijos del amor misericordioso. Su testimonio ayuda a la iglesia a anunciar por todas partes, con gestos concretos y los periódicos, la infinita misericordia del padre celestial para cada persona.
Saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos: escuelas, asociaciones, familias, grupos de la parroquia. En particular, saludo a los fieles en Lyon y París, los procedentes de Texas y Aulendorf (Alemania) y el grupo de italianos viven en Ulm y Neu-Ulm. Saludando a los chicos que han recibido o se preparan para recibir la confirmación, alentándolos a ser testigos gozosos de Jesús. Saludo a los coros de Palazzolo sull'oglio y Laryea. Un pensamiento especial va a muchos campistas, muy activos en la solidaridad y los ciclistas que dan vida a la iniciativa "un kilómetro por Siria". Os deseo un buen el domingo. Buen almuerzo y adiós!
PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 6
“JESUCRISTO SUBIÓ A LOS CIELOS,
Y ESTÁ SENTADO A LA DERECHA DE DIOS, PADRE TODOPODEROSO”
659 "Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios" (Mc 16, 19). El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre (cf. Lc 24, 31; Jn 20, 19. 26). Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos (cf. Hch 10, 41) y les instruye sobre el Reino (cf. Hch 1, 3), su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria (cf. Mc 16,12; Lc 24, 15; Jn 20, 14-15; 21, 4). La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube (cf. Hch 1, 9; cf. también Lc 9, 34-35; Ex 13, 22) y por el cielo (cf. Lc 24, 51) donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios (cf. Mc 16, 19; Hch 2, 33; 7, 56; cf. también Sal 110, 1). Sólo de manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo "como un abortivo" (1 Co 15, 8) en una última aparición que constituye a éste en apóstol (cf. 1 Co 9, 1; Ga 1, 16).
660 El carácter velado de la gloria del Resucitado durante este tiempo se transparenta en sus palabras misteriosas a María Magdalena: "Todavía [...] no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios" (Jn 20, 17). Esto indica una diferencia de manifestación entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El acontecimiento a la vez histórico y transcendente de la Ascensión marca la transición de una a otra.
661 Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera es decir, a la bajada desde el cielo realizada en la Encarnación. Solo el que "salió del Padre" puede "volver al Padre": Cristo (cf. Jn 16,28). "Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre" (Jn 3, 13; cf, Ef 4, 8-10). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la "Casa del Padre" (Jn 14, 2), a la vida y a la felicidad de Dios. Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, "ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino" (Prefacio de la Ascensión del Señor, I: Misa Romano).
662 "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí"(Jn 12, 32). La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, "no [...] penetró en un Santuario hecho por mano de hombre [...], sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24). En el cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. "De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor"(Hb 7, 25). Como "Sumo Sacerdote de los bienes futuros"(Hb 9, 11), es el centro y el oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos (cf. Ap 4, 6-11).
663 Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre: "Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada" (San Juan Damasceno, Expositio fidei, 75 [De fide orthodoxa, 4, 2]: PG 94, 1104).
664 Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7, 14). A partir de este momento, los Apóstoles se convirtieron en los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo de Niceno-Constantinopolitano: DS 150).
PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO TERCERO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
ARTÍCULO 9
“CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA”
Párrafo 3
LA IGLESIA ES UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA
La misión, exigencia de la catolicidad de la Iglesia
849 El mandato misionero. «La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser "sacramento universal de salvación", por exigencia íntima de su misma catolicidad, obedeciendo al mandato de su Fundador se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres» (AG 1): "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20)
850 El origen la finalidad de la misión. El mandato misionero del Señor tiene su fuente última en el amor eterno de la Santísima Trinidad: "La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre" (AG 2). El fin último de la misión no es otro que hacer participar a los hombres en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de amor (cf RM 23).
851 El motivo de la misión. Del amor de Dios por todos los hombres la Iglesia ha sacado en todo tiempo la obligación y la fuerza de su impulso misionero: "porque el amor de Cristo nos apremia..." (2 Co 5, 14; cf AA 6; RM 11). En efecto, "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2, 4). Dios quiere la salvación de todos por el conocimiento de la verdad. La salvación se encuentra en la verdad. Los que obedecen a la moción del Espíritu de verdad están ya en el camino de la salvación; pero la Iglesia a quien esta verdad ha sido confiada, debe ir al encuentro de los que la buscan para ofrecérsela. Porque cree en el designio universal de salvación, la Iglesia debe ser misionera.
852 Los caminos de la misión. "El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial" (RM 21). Él es quien conduce la Iglesia por los caminos de la misión. Ella continúa y desarrolla en el curso de la historia la misión del propio Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres; "impulsada por el Espíritu Santo, debe avanzar por el mismo camino por el que avanzó Cristo: esto es, el camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que surgió victorioso por su resurrección" (AG 5). Es así como la "sangre de los mártires es semilla de cristianos" (Tertuliano, Apologeticum, 50, 13).
La misión de los apóstoles
858 Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, "llamó a los que él quiso [...] y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 13-14). Desde entonces, serán sus "enviados" [es lo que significa la palabra griega apóstoloi]. En ellos continúa su propia misión: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21; cf. Jn 13, 20; 17, 18). Por tanto su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe", dice a los Doce (Mt 10, 40; cf, Lc 10, 16).
859 Jesús los asocia a su misión recibida del Padre: como "el Hijo no puede hacer nada por su cuenta" (Jn 5, 19.30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él (cf. Jn 15, 5) de quien reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla. Los Apóstoles de Cristo saben por tanto que están calificados por Dios como "ministros de una nueva alianza" (2 Co 3, 6), "ministros de Dios" (2 Co 6, 4), "embajadores de Cristo" (2 Co 5, 20), "servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios" (1 Co 4, 1).
860 En el encargo dado a los Apóstoles hay un aspecto intransmisible: ser los testigos elegidos de la Resurrección del Señor y los fundamentos de la Iglesia. Pero hay también un aspecto permanente de su misión. Cristo les ha prometido permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28, 20). "Esta misión divina confiada por Cristo a los Apóstoles tiene que durar hasta el fin del mundo, pues el Evangelio que tienen que transmitir es el principio de toda la vida de la Iglesia. Por eso los Apóstoles se preocuparon de instituir [...] sucesores" (LG 20).
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