Le acercaron
al Papa como es costumbre a diversos niños a quienes besó y saludó, como
también a ancianos, en medio del entusiasmo generalizado.
Concluida
de la audiencia fueron los saludos particulares. Entre los presentes estaba
Jorge Bergoglio, no el papa Jorge María Bergoglio, sino un primo del Pontífice
que desde la ciudad argentina de Córdoba vino a saludarle, con su familia.
En la
audiencia entre los grupos de numerosos países estaba el conformado por
diversas parroquias de Madrid, con el cardenal Antonio Rouco Varela y los
obispos auxiliares. Los había también de México, Honduras, Colombia, Chile
Argentina y Brasil.
No olvidó al grupo de enfermos e impedidos que seguían la audiencia desde el aula Pablo VI en una gran pantalla, a fin de evitarles las inclemencias del tiempo caluroso y la amenaza de lluvia.Como es costumbre, el Papa ha pronunciado una nueva catequesis, centrada en la pertenencia a la Iglesia, tema que iniciaba la semana pasada. Al terminar ha impartido la Bendición Apostólica.
Queridos
hermanos y hermanas,
Hoy hay otro grupo de peregrinos que están conectados con nosotros desde el Aula Pablo VI, son los peregrinos enfermos, porque con este tiempo con tanto calor y con las posibilidades de lluvia, me pareció prudente que estuvieran allí. Pero ellos están conectados con nosotros a través de una pantalla gigante y así estamos unidos en la misma Audiencia. Nosotros rezaremos hoy especialmente por ellos, por su enfermedad ¡gracias!
En la primera catequesis sobre la Iglesia, el pasado miércoles, partíamos de la
iniciativa de Dios que quiere formar un pueblo que lleve su bendición a todos
los pueblos de la tierra. Comienza con Abraham y después, con mucha paciencia,
¡Dios tiene mucha!, prepara este pueblo en la Antigua Alianza hasta que, en
Jesucristo, lo constituye como signo e instrumento de la unión de los hombres
con Dios y entre ellos (cfr Conc. Ecum. Vat. II, Cost. Lumen gentium, 1).
Hoy queremos detenernos en la importancia, para el cristiano, de pertenecer a
este pueblo. Hablaremos sobre la pertenencia a la Iglesia.Hoy hay otro grupo de peregrinos que están conectados con nosotros desde el Aula Pablo VI, son los peregrinos enfermos, porque con este tiempo con tanto calor y con las posibilidades de lluvia, me pareció prudente que estuvieran allí. Pero ellos están conectados con nosotros a través de una pantalla gigante y así estamos unidos en la misma Audiencia. Nosotros rezaremos hoy especialmente por ellos, por su enfermedad ¡gracias!
1. No estamos aislados y no somos cristianos a título individual, cada uno por su cuenta: ¡nuestra identidad cristiana es pertenencia! Somos cristianos porque pertenecemos a la Iglesia. Es como un apellido: si el nombre es “soy cristiano”, el apellido es “pertenezco a la Iglesia”. Es muy bello destacar como esta pertenencia se expresa también en el nombre que Dios se atribuye a sí mismo. Respondiendo a Moisés, en el estupendo pasaje de la “zarza ardiente” (cfr Es 3,15), se define de hecho como el Dios de los padres. No dice “soy el Omnipotente”, no, dice soy el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. De este modo Él se manifiesta como el Dios que ha forjado una alianza con los padres, permanece siempre fiel a su pacto y nos llama a entrar en esta relación que nos precede. Esta relación de Dios con el pueblo nos precede a todos nosotros.
2. En este sentido el pensamiento en primer lugar, es de gratitud, a todos los que nos han precedido y nos han acogido en la Iglesia. Nadie se vuelve cristiano por sí mismo. ¿Está claro esto? Nadie se hace cristiano por sí mismo. No se crean cristianos en laboratorio, el cristiano forma parte de un Pueblo que viene de lejos. El cristiano pertenece a un Pueblo que se llama Iglesia. Y esta Iglesia lo hace cristiano el día del Bautismo, se entiende y después con el recorrido de la catequesis y más cosas pero ¡nadie se hace cristiano a sí mismo!.
Si nosotros creemos, si sabemos rezar, si conocemos al Señor y podemos escuchar su Palabra, si lo sentimos cercano y lo reconocemos en nuestros hermanos es porque otros, antes que nosotros, han vivido la fe y nos la han transmitido, nos la han enseñado. Si lo pensamos bien, cuántas personas queridas pasan ante nuestros ojos, en estos momentos: puede ser el rostro de nuestros padres que pidieron el Bautismo para nosotros; el de nuestros abuelos y nuestros familiares que nos han enseñado a hacer el signo de la cruz y a recitar nuestras primeras oraciones.
Yo recuerdo muchas veces el rostro de la religiosa que me enseñó el catecismo, está en el Cielo seguro porque era una santa mujer… yo la recuerdo siempre y doy gracias a Dios por esta buena mujer. O bien el rostro del párroco, u otro sacerdote, o una religiosa, un catequista, que nos ha transmitido el contenido de la fe y nos ha hecho crecer como cristianos… Esta es nuestra Iglesia: es una gran familia, en la que se nos acoge y se nos enseña a vivir como creyentes y como discípulos del Señor Jesús.
3. Este camino lo podemos vivir no solo gracias a otras personas, sino junto a
otras personas. En la Iglesia nos existe el “hazlo tú mismo”, no existen los
“independientes”. ¡Cuántas veces el Papa Benedicto ha descrito la Iglesia como
un “nosotros” eclesial! Alguna vez oyes a alguien decir: “Creo en Jesús, en
Dios, pero la Iglesia no me interesa..”.
¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Pero esto no está bien. Hay quien considera que es mejor tener una relación personal, directa, inmediata con Jesucristo, fuera de la comunión y de la mediación de la Iglesia. Son tentaciones peligrosas y dañinas. Son, como decía el gran Pablo VI: dicotomías absurdas. Es verdad que a veces caminar juntos cuesta, a veces es cansado: puede pasar que algún hermano o hermana nos cree un problema o nos escandalice… Pero el Señor ha confiado su mensaje de salvación a personas humanas, a todos nosotros, a todos los hermanos y hermanas con sus dones y sus límites, y viene hacia nosotros y se da a conocer. Esto significa pertenecer a la Iglesia. ¡Acordaos bien!
¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Pero esto no está bien. Hay quien considera que es mejor tener una relación personal, directa, inmediata con Jesucristo, fuera de la comunión y de la mediación de la Iglesia. Son tentaciones peligrosas y dañinas. Son, como decía el gran Pablo VI: dicotomías absurdas. Es verdad que a veces caminar juntos cuesta, a veces es cansado: puede pasar que algún hermano o hermana nos cree un problema o nos escandalice… Pero el Señor ha confiado su mensaje de salvación a personas humanas, a todos nosotros, a todos los hermanos y hermanas con sus dones y sus límites, y viene hacia nosotros y se da a conocer. Esto significa pertenecer a la Iglesia. ¡Acordaos bien!
“Dios
ha querido formar un pueblo que lleve su bendición a todos los pueblos de la
Tierra. En Jesucristo, lo establece como signo e instrumento de unión de los
hombres con Dios y entre ellos. De ahí la importancia de pertenecer a este
pueblo”.
“Nosotros
no somos cristianos a título individual, cada uno por su cuenta. Nuestra
identidad es pertenencia. Decir «soy cristiano» equivale a decir: «Pertenezco a
la Iglesia». Soy de ese pueblo con el que Dios estableció desde antiguo una
alianza, a la que siempre es fiel”.
“De
aquí nuestra gratitud a los que nos han precedido y acogido en la Iglesia,
quienes nos han transmitido la fe, enseñado a rezar y pedido para nosotros el
Bautismo. Nadie se hace cristiano por sí mismo.”
“La
Iglesia es una gran familia, que nos acoge y nos enseña a vivir como creyentes
y discípulos del Señor. Y no sólo somos cristianos gracias a otros, sino que
únicamente podemos serlo junto con otros. En la Iglesia nadie va «por libre»”.
“Quien
dice creer en Dios pero no en la Iglesia, tener una relación directa con Cristo
fuera de ella, cae en una dicotomía absurda. Dios ha confiado su mensaje
salvador a personas humanas, a testigos, y se nos da a conocer en nuestros
hermanos y hermanas”.
En los
saludos finales se dirigió a los peregrinos de lengua española, en particular a
los peregrinos de la Archidiócesis de Madrid y de La Escuela Franciscana, de
San Pedro Sula, así como a los demás grupos provenientes de España, México,
Honduras, Colombia, Chile, Argentina y otros países latinoamericanos.
“Recuerden
que, como cristianos, no podemos prescindir de los demás, de la Iglesia; no
podemos salvarnos por nosotros solos”. Dijo.
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