Durante
su alocución el Papa ha comenzado recordando que la Iglesia no es una mera
asociación, ni una ONG, sino que es una Institución fundada por Jesucristo y
abierta a todos, no solamente a los sacerdotes y a los consagrados. Así s
ehabla de ella de la misma forma que un hijo habla con cariño y respeto de su
propia madre.
Respecto
al origen de la Iglesia, el Pontífice se ha remontado al Antiguo Testamento, y
más concretamente a Abraham quien, es elegido por Dios para salir de su tierra
y ser padre de un gran pueblo. Su fidelidad a la llamada de Yavé, le conlleva
su bendición y la promesa de una descendencia más numerosa que las estrellas,
que brillan en el cielo.
El Santo
Padre ha recordado que es Dios es el que toma la iniciativa de llamar a Abraham
y darle una misión para formar ese pueblo, estableciendo una nueva forma de
relación del hombre con el Creador. El Patriarca le sigue y confía en Él dando
una respuesta a su amor y misericordia. Y es que de ese amor de Dios procede
todo lo demás.
Francisco
ha dicho que esto no supone que siempre seamos fieles a Dios, ya que muchas
veces somos esos pecadores que han de reconocer sus fallos, para que se muestre
la fortaleza divina. El Señor nos educa con paciencia para forjar ese pueblo
que le sirva fielmente en medio de las dificultades, porque no son nuestros
méritos, sino su amor el que nos salva y nos incorpora a su Iglesia. Así queda
de manifiesto que Dios quiere ese Pueblo fiel que le siga como Abraham para
llegar a la Iglesia del Cielo, la Verdadera Patria definitiva.
Queridos
hermanos y hermanas ¡buenos días!
Y felicitaciones a ustedes porque son
valientes, con este tiempo que no se sabe si llueve o no llueve, pero
¡valientes eh! Esperemos que podamos terminar la audiencia sin agua. Que el
Señor tenga piedad de nosotros.
Hoy
comienzo un ciclo de Catequesis sobre la Iglesia. Es un poco como un hijo que
habla de la propia madre, de la propia familia. Hablar de la Iglesia es hablar
de nuestra madre, de nuestra familia. En efecto, la Iglesia no es una
institución con finalidad en sí misma o una organización privada, una ONG, ni
mucho menos debe restringir su mirada al clero o al Vaticano…La Iglesia piensa.
Pero la Iglesia somos todos. ¿De quién hablas tú? No, de los curas. Ah, la
Iglesia son parte de la Iglesia pero la Iglesia somos todos, ¡eh! No limitarla
a los sacerdotes, a los obispos, al Vaticano. Ellos son parte de la Iglesia
pero la Iglesia somos todos, todos familia de la madre. Y la Iglesia es una
realidad mucho más amplia, que se abre a toda la humanidad y que no nace en un
laboratorio, la Iglesia no nació en laboratorio, no nació improvisadamente.
Está fundada por Jesús, pero es un pueblo con una larga historia a sus espaldas
y una preparación que comenzó mucho antes que Cristo mismo.
1. Esta
historia, o “prehistoria” de la Iglesia, ya se encuentra en las páginas del
Antiguo Testamento. Hemos escuchado el libro del Génesis, Dios escogió a
Abraham, nuestro padre en la fe, y le pidió que se marchara, que abandonara su
patria natal y se fuera hacia otra tierra que Él le mostraría (cf. Gn 12,1-9).
Y en esta vocación Dios llamó a Abraham solo, como individuo, sino que desde el
principio implicó a su familia, a sus familiares y a todos los que estaban al
servicio en su casa. Después, una vez en camino – sí, así comenzó a caminar la
Iglesia – luego Dios ensanchará todavía el horizonte y colmará a Abraham con su
bendición, prometiéndole una descendencia numerosa como las estrellas del cielo
y como la arena de la orilla del mar.
El primer hecho importante es éste:
comenzando con Abraham, Dios forma un pueblo para que lleve su bendición a
todas las familias de la tierra. Y dentro de este pueblo nació Jesús. Es Dios
que hace este pueblo, esta historia, la Iglesia en camino. Y ahí nace Jesús: en
este pueblo.
2. Un
segundo elemento: no es Abraham quien construye un pueblo en torno a sí, sino
que es Dios quien da vida a este pueblo. Por lo general, era el hombre quien se
dirigía a la divinidad, tratando de salvar la distancia y pidiendo apoyo y
protección. La gente rezaba a los dioses, ¿no? A las divinidades. Pero en este
caso, sin embargo, somos testigos de algo sin precedentes: es Dios mismo quien
toma la iniciativa – pero escuchemos esto ¡eh! Es Dios mismo que llama a la
puerta de Abraham y le dice: “sigue adelante, vete de tu tierra, comienza a
caminar y yo haré de ti un gran pueblo”. Y esto es el comienzo de la Iglesia y
en este pueblo nace Jesús. Pero Dios toma la iniciativa y dirige su palabra al
hombre, creando un vínculo y una nueva relación con él. Pero padre, ¿cómo es
esto? ¿Dios nos habla? “Sí”. ¿Y no podemos hablar con Dios? Sí pero, ¿nosotros
podemos tener una conversación con Dios? “Sí”. Esto se llama oración, pero es
Dios que ha hecho esto desde el inicio.
Así pues, Dios forma un pueblo con todos los que escuchan su Palabra y se ponen en camino, confiando en Él. Ésta es la única condición, confiarse en Dios. Si tú te fías de Dios, lo escuchas y te pones en camino, esto es hacer Iglesia. Esto es hacer la Iglesia. El amor de Dios lo precede todo.
Dios está siempre primero, llega antes que nosotros, él nos precede. El profeta Isaías o Jeremías, no recuerdo bien, decía que Dios es como la flor del almendro porque es el primer árbol que florece en primavera. Para decir que Dios siempre florece antes que nosotros. Cuando nosotros llegamos Él nos espera, Él nos llama, Él nos hace caminar. Siempre nos anticipa. Y esto se llama amor porque Dios nos espera siempre. “Pero padre, yo no creo esto porque si usted supiera, padre. Mi vida ha sido tan fea ¿cómo puedo pensar que Dios me espera? “Dios te espera. Y si fuiste un gran pecador te espera más y te espera con tanto amor, porque Él es el primero. ¡Es ésta la belleza de la Iglesia, que nos lleva a este Dios que nos espera! Precede a Abraham, incluso precede a Adán.
3. Abraham y los suyos escuchan la llamada de Dios y se ponen en camino, no obstante no sepan bien quién sea este Dios y dónde los quiera conducir.
Es verdad porque Abraham se pone en camino de este Dios que le ha hablado, pero no tenía un libro de teología para estudiar quién era este Dios. Se confía, se fía del amor. Dios le hace sentir el amor y él se confía.
Pero esto no significa que ellos estén siempre convencidos y fieles. Es más, desde el comienzo hay resistencia, el repliegue en sí mismos y sus propios intereses y la tentación de regatear con Dios y resolver las cosas a modo propio. Y están son las traiciones y los pecados que marcan el camino del pueblo a lo largo de toda la historia de la salvación, que es la historia de la fidelidad de Dios y de la infidelidad del pueblo. Pero Dios no se cansa, Dios tiene paciencia, tiene tanta paciencia y en el tiempo continúa a educar y a formar a su pueblo, como un padre con el propio hijo. Dios camina con nosotros. Dice el profeta Oseas: “yo he caminado contigo y te he enseñado a caminar como un papá enseña a caminar al niño”. Hermosa figura de Dios. Y así es con nosotros. Nos enseña a caminar.
Y es la misma actitud que mantiene con respecto a la Iglesia. También nosotros de hecho, aún en nuestro propósito de seguir al Señor Jesús, tenemos experiencia cada día del egoísmo y de la dureza de nuestro corazón.
Pero cuando nos reconocemos pecadores, Dios nos llena de su misericordia y de su amor. Y nos perdona, nos perdona siempre. Y es precisamente esto que nos hace crecer como pueblo de Dios, como Iglesia: no es nuestra habilidad, no son nuestros méritos – somos poca cosa nosotros ¡eh! No es esto. Sino que es la experiencia cotidiana de cuánto el Señor nos ama y nos cuida. Esto es lo que nos hace sentir verdaderamente suyos, en sus manos y nos hace crecer en la comunión con Él y entre nosotros. Ser Iglesia es sentirse en las manos de Dios, que es padre y nos ama, nos acaricia, nos espera, nos hace sentir su ternura. ¡Y esto es muy bello!
Queridos amigos, este es el proyecto de Dios, el
proyecto ¿no? Cuando ha llamado a Abraham, Dios pensaba en esto: formar un
pueblo bendecido por su amor y que lleve su bendición a todos los pueblos de la
tierra. Este proyecto no cambia, es siempre vigente. En Cristo ha tenido su
cumplimiento y aún hoy Dios continúa realizándolo en la Iglesia. Pidamos
entonces la gracia de permanecer fieles a la secuela del Señor Jesús y a la
escucha de su Palabra, listos a partir cada día, como Abraham, hacia la tierra
de Dios y del hombre, nuestra verdadera patria, y así transformarnos en
bendición, signo del amor de Dios para todos sus hijos.Así pues, Dios forma un pueblo con todos los que escuchan su Palabra y se ponen en camino, confiando en Él. Ésta es la única condición, confiarse en Dios. Si tú te fías de Dios, lo escuchas y te pones en camino, esto es hacer Iglesia. Esto es hacer la Iglesia. El amor de Dios lo precede todo.
Dios está siempre primero, llega antes que nosotros, él nos precede. El profeta Isaías o Jeremías, no recuerdo bien, decía que Dios es como la flor del almendro porque es el primer árbol que florece en primavera. Para decir que Dios siempre florece antes que nosotros. Cuando nosotros llegamos Él nos espera, Él nos llama, Él nos hace caminar. Siempre nos anticipa. Y esto se llama amor porque Dios nos espera siempre. “Pero padre, yo no creo esto porque si usted supiera, padre. Mi vida ha sido tan fea ¿cómo puedo pensar que Dios me espera? “Dios te espera. Y si fuiste un gran pecador te espera más y te espera con tanto amor, porque Él es el primero. ¡Es ésta la belleza de la Iglesia, que nos lleva a este Dios que nos espera! Precede a Abraham, incluso precede a Adán.
3. Abraham y los suyos escuchan la llamada de Dios y se ponen en camino, no obstante no sepan bien quién sea este Dios y dónde los quiera conducir.
Es verdad porque Abraham se pone en camino de este Dios que le ha hablado, pero no tenía un libro de teología para estudiar quién era este Dios. Se confía, se fía del amor. Dios le hace sentir el amor y él se confía.
Pero esto no significa que ellos estén siempre convencidos y fieles. Es más, desde el comienzo hay resistencia, el repliegue en sí mismos y sus propios intereses y la tentación de regatear con Dios y resolver las cosas a modo propio. Y están son las traiciones y los pecados que marcan el camino del pueblo a lo largo de toda la historia de la salvación, que es la historia de la fidelidad de Dios y de la infidelidad del pueblo. Pero Dios no se cansa, Dios tiene paciencia, tiene tanta paciencia y en el tiempo continúa a educar y a formar a su pueblo, como un padre con el propio hijo. Dios camina con nosotros. Dice el profeta Oseas: “yo he caminado contigo y te he enseñado a caminar como un papá enseña a caminar al niño”. Hermosa figura de Dios. Y así es con nosotros. Nos enseña a caminar.
Y es la misma actitud que mantiene con respecto a la Iglesia. También nosotros de hecho, aún en nuestro propósito de seguir al Señor Jesús, tenemos experiencia cada día del egoísmo y de la dureza de nuestro corazón.
Pero cuando nos reconocemos pecadores, Dios nos llena de su misericordia y de su amor. Y nos perdona, nos perdona siempre. Y es precisamente esto que nos hace crecer como pueblo de Dios, como Iglesia: no es nuestra habilidad, no son nuestros méritos – somos poca cosa nosotros ¡eh! No es esto. Sino que es la experiencia cotidiana de cuánto el Señor nos ama y nos cuida. Esto es lo que nos hace sentir verdaderamente suyos, en sus manos y nos hace crecer en la comunión con Él y entre nosotros. Ser Iglesia es sentirse en las manos de Dios, que es padre y nos ama, nos acaricia, nos espera, nos hace sentir su ternura. ¡Y esto es muy bello!
Me gusta pensar que un sinónimo, otro nombre que podríamos tener nosotros cristianos sería esto: son hombres y mujeres, gente que bendice. El cristiano con su vida debe bendecir siempre, bendecir a Dios y bendecir también a todos nosotros. ¡Nosotros cristianos somos gente que bendice, que sabe bendecir! ¡Ésta es una hermosa vocación!
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