miércoles, 12 de noviembre de 2014

El Papa en su Catequesis del 12 de Noviembre: “La actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa y comprensiva”.

A las 10,30,  el Santo Padre celebró  su tradicional audiencia general, en la Plaza de San Pedro, ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos países, deseosos de escuchar su catequesis y de recibir su bendición apostólica.  



Al saludar a los peregrinos de lengua española, el Pontífice aprovechó la oportunidad para expresar a los mexicanos su cercanía “en este momento doloroso, de la legal desaparición, pero sabemos, asesinato – dijo – de los estudiantes”.  Y añadió que “se hace visible la realidad, dramática, de toda la criminalidad que existe detrás del comercio y tráfico de drogas. Estoy cerca de ustedes y de sus familias”. 

También manifestó que le agradó ver a un grupo de militares chilenos. “En estos días – afirmó el Papa – en que estamos conmemorando el 30º aniversario de la firma del tratado de paz, de Argentina y Chile. Los límites ya están claros. No nos vamos a seguir peleando por los límites. Nos vamos a pelear por otras cosas, pero no por eso. Pero hay una cosa que quiero hacer notar: esto se dio gracias a la voluntad de diálogo. Solamente cuando hay voluntad de diálogo se solucionan las cosas, y quiero también elevar un pensamiento de gratitud a san Juan Pablo II y al cardenal Samoré, que tanto hicieron para lograr esta paz entre nosotros”.

 “Ojalá –  concluyó Francisco –  todos los pueblos que tengan conflictos, de cualquier índole, sean limítrofes, culturales, se animen a solucionarlos en la mesa del diálogo y no en la crueldad de una guerra”.

Refiriéndose a lo que se pide a los obispos, presbíteros y diáconos para que su servicio sea auténtico y fecundo en la Iglesia, el Papa Francisco recordó que San Pablo enumera en sus cartas algunas cualidades humanas, esenciales para estos ministerios: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad y la bondad de corazón. Cualidades, todas estas que hacen posible que su testimonio del Evangelio sea alegre y creíble.

También destacó que el Apóstol recomienda reavivar continuamente el don que han recibido por la imposición de manos. Y afirmó que la conciencia de que todo es don, todo es gracia, los ayuda a no caer en la tentación de ponerse en el centro y de confiar sólo en ellos mismos. Porque como dijo el Obispo de Roma, “uno no es obispo, presbítero o diácono porque sea más inteligente o tenga más talentos que los demás, sino en virtud del poder del Espíritu Santo y para el bien del santo Pueblo de Dios”.

De modo que la actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa, humilde y  comprensiva. De ahí la invitación del Pontífice a dar gracias a Dios por las personas que ejercen un ministerio de guía en la Iglesia y la hacen crecer en santidad. “Recemos – dijo Francisco – para que sean siempre imagen viva del amor de Dios”.


Texto completo de la catequesis del Papa
La Iglesia: Obispos, presbíteros, diáconos

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
 En la Catequesis anterior hemos evidenciado cómo el Señor continúa apacentando a su rebaño a través del ministerio de los obispos, ayudados por los presbíteros y por los diáconos. Es en ellos que Jesús se hace presente, en la potencia de su Espíritu y continúa sirviendo a la Iglesia, alimentando en ella la fe, la esperanza y el testimonio de la caridad. Estos ministerios constituyen, por lo tanto, un don grande del Señor para toda comunidad cristiana y para la Iglesia entera, porque son un signo vivo de su presencia y de su amor. Hoy queremos preguntarnos: ¿qué se pide a estos ministros de la Iglesia para que puedan vivir en modo auténtico y fecundo el propio servicio?
En las “Cartas pastorales” enviadas a sus discípulos Timoteo y Tito, el apóstol Pablo se detiene con atención sobre la figura de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, también sobre la figura de los fieles, de los ancianos, de los jóvenes. Se detiene en una descripción de cada cristiano de la Iglesia, delineando, para los obispos, presbíteros y diáconos  aquello a lo que ellos son llamados y las prerrogativas que deben ser reconocidas en los que son elegidos e investidos con estos ministerios.  Ahora, es emblemático como junto a las dotes inherentes a la fe y la vida espiritual, que no pueden ser descuidadas en la vida, sean enumeradas algunas cualidades exquisitamente humanas: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la fiabilidad, la bondad de corazón. Repito: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la fiabilidad, la bondad de corazón. ¡Éste es el alfabeto, la gramática de base de todo ministerio! ¡Debe ser la gramática de base de todo obispo, de todo sacerdote, de todo diácono! Sí, porque sin esta predisposición bella y genuina a encontrar, a conocer, a dialogar, a apreciar y a relacionarse con los hermanos en modo respetuoso y sincero, no es posible ofrecer un servicio y un testimonio de verdad alegría y creíble.

Está luego una actitud de fondo que Pablo recomienda a sus discípulos y, en consecuencia, a todos los que son envestidos del ministerio episcopal, ya sean obispos, sacerdotes, presbíteros o diáconos. El apóstol exhorta a reanimar continuamente el don recibido (cfr 1 Tm 4,14; 2 Tm 1,6). Esto significa que debe ser siempre viva la conciencia de que no se es obispos, sacerdotes o diáconos porque se es más inteligentes, más buenos y mejores que los otros, sino sólo en virtud de un don, un don de amor prodigado por Dios, en la potencia de su Espíritu, para el bien de su pueblo. Esta conciencia es verdaderamente importante y constituye una gracia que hay que pedir cada día. De hecho, un pastor que es consciente de que su propio ministerio proviene únicamente de la misericordia y del corazón de Dios, nunca podrá asumir una actitud autoritaria, como si todos estuvieran a sus pies y la comunidad fuera de su propiedad, su reino personal.

La conciencia de que todo es un don, todo es don, todo es gracia, ayuda a un pastor también a no caer en la tentación de ponerse en el centro de la atención y de confiar sólo en sí mismo: son las tentaciones de la vanidad, del orgullo, de la suficiencia, de la soberbia. Ay si un obispo, sacerdote o diácono pensase que lo sabe todo, que siempre tiene la respuesta justa para cada cosa y que no necesita de nadie. Por el contrario, la conciencia de ser él, primero, objeto de la misericordia y de la compasión de Dios debe llevar a un ministro de la Iglesia a ser siempre humilde y comprensivo para con los demás. Aún en la conciencia de ser llamado a custodiar con valentía el depósito de la fe (1 Tim 6:20), él se pondrá en escucha de la gente. Es consciente, de hecho, que siempre tiene algo que aprender, incluso de aquellos que pueden estar todavía alejados de la fe y de la Iglesia. Con sus propios hermanos, después, todo esto debe llevar a asumir una actitud nueva, encaminada al compartir, a la corresponsabilidad y a la comunión.

Queridos amigos, debemos ser siempre agradecidos al Señor, porque en la persona y el ministerio de los obispos, de los sacerdotes y diáconos, continúa guiando y formando a su iglesia, haciéndola crecer a lo largo del camino de la santidad. Al mismo tiempo, tenemos que seguir rezando para que los pastores de nuestras comunidades puedan ser imagen viva de la comunión y del amor de Dios. Gracias.


Texto completo del resumen de la Catequesis del Papa en nuestro idioma

Queridos hermanos y hermanas,
En la catequesis de hoy, nos preguntamos qué se pide a los obispos, presbíteros y diáconos para que su servicio sea auténtico y fecundo.

San Pablo, en sus cartas pastorales, además de una fe firme y una vida espiritual sincera, que son la base de la vida, enumera algunas cualidades humanas, esenciales para estos ministerios: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la bondad de corazón… cualidades, que hacen posible que su testimonio del Evangelio sea alegre y creíble.

El Apóstol recomienda, además, reavivar continuamente el don que han recibido por la imposición de manos. La conciencia de que todo es don, todo es gracia, los ayuda a no caer en la tentación de ponerse en el centro y de confiar sólo en ellos mismos. Uno no es obispo, presbítero o diácono porque sea más inteligente o tenga más talentos que los demás, sino en virtud del poder del Espíritu Santo y para el bien del santo Pueblo fiel de Dios.

La actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa, humilde y  comprensiva.

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, y quiero de alguna manera expresar a los mexicanos, a  los aquí presentes y a los que están en la patria, mi cercanía en este momento doloroso, de la legal desaparición, pero sabemos, asesinato, de los estudiantes.

Se hace visible la realidad, dramática, de toda la criminalidad que existe detrás del comercio y tráfico de drogas. Estoy cerca de ustedes y de sus familias. 

Guatemala, Chile.  Me agradó ver a este grupo de militares chilenos. En estos días en que estamos conmemorando el 30º aniversario de la firma del tratado de paz, de Argentina y Chile.

Los límites ya están claros. No nos vamos a seguir peleando por los límites. Nos vamos a pelear por otras cosas, pero no por eso. Pero hay una cosa que quiero hacer notar: esto se dio gracias a la voluntad de diálogo. Solamente cuando hay voluntad de diálogo se solucionan las cosas, y quiero también elevar un pensamiento de gratitud a san Juan Pablo II y al cardenal Samoré, que tanto hicieron para lograr esta paz entre nosotros.

Ojalá todos los pueblos que tengan conflictos, de cualquier índole, sean limítrofes, culturales, se animen a solucionarlos en la mesa del diálogo y no en la crueldad de una guerra.

Saludo a todos los ciudadanos de los demás países latinoamericanos presentes.

Invito a todos a dar gracias a Dios por las personas que ejercen un ministerio de guía en la Iglesia y la hacen crecer en santidad. Recemos para que sean siempre imagen viva del amor de Dios. Muchas gracias.


El Papa Francisco culminó su Audiencia general con un nuevo apremiante llamamiento también a los responsables en ámbito nacional e internacional, con su profunda preocupación y dolor ante la trágica persecución y asesinatos de cristianos, en varias partes del mundo. E invitó a todos a rezar con él por todos los cristianos perseguidos porque son cristianos:

"Con gran preocupación sigo los dramáticos sufrimientos de los cristianos que en varias partes del mundo son perseguidos y asesinados por su credo religioso. 

 Siento la necesidad de expresar mi profunda cercanía espiritual a las comunidades cristianas duramente golpeadas por una violencia absurda, que no parece detenerse, mientras aliento a los Pastores y a todos  los fieles a permanecer arraigados y firmes en la esperanza. Una vez más dirijo un apremiante llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a nivel local e internacional, así como a todas las personas de buena voluntad, para que se ponga en marcha una vasta movilización de conciencias en favor de los cristianos perseguidos. Ellos tienen el derecho de encontrar en sus propios países seguridad y serenidad, profesando libremente su propia fe. Y ahora, por todos los cristianos perseguidos porque son cristianos, invito a rezar un Padrenuestro".
  
El Papa reiteró asimismo que los pequeños, los enfermos y los pobres son  imagen viva de Cristo. Y recordó a San Juan Pablo II.

La Audiencia general de este miércoles, empezó en el Aula Pablo VI, donde el Papa Francisco saludó a los grupos de enfermos, entre ellos numerosos niños, antes de ir a la Plaza de San Pedro, debido al día lluvioso en Roma. Con su bienvenida el Santo Padre, los bendijo y rezó con todos ellos:
"Les doy la bienvenida y gracias por su visita. Acomódense, acomódense. Hoy el tiempo está algo loco, no se sabe si llueve o no llueve y aquí estarán mejor. Miren la audiencia en la pantalla gigante y estarán mejor aquí. Ahora les doy la bendición a todos ustedes antes de saludarlos, a cada uno personalmente. Recémosle a la Virgen. Ave María".

Y en sus saludos a los peregrinos polacos, el Papa Bergoglio recordó a su venerado Predecesor, Karol Wojtyla, al coincidir esta audiencia con la canonización -  el 12 de noviembre de 1989 – de Fray Alberto. Conocido como «el pobrecito de Cracovia», escribió Juan Pablo II en su libro «Don y Misterio», destacando que una de las alegrías más grandes que había tenido como Papa era la de elevar al honor de los altares a este fraile, que ocupa un lugar especial en la historia de la espiritualidad polaca. El mismo Papa Santo escribió que la figura de Fray Alberto fue determinante para él en su «elección radical de la vocación al sacerdocio». El Papa Francisco invitó a seguir el ejemplo de misericordia y el carisma franciscano de este santo polaco canonizado al día siguiente de la independencia de la República de Polonia, momento histórico también para toda Europa:


"Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Hoy es el 25 aniversario de la canonización de Fray Alberto – Adam Chmielowski. El Papa San Juan Pablo II lo había llamado ‘Patrono del difícil cambio en la patria polaca y en Europa’. Aprendamos de él a poner en práctica el amor misericordioso hacia los más necesitados, que son la imagen viva de Cristo – ‘Ecce Homo’. Que el lema de Fray Alberto: ‘Ser buenos como el pan’ fructifique en nosotros con nuestra solicitud hacia los hermanos".

 Evocando luego a San Martín, Obispo de Tours, que se celebra el 11 de noviembre, el Santo Padre se dirigió a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Deseando que su gran caridad sea ejemplo para los queridos jóvenes, para vivir la vida como una donación. Que su entrega a Cristo Salvador sostenga a los queridos enfermos, en los momentos oscuros del sufrimiento. Y que su vigor espiritual recuerde a los queridos recién casados la centralidad de la fe en el camino conyugal. 
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