En estos días de Pascua, la Iglesia nos anuncia sin descanso, que
Cristo ha resucitado y que ruega por nosotros ante el Padre. Al igual que los
Apóstoles, nosotros también tenemos miedo de creer realmente en la Buena
Noticia y somos también lentos en aceptar la paz que Jesús nos ganó por su
muerte. San Pedro nos llama al arrepentimiento, mientras que el Evangelio nos
invita a ser testigos de Jesús y a predicarle a todas las naciones.
Jesús, el Resucitado, desea la paz a sus discípulos. La paz es el signo de la reconciliación, de la amistad compartida. Jesús recuerda y explica una vez más las Escrituras a sus discípulos y les confía la misión de la reconciliación.
Escucharemos ahora la experiencia de los discípulos de Emaús y la presencia de Jesús ante sus apóstoles en el cenáculo. Les explica su misión de predicar la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos de la tierra.
Miles de peregrinos estuvieron esta mediodía en la Plaza de San Pedro de Roma para rezar el Regina Coeli con el Santo Padre en este III Domingo de Pascua. Durante su alocución el Papa Francisco reflexionó sobre el sentido de la palabra testigo tal y como destaca el Pasaje del Evangelio según San Lucas que se proclama en las Misas de este día. El Pontífice también ha hablado del naufragio esta pasada noche en las costas de Libia.
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena dos veces la palabra “testigos”. La primera vez en boca de Pedro: Éste, después de la curación del paralítico en la puerta del templo de Jerusalén, exclama: “Habéis asesinado al autor de la vida, pero Dios lo ha resucitado de los muertos: nosotros somos testigos” (Hch 3,15).
La segunda vez en boca de Jesús resucitado: Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: “De esto sois testigos” (Lc 24,48). Los Apóstoles, que vieron con sus propios ojos a Cristo resucitado, no podían callarse esta extraordinaria experiencia. Él se mostró a estos para que la verdad de su resurrección llegase a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene el deber de prolongar en el tiempo esta misión: cada bautizado está llamado a testificar, con las palabras y con la vida, que Jesús está resucitado, que está vivo y que está en medio de nosotros.
Podemos preguntarnos: ¿Quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y que cuenta: Ver, recordar y contar, son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, pero no con un ojo indiferente; ha visto y se ha dejado implicar por el suceso.
Por esto recuerda, no solo porque sabe reconstruir de forma precisa los hechos sucedidos, sino porque esos hechos le han hablando y él ha tomado su sentido profundo. Entonces el testigo cuenta, no de forma fría y distante, sino como uno que se ha cuestionado, y que desde aquel día su vida ha cambiado.
El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones, sino un mensaje de salvación, un suceso concreto, incluso una Persona: es Cristo resucitado, vivo y único Salvador de todos.
Cristo puede ser testificado por los que han tenido una experiencia personal con Él, en su Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continua conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, todo cristiano puede convertirse en testigo de Cristo resucitado. Y su testimonio es tan creíble cuanto más deja ver un modo de vivir evangélico, alegre, valiente, manso, pacífico, misericordioso. Sin embargo, si el cristiano se deja levar por la comodidad, por la vanidad, si se vuelve sordo y ciego a la pregunta de la “resurrección” de muchos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, su poder liberador y su ternura infinita?
Que María, nuestra Madre, nos sostenga con su intercesión, para que podamos convertirnos, con nuestro límites, pero con la gracia de la fe, en testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.
Queridos hermanos y hermanas,
Nos llegan en estas horas las noticias sobre una nueva tragedia en las aguas del mediterráneo. Una patera llena de inmigrantes naufragó la pasada noche a 60 millas de la costa de Libia y se teme que haya cientos de víctimas. Quiero expresar mi más sentido dolor frente a una tragedia de esta magnitud y rezaré por los desaparecidos y sus familias. Quiero dirigir un llamamiento urgente a la comunidad internacional para que actúe con decisión y rapidez, para que tragedias de este tipo puedan evitarse.
Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos nuestros que quieren una vida mejor. Huyen del hambre, heridos, perseguidos, víctimas de la guerra, que quieren una vida mejor, buscaban la felicidad. Invito a rezar en silencio por estos hermanos.
Dirijo un cordial saludo a todos vosotros, venidos de Italia y de tantas partes del mundo: a los peregrinos de la diócesis de San Andrés, en Brasil, a los de Berlín, Munich y Colonia, a los estudiantes de Grafton (Australia) a los de Sant Feliu de Llobregat (España). Saludo a los polacos de la diócesis de Rzeszów y recuerdo a los participantes en la “Marcha por la santidad de la vida” que se desarrolla en Varsovia, animando a defender y a promover siempre la vida humana.
Saludo a la Acción Católica de Formia, los fieles de Milán, Lodi, Limbiate y Torre Boldone (Bérgamo); a los jóvenes de Turín, Senigallia, Almenno San Salvatore, Villafontana y Gràssina; a los jóvenes de Noventa Vicentina y Catania; al coro de Trecate y a los socios del Lions Club.
Un saludo especial al grupo de la Universidad Católica del Sacro Cuore, con ocasión de la actual Jornada Nacional de apoyo a este gran Ateneo. Es importante que pueda continuar para seguir formando a los jóvenes en una cultura que conjugue fe y ciencia, Ética y profesionalidad.
Hoy comienza en Turín la solemne exposición de la sagrada Sábana Santa. También yo, si Dios quiere, iré a venerarla el próximo 21 de junio. Espero que este acto de veneración nos ayude a todos a encontrar en Jesucristo el rostro misericordioso de Dios y nos ayude a reconocerlo en los rostros de los hermanos, especialmente en los que más sufren.
Os deseo un buen domingo. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buena comida y hasta pronto!
Cumplimiento en Cristo de las Promesas:
“Hay un doble aspecto en el misterio Pascual:
por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a
una nueva vida. Ésta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a
la gracia de Dios ``a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre
los muertos... así también nosotros vivamos una nueva vida'' (Rm 6,4). Consiste
en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la
gracia. Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos
de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección:
``Id, avisad a mis hermanos'' (Mt 28,10; Jn 20,17). Hermanos no por naturaleza,
sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una
participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en
su Resurrección” PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 5
"JESUCRISTO DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS,
AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS"
Párrafo 2
AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS
III. Sentido y alcance
salvífico de la Resurrección
654 Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por
su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una
nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve
a la gracia de Dios (cf. Rm 4, 25) "a fin de que, al igual que
Cristo fue resucitado de entre los muertos [...] así también nosotros vivamos
una nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte
y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cf. Ef 2, 4-5; 1
P 1, 3). Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten
en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su
Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (Mt 28, 10; Jn
20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta
filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único,
la que ha revelado plenamente en su Resurrección.
Ser testigo de Cristo es serlo de su Resurrección:
“Ser testigo de Cristo es ser ``testigo de su
Resurrección'' (Hch 1,22); ``haber comido y bebido con Él después de su
Resurrección de entre los muertos'' (Hch 10,41). La esperanza cristiana en la
Resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado.
Nosotros resucitaremos como Él, con Él, por Él” SEGUNDA PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
ARTÍCULO 2
EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN
III. Los
efectos de la Confirmación
1303 Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y
profundidad a la gracia bautismal:— nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá, Padre" (Rm 8,15).;
— nos une más firmemente a Cristo;
— aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;
— hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cf LG 11);
— nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (cf DS 1319; LG 11,12):
«Recuerda, pues, que has recibido el signo espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de consejo y de fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el Espíritu de temor santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu» (San Ambrosio, De mysteriis 7,42).
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