domingo, 2 de junio de 2013

El Papa presidió la primera adoración eucarística mundial en la historia


“Un solo Señor, una sola fe”



El Papa Francisco celebra la adoración del Santísimo sacramento





Era ya el lunes 3 de junio en la Isla de Guam y la medianoche del domingo en Corea cuando el Papa Francisco dio inicio a la primera adoración eucarística mundial, celebrada entre las cinco y las seis de la tarde, hora de Roma y de España. Por primera vez en la historia, millares de catedrales e iglesias en todo el planeta celebraron una adoración simultánea del Santísimo sacramento en la fiesta del corpus Christi.

El acto de adoración formaba parte del programa del Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI y continuado por el Papa Francisco, quien se limitó a añadir las intenciones. Se rezó por las víctimas de las guerras, del tráfico de personas y del narcotráfico, así como las víctimas del trabajo esclavo y del desempleo.

En la basílica de San Pedro, el Papa no tomó la palabra. Adoró al Santísimo Sacramento, expuesto en la custodia, como el resto de los fieles. Y al final, dio la bendición tanto a los fieles que llenaban la basílica como a los que participaban desde la plaza de San Pedro.

Francisco propuso las intenciones de oración.

La primera fue: “Por la Iglesia, extendida en todo el mundo y recogida hoy en señal de unidad en la adoración de la Santísima Eucaristía. Que el Señor la haga cada vez más obediente a la escucha de su Palabra para presentarse ante el mundo siempre 'más hermosa, sin mancha, ni arruga, sino santa e inmaculada'. Que a través de su fiel anuncio, la Palabra que salva resuene aún como portadora de misericordia y haga que el amor se redoble para dar un sentido pleno al dolor y al sufrimiento, devolviendo alegría y serenidad”.

La segunda intención del papa Francisco fue: “Por aquellos que en los diversos lugares del mundo viven el sufrimiento de nuevas esclavitudes y son víctimas de la guerra, de la trata de personas, del narcotráfico y del trabajo 'esclavo'; por los niños y las mujeres que padecen todas las formas de la violencia.



¡Que su grito silencioso de ayuda encuentre a la Iglesia vigilante para que, teniendo la mirada puesta en Cristo crucificado no se olvide de tantos hermanos y hermanas dejados a merced de la violencia! Por todos aquellos que, además, se encuentran en la precariedad económica, sobre todo los desempleados, los ancianos, los inmigrantes, los que carecen de hogar, los presos y cuantos experimentan la marginación. ¡Que la oración de la Iglesia y su cercanía activa les de consuelo y ayuda en la esperanza y fuerza y audacia en la defensa de la dignidad de la persona!” 






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