martes, 25 de junio de 2013


<<MOVERSE>>    
Las primeras generaciones cristianas nunca olvidaron que ser cristiano es «seguir» a Jesús y vivir como él. Así de claro y sencillo. A Jesús no se le puede seguir buscando seguridad, pues él «no tiene donde reclinar la cabeza». Para seguir a Jesús, hay que olvidarse de otras obligaciones pues lo primero es «anunciar el reino de Dios». A Jesús no se le puede seguir «mirando hacia atrás» pues quien le sigue así, «no vale para el reino de Dios».

«Seguir» a Jesús es una metáfora que los discípulos aprendieron por los caminos de Galilea. Para ellos significa en concreto: no perder de vista a Jesús; no quedarse parados lejos de él; caminar, moverse y dar pasos tras él. «Seguir» a Jesús exige una dinámica de movimiento. Por eso, el inmovilismo dentro de la Iglesia es una enfermedad mortal: mata la pasión por seguir a Jesús compartiendo su vida, su causa y su destino.

PRIMERA LECTURA. Libro primero de los Reyes 19, 16b. 19-21.

La vocación de Eliseo.
El Libro de los Reyes narra la vocación de Eliseo como profeta por medio de Elías: El Señor dijo a Elías: Unge como profeta sucesor a Eliseo. Elías salió al encuentro de Eliseo que estaba trabajando con doce yuntas de bueyes, pasó a su lado y le echó encima su manto. Hecho simbólico que significa la llamada de Dios.
Eliseo respondió sí al instante, se despidió de sus padres y de su gente, se desprendió de su trabajo y dejándolo todo, siguió a Elías y se puso a sus órdenes, viviendo pobremente en el desierto.

Salmo  15,1-2a.5.7-8.9-10.11

R/. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.

SEGUNDA LECTURA. Gálatas 5, 1. 13-18.



Seguir a Cristo nos hace libres.
Cristo nos da la libertad con su pasión y muerte porque nos libera de la esclavitud del pecado. Es la libertad de los hijos de Dios, fruto de la gracia santificante. Por lo tanto, hemos de ser fuertes para perseverar en el bien y en la gracia, poniendo los medios sobrenaturales para ello. Entonces, somos libres.







Evangelio Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,51-62):







Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»




La libertad de Jesús.
Jesús, libremente, se dirige hacia Jerusalén para dar cumplimiento al designio del Padre: “cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”
Es el tiempo del cumplimiento de la voluntad del Padre: que Cristo tenía que morir por nosotros los hombres y por nuestra salvación. El tiempo de la obediencia hasta la muerte.
Es el tiempo de la manifestación del amor y de la misericordia: Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos (Cf. Jo.15, 13).
Tiempo del gran perdón. Es la plenitud de los tiempos (Cf. Gal. 4,4). Es la plenitud del amor y la misericordia.
 El seguimiento de Jesús.
Mientras iban de camino, le dijo uno: Te seguiré a donde vayas. Jesús responde que para seguirlo, hay que ser libres como Él que no tiene donde reclinar la cabeza. Seguir a Cristo supone quedar liberado de la esclavitud de los bienes de este mundo y ordenarlos rectamente.
Jesús dijo a otro discípulo: sígueme. Jesús llama y exige un seguimiento incondicional, libres de condicionamientos humanos y afectivos. Jesús es lo primero y está por encima de todo.


 Nuestro seguimiento de Jesús.
Jesús, por propia iniciativa, nos ha llamado a la vida cristiana por el sacramento del Bautismo que hemos recibido en la Iglesia. Nosotros respondemos sí, día a día, según nuestro estado de vida. Tratamos de hacer de nuestra vida un sí para Cristo en la Iglesia, ante el mundo. El seguimiento de Jesús en la Iglesia es anterior y superior a todo amor e interés humanos, incluso a nuestra propia vida.




Autor: Padre Diego Millan García
CUENTO:    LA DIRECCIÓN EQUIVOCADA
Un hombre iba sentado en mi mismo departamento en el tren. En cada estación se ponía de pie y miraba fuera de la ventanilla con ansiedad. Luego se sentaba y suspiraba refunfuñando en voz alta el nombre de la estación que acababa de pasar. Después de cuatro o cinco estaciones, el vecino de asiento le preguntó preocupado:
- ¿Le pasa algo?. Me parece tan tremendamente angustiado.
El hombre lo  miró y respondió:
- Ciertamente habría debido cambiar de tren hace ya un buen rato, porque voy en la dirección contraria….Pero aquí se está tan a gusto y tan calientito.

 ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Buscamos una y mil maneras para sentirnos bien, para olvidarnos de los problemas; ponemos todos los remedios que sanen nuestras enfermedades modernas. Damos por muerto aquello que pueda recordarnos que la felicidad no está ahí. Queremos enterrar cuanto antes la conciencia de nuestra insolidaridad que provoca tanta miseria y sufrimiento a otros. Ocultamos la cara oscura de nuestro bienestar y dejamos ya de preocuparnos de aquello que contamina nuestra alma y nuestro corazón.
 ¿La fe? ¿Qué es eso? ¿Para qué preocuparse de cosas que no se pueden demostrar o que en la práctica no sirven para nada?. Gastemos el tiempo y el dinero en cosas más productivas y relajantes, olvidemos esas tonterías del alma, del espíritu, de la interioridad. Las vacaciones son para disfrutarlas a tope y con intensidad, que son cuatro días los que vivimos.
Y sin embargo en el Evangelio Cristo nos sigue llamando a una vida de esfuerzo, no a un cristianismo fácil. Queremos seguir a Cristo pero sin dejar atrás tantas cosas que nos atan. Ponemos la mano en el arado de la fe y del compromiso pero sin entregarnos del todo. Y de vez en cuando echamos una ojeada a lo que hemos dejado atrás. Ser cristianos, sí, pero no demasiado, que Cristo es demasiado exigente y exagerado.
 Nos pasa lo que al del cuento, que incluso no nos damos cuenta de que vamos en la dirección equivocada, que estamos viviendo los valores contrarios al evangelio, pero no queremos cambiar de tren, preferimos este cristianismo cómodo y fácil, y estamos tan a gusto y calientitos así.
Cristo es claro: seguirle de verdad a él, desde la vida clerical a la laical, es no encontrar seguridades, es estar dispuestos a renunciar al camino fácil.
Y eso nos cuesta en esta sociedad tan acomodada y aburguesada que valora el tener muchas cosas, y no el ser más personas.
 Más que nunca es necesario escuchar a Jesús: “Sígueme”. No pongas tu felicidad en las cosas, no gastes inútilmente en productos que sólo te provocarán vacío y necesidad de seguir consumiendo, no te postres ante el dios dinero, no entregues tu vida en el altar del materialismo. No creas en el espejismo de una felicidad barata conseguida sin esfuerzo. No hagas caso a quienes te dicen que no vale la pena intentar ser mejor, ser solidario o buscar a Dios. Las cosas más importantes de la vida son gratuitas: la fe, el amor, la amistad, la familia, el compartir, la alegría de la entrega, la lucha por la justicia y la paz.
 Acércate a Jesús, toca su manto, experimenta la fuerza de su amor y de su poder. Insiste, no te quedes paralizado por el miedo ni por los consejos desalentadores de otros. Hemos sido creados para una felicidad mayor y más duradera, para un amor eterno que es fuente de alegría y de paz. Y luego, sí, disfruta de unas vacaciones o de un tiempo para ti y para quienes amas. La playa, el campo, el turismo, el coche último modelo, la casita a orillas del mar, la buena comida o la reparadora siesta no serán la fuente de tu felicidad, aunque ayudarán a tu bienestar. La felicidad es otra cosa, está más adentro, tiene su fuente en Dios.



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