Dos
décadas del Catecismo
de la Iglesia católica
Paralelamente
al Año de la Fe, este 11 de octubre se cumple 20 años de la primera publicación
del Catecismo de la Iglesia católica. Esta exposición de la fe ha representado
uno de los frutos más significativos del Concilio, pues fue el Sínodo
extraordinario de los Obispos de 1985, convocado para conmemorar los 20 años de
la clausura del Concilio, quien pidió al Beato Juan Pablo II su elaboración.
El Papa Juan Pablo II instituyó en julio de 1986 la
‘Comisión para la preparación del Catecismo para la Iglesia universal’,
presidida por el entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina
de la Fe, Joseph Ratzinger, e integrada además por el cardenal Jan Pieter
Schotte, el cardenal Christoph Schönborn, el entonces monseñor Tarcisio
Bertone, monseñor Claudio María Celli y monseñor Ternyák Csaba. Dicha
comisión concluyó sus trabajos en diciembre de 1992 con la promulgación del
Catecismo.
La publicación
del Catecismo Católico (CATIC), fue sucedida por la publicación en junio de
2005 de un ‘Compendium’, un resumen del Catecismo, firmado por Benedicto XVI,
que según el Papa alemán contiene “de forma concisa, todos los elementos
esenciales y fundamentales de la fe de la Iglesia”. El Compendio, sigue la
misma estructura de su ‘hermano mayor' y se presenta en el didáctico método de
preguntas y respuestas.
El CATIC tiene
por fin presentar una exposición orgánica y sintética de los contenidos
esenciales y fundamentales de la doctrina católica tanto sobre la fe como sobre
la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del conjunto de la Tradición de
la Iglesia. Sus fuentes principales son la Sagrada Escritura, los Santos
Padres, la Liturgia y el Magisterio de la Iglesia. Está destinado a servir
"como un punto de referencia para los catecismos o compendios que sean
compuestos en los diversos países" (Sínodo de los Obispos 1985. Relación
final II B A 4). (11)
El CATIC está destinado principalmente a los responsables de la catequesis: en primer lugar a los Obispos, en cuanto doctores de la fe y pastores de la Iglesia. Les es ofrecido como instrumento en la realización de su tarea de enseñar al Pueblo de Dios. A través de los obispos se dirige a los redactores de catecismos, a los sacerdotes y a los catequistas. Será también de útil lectura para todos los demás fieles cristianos. (12)
El CATIC está destinado principalmente a los responsables de la catequesis: en primer lugar a los Obispos, en cuanto doctores de la fe y pastores de la Iglesia. Les es ofrecido como instrumento en la realización de su tarea de enseñar al Pueblo de Dios. A través de los obispos se dirige a los redactores de catecismos, a los sacerdotes y a los catequistas. Será también de útil lectura para todos los demás fieles cristianos. (12)
El
plan de este CATIC se inspira en la gran tradición de los catecismos los cuales
articulan la catequesis en torno a cuatro "pilares": la profesión de
la fe bautismal (el Símbolo), los Sacramentos de la fe, la vida de fe (los
Mandamientos), la oración del creyente (el Padre Nuestro). (13)
***
Que nos dice el CATIC de la FE?
La
FE,
Virtud Teologal
1812 Las virtudes humanas se arraigan en las
virtudes teologales que adaptan las facultades del hombre a la participación de
la naturaleza divina (cf 2 P 1,4). Las virtudes teologales se refieren
directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la
Santísima Trinidad. Tienen a Dios uno y trino como origen, motivo y objeto.
1813 Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Hay tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad (cf 1 Co 13,13).
1814 La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma. Por la fe "el hombre se entrega entera y libremente a Dios" (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. "El justo vivirá por la fe" (Rom 1,17). La fe viva "actúa por la caridad" (Gál 5,6).
1813 Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Hay tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad (cf 1 Co 13,13).
1814 La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma. Por la fe "el hombre se entrega entera y libremente a Dios" (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. "El justo vivirá por la fe" (Rom 1,17). La fe viva "actúa por la caridad" (Gál 5,6).
142 Por su revelación,
"Dios invisible habla a los hombres como amigo, movido por su gran amor y
mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su
compañía" (DV 2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe.
143 Por la fe, el
hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su
ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf. DV 5). La Sagrada
Escritura llama "obediencia de la fe" a esta respuesta del hombre a
Dios que revela (cf. Rom 1,5; 16,26).
144 Obedecer ("ob-audire") en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma.
Abraham, "el padre de todos los creyentes"
144 Obedecer ("ob-audire") en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma.
Abraham, "el padre de todos los creyentes"
150 La fe es ante
todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e
inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado.
En cuanto adhesión personal a Dios y asentimiento a la verdad que él ha
revelado, la fe cristiana difiere de la fe en una persona humana. Es justo y
bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que él dice. Sería
vano y errado poner una fe semejante en una criatura (cf. Jr 17,5-6; Sal 40,5;
146,3-4).
683 "Nadie
puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu
Santo" (1 Co 12, 3). "Dios ha enviado a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!" (Ga 4, 6). Este conocimiento
de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con
Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. El
es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el Bautismo,
primer sacramento de la fe, la Vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos
ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu
Santo en la Iglesia:
El Bautismo
nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el
Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son
conducidos al Verbo, es decir al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el
Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es
posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre,
porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios
se logra por el Espíritu Santo (San Ireneo, dem. 7).
La
FE
de los Apóstoles
85 "El oficio de interpretar
auténticamente la palabra de Dios, oral o escritura, ha sido encomendado sólo
al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo"
(DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo
de Roma.
105 Dios es el autor de la Sagrada Escritura.
"Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la
Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo".
"La santa Madre Iglesia, fiel a la base de los apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia" (DV 11).
"La santa Madre Iglesia, fiel a la base de los apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia" (DV 11).
171 La Iglesia, que es "columna y fundamento de la verdad" (1 Tim 3,15), guarda fielmente "la fe transmitida a los santos de una vez para siempre" (Judas 3). Ella es la que guarda la memoria de las Palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la confesión de fe de los Apóstoles. Como una madre que enseña a sus hijos a hablar y con ello a comprender y a comunicar, la Iglesia, nuestra Madre, nos enseña el lenguaje de la fe para introducirnos en la inteligencia y la vida de la fe.
245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue
confesada por el segundo Concilio ecuménico en el año 381 en Constantinopla:
"Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del
Padre" (DS 150). La Iglesia reconoce así al Padre como "la fuente y
el origen de toda la divinidad" (Cc. de Toledo VI, año 638: DS 490). Sin
embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo:
"El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno
e igual al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma
naturaleza: Por eso, no se dice que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la
vez el espíritu del Padre y del Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 527).
El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: "Con el Padre
y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (DS 150).
424 Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre nosotros creemos y confesamos a propósito de Jesús: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Sobre la roca de esta fe, confesada por San Pedro, Cristo ha construido su Iglesia (cf. Mt 16, 18; San León Magno, serm. 4, 3;51, 1;62, 2;83, 3).
"Anunciar... la inescrutable riqueza de Cristo" (Ef 3, 8)
425 La transmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio de Jesucristo para llevar a la fe en el. Desde el principio, los primeros discípulos ardieron en deseos de anunciar a Cristo: "No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hch 4, 20). Y ellos mismos invitan a los hombres de todos los tiempos a entrar en la alegría de su comunión con Cristo:
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, -pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba con el Padre y se nos manifestó- lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Os escribimos esto para que vuestro gozo sea completo (1 Jn 1, 1-4).
La FE de la Iglesia
14 Los que por la fe y el Bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal delante de los hombres (cf. Mt 10,32; Rom 10,9). Para esto, el Catecismo expone en primer lugar en qué consiste la Revelación por la que Dios se dirige y se da al hombre, y la fe, por la cual el hombre responde a Dios (Sección primera). El Símbolo de la fe resume los dones que Dios hace al hombre como Autor de todo bien, como Redentor, como Santificador y los articula en torno a los "tres capítulos" de nuestro Bautismo -la fe en un solo Dios: el Padre Todopoderoso, el Creador; y Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor y Salvador; y el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia (Sección segunda).
26 Cuando profesamos nuestra fe, comenzamos
diciendo: "Creo" o "Creemos". Antes de exponer la fe de la
Iglesia tal como es confesada en el Credo, celebrada en la Liturgia, vivida en
la práctica de los Mandamientos y en la oración, nos preguntamos qué significa
"creer". La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se
entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca
el sentido último de su vida. Por ello consideramos primeramente esta búsqueda
del hombre (capítulo primero), a continuación la Revelación divina, por la cual
Dios viene al encuentro del hombre (capítulo segundo). y finalmente la
respuesta de la fe (capítulo tercero).
Los dogmas de la fe 88 El Magisterio de la Iglesia ejerce
plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir,
cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión
irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando
propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo
necesario.
89 Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (cf. Jn 8,31-32).
90 Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo (cf. Cc. Vaticano I: DS 3016: "nexus mysteriorum"; LG 25). "Existe un orden o `jerarquía' de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana"
89 Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (cf. Jn 8,31-32).
90 Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo (cf. Cc. Vaticano I: DS 3016: "nexus mysteriorum"; LG 25). "Existe un orden o `jerarquía' de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana"
(UR 11)
168 La Iglesia es la primera que cree, y así
conduce, alimenta y sostiene mi fe. La Iglesia es la primera que, en todas
partes, confiesa al Señor ("Te per orbem terrarum sancta confitetur
Ecclesia", cantamos en el Te Deum), y con ella y en ella somos impulsados
y llevados a confesar también : "creo", "creemos". Por
medio de la Iglesia recibimos la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo.
En el Ritual Romanum, el ministro del bautismo pregunta al catecúmeno:
"¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" Y la respuesta es: "La
fe". "¿Qué te da la fe?" "La vida eterna".
169 La salvación viene solo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre: "Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la Iglesia como si ella fuese el autor de nuestra salvación" (Fausto de Riez, Spir. 1,2). Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe.
169 La salvación viene solo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre: "Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la Iglesia como si ella fuese el autor de nuestra salvación" (Fausto de Riez, Spir. 1,2). Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe.
487 Lo que la fe católica cree acerca de
María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María
ilumina a su vez la fe en Cristo.
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