INMACULADA
CONCEPCIÓN
de MARIA
BULA
INEFFÁBILIS DEUS
DE
SS PÍO IX
EN LA QUE SE PROCLAMA EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
EN LA QUE SE PROCLAMA EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
8 de diciembre de 1850
El inefable Dios, cuya conducta es
misericordia y verdad, cuya voluntad es omnipotencia y cuya sabiduría alcanza
de límite a límite con fortaleza y dispone suavemente todas las cosas, habiendo
previsto desde toda la eternidad la ruina lamentabilísima de todo el género
humano, que había de provenir de la trasgresión de Adán, y habiendo decretado,
con plan misterioso escondido desde la eternidad, llevar a cabo la primitiva
obra de su misericordia, con plan todavía más secreto, por medio de la
encarnación del Verbo, para que no pereciese el hombre impulsado a la culpa por
la astucia de la diabólica maldad y para que lo que iba a caer en el primer
Adán fuese restaurado más felizmente en el segundo, eligió y señaló, desde el
principio y antes de los tiempos, una Madre, para que su unigénito Hijo, hecho
carne de ella, naciese, en la dichosa plenitud de los tiempos, y en tanto grado
la amó por encima de todas las criaturas, que en sola Ella se complació con
señaladísima benevolencia.
Por lo cual tan
maravillosamente la colmó de la abundancia de todos los celestiales carismas,
sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los ángeles y
santos, que Ella, absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado y toda
hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se
concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de
Dios.
Y, por cierto era convenientísimo que brillase siempre
adornada de los resplandores de la perfectísima santidad y que reportase un total
triunfo de la antigua serpiente, enteramente inmune aun de la misma mancha de
la culpa original, tan venerable Madre, a quien Dios Padre dispuso dar a su
único Hijo, a quien ama como a sí mismo, engendrado como ha sido igual a sí de
su corazón, de tal manera que naturalmente fuese uno y el mismo Hijo común de
Dios Padre y de la Virgen,
y a la que el mismo Hijo en persona determinó hacer sustancialmente su Madre y
de la que el Espíritu Santo quiso e hizo que fuese concebido y naciese Aquel de
quien él mismo procede.
9.
El Protoevangelio.
Por lo cual, al glosar las palabras con
las que Dios, vaticinando en los principios del mundo los remedios de su piedad
dispuestos para la reparación de los mortales, aplastó la osadía de la engañosa
serpiente levantó maravillosamente la esperanza de nuestro linaje, diciendo:
Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya;
enseñaron que, con este divino oráculo, fue de antemano designado clara y
patentemente el misericordioso Redentor del humano linaje, es decir, el
unigénito Hijo de Dios Cristo Jesús, y designada la santísima Madre, la Virgen María, y al
mismo tiempo brillantemente puestas de relieve las mismísimas enemistades de
entrambos contra el diablo.
Por lo cual, así como
Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana,
borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en
la cruz, así la santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble
vínculo hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y de la
misma triunfando en toda la línea, trituró su cabeza con el pie
inmaculado.
10. Figuras bíblicas de María.
Este eximio y sin par triunfo de la Virgen, y excelentísima
inocencia, pureza, santidad y su integridad de toda mancha de pecado e inefable
abundancia y grandeza de todas las gracias, virtudes y privilegios, viéronla
los mismos Padres ya en el arca de Noé que, providencialmente construida, salió
totalmente salva e incólume del común naufragio de todo el mundo; ya en aquélla
escala que vio Jacob que llegaba de la tierra al cielo y por cuyas gradas
subían y bajaban los ángeles de Dios y en cuya cima se apoyaba el mismo Señor;
ya en la zarza aquélla que contempló Moisés arder de todas partes y entre el
chisporroteo de las llamas no se consumía o se gastaba lo más mínimo, sino que
hermosamente reverdecía y florecía; ora en aquélla torre inexpugnable al
enemigo, de la cual cuelgan mil escudos y toda suerte de armas de los fuertes;
ora en aquel huerto cerrado que no logran violar ni abrir fraudes y trampas
algunas; ora en aquélla resplandeciente ciudad de Dios, cuyos fundamentos se
asientan en los montes santos a veces en aquel augustísimo templo de Dios que,
aureolado de resplandores divinos, está lleno, de la gloria de Dios; a veces en
otras verdaderamente innumerables figuras de la misma clase, con las que los
Padres enseñaron que había sido vaticinada claramente la excelsa dignidad de la Madre de Dios, y su
incontaminada inocencia, y su santidad, jamás sujeta a mancha alguna.
11.
Los profetas.
Para describir este mismo como compendio de
divinos dones y la integridad original de la Virgen, de la que nació Jesús, los mismos
[Padres], sirviéndose de las palabras de los profetas, no festejaron a la misma
augusta Virgen de otra manera que como a paloma pura, y a Jerusalén
santa, y a trono excelso de Dios, y a arca de santificación, y a casa que se construyó la eterna Sabiduría, y a la Reina
aquélla que, rebosando felicidad y apoyada en su Amado, salió de la boca del
Altísimo absolutamente perfecta, hermosa y queridísima de Dios y siempre libre
de toda mancha.
12.
El Ave María y el Magnificat.
Mas atentamente considerando los mismos
Padres y escritores de la
Iglesia que la Santísima Virgen había sido llamada llena de gracia, por mandato y en nombre del mismo Dios,
por el Arcángel Gabriel cuando éste le anunció la altísima dignidad de Madre de
Dios, enseñaron que, con ese singular y solemne saludo, jamás oído, se
manifestaba que la Madre
de Dios era sede de todas las gracias divinas y que estaba adornada de todos los carismas del
divino Espíritu; más aún, que era como tesoro casi infinito de los mismos, y abismo inagotable, de suerte
que, jamás sujeta a la maldición y partícipe, juntamente con su Hijo, de la
perpetua bendición, mereció oír de Isabel, inspirada por el divino Espíritu: Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre.
De ahí se deriva su sentir no menos claro. que unánime, según el cual la
gloriosísima Virgen, en quien hizo cosas grandes el Poderoso, brilló con tal
abundancia de todos los dones celestiales, con tal plenitud de gracia y con tal
inocencia, que resultó
como un inefable milagro de Dios, más aún, como el milagro cumbre de todos los
milagros y digna Madre
de Dios, y allegándose a Dios mismo, según se lo permitía la condición de
criatura , lo más cerca posible, fue superior a toda alabanza humana y
angélica.
13.
Paralelo entre María y Eva
Y, de consiguiente, para defender la
original inocencia y santidad de la
Madre de Dios, no sólo la compararon muy frecuentemente con
Eva todavía virgen, todavía inocente, todavía incorrupta y todavía no engañada
por las mortíferas asechanzas de la insidiosísima serpiente, sino también la
antepusieron a ella con maravillosa variedad de palabras y pensamientos. Pues
Eva, miserablemente complaciente con la serpiente, cayó de la original
inocencia y se convirtió en su esclava; mas la santísima Virgen aumentando de
continuo el don original, sin prestar jamás atención a la serpiente, arruinó
hasta los cimientos su poderosa fuerza con la virtud recibida de lo alto.
14. Expresiones de
alabanza
Por lo cual jamás dejaron de llamar a la Madre de Dios o lirio entre espinas, o tierra absolutamente intacta, virginal,
sin mancha, inmaculada, siempre bendita, y libre de toda mancha de pecado, de la cual se formó el nuevo Adán;
o paraíso intachable, vistosísimo, amenísimo de inocencia, de inmortalidad y de
delicias, por Dios
mismo plantado y defendido de toda intriga de la venenosa serpiente; o árbol inmarchitable, que jamás carcomió el gusano del
pecado; o fuente
siempre limpia y
sellada por la virtud del Espíritu Santo; o divinísimo templo o tesoro de
inmortalidad, o la única y sola hija no de la muerte, sino de la vida, germen no de la ira, sino de la gracia, que, por singular providencia de Dios, floreció siempre vigoroso
de una raíz corrompida y dañada, fuera de las leyes comúnmente establecidas.
Mas, como si éstas cosas, aunque muy
gloriosas, no fuesen suficientes, declararon, con propias y precisas expresiones,
que, al tratar de pecados, no se había de hacer la más mínima mención de la
santa Virgen María, a la cual se concedió más gracia para triunfar totalmente
del pecado; profesaron además que la gloriosísima Virgen fue reparadora de los padres, vivificadora
de los descendientes, elegida desde la eternidad, preparada para sí por el
Altísimo, vaticinada por Dios cuando dijo a la serpiente: Pondré
enemistades entre ti y la mujer, que ciertamente trituró la venenosa cabeza
de la misma serpiente, y por eso afirmaron que la misma santísima Virgen fue por gracia limpia de toda
mancha de pecado y libre de toda mácula de cuerpo, alma y entendimiento, y que
siempre estuvo con Dios, y unida con Él con eterna alianza, y que nunca estuvo
en las tinieblas, sino en la luz, y, de consiguiente, que fue aptísima morada
para Cristo, no por disposición corporal, sino por la gracia original.
A éstos hay que añadir los gloriosísimos dichos con los que, hablando de la
concepción de la Virgen,
atestiguaron que la naturaleza cedió su puesto a la gracia, paróse trémula y no
osó avanzar; pues la
Virgen Madre de Dios no había de ser concebida de Ana antes
que la gracia diese su fruto: porque convenía, a la verdad, que fuese concebida
la primogénita de la que había de ser concebido el primogénito de toda
criatura.
15. ¡Inmaculada!
Atestiguaron que la carne de la
Virgen tomada de Adán no recibió las manchas de Adán, y, de
consiguiente, que la
Virgen Santísima es el tabernáculo creado por el mismo Dios, formado por el
Espíritu Santo, y que
es verdaderamente de púrpura, que el nuevo Beseleel elaboró con variadas
labores de oro, y que Ella es, y con razón se la celebra, como la primera y
exclusiva obra de Dios, como la que salió ilesa de los igníferos dardos del maligno, y como la que
hermosa por naturaleza y totalmente inocente, apareció al mundo como aurora
brillantísima en su Concepción Inmaculada. Pues no caía bien que aquel objeto de elección fuese
atacado, de la universal miseria, pues, diferenciándose inmensamente de los demás,
participó de la naturaleza, no de la culpa; más aún, muy mucho convenía que
como el unigénito tuvo Padre en el cielo, a quien los serafines ensalzan por
Santísimo, tuviese también en la tierra Madre que no hubiera jamás sufrido
mengua en el brillo de su santidad.
Y por cierto, esta doctrina había penetrado en las mentes y corazones de los antepasados de tal manera, que prevaleció entre ellos la singular y maravillosísima manera de hablar con la que frecuentísimamente se dirigieron a la Madre de Dios llamándola inmaculada, y bajo todos los conceptos inmaculada, inocente e inocentísima, sin mancha y bajo todos los aspectos, inmaculada, santa y muy ajena a toda mancha, toda pura, toda sin mancha, y como el ideal de pureza e inocencia, más hermosa que la hermosura, mas ataviada que el mismo ornato, mas santa que la santidad, y sola santa, y purísima en el alma y en el cuerpo, que superó toda integridad y virginidad, y sola convertida totalmente en domicilio de todas las gracias del Espíritu Santo, y que, la excepción de sólo Dios, resultó superior a todos, y por naturaleza más hermosa y vistosa y santa que los mismos querubines y serafines y que toda la muchedumbre de los ángeles, y cuya perfección no pueden, en modo alguno, glorificar dignamente ni las lenguas de los ángeles ni las de los hombres.
Y por cierto, esta doctrina había penetrado en las mentes y corazones de los antepasados de tal manera, que prevaleció entre ellos la singular y maravillosísima manera de hablar con la que frecuentísimamente se dirigieron a la Madre de Dios llamándola inmaculada, y bajo todos los conceptos inmaculada, inocente e inocentísima, sin mancha y bajo todos los aspectos, inmaculada, santa y muy ajena a toda mancha, toda pura, toda sin mancha, y como el ideal de pureza e inocencia, más hermosa que la hermosura, mas ataviada que el mismo ornato, mas santa que la santidad, y sola santa, y purísima en el alma y en el cuerpo, que superó toda integridad y virginidad, y sola convertida totalmente en domicilio de todas las gracias del Espíritu Santo, y que, la excepción de sólo Dios, resultó superior a todos, y por naturaleza más hermosa y vistosa y santa que los mismos querubines y serafines y que toda la muchedumbre de los ángeles, y cuya perfección no pueden, en modo alguno, glorificar dignamente ni las lenguas de los ángeles ni las de los hombres.
Y nadie desconoce que este modo de hablar
fue trasplantado como espontáneamente, a la santísima liturgia y a lo oficios
eclesiásticos, y que nos encontramos a cada paso con él y que lo llena todo,
pues en ellos se invoca y proclama a la Madre de Dios como única paloma de intachable
hermosura, como rosa siempre fresca, y en todos los aspectos purísima, y
siempre inmaculada y siempre santa, y es celebrada como la inocencia, que nunca
sufrió menoscabo, y, como segunda Eva, que dio a luz al Emmanuel.
18.
Definición.
Por lo cual, después de ofrecer sin
interrupción a Dios Padre, por medio de su Hijo, con humildad y penitencia,
nuestras privadas oraciones y las públicas de la Iglesia, para que se
dignase dirigir y afianzar nuestra mente con la virtud del Espíritu Santo,
implorando el auxilio de toda corte celestial, e invocando con gemidos el
Espíritu Paráclito, e inspirándonoslo Él mismo, para honra de la santa e
individua Trinidad, para gloria y prez de la Virgen Madre de Dios,
para exaltación de la fe católica y aumento de la cristiana religión, con la
autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los santos apóstoles Pedro y
Pablo, y con la nuestra:
DECLARAMOS,
AFIRMAMOS Y DEFINIMOS QUE HA SIDO REVELADA POR DIOS, Y DE CONSIGUIENTE, QUE
DEBE SER CREÍDA FIRME Y CONSTANTEMENTE POR TODOS LOS FIELES, LA DOCTRINA QUE SOSTIENE
QUE LA SANTÍSIMA
VIRGEN MARÍA FUE PRESERVADA INMUNE DE TODA MANCHA DE CULPA
ORIGINAL, EN EL PRIMER INSTANTE DE SU CONCEPCIÓN, POR SINGULAR GRACIA Y
PRIVILEGIO DE DIOS OMNIPOTENTE, EN ATENCIÓN A LOS MÉRITOS DE JESUCRISTO,
SALVADOR DEL GÉNERO HUMANO.
Por lo cual, si algunos presumieren sentir
en su corazón contra los que Nos hemos definido, que Dios no lo permita, tengan
entendido y sepan además que se condenan por su propia sentencia, que han
naufragado en la fe, y que se han separado de la unidad de la Iglesia, y que además, si
osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa
lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas
establecidas por el derecho.
19.
Sentimientos de esperanza y exhortación final.
Nuestra boca está llena de gozo y nuestra
lengua de júbilo, y damos humildísimas y grandísimas gracias a nuestro Señor
Jesucristo, y siempre se las daremos, por habernos concedido aun sin merecerlo,
el singular beneficio de ofrendar y decretar este honor, esta gloria y alabanza
a su santísima Madre.
Mas sentimos firmísima esperanza y
confianza absoluta de que la misma Santísima Virgen, que toda hermosa e Inmaculada TRITURÓ LA VENENOSA CABEZA DE
LA CRUELÍSIMA
SERPIENTE, Y TRAJO LA SALUD AL MUNDO, y que gloria de los
profetas y apóstoles, y honra de los mártires, y alegría y corona de todos los
santos, y que refugio segurísimo de todos los que peligran, y fidelísima
Auxiliadora y poderosísima Mediadora y conciliadora de todo el orbe de la
tierra ante su unigénito Hijo, y gloriosísima gloria y ornato de la Iglesia santo, y firmísimo baluarte
destruyó siempre todas las herejías, y libró siempre de las mayores calamidades
de todas clases a los pueblos fieles y naciones, y a Nos mismo nos sacó
de tantos amenazadores peligros; hará
con su valiosísimo patrocinio que la santa Madre Católica Iglesia, removidas
todas las dificultades, y vencidos todos los errores, en todos los pueblos, en
todas partes, tenga vida cada vez más floreciente y vigorosa y reine de mar a
mar y del río hasta los términos de la tierra , y disfrute de toda paz,
tranquilidad y libertad, para que consigan los reos el perdón, los enfermos el remedio,
los pusilánimes la fuerza, los afligidos el consuelo, los que peligran la ayuda
oportuna, y despejada la oscuridad de la mente, vuelvan al camino de la verdad
y de la justicia los desviados y se forme un solo redil y un solo pastor.
Escuchen estas nuestras palabras todos nuestros queridísimos hijos de la Católica Iglesia,
y continúen, con fervor cada vez más encendido de piedad, religión y amor,
venerando, invocando, orando a la Santísima Madre de Dios, la Virgen María,
concebida sin mancha de pecado original, y acudan con toda confianza a esta
dulcísima Madre de Misericordia y gracia en todos los peligros, angustias,
necesidades, y en todas las situaciones oscuras y tremendas de la vida.
Pues NADA SE HA DE
TEMER, DE NADA HAY QUE DESESPERAR, SI ELLA NOS GUÍA, PATROCINA, FAVORECE,
PROTEGE, PUES TIENE PARA CON NOSOTROS UN CORAZÓN MATERNAL, y ocupada en los negocios de nuestra
salvación, se preocupa de todo el linaje humano, constituida por el Señor Reina
del cielo y de la tierra y colocada por encima de todos los coros de los
ángeles y coros de los santos, situada a la derecha de su unigénito Hijo
Nuestro Señor Jesucristo, alcanza con sus valiosísimos ruegos maternales y
encuentra lo que busca, y no puede, quedar decepcionada.
Finalmente,
para que llegue al conocimiento de la universal Iglesia esta nuestra definición
de la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen María, queremos que, como
perpetuo recuerdo, queden estas nuestras letra apostólicas; y mandamos que a
sus copias o ejemplares aún impresos, firmados por algún notario público y
resguardados por el sello de alguna persona eclesiástica constituida en
dignidad, den todos, exactamente el mismo crédito que darían a éstas, si les
fuesen presentadas y mostradas. A nadie, pues, le sea permitido quebrantar
esta, página de nuestra declaración, manifestación, y definición, y oponerse a
ella y hacer la guerra con osadía temeraria. Mas si alguien presumiese intentar
hacerlo, sepa que incurrirá en la indignación de Dios y de los santos apóstoles
Pedro y Pablo.
Dado el 8 de diciembre de 1854.
Pío P.P. IX.
Pío P.P. IX.
ORACIÓN
¡Oh Dios! que
por la
Inmaculada Concepción de la Virgen María
preparaste a tu Hijo una digna morada, y, en previsión de la muerte de tu Hijo
la preservaste de todo pecado: concédenos por su intercesión llegar a ti
limpios de todas nuestras culpas. Por Nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que
contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos
de los siglos.
Amen.
(Oración Colecta de la Misa de la Inmaculada Concepción)
¡MADRE
INMACULADA,
RUEGA
POR NOSOTROS!
P
GUILLERMO R. J. CASTILLO OSB
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