<<MOVERSE>>
Las primeras generaciones cristianas nunca olvidaron que
ser cristiano es «seguir» a Jesús y vivir como él. Así de claro y sencillo. A
Jesús no se le puede seguir buscando seguridad, pues él «no tiene donde
reclinar la cabeza». Para seguir a Jesús, hay que olvidarse de otras
obligaciones pues lo primero es «anunciar el reino de Dios». A Jesús no se le
puede seguir «mirando hacia atrás» pues quien le sigue así, «no vale para el
reino de Dios».
«Seguir» a Jesús es una metáfora que los discípulos
aprendieron por los caminos de Galilea. Para ellos significa en concreto: no
perder de vista a Jesús; no quedarse parados lejos de él; caminar, moverse y
dar pasos tras él. «Seguir» a Jesús exige una dinámica de movimiento. Por eso,
el inmovilismo dentro de la Iglesia es una enfermedad mortal: mata la pasión
por seguir a Jesús compartiendo su vida, su causa y su destino.
PRIMERA LECTURA. Libro primero de los Reyes 19, 16b. 19-21.
La vocación de Eliseo.
El Libro de los Reyes narra la vocación de Eliseo como
profeta por medio de Elías: El Señor dijo a Elías: Unge como profeta sucesor a
Eliseo. Elías salió al encuentro de Eliseo que estaba trabajando con doce
yuntas de bueyes, pasó a su lado y le echó encima su manto. Hecho simbólico que
significa la llamada de Dios.
Eliseo respondió sí al instante, se despidió de sus padres
y de su gente, se desprendió de su trabajo y dejándolo todo, siguió a Elías y
se puso a sus órdenes, viviendo pobremente en el desierto.
Salmo 15,1-2a.5.7-8.9-10.11
R/. Tú, Señor,
eres el lote de mi heredad
Protégeme, Dios
mío, que me refugio en ti;
yo digo al
Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el
lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está
en tu mano. R/.
Bendeciré al
Señor, que me aconseja,
hasta de noche
me instruye internamente.
Tengo siempre
presente al Señor,
con él a mi
derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me
alegra el corazón,
se gozan mis
entrañas,
y mi carne
descansa serena.
Porque no me
entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu
fiel conocer la corrupción. R/.
Me enseñarás el
sendero de la vida,
me saciarás de
gozo en tu presencia,
de alegría
perpetua a tu derecha. R/.
SEGUNDA LECTURA. Gálatas 5, 1. 13-18.
Seguir a Cristo nos hace libres.
Cristo nos da la libertad
con su pasión y muerte porque nos libera de la esclavitud del pecado. Es la
libertad de los hijos de Dios, fruto de la gracia santificante. Por lo tanto,
hemos de ser fuertes para perseverar en el bien y en la gracia, poniendo los
medios sobrenaturales para ello. Entonces, somos libres.
Evangelio Lectura del
santo evangelio según san Lucas (9,51-62):
Cuando se iba
cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a
Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de
Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a
Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»
La libertad de
Jesús.
Jesús, libremente, se dirige hacia Jerusalén para dar
cumplimiento al designio del Padre: “cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser
llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”
Es el tiempo del cumplimiento de la voluntad del Padre: que
Cristo tenía que morir por nosotros los hombres y por nuestra salvación. El
tiempo de la obediencia hasta la muerte.
Es el tiempo de la manifestación del amor y de la
misericordia: Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos
(Cf. Jo.15, 13).
Tiempo del gran perdón. Es la plenitud de los tiempos (Cf.
Gal. 4,4). Es la plenitud del amor y la misericordia.
El seguimiento de Jesús.
Mientras iban de camino, le dijo uno: Te seguiré a donde
vayas. Jesús responde que para seguirlo, hay que ser libres como Él que no
tiene donde reclinar la cabeza. Seguir a Cristo supone quedar liberado de la
esclavitud de los bienes de este mundo y ordenarlos rectamente.
Jesús dijo a otro discípulo: sígueme. Jesús llama y exige
un seguimiento incondicional, libres de condicionamientos humanos y afectivos.
Jesús es lo primero y está por encima de todo.
Nuestro seguimiento de Jesús.
Jesús, por propia iniciativa, nos ha llamado a la vida
cristiana por el sacramento del Bautismo que hemos recibido en la Iglesia.
Nosotros respondemos sí, día a día, según nuestro estado de vida. Tratamos de
hacer de nuestra vida un sí para Cristo en la Iglesia, ante el mundo. El
seguimiento de Jesús en la Iglesia es anterior y superior a todo amor e interés
humanos, incluso a nuestra propia vida.
Autor: Padre Diego Millan García
CUENTO: LA
DIRECCIÓN EQUIVOCADA
Un hombre iba sentado en mi mismo departamento en el tren.
En cada estación se ponía de pie y miraba fuera de la ventanilla con ansiedad.
Luego se sentaba y suspiraba refunfuñando en voz alta el nombre de la estación
que acababa de pasar. Después de cuatro o cinco estaciones, el vecino de
asiento le preguntó preocupado:
- ¿Le pasa algo?. Me parece tan tremendamente angustiado.
El hombre lo miró y
respondió:
- Ciertamente habría debido cambiar de tren hace ya un buen
rato, porque voy en la dirección contraria….Pero aquí se está tan a gusto y tan
calientito.
ENSEÑANZA PARA LA
VIDA:
Buscamos una y mil maneras para sentirnos bien, para
olvidarnos de los problemas; ponemos todos los remedios que sanen nuestras
enfermedades modernas. Damos por muerto aquello que pueda recordarnos que la felicidad
no está ahí. Queremos enterrar cuanto antes la conciencia de nuestra
insolidaridad que provoca tanta miseria y sufrimiento a otros. Ocultamos la
cara oscura de nuestro bienestar y dejamos ya de preocuparnos de aquello que
contamina nuestra alma y nuestro corazón.
¿La fe? ¿Qué es eso?
¿Para qué preocuparse de cosas que no se pueden demostrar o que en la práctica
no sirven para nada?. Gastemos el tiempo y el dinero en cosas más productivas y
relajantes, olvidemos esas tonterías del alma, del espíritu, de la
interioridad. Las vacaciones son para disfrutarlas a tope y con intensidad, que
son cuatro días los que vivimos.
Y sin embargo en el Evangelio Cristo nos sigue llamando a
una vida de esfuerzo, no a un cristianismo fácil. Queremos seguir a Cristo pero
sin dejar atrás tantas cosas que nos atan. Ponemos la mano en el arado de la fe
y del compromiso pero sin entregarnos del todo. Y de vez en cuando echamos una
ojeada a lo que hemos dejado atrás. Ser cristianos, sí, pero no demasiado, que
Cristo es demasiado exigente y exagerado.
Nos pasa lo que al
del cuento, que incluso no nos damos cuenta de que vamos en la dirección
equivocada, que estamos viviendo los valores contrarios al evangelio, pero no
queremos cambiar de tren, preferimos este cristianismo cómodo y fácil, y
estamos tan a gusto y calientitos así.
Cristo es claro: seguirle de verdad a él, desde la vida
clerical a la laical, es no encontrar seguridades, es estar dispuestos a
renunciar al camino fácil.
Y eso nos cuesta en esta sociedad tan acomodada y
aburguesada que valora el tener muchas cosas, y no el ser más personas.
Más que nunca es
necesario escuchar a Jesús: “Sígueme”. No pongas tu felicidad en las cosas, no
gastes inútilmente en productos que sólo te provocarán vacío y necesidad de
seguir consumiendo, no te postres ante el dios dinero, no entregues tu vida en
el altar del materialismo. No creas en el espejismo de una felicidad barata
conseguida sin esfuerzo. No hagas caso a quienes te dicen que no vale la pena
intentar ser mejor, ser solidario o buscar a Dios. Las cosas más importantes de
la vida son gratuitas: la fe, el amor, la amistad, la familia, el compartir, la
alegría de la entrega, la lucha por la justicia y la paz.
Acércate a Jesús,
toca su manto, experimenta la fuerza de su amor y de su poder. Insiste, no te
quedes paralizado por el miedo ni por los consejos desalentadores de otros.
Hemos sido creados para una felicidad mayor y más duradera, para un amor eterno
que es fuente de alegría y de paz. Y luego, sí, disfruta de unas vacaciones o
de un tiempo para ti y para quienes amas. La playa, el campo, el turismo, el
coche último modelo, la casita a orillas del mar, la buena comida o la
reparadora siesta no serán la fuente de tu felicidad, aunque ayudarán a tu
bienestar. La felicidad es otra cosa, está más adentro, tiene su fuente en
Dios.
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