María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón. Un
corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su
pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del
dolor-alegría.
La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y
misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su
Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo
y la eternidad...
La
fiesta del Corazón Inmaculado de María fue oficialmente establecida en toda la
Iglesia por el papa Pío XII, el 4 de mayo de 1944, para obtener por medio de la
intercesión de María "la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia,
la conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes"
Después de la consagración
del mundo al dulcísimo y maternal Corazón de la Virgen María en 1942, llegaron
numerosas peticiones al Romano Pontífice para que extendiera el culto al
Inmaculado Corazón de María, que ya existía en algunos lugares, a toda la
Iglesia. Pío XII accedió en 1945, «seguros de encontrar en su amantísimo
Corazón... el puerto seguro en medio de las tempestades que por todas partes
nos apremian». A través del símbolo del corazón, veneramos en María su amor
purísimo y perfecto a Dios y su amor maternal hacia cada hombre. En él
encontramos refugio en medio de todas las dificultades y tentaciones de la vida
y el camino seguro para llegar prontamente a su Hijo
1ª LECTURA Is 61, 9-11
SALMO
1Sam 2, 1. 4-8
R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi salvador.
Mi corazón se regocija en el Señor, tengo la frente erguida gracias a mi
Dios. Mi boca se ríe de mis enemigos, porque tu salvación me ha llenado de
alegría. R.
El arco de los valientes se ha quebrado, y los vacilantes se ciñen de
vigor; los satisfechos se contratan por un pedazo de pan, y los hambrientos
dejan de fatigarse; la mujer estéril da a luz siete veces, y la madre de muchos
hijos se marchita.R.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta de él. El
Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y también enaltece. R.
Él levanta del polvo al desvalido y alza al pobre de la miseria, para
hacerlos sentar con los príncipes y darles en herencia un trono de gloria. R.
EVANGELIO
Lc 2, 41-51
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la
Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y,
acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén
sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron
todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo
hallaron en el templo en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y
haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su
inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su
madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre
y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me
buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos
no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía
sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Palabra del Señor.
MARÍA, UN CORAZÓN ABIERTO A DIOS Y
AL PRÓJIMO
El Inmaculado
Corazon de la Virgen María.
San Lucas 2,41-51: El Inmaculado Corazón de María.
San Lucas 2,41-51: El Inmaculado Corazón de María.
Autor: Padre
Francisco Fernández Carvajal
I El corazón
expresa y es símbolo de la intimidad de la persona. La primera vez que se
menciona en el Evangelio el Corazón de María es para expresar toda la riqueza
de esa vida interior de la Virgen: María -escribe San Lucas- guardaba
todas estas cosas, ponderándolas en su corazón.
El Corazón de
María es sabio, porque entendió como ninguna otra criatura
el sentido de las Escrituras, y conservó el recuerdo de las palabras y de las
cosas relacionadas con el misterio de la salvación; inmaculado,
es decir, inmune de toda mancha de pecado; dócil, porque se
sometió fidelísimamente al querer de Dios en todos sus deseos; nuevo, según la antigua profecía de
Ezequiel –os daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo–, revestido de la
novedad de la gracia merecida por Cristo; humilde, imitando
el de Cristo, que dijo: Aprended de Mí, que soy manso y humilde de
corazón; sencillo, libre de toda duplicidad y lleno del
Espíritu de verdad; limpio, capaz de ver a Dios según la
Bienaventuranza del Señor; firme en la aceptación de la
voluntad de Dios, cuando Simeón le anunció que una espada de dolor atravesaría
su corazón, cuando se desató la persecución contra su Hijo o llegó el
momento de su Muerte; dispuesto, ya que, mientras Cristo
dormía en el sepulcro, a imitación de la esposa del Cantar de los
Cantares, estuvo en vela esperando la resurrección de Cristo.
El Corazón
Inmaculado de María es llamado, sobre todo, santuario del Espíritu
Santo, en razón de su Maternidad divina y por la inhabitación continua y
plena del Espíritu divino en su alma. Esta maternidad excelsa, que coloca a
María por encima de todas las criaturas, se realizó en su Corazón Inmaculado
antes que en sus purísimas entrañas. Al Verbo que dio a luz según la carne lo
concibió primeramente según la fe en su corazón, afirman los Santos Padres. Por
su Corazón Inmaculado, lleno de fe, de amor, humilde y entregado a la voluntad
de Dios, María mereció llevar en su seno virginal al Hijo de Dios.
Ella nos
protege siempre, como la madre al hijo pequeño que está rodeado de peligros y
dificultades por todas partes, y nos hace crecer continuamente. ¿Cómo no vamos
a acudir diariamente a Ella? «“Sancta Maria, Stella maris” -Santa María,
Estrella del mar, ¡condúcenos Tú!
»-Clama así
con reciedumbre, porque no hay tempestad que pueda hacer naufragar el Corazón
Dulcísimo de la Virgen. Cuando veas venir la tempestad, si te metes en ese
Refugio firme, que es María, no hay peligro de zozobra o de hundimiento». En él
encontramos un puerto seguro donde es imposible naufragar.
II. María
conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
El Corazón de
María conservaba como un tesoro el anuncio del Ángel sobre su Maternidad
divina; guardó para siempre todas las cosas que tuvieron lugar en la noche de Belén
y lo que refirieron los pastores ante el pesebre, y la presencia, días o meses
más tarde, de los Magos con sus dones, y la profecía del anciano Simeón, y las
zozobras de su viaje a Egipto... Más tarde, le impresionó profundamente la
pérdida de su Hijo en Jerusalén, a la edad de doce años, y las palabras que
Este les dijo a Ella y a José cuando por fin, angustiados, le
encontraron. Luego descendió con ellos a Nazareth y les estaba
sometido. Pero María conservaba todas estas cosas en su corazón. Jamás olvidó María, en los años que vivió aquí
en la tierra, los acontecimientos que rodearon la muerte de su Hijo en la Cruz
y las palabras que allí oyó a Jesús: Mujer, he ahí a tu hijo. Y al
señalar a Juan, Ella nos vio a todos nosotros y a todos los hombres. Desde
aquel momento nos amó en su Corazón con amor de madre, con el mismo con que amó
a Jesús.
En nosotros
reconoció a su Hijo, según lo que Este mismo había dicho: Cuanto
hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicisteis.
Pero Nuestra Señora ejerció su
maternidad antes de que se consumase la redención en el Calvario, pues Ella es
madre nuestra desde el momento en que prestó, mediante su fiat, su
colaboración a la salvación de todos los hombres.
En el relato de las bodas de
Caná, San Juan nos revela un rasgo verdaderamente maternal del Corazón de
María: su atenta solicitud por los demás. Un corazón maternal es siempre un
corazón atento, vigilante: nada de cuanto atañe al hijo pasa inadvertido a la
madre. En Caná, el Corazón maternal de María despliega su vigilante cuidado en
favor de unos parientes o amigos, para remediar una situación embarazosa, pero
sin consecuencias graves. Ha querido mostrarnos el Evangelista, por inspiración
divina, que a Ella nada humano le es extraño ni nadie queda excluido de su
celosa ternura. Nuestros pequeños fallos y errores, lo mismo que las culpas
grandes, son objeto de sus desvelos. Le interesan los olvidos y preocupaciones,
y las angustias grandes que a veces pueden anegar el alma. No tienen
vino, dice a su Hijo. Todos están distraídos, nadie se da cuenta.. Y aunque
parece que no ha llegado aún la hora de los milagros, Ella
sabe adelantarla.María conoce
bien el Corazón de su Hijo y sabe cómo llegar hasta Él; ahora, en el Cielo, su
actitud no ha variado. Por su intercesión nuestras súplicas llegan «antes, más
y mejor» a la presencia del Señor. Por eso, podemos dirigirle la antigua
oración de la Iglesia: Recordar Virgen Madre de Dios, Tú que estás
continuamente en su presencia, habla a tu Hijo cosas buenas de nosotros. ¡Bien
que lo necesitamos! Al meditar
sobre esta advocación de Nuestra Señora, no se trata quizá de que nos
propongamos una devoción más, sino de aprender a tratarla con más confianza,
con la sencillez de los niños pequeños que acuden a sus madres en todo momento:
no solo se dirigen a ella cuando están en gravísimas necesidades, sino también
en los pequeños apuros que les salen al paso. Las madres les ayudan con alegría
a resolver los problemas más menudos. Ellas –las madres– lo han aprendido de nuestra
Madre del Cielo.
III. Al
considerar el esplendor y la santidad del Corazón Inmaculado de María, podemos
examinar hoy nuestra propia intimidad: si estamos abiertos y somos dóciles a
las gracias y a las inspiraciones del Espíritu Santo, si guardamos celosamente
el corazón de todo aquello que le pueda separar de Dios, si arrancamos de raíz
los pequeños rencores, las envidias... que tienden a anidar en él. Sabemos que
de su riqueza o pobreza hablarán las palabras y las obras, pues el
hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas.
De nuestra
Señora salen a torrentes las gracias de perdón, de misericordia, de ayuda en la
necesidad... Por eso, le pedimos hoy que nos dé un corazón puro, humano,
comprensivo con los defectos de quienes están junto a nosotros, amable con
todos, capaz de hacerse cargo del dolor en cualquier circunstancia en que lo
encontremos, dispuesto siempre a ayudar a quien lo necesite. “Madre del
Amor Hermoso”, ruega por nosotros! Enséñanos a amar a Dios y a nuestros
hermanos como tú los has amado: haz que nuestro amor hacia los demás sea
siempre paciente, benigno, respetuoso (...), haz que nuestra alegría sea
siempre auténtica y plena, para poder comunicarla a todos», y especialmente a
quienes el Señor ha querido que estemos unidos con vínculos más fuertes.
De nuestra
Señora salen a torrentes las gracias de perdón, de misericordia, de ayuda en la
necesidad... Por eso, le pedimos hoy que nos dé un corazón puro, humano,
comprensivo con los defectos de quienes están junto a nosotros, amable con
todos, capaz de hacerse cargo del dolor en cualquier circunstancia en que lo
encontremos, dispuesto siempre a ayudar a quien lo necesite. “Madre del
Amor Hermoso”, ruega por nosotros! Enséñanos a amar a Dios y a nuestros
hermanos como tú los has amado: haz que nuestro amor hacia los demás sea
siempre paciente, benigno, respetuoso (...), haz que nuestra alegría sea
siempre auténtica y plena, para poder comunicarla a todos», y especialmente a
quienes el Señor ha querido que estemos unidos con vínculos más fuertes.
Dejamos en su regazo los días buenos y los que
parecen malos, las enfermedades, las flaquezas, el trabajo, el cansancio y el
reposo, los ideales nobles que el Señor ha puesto en nuestra alma; ponemos
especialmente en sus manos nuestro caminar hacia Cristo para que Ella lo
preserve de todos los peligros y lo guarde con ternura y fortaleza, como hacen
las madres, Corazón dulcísimo de
María, prepárame..., prepáranos un camino seguro.
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