“Un solo Señor, una sola fe”
El Papa Francisco
celebra la adoración del Santísimo sacramento
Era ya el lunes 3 de junio en la Isla de
Guam y la medianoche del domingo en Corea cuando el Papa Francisco dio inicio a
la primera adoración eucarística mundial, celebrada entre las cinco y las seis
de la tarde, hora de Roma y de España. Por primera vez en la historia, millares
de catedrales e iglesias en todo el planeta celebraron una adoración simultánea del Santísimo sacramento en
la fiesta del corpus Christi.
El acto de adoración formaba parte del
programa del Año de la Fe,
convocado por Benedicto XVI y continuado por el Papa Francisco, quien se limitó
a añadir las intenciones. Se rezó por las víctimas de las guerras, del tráfico
de personas y del narcotráfico, así como las víctimas del trabajo esclavo y del
desempleo.
En la basílica de San Pedro, el Papa no tomó la palabra. Adoró al
Santísimo Sacramento, expuesto en la custodia, como el resto de los fieles. Y
al final, dio la bendición tanto a los fieles que llenaban la basílica como a
los que participaban desde la plaza de San Pedro.
Francisco propuso las intenciones de oración.
La primera fue: “Por la Iglesia, extendida en todo el mundo y
recogida hoy en señal de unidad en la adoración de la Santísima Eucaristía. Que
el Señor la haga cada vez más obediente a la escucha de su Palabra para
presentarse ante el mundo siempre 'más hermosa, sin mancha, ni arruga, sino
santa e inmaculada'. Que a través de su fiel anuncio, la Palabra que salva
resuene aún como portadora de misericordia y haga que el amor se redoble para
dar un sentido pleno al dolor y al sufrimiento, devolviendo alegría y
serenidad”.
La segunda intención del papa Francisco fue: “Por aquellos que en
los diversos lugares del mundo viven el sufrimiento de nuevas esclavitudes y
son víctimas de la guerra, de la trata de personas, del narcotráfico y del
trabajo 'esclavo'; por los niños y las mujeres que padecen todas las formas de
la violencia.
¡Que su grito silencioso de ayuda encuentre a la Iglesia vigilante para
que, teniendo la mirada puesta en Cristo crucificado no se olvide de tantos
hermanos y hermanas dejados a merced de la violencia! Por todos aquellos que,
además, se encuentran en la precariedad económica, sobre todo los desempleados,
los ancianos, los inmigrantes, los que carecen de hogar, los presos y cuantos
experimentan la marginación. ¡Que la oración de la Iglesia y su cercanía activa
les de consuelo y ayuda en la esperanza y fuerza y audacia en la defensa de la
dignidad de la persona!”
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