domingo, 10 de noviembre de 2013

Ángelus del Papa Francisco, domingo 10 noviembre 2013



Francisco rezó el Ángelus dominical asomado a la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano ante miles de personas que abarrotaban la plaza y aledaños para esperar el ya habitual recorrido del papa argentino entre fieles y peregrinos.


El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús con los saduceos que negaban la resurrección. Y es justamente sobre este tema que ellos dirigen una pregunta a Jesús, para ponerlo en dificultad y ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos. Parten de un caso imaginario: “Una mujer ha tenido siete maridos, muertos uno después del otro”, y preguntan a Jesús: “¿De quién será esposa aquella mujer después de su muerte?”.

Jesús, siempre dócil y paciente, responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrenal. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, no existirá más el matrimonio, que está ligado a nuestra existencia en este mundo. Los resucitados – dice Jesús – serán como los ángeles, y vivirán en un estado diferente, que ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar.
Pero luego Jesús , por así decirlo, pasa al contra ataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración ante nuestro Maestro, ¡el único Maestro! Jesús encuentra la prueba de la resurrección en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente (cfr Ex 3,1-6), allí donde Dios se revela como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
El nombre de Dios está ligado a los nombres de los hombres y de las mujeres con los que se liga, y este lazo es más fuerte que la muerte. He aquí el por qué Jesús afirma: « Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él» (Lc 20,38). Y el lazo decisivo, la alianza fundamental es aquella con Jesús: Él mismo es la Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado ha vencido a la muerte. En Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y todos gracias a Él tienen la esperanza de una vida más verdadera que esta. La vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de aquella actual: ella supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia.
Por lo tanto, aquello que acontecerá es precisamente lo contrario de cuanto se esperaban lo saduceos. ¡No es esta vida a hacer referencia a la eternidad, sino es la eternidad que ilumina y da esperanza a la vida terrenal de cada uno de nosotros! Si miramos sólo con el ojo humano, estamos llevados a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte.
Jesús vuelca esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: ¡la vida plena! Por lo tanto la muerte está detrás, a la espalda, no delante de nosotros. Delante de nosotros está el Dios de los vivos, está la derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un tiempo nuevo de alegría y de luz sin fin. Pero ya sobre esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad, encontramos a Jesús y a su amor, y así podemos saborear algo de la vida resucitada.
La experiencia que hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en nuestro corazón y aumenta nuestra fe en la resurrección. De hecho, si Dios es fiel y ama, no puede serlo por tiempo limitado: Él es fiel por siempre, según su tiempo, que es la eternidad.



Recemos -dijo- por nuestros hermanos y hermanas, y busquemos para que nuestra ayuda les llegue, y tras un momento de silencio, fue largamente aplaudido.
Haiyan, el tifón más potente del año, ha dejado desolación a su paso por la región central de Filipinas, donde las autoridades locales estimaron hoy que han muerto más de 10 mil personas.
El tifón, bautizado con el nombre de Yolanda por las autoridades filipinas, ha destruido entre el 70 y el 80 por ciento de la población de Tacloban, capital de la provincia de Leyte, con una población de 220 mil personas, indicó a los medios el jefe de la Policía regional, Elmer Soria.






Traducción del italiano: Raúl Cabrera, Radio Vaticano




 Tras el rezo del Ángelus el papa hizo mención a la tragedia que acabó con el genocidio nazi de los judíos.
La violencia también se centró contra "las sinagogas, las casas y los negocios marcó un triste paso hacia la tragedia del Holocausto" , señaló el pontífice al referirse a la violencia que se descargó entre la noche entre el 9 y 10 de noviembre de 1938 contra los judíos de todo el Reich que fue la antesala del holocausto del pueblo hebreo a manos de los nazis. 

"Renovamos nuestra proximidad y solidaridad con el pueblo judío y oremos a Dios para que la memoria del pasado nos ayude a ser siempre vigilantes contra todas las formas de odio y la intolerancia" , asintió.
En la noche del 9 de noviembre de 1938 hubo un estallido de violencia contra los judíos en todo la Alemania nazi y Austria llevado a cabo por las tropas de asalto de las SA conjuntamente con la población civil, mientras las autoridades alemanas observaban sin intervenir.
Aunque parecía imprevisto, provocado por la furia de los alemanes por el asesinato de Ernst vom Rath, secretario de la embajada alemana en París en manos de un adolescente judío, fue organizado por el ministro de propaganda alemán Joseph Goebbels.
En dos días, casi mil sinagogas fueron quemadas, más de 7 mil comercios de judíos fueron destrozados y saqueados, docenas de judíos fueron asesinados, y cementerios, hospitales, escuelas y hogares judíos fueron saqueados mientras la policía y las brigadas de bomberos se mantenían al margen.
Los persecuciones se conocieron como Kristallnacht, la "Noche de los cristales rotos" , por los cristales destrozados de los escaparates de las tiendas que llenaron las calles del Reich.
Al menos 91 ciudadanos judíos fueron asesinados durante los ataques y otros 30 mil fueron detenidos y posteriormente deportados en masa a los campos de concentración de Sachsenhausen, Buchenwald y Dachau. 





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