Como cada miércoles y a pesar de la lluvia, unas 13.000 personas fueron a la audiencia general de hoy.
El Papa Francisco recorría la plaza de San Pedro para estar cerca de los fieles y agradecer su presencia. A voces, conversa brevemente desde el Papamóvil con un Gallego al que le dice espera poder ir pronto a Santiago de Compostela. Tras realizar el recorrido habitual, en el que se van sucediendo emotivos momentos del Papa entre la gente, dio comienzo la Audiencia.
Ante miles de fieles y peregrinos Francisco dedicó su catequesis a reflexionar sobre la Semana de oración por la unidad de los cristianos: “un tiempo dedicado a la oración para seguir la voluntad de Cristo”. El Obispo de Roma recordó que cada año un grupo ecuménico de una región del mundo, bajo la guía del Consejo ecuménico de las Iglesias y del Pontificio Consejo para la unidad de los cristianos, sugieren un tema para la Semana de Oración.
Este año, la pregunta es: “¿Acaso está dividido Cristo?”. No, Cristo no está dividido, dijo el Papa. “Sin embargo, notó, debemos reconocer con dolor que en nuestras comunidades se dan divisiones que son un escándalo y que afectan a la credibilidad y eficacia de nuestro compromiso evangelizador”.
“También nosotros, a pesar del sufrimiento causado por las divisiones, debemos aprender a reconocer con gozo los dones que Dios ha concedido a otros cristianos, y a recibirlos con un corazón grande y generoso. Y para esto se requiere humildad, reflexión y una continua conversión”.
Queridos hermanos y hermanas,
El pasado sábado comenzó la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que concluirá el sábado próximo, fiesta de la Conversión de san Pablo apóstol.
Esta iniciativa espiritual, muy preciosa, implica a las comunidades cristianas desde hace más de cien años. Se trata de un tiempo dedicado a la oración por la unidad de todos los bautizados, según la voluntad de Cristo: “que todos sean una sola cosa” (Jn 17,21).
Cada año, un grupo ecuménico de una región del mundo, bajo la guía del Consejo Ecuménico de las Iglesias y del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, sugiere el tema y prepara subsidios para la semana de oración. Este año estos subsidios provienen de las Iglesias y Comunidades eclesiales de Canadá, y hacen referencia a la pregunta dirigida por san Pablo a los cristianos de Corinto:
“¿Acaso está Cristo dividido?” (1 Cor 1,13).
Ciertamente Cristo no ha sido dividido. Pero debemos reconocer sinceramente, con dolor, que nuestras comunidades siguen viviendo divisiones que son de escándalo. La división entre nosotros los cristianos es un escándalo, no hay otra palabra, es un escánalo. “Cada uno de vosotros – escribía el Apóstol – dice: “Yo soy de Pablo”, “Yo en cambio soy de Apolo”, “Yo soy de Cefas”, “Yo soy de Cristo” (1,12). Tampoco los que profesaban a Cristo como su cabeza son aplaudidos por Pablo, porque usaban el nombre de Cristo para separarse de los demás dentro de la comunidad cristiana.
¡Pero el nombre de Cristo crea comunión y unidad,
no división!
Él ha venido a hacer comunión entre nosotros, no para dividirnos.
El Bautismo y la Cruz son elementos centrales del discipulado cristiano que tenemos en común. Las divisiones en cambio debilitan la credibilidad y la eficacia de nuestro compromiso de evangelización y corren el riesgo de vaciar a la Cruz de su poder (cfr 1,17).
Pablo riñe a los corintios por sus disputas, pero también da gracias al Señor “con motivo de la gracia de Dios que os ha sido dada en Cristo Jesús, porque en él habéis sido enriquecidos con todos los dones, los de la palabra y los del conocimiento” (1,4-5). Estas palabras de Pablo no son una simple formalidad, sino el signo que él ve ante todo – y por esto se alegra sinceramente – los dones hechos por Dios a la comunidad. Esta actitud del Apóstol es un aliento para nosotros y para cada comunidad cristiana a reconocer con alegría los dones de Dios presentes en otras comunidades. A pesar del sufrimiento de las divisiones, que por desgracia aún permanencen, acojamos las palabras de Pablo como una invitación a alegrarnos sinceramente por las gracias concedidas por Dios a otros cristianos. Tenemos el mismo bautismo, el mismo Espíritu Santo que nos concede las gracias. Reconozcámoslo y alegrémonos.
Es hermoso reconocer la gracia con la que Dios nos bendice y, aún más, encontrar en otros cristianos algo que necesitamos, algo que podríamos recibir como un don de nuestros hermanos y de nuestras hermanas. El grupo canadiense que ha preparado los subsidios de esta Semana de oración no ha invitado a las comunidades a pensar en lo que podrían dar a sus vecinos cristianos, sino que las exhorta a encontrarse para comprender lo que todas pueden recibir a su vez de las demás. Esto requiere algo más. Requiere mucha oración, requiere humildad, requiere reflexión y continua conversión.
Vayamos adelante en este camino rezando por la unidad de los cristianos, para que este escándalo disminuya y no se de más entre nosotros. Gracias
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