Entramos ya al último domingo de
Adviento.
La esperanza, por tanto, se realiza en el "SI" de la Virgen en la Anunciación.
Cuando el Adviento está en su recta final y se acerca Navidad, la Iglesia
nos invita a fijar nuestra mirada en la Virgen María. Ella, que tenía siempre
los ojos puestos en Dios, y el corazón lleno de gracia del Señor, nos enseñará
cómo hemos de preparar el camino a Jesús.La esperanza, por tanto, se realiza en el "SI" de la Virgen en la Anunciación.
Hoy, domingo cuarto y último de Adviento, nosotros vamos a fijar nuestra mirada en la Virgen María, porque fue como un resumen de toda la esperanza que hubo en el mundo aguardando la venida del Salvador.
Nuestra preparación y espera gozosa de
Adviento no está completa sin María, la Madre de Dios. El Evangelio de san
Lucas nos presenta a la Virgen en la Anunciación. Con sencillez y humildad
María dijo: "SI" a Dios. Desde este momento el Verbo se encarna en
nuestra humanidad.
María nos entrega al niño que el mundo ha
estado esperando. Con el sí de María, el creador da un nuevo impulso a toda la
creación y a nosotros nos plenifica y nos salva.
Ante la
inminencia de la Navidad, a la hora del Ángelus del cuarto y
último Domingo de Adviento, el Papa Francisco recordó a los fieles y
peregrinos reunidos en una Plaza de San Pedro adornada con los símbolos típicos
de este período – el Pesebre y el Árbol – que la liturgia nos invita a meditar
el relato del anuncio del Ángel a María. Y afirmó que al contemplar el
momento en que esta sencilla muchacha de Nazaret se vuelve disponible al
mensaje divino con su “sí” vemos dos aspectos esenciales de su actitud, que es
para nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.
Ante todo
su fe, que consiste en escuchar la Palabra de Dios y abandonarse a ella
con plena disponibilidad de mente y de corazón.
Y también
la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. Porque Ella
– dijo el Papa Francisco – es la que ha hecho posible la encarnación del
Hijo de Dios en ese “sí” humilde y valiente, enseñándonos, de este modo, a
comprender el momento favorable en que Jesús pasa por nuestra vida y pide una
respuesta generosa.
El Papa Bergoglio
no olvidó mencionar la presencia silenciosa de San José en este
misterio, cuya figura se representa siempre en todo pesebre.
Después
de destacar que el don precioso de la Navidad es la paz, que Cristo es nuestra
paz verdadera, el Santo Padre concluyó pidiendo la intercesión de
nuestra Madre y de San José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana,
libres de toda mundanidad y dispuestos a acoger al Salvador, es decir de
Dios-con-nosotros.
Texto
completo de la alocución
del Papa Francisco antes de rezar el Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, cuarto y último Domingo de Adviento, la Liturgia quiere prepararnos a la Navidad, ya a las puertas, invitándonos a meditar el relato del Anuncio de Ángel a María. El Arcángel Gabriel revela a la Virgen la voluntad del Señor, que ella se convierta en la madre de su Hijo unigénito: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo” (Lc 1, 31-32).
Hoy, cuarto y último Domingo de Adviento, la Liturgia quiere prepararnos a la Navidad, ya a las puertas, invitándonos a meditar el relato del Anuncio de Ángel a María. El Arcángel Gabriel revela a la Virgen la voluntad del Señor, que ella se convierta en la madre de su Hijo unigénito: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo” (Lc 1, 31-32).
Fijemos
la mirada sobre esta sencilla muchacha de Nazaret, en el momento en que
se vuelve disponible al mensaje divino con su “sí”; captamos dos aspectos
esenciales de su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararse a la
Navidad.
Dos
actitudes de María, modelo de preparación a la Navidad
Ante
todo, su fe, su actitud de fe, que consiste en escuchar la Palabra de Dios para
abandonarse a esta Palabra con plena disponibilidad de mente y de corazón. Al
responder al Ángel María dijo: “Yo soy la sierva del Señor, que se cumpla en mí
lo que has dicho” (v. 38). En su “sí” lleno de fe, María no sabe por cuáles
caminos deberá aventurarse, cuáles dolores deberá padecer, cuáles riesgos
afrontar. Pero es consciente que es el Señor quien pide y ella se fía
totalmente de Él, se abandona a su amor. Ésta es la fe de María.
Otro
aspecto es la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios.
María es aquella que ha hecho posible la encarnación del Hijo de Dios,
“revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad” (Rm
16, 25). Ha hecho posible la encarnación del Verbo gracias precisamente a su
“sí” humilde y valiente. María nos enseña a comprender el momento favorable en
que Jesús pasa por nuestra vida y pide una respuesta rápida y generosa.
Y Jesús
pasa. En efecto, el misterio del nacimiento de Jesús en Belén, que se produjo
históricamente hace ya más de dos mil años, se produce como evento espiritual,
en el “hoy” de la Liturgia. El Verbo, que encontró morada en el seno virginal
de María, en la celebración de la Navidad viene a llamar nuevamente al corazón
de cada cristiano. Pasa y llama. Cada uno de nosotros está llamado a responder,
como María, con un “sí” personal y sincero, poniéndose plenamente a disposición
de Dios y de su misericordia, de su amor.
Eh,
cuántas veces Jesús pasa por nuestra vida. Y cuántas veces nos envía un ángel.
Y cuántas veces no nos damos cuenta, porque estamos tan ocupados e inmersos en
nuestros pensamientos, en nuestros asuntos e incluso, en estos días, en nuestra
preparación de la Navidad, que no nos damos cuenta que Él pasa y llama a la
puerta de nuestro corazón pidiendo acogida, pidiendo un “sí”, como el de María.
Un santo
decía: “Tengo temor de que el Señor pase”. ¿Saben por qué tenía temor? Temor de
no darse cuenta y dejarlo pasar. Cuando nosotros sentimos en nuestro corazón:
“Pero yo querría ser más bueno, más buena, me he arrepentido de esto que he
hecho, aquí está precisamente el Señor que llama, que te hace sentir ganas de
ser mejor, las ganas de permanecer más cerca de los demás, de Dios. Si tú
sientes esto, detente. Allí está el Señor. Y ve a rezar, tal vez a la
Confesión. A limpiar un poco el orujo. Eso hace bien. Pero acuérdate bien, si
tú sientes esas ganas de mejorar, es Él quien llama. No lo dejes pasar.
Presencia
silenciosa de San José
En el
misterio de la Navidad, junto a María está la silenciosa presencia de San
José, tal como es representada en todo pesebre, también en el que pueden
admirar aquí, en la Plaza de San Pedro.
Jesús se
ha hecho nuestro hermano por amor
El
ejemplo de María y de José es para todos nosotros una invitación a recibir
acoger, con total apertura del alma a Jesús, que por amor se
ha hecho nuestro hermano.
El don
precioso de la Navidad es la paz
Él viene
a traer al mundo el don de la paz: “En la tierra, paz a los hombres que él ama”
(Lc 2, 14), como anunciaron a coro los ángeles a los pastores. El don
precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra paz verdadera. Y Cristo
llama a nuestros corazones para darnos la paz. La paz del alma. Abramos las
puertas a Cristo.
Nos
encomendamos a la intercesión de nuestra Madre y de San José, para vivir una
Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad, dispuestos a
acoger al Salvador, el Dios-con-nosotros.
Palabras del Papa después del
Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas,
Saludo a
todos ustedes, fieles romanos y peregrinos venidos de varios países; a las
familias, los grupos parroquiales, las asociaciones.
En
particular, saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, la Comunidad
Papa Juan XXIII y a los scout AGESCI de Tor Sapienza (Roma).
No
olvidar: el
Señor pasa, y si tu sientes el deseo de mejorar, de ser más bueno, es el
Señor, que golpea a tu puerta. En esta Navidad, el Señor pasa.
Les deseo
a todos un buen domingo y una Navidad de esperanza, con las puertas abiertas al
Señor, una Navidad de alegría y de fraternidad.
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
Párrafo 2
“... CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO,
NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN”
I Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo ...
484 La Anunciación a María inaugura "la plenitud de los tiempos"(Ga 4, 4), es decir, el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien habitará "corporalmente la plenitud de la divinidad" (Col 2, 9). La respuesta divina a su "¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?" (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti" (Lc 1, 35).
485 La misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo (cf. Jn 16, 14-15). El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es "el Señor que da la vida", haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya.
486 El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María es "Cristo", es decir, el ungido por el Espíritu Santo (cf. Mt 1, 20; Lc 1, 35), desde el principio de su existencia humana, aunque su manifestación no tuviera lugar sino progresivamente: a los pastores (cf. Lc 2,8-20), a los magos (cf. Mt 2, 1-12), a Juan Bautista (cf. Jn 1, 31-34), a los discípulos (cf. Jn 2, 11). Por tanto, toda la vida de Jesucristo manifestará "cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38).
II ... nació de la Virgen María
487 Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo.
La predestinación de María
488 "Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero para "formarle un cuerpo" (cf. Hb 10, 5) quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a "una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María" (Lc 1, 26-27):
«El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la Encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida» (LG 56; cf. 61).
489 A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno (cf. Gn 3, 15) y la de ser la madre de todos los vivientes (cf. Gn 3, 20). En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada (cf. Gn 18, 10-14; 21,1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf. 1 Co 1, 27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf. 1 S 1), Débora, Rut, Judit, y Ester, y muchas otras mujeres. María "sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación" (LG 55).
LA ORACIÓN CRISTIANA
PRIMERA SECCIÓN
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
LA TRADICIÓN DE LA ORACIÓN
ARTÍCULO 2
EL CAMINO DE LA ORACIÓN
En comunión con la santa Madre de Dios
2673 En la oración, el Espíritu Santo nos une a la Persona del Hijo Único, en su humanidad glorificada. Por medio de ella y en ella, nuestra oración filial nos pone en comunión, en la Iglesia, con la Madre de Jesús (cf Hch 1, 14).
2674 Desde el sí dado por la fe en la Anunciación y mantenido sin vacilar al pie de la cruz, la maternidad de María se extiende desde entonces a los hermanos y a las hermanas de su Hijo, “que son peregrinos todavía y que están ante los peligros y las miserias” (LG 62). Jesús, el único Mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra Madre es pura transparencia de Él: María “muestra el Camino” [Odighitria], es su Signo, según la iconografía tradicional de Oriente y Occidente.
2675 A partir de esta cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y antífonas que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno “engrandece” al Señor por las “maravillas” que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de ella, en todos los seres humanos (cf Lc 1, 46-55); el segundo confía a la Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios, ya que ella conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.
2676 Este doble movimiento de la oración a María ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Avemaría:
“Dios te salve, María (Alégrate, María)”. La salutación del ángel Gabriel abre la oración del Avemaría. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava (cf Lc 1, 48) y a alegrarnos con el gozo que Dios encuentra en ella (cf So 3, 17)
“Llena de gracia, el Señor es contigo”: Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquel que es la fuente de toda gracia. “Alégrate [...] Hija de Jerusalén [...] el Señor está en medio de ti” (So 3, 14, 17a). María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el Arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es “la morada de Dios entre los hombres” (Ap 21, 3). “Llena de gracia”, se ha dado toda al que viene a habitar en ella y al que entregará al mundo.
“Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. “Llena [...] del Espíritu Santo” (Lc 1, 41), Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que llaman bienaventurada a María (cf. Lc 1, 48): “Bienaventurada la que ha creído... ” (Lc 1, 45): María es “bendita [... ]entre todas las mujeres” porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las “naciones de la tierra” (Gn 12, 3). Por su fe, María vino a ser la madre de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.
2677 “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros... ” Con Isabel, nos maravillamos y decimos: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lc 1, 43). Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora por nosotros como oró por sí misma: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: “Hágase tu voluntad”.
“Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la “Madre de la Misericordia”, a la Toda Santa. Nos ponemos en sus manos “ahora”, en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, “la hora de nuestra muerte”. Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo, y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra (cf Jn 19, 27) para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso.
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