Miles de
peregrinos han acudido esta mañana a la Plaza de San pedro para rezar el
Ángelus con el Papa Francisco en este lunes, 8 de diciembre, Solemnidad de la
Inmaculada Concepción. En su alocución, el Santo Padre recordó que María es
LLena de Gracia y en su vida deja a Dios hacer para ser como Él esperaba de
Ella en sus planes, algo que nosotros también debemos imitar.
Tras afirmar que todo es gracia, todo es don gratuito de Dios
y de su amor por nosotros – dijo – el Obispo de Roma recordó que el Ángel Gabriel
llama a María «llena de gracia» porque en ella no hay espacio para el pecado,
puesto que Dios la ha elegido desde siempre como madre de Jesús preservándola
de la culpa original.
También
destacó que la Virgen corresponde a la gracia y se abandona a ella a la vez que
también a nosotros se nos pide que escuchemos a Dios que nos habla y que
acojamos su voluntad porque según la lógica evangélica ¡nada es más activo y
fecundo que escuchar y acoger la Palabra del Señor!
El Papa Bergoglio
recordó que la actitud de María de Nazaret nos muestra que es
necesario dejar hacer a Dios para ser verdaderamente como Él nos quiere. De ahí
que María es receptiva y no pasiva, dado que después de recibir la potencia del
Espíritu Santo dona carne y sangre al Hijo de Dios que se forma en Ella en el
plano físico, mientras en el plano espiritual, acoge la gracia y corresponde a
ella con la fe.
Francisco
también afirmó que así como Santa Isabel saluda a María como «bendita entre las
mujeres», del mismo modo también nosotros hemos sido siempre «bendecidos», es
decir amados y, por tanto, «elegidos antes de la creación del mundo para ser
santos e inmaculados». Y si María ha sido preservada, nosotros hemos sido
salvados gracias al Bautismo y a la fe. Pero todos – tanto ella como nosotros –
por medio de Cristo hemos sido colmados en plenitud.
Al
concluir su meditación el Santo Padre dijo que frente al amor, a la
misericordia, a la gracia divina derramada en nuestros corazones, la
consecuencia que se impone es una sola: la gratuidad. Por esta razón, así como
hemos recibido gratuitamente, del mismo modo gratuitamente estamos llamados a
dar; a imitación de María, que, inmediatamente después de haber acogido el
anuncio del Ángel, va a compartir el don de la fecundidad con su pariente
Isabel.
Y al
preguntarse de qué modo todo debe ser devuelto, dado que todo nos ha sido
donado, el Papa respondió: «Dejando que el Espíritu Santo haga de
nosotros un don para los demás; que nos permita llegar a ser instrumentos de
acogida, de reconciliación y de perdón» gracias a la transformación que realiza
en nuestra existencia la gracia del Señor. De ahí que no podremos retener para
nosotros la luz que viene de su rostro, sino que la dejaremos pasar para que
ilumine a los demás.
Texto de
la meditación del Papa antes de rezar el Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas,
¡buenos días, buena fiesta!
El
mensaje de la fiesta de la Inmaculada Concepción de la
Virgen María se puede resumir con estas palabras: Todo es gracia, todo es
don gratuito de Dios y de su amor por nosotros. El Ángel Gabriel llama a María
«llena de gracia» (Lc 1, 28): en ella no hay espacio para el pecado,
porque Dios la ha elegido desde siempre como madre de Jesús, y la ha preservado
de la culpa original. Y María corresponde a la gracia y se abandona a ella
diciendo al Ángel: «Hágase en mí según tu palabra» (v. 38). No dijo: «Yo haré
según tu palabra». No, sino: «Hágase en mí…». Y el Verbo se hizo carne en su
seno. También a nosotros se nos pide que escuchemos a Dios que nos habla y que
acojamos su voluntad; según la lógica evangélica ¡nada es más activo y fecundo
que escuchar y acoger la Palabra del Señor! Que viene del Evangelio, de la
Biblia, el Señor nos habla siempre.
La
actitud de María de Nazaret nos muestra que el ser viene antes
del hacer, y que es necesario dejar hacer a Dios para ser verdaderamente
como Él nos quiere. Es Él el que hace tantas maravillas en nosotros. María es
receptiva, pero no pasiva. Así como a nivel físico recibe la potencia del
Espíritu Santo después dona carne y sangre al Hijo de Dios que se forma en
Ella, del mismo modo, en el plano espiritual, acoge la gracia y corresponde a
ella con la fe. Por esto San Agustín afirma que la Virgen «ha concebido primero
en su corazón antes que en su seno» (Discursos, 215, 4). Ha concebido primero
la fe, y después al Señor.
Este misterio
de la acogida de la gracia, que en María, por un privilegio único,
estaba sin el obstáculo del pecado, es una posibilidad para todos. En efecto,
San Pablo inicia su Carta a los Efesios con estas palabras de alabanza:
«Bendito Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido
con toda bendición espiritual en los cielos en Cristo» (1, 3).
Así como Santa
Isabel saluda a María como «bendita entre las mujeres» (Lc 1, 42), del
mismo modo también nosotros hemos sido desde siempre «bendecidos», es decir
amados y, por tanto, «elegidos antes de la creación del mundo para ser santos e
inmaculados» (Ef 1, 4). María ha sido preservada, mientras nosotros
hemos sido salvados gracias al Bautismo y a la fe. Pero todos, tanto ella como
nosotros, por medio de Cristo, «en alabanza del esplendor de su gracia» (v. 6),
esa gracia de la cual la Inmaculada ha sido colmada en plenitud.
Frente al
amor, frente a la misericordia, a la gracia divina derramada en nuestros
corazones, la consecuencia que se impone es una sola: la gratuidad. Ninguno de
nosotros puede comprar la salvación. La salvación es un don gratuito del Señor,
un don gratuito de Dios que viene a nosotros, y habita en nosotros. Así como
hemos recibido gratuitamente, del mismo modo gratuitamente hemos sido llamados
a dar (Cfr. Mt 10, 8); a imitación de María, que, inmediatamente después
de haber acogido el anuncio del Ángel, va a compartir el don de la fecundidad
con su pariente Isabel. Porque si todo nos ha sido donado, todo debe ser
devuelto. ¿De qué modo? Dejando que el Espíritu Santo haga de nosotros
un don para los demás. El Espíritu es don para nosotros. Y nosotros, con la
fuerza del Espíritu, debemos ser dones para los demás; que nos permita llegar a
ser instrumentos de acogida, de reconciliación, instrumentos de perdón.
Si
nuestra existencia se deja transformar por la gracia del Señor – porque la
gracia del Señor nos transforma, eh – no podremos retener para nosotros la Luz
que viene de su rostro, sino que la dejaremos pasar para que ilumine a los
demás. Aprendamos de María, que ha tenido constantemente la mirada fija en el
Hijo y su rostro se ha convertido en «el rostro que más se parece al de Cristo»
(Dante, Paraíso, XXXII, 87). Y a ella nos dirigimos ahora con la oración que
recuerda el anuncio del Ángel.
En sus
palabras después del rezo mariano del Ángelus, en la Solemnidad de la Inmaculada
Concepción de la Virgen María, el Papa Francisco deseó a todos feliz fiesta
y «buen camino de Adviento con la guía de la Virgen María» y pidió que
nos unamos espiritualmente a él en el tradicional acto de veneración dedicado a
la Madre de Dios, en el centro de Roma, en la Plaza de España, donde se
encuentra la imagen mariana que, desde lo alto de la columna que adorna esta
plaza, vela sobre la diócesis del Papa.
Así
recordó este acto de devoción filial a María, para encomendarle la ciudad de
Roma, la Iglesia y a toda la humanidad, anunciando que primero iba a la
Basílica de Santa María la Mayor:
«Esta
tarde iré a Santa María la Mayor para saludar a la Salus populi romani y
luego a la Plaza de España para renovar el tradicional acto de homenaje y de
oración a los pies del monumento a la Inmaculada. Será una tarde
dedicada toda a la Virgen. Les pido que se unan espiritualmente a mí en esta peregrinación,
que expresa devoción filial a nuestra Madre celeste.
¡Y no
se olviden la salvación es gratuita! Nosotros hemos recibido esta
gratuidad, esta gracia de Dios y debemos darla. Hemos recibido el don y lo
debemos volver a donar a los demás. ¡No lo olviden!
Deseo a
todos feliz fiesta y buen camino de Adviento con la guía de la Virgen María
¡Por favor no se olviden de rezar por mí!»
En sus
saludos a los numerosos fieles romanos y peregrinos, el Santo Padre recordó
asimismo que, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, los miembros de la
Acción Católica Italiana renuevan su adhesión y deseó que la Virgen Inmaculada
bendiga a la Acción Católica y haga que sea cada vez más escuela de santidad y
de generoso servicio a la Iglesia y al mundo.
ORACIÓN
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo
y el amparo maternal de nuestra ciudad,
y el amparo maternal de nuestra ciudad,
nos acogemos con confianza y amor.
Eres toda belleza, María.
En Ti no hay mancha de pecado.
En Ti no hay mancha de pecado.
Renueva en nosotros el deseo de ser santos:
que en nuestras palabras resplandezca la verdad,
que en nuestras palabras resplandezca la verdad,
que nuestras
obras sean un canto a la caridad,
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón
brillen la
pureza y la castidad,
que en nuestra vida se refleje el esplendor del
Evangelio.
Eres toda belleza, María.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.
Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del
Señor:
que no seamos sordos al grito de los pobres,
que no seamos sordos al grito de los pobres,
que el sufrimiento de los enfermos y de los
oprimidos
no nos
encuentre distraídos,
que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños
que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños
no nos dejen indiferentes,
que amemos y respetemos siempre la vida humana.
Eres toda belleza, María.
En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa
con Dios.
Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo:
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la fuerza consoladora de la esperanza dirija
nuestros pasos,
que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón,
que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón,
que nuestros ojos estén fijos en el Señor,
fuente de la
verdadera alegría.
Eres toda belleza, María.
Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica:
Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica:
que el amor misericordioso de Dios en Jesús
nos seduzca,
que la belleza divina nos salve,
que la belleza divina nos salve,
a nosotros,
a nuestra ciudad y al mundo entero.
Amén.
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