lunes, 8 de julio de 2013

Domingo XV del Tiempo Ordinario: QUIEN ES MI PRÓJIMO?



Celebramos el Domingo XV del Tiempo Ordinario . 
La fuerza del cristiano debe ser el testimonio y la coherencia que da el Evangelio. 
Nuestras armas no deben ser la prepotencia ni el orgullo, sino la sencillez, la pobreza del espíritu y el estar abiertos siempre al Espíritu de Jesús. 

En el Evangelio  leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 10,25-37)

Ante la pregunta de un maestro de la Ley de quién es nuestro prójimo, Jesús recuerda, con la parábola del buen samaritano, que el amor debe ser auténtico y sin exclusiones, más allá del formalismo y de la pureza religiosa.




 Toda nuestra vida debe de estar transitada por el amor a Dios y el amor a nuestro prójimo con misericordia y compasión. 

Hay dos parábolas de la Biblia y del Evangelio que por sí solas lo dicen todo de Dios y del prójimo: la del Hijo Pródigo y la del Buen Samaritano, el evangelio de este domingo. pues las dos resumen el esencial mensaje de Jesús: que Dios es un Padre que nos ama y que el prójimo es cualquier ser humano que nos necesita.  
El amor a Dios esta ligado al amor a nuestro prójimo. Como cristianos es nuestra obligación ayudar especialmente a los más necesitados.
 Lo más importante es que Jesús explica, ante un representante de la religión oficial judía, cual es la esencia de la doctrina del Reino: amar al prójimo. Tras el amor a Dios el amor a los hermanos es lo más importante. La vida actual no es rica en amores a los más necesitados, a los más heridos. Bien al contrario. La parábola del Buen Samaritano adquiere especial importancia porque vivimos en un mundo en que muchos anteponen su bienestar o beneficio a cualquier otra consideración. Sin aceptar y admitir que hay mucho dolor y mucha pobreza en nuestro alrededor. 



Lectura del Santo Evangelio 
según san Lucas (10,25-37):

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» 
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» 

Jesús dijo: 
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»

Palabra del Señor
GLORIA A TI SEÑOR JESUS!



La parábola del Buen Samaritano sigue viva y actual, como vivo y actual es el planteamiento del doctor de la ley: “¿Quién es mi prójimo?”
La pregunta siembra una duda: que otro asuma la responsabilidad sobre a quién tengo que socorrer yo.
La respuesta es más compleja
Para Jesús los acontecimientos de cada día y las personas con las que nos encontramos marcan la realidad de nuestro compromiso... Debemos ayudar
al más inmediato que padece necesidad, pues la solicitud de nuestra
entrega puede resolver un problema grave. Pasar y dejar que otro lo
haga, porque me urge otro compromiso, no es una actitud cristiana.
El samaritano, al apearse de su cabalgadura y socorrer al herido, cumple
la voluntad de Dios. No así quien pasa de largo, camino del templo,
para satisfacer una necesidad cultual. “Obras son amores y no buenas razones”
Por desgracia, muchos de nosotros, creyentes y practicantes, nos diluimos
en elucubraciones teológicas y filosóficas sobre la bondad o
inoportunidad de nuestras acciones. Mientras el pobre, el indigente, el
que vive en soledad, el enfermo o el marginado siguen ahí. Yo aporto mi
ayuda económica a Caritas y “mato” mí conciencia para que otros
afronten los problemas.



En un pueblo es fácil encarnarse en las auténticas necesidades de las personas que más sufren, porque todos las viven y las sienten
como algo suyo, pero en una ciudad se terminan cauterizando los
sentimientos y hasta las relaciones humanas con los vecinos en aras del
ajetreo, el anonimato y el individualismo.
¡Cuántos volvemos la mirada y nos paramos a preguntar al que extiende una mano pidiendo
ayuda o al que está mano sobre mano en la plaza para ver qué necesita!
Convivimos los ricos y los pobres en dos mundos distantes o miramos con ojeriza al
osado que ha recriminado nuestra actitud insolidaria.
“No hay -dice el refrán- peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver”.
 Casi todos conocemos los informes de la Organización Mundial de la Salud
sobre la pobreza y la enfermedad en el mundo. No es muy consolador para
la conciencia del Occidente, desarrollado y opulento, que continúa
obsesionado por el engorde de la Bolsa, mientras crece el abismo entre
ricos y pobres. La crisis económica que padecemos agranda mucho más el
problema.
 Hoy no podemos hablar simplemente de un herido al borde del camino, sino
masas incontables que padecen el síndrome de la desnutrición y el
abandono. Todo se ha globalizado; también, desgraciadamente la pobreza.
Y seguimos pasando de largo o mirando de lejos como si fuera algo que
no nos atañe directamente o aparece, en todo caso, como un deber de las
autoridades.




El samaritano de la parábola, sin evadir sus compromisos laborales, los posterga ante una necesidad vital de un hombre que pide auxilio, y sabe
grabar los gastos en su economía, porque no mira su provecho, sino el
del prójimo.
Aprender a mirar al pobre desde su pobreza, al enfermo desde su enfermedad o al
marginado desde su marginación, es el objetivo principal de una caridad
bien entendida.
Así lo hacen los misioneros, al encarnarse en el alma de los pueblos necesitados y así lo experimentan también diversas
ONGS, que distribuyen a sus voluntarios por el Tercer Mundo.

“El samaritano tuvo compasión”, sentimiento más profundo que la misericordia.
La compasión es una conmoción interior, que sacude las mismas entrañas de la afectividad y mueve los resortes más íntimos del ser humano.

Una vez más, surge de nuevo la pregunta:
“¿Quién es mi prójimo?”
Y, como siempre, la respuesta será personal.




 


PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS

ARTÍCULO 4
“JESUCRISTO PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO,
FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO”


575 Muchas de las obras y de las palabras de Jesús han sido, pues, un "signo de contradicción" (Lc 2, 34) para las autoridades religiosas de Jerusalén, aquéllas a las que el Evangelio de san Juan denomina con frecuencia "los judíos" (cf. Jn 1, 19; 2, 18; 5, 10; 7, 13; 9, 22; 18, 12; 19, 38; 20, 19), más incluso que a la generalidad del pueblo de Dios (cf. Jn 7, 48-49). Ciertamente, sus relaciones con los fariseos no fueron solamente polémicas. Fueron unos fariseos los que le previnieron del peligro que corría (cf. Lc 13, 31). Jesús alaba a alguno de ellos como al escriba de Mc 12, 34 y come varias veces en casa de fariseos (cf. Lc 7, 36; 14, 1). Jesús confirma doctrinas sostenidas por esta élite religiosa del pueblo de Dios: la resurrección de los muertos (cf. Mt 22, 23-34; Lc 20, 39), las formas de piedad (limosna, ayuno y oración, cf. Mt 6, 18) y la costumbre de dirigirse a Dios como Padre, carácter central del mandamiento de amor a Dios y al prójimo (cf. Mc 12, 28-34).
TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO

SEGUNDA SECCIÓN
LOS DIEZ MANDAMIENTOS

CAPÍTULO SEGUNDO
«AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO»

Jesús dice a sus discípulos: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 13, 34).
2196 En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los mandamientos, Jesús responde: «El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).
El apóstol san Pablo lo recuerda: «El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 8-10).
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario